viernes, 7 de noviembre de 2014

Testamento de Caín II. Maldecida



Maldecidos quedan los huesos
Os dejo mis dudas disueltas entre semillas.   
El agua contiene el testamento de Caín el hermoso y fluye dentro de nosotros como nosotros lo hacemos en el mundo. Es el líquido que gestiona las memorias vitales, el néctar que alimenta el pensamiento y en algunos casos conlleva el torrente maldecido. El agua es un carrusel de giros renovados, entra y sale de nosotros como lo hace de las llagas de la tierra. Si la daga de Caín penetra en el cuerpo, el agua fluye como un manantial de rubíes diminutos y los recuerdos se pierden, se desparraman como polvo en el aire…
El agua es memoria que se evoca en el resuello del instante: su misterioso poder se centra en activar los carbonos, impulsar las moléculas que se excitan con el sol y generan la vida. Su estancia en el cuerpo es limitada, ejerce un transito permanente y se renueva en pocos días. Es un líquido reparador, un río purificador que entra y sale del cuerpo dejando inscrita su melodía: en algunos casos es canal pestilente que trastoca la razón.
Su memoria nos pertenece y forma en nosotros un océano singular, un recipiente sanguinolento que retiene todo lo acontecido desde el inicio de los tiempos. Su presencia líquida en nuestro cuerpo es mayoritaria y su color preferido es el granate-carmesí. Su textura se asemeja a las carnes del carnero y su hedor excita las papilas, dilata los ojos, contrae los puños, comprime los dientes, así hasta la perdida del conocimiento. En el cuerpo se comporta de manera generosa, ella es la que conduce los nutrientes y gestiona los pensamientos: el agua como materia contiene nuestra alma y sus acciones poéticas formarán nuestro lecho de muerte...

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