jueves, 31 de mayo de 2012

Bastón guía


Dolorosa, Luis Bonifàs Massó (Valls, 1730- id., 1786



Bastón guía
En este relato Lucía conduce su ceguera con un bastón guía y en la punta tiene instalado un sensor inteligente; ¡es una primicia de la tecnología moderna! Como si se tratara de un arma defensiva, atiza con él a todo aquel que se adentra en su radio de acción. En este círculo fatídico se ha formado un erial de círculos concéntricos donde no nace ni crece nada, sólo el dolor, la angustia y la melancolía pueden germinar con fuerza en una mujer que tiene el pecho atravesado por siete espadas.

En la oscuridad de sus ojos ha blindado su mundo y no deja entrar ni una brizna de luz en su mente. Su pensamiento esta sacudido por una tormenta exterior y sólo encuentra sosiego en sus propias recreaciones. Se considera maltratada por el destino, injustamente acosada, y en todos los rincones de su laberinto se siente una presa vulnerable y fácil.

Durante un tiempo meditó la cuestión y hasta llegó a pensar que era un ser contrahecho maltratado por la vida. Pensó que era mejor alejarse de los demás, no dejarse ver y vivir según el modelo fabricado en su mente. Desconfió de todo y de todos, mantenía su mundo amurallado y defendido por baluartes y aspilleras talladas en la piedra con forma de cruz. En su afán de blindarse había construido almenas reforzadas en las siete puertas igual que hicieron en la antigua Tebas. Para zanjar la semejanza les puso el mismo nombre: Proitides, Electra, Neita, Honkas, Borraia, Homoloides y Ebdoma. Cada puerta iba asociada a un nombre propio: el de los seres que había dejado fuera de su vida para no ser perturbada con la posible luz de sus ojos.

A mi me tocó Electra y creo que acertó el pleno; mi mente está trastornada por las sombras del destino, son capítulos terribles que no me atrevo a relatar, aunque sin pretenderlo, se destilan pletóricos en cada palabra que escribo. Asumo las derrotas; ¡ya se han hecho carne viva! Al contrario que un general condecorado, con pesar llevo mis medallas prendidas y ocultas en la campana oscura del pecho. Por el contrario, el general las ostenta con vanidad. Las luce en la parte visible del corazón, estira el cuello y levanta la frente, así transita en la vida hasta que el viento póstumo le quita la gorra y los galones...

Volvamos al relato...
Un día inesperado y ayudada por mis consejos, Lucía pensó que tenía que salir a sentir de lleno la luz del sol, que la vida era breve y no quería mantener las murallas del engaño por más tiempo. Las derribó con un soplo suave, un bufido que sacó por la nariz y traspasó aquellos muros antes indestructibles. Cayeron sin resistencia alguna como se despeñaron los baluartes de la muralla china; ¡eran de un parque temático! Se derrumbaron silentes igual que sobrevino en escoria el muro de Berlín o como caerán los laberintos de Gaza y todas las cercas de los tiranos!

-He de escapar de aquí pero todavía soy ceniza en los ojos, una pella de barro tierno.-

Dijo… sin mover los labios.
En varias ocasiones le había sentenciado que la arcilla es más fuerte que la piedra, que las noches son el refugio de los sueños y que los años regalan la derrota sin darnos cuenta, a lo que ella contesto...

-El barro es ceniza viva, enigma del tiempo sobrevenido en pizarra, un torbellino azul que se pierde en el alma. Es canto en la intimidad de los dedos, protección nacarada en los labios. Es el refugio donde una puede dormirse eternamente, es lienzo frágil para dejar la voz impresa; ¡una caja de secretos sellados en la piel!- etc, etc.

Ella, como yo, ¡quizá como tú! había confiado totalmente en su bastón guía. Un día lo olvidó y algo inesperado germinó en su mente, se despertó de súbito y esperó una respuesta en los claros del alba. Pensó que necesitaba volar fuera y escapar de la adversidad...

-¡Adiós al encierro, al dolor, a la fidelidad, al compromiso ciego!-

No obstante no fue consciente de los cambios en su retrato, tampoco de los señuelos del mundo. Con los años, el tatuaje de su voz se había grabado con saña en el rostro y no llegó a verlo a tiempo. Su piel se había marchitado, sus labios estaban enjutos, los pechos desmayados, las caderas angulosas, hasta el delta de Venus se había quedado desierto. Pero Lucía no se miraba en el espejo y cuando lo hacía era para tapar los vestigios de la derrota. Quizá en su mente ya se habían forjado las alas del padre Dédalo; a veces crecen solas. Lo hacen sigilosamente, crecen como los sueños de liberación, crecen y se desmesuran hasta que nos llevan al infortunio sin darnos cuenta…

Un día de sol resplandeciente, de viento calmado, se dejó ir más allá de los limites que podía soportar su cuerpo, saltó las murallas y se elevó entre las nubes como el ave Fénix. Igual que Ícaro se elevó imprudentemente y como era de esperar cayó en un precipicio desconocido y antes temido. Se trastornó su paz con los eructos verbales de un ser que le escribía relatos cortos. Estimulada por los cantos se lanzó en una aventura apasionada sin protección alguna y se precipitó en otro desierto sin horizontes. Nunca sabia como proteger su libertad, como actuar para no quedar secuestrada en el espacio del otro, como transitar su propio camino. Entonces tomó una determinación y la incrustó en la mente con mayor soledad que nunca. Vio como la mano del destino le golpeaba en los ojos y volvía otra vez a la ceguera. Naturalmente, otra vez cogió el bastón guía, ahora lo hizo con mayor resentimiento si cave y empezó a blandirlo en el aire como una espada.

-Aunque tomé precauciones, otra vez vencida, humillada, sometida en la caída, ¡abandonada en el destierro!

Aquí termina mi información sobre el caso. Algunos dicen que fue a parar a Icaria, otros que desapareció entre las olas del mar. Yo afirmo que sigue bajando en el desplome y que su precipicio es el mismo que esta caída libre que me lleva lentamente hacia el fondo del foso… 

La derrota de los años, ¡ya sin bastón guía!

Gregorio Bermejo 30-5-2012

lunes, 28 de mayo de 2012

Elogio al teófobo


José de Ribera, El escultor ciego, alegoría del tacto, 1632, óleo sobre lienzo, 125 x 98 cm. Madrid, Museo del Prado.

Elogio al teófobo
La luz de la razón es un bien escaso y casi siempre es gobernada por un gesto oscuro que, como en el caso de Lucía termina en ceguera. Ese albor devenido en sombra es la metamorfosis de la vida que reconoce el camino del ocaso y hace que la luz de hoy, la vida, sean las tinieblas de mañana, la muerte. Este vector condiciona la existencia y nos deja expectantes ante los siguientes atajos, trochas que tenemos que escoger sin ver casi nada y todas ellas nos dejan sentados ante el doble rostro del infortunio. Instalados en esa piedra móvil y angular, vemos pasar la vida y constatamos como se mueven los puntos ciegos de la mente humana…


Los más sangrantes me saltan de la boca y los dejo caer aquí…

  • El libertador de los vencidos quiere ser la víctima de todas las injusticias, entonces se ofrece en holocausto; ¡esa es su victoria!
  • El irrebatible, el que lo ve todo y es infalible en las observaciones, siempre quiere ser la voz de la verdad; ¡esa es su ceguera!
  • El actor en la política, el artífice en la performance pública, se hace mentiroso y, si desea sobrevivir, en poco tiempo tiene que vender elixires para las emociones humanas. Entonces, con habilidad asombrosa conduce el pensamiento por los abismos de la mente; esa es su magia para oscurecer la mente de los demás.
  • La condición de la vida es vencer a la muerte, pero no lo consigue y tampoco la acepta, no está conforme con esa ley y lucha. Toda forma de vida tiende a apañárselas para maniobrar con la “fuerza oscura y los rayos del sol”; ese es el proceso y en el camino actúa por tanteo, ¡a ciegas!
  • Querer ver lo invisible es cuestión de fe, ser ejemplar en la proyección de las ideas también; esa es la lucha, siempre estamos en la batalla y no valoramos las perdidas.

La ceguera colectiva se deviene en luz
Formar parte de una comunidad es compartir sentimientos que bien pueden ser ciegos, la multitud no tiene pensamiento propio, le es prestado por los que ostentan el poder o los que propagan las ideas hasta formar un cuerpo social adherido a sus intereses. Cuando triunfan constatan que el resultado de la ceguera colectiva se ha transformado en luz; es el resuello contenido en el mensaje, el badajo que excitó el pensamiento hasta modificarlo.
Lucía se sacrifica para ver en la fe como otros lo hacen para triunfar en las ideas, la patria, el partido, el grupo, la raza etc. 
A nivel colectivo se tiende a pensar que la razón es de la mayoría, pero no siempre es así. Que el derecho es de los que llegaron antes, los originarios, pero no si son débiles, pobres y han perdido. Que la igualdad y el derecho natural es de los hijos de la tierra, pero tampoco resulta ya que todos somos hijos de ella y el trato es desigual ante la justicia. También se argumenta la ley de la evolución, la de los más fuertes, que son los que al final se imponen... ¡bueno!, en este punto quedamos atascados. Con esta formula discrepamos siempre pero al final quedamos sometidos y a la larga conformados.
Parece ser que el vencedor es el que veía claro, es el líder indiscutible y por tanto se queda con todo. El que pierde ya no le queda voz para argumentar nada y tampoco goza de luz en los ojos para ver su propia realidad.

Luz en los dedos.
Igual que  nos enseña el escultor ciego de Ribera, tenemos que ver con la yema de los dedos, hundirnos en el trabajo y sacar conclusiones de la oscuridad. Así mantener la frente erguida por dignidad, por decoro, ese es el ultimo escalón de la ceguera y el principio de la luz. Hay luz en la palma de la mano, yo la he sentido, ¡por un instante, tan sólo por un instante! Puedo afirmar que emergen grandes ideas del trabajo más inmundo, del chasquido de las piedras, del rugido de un motor. En cualquier lugar pueden florecer razones profundas que llegan hasta la mente; esa es realmente la única fuerza que nos guía y la que podemos apreciar como tal. A mi entender, es la única luz que nos gobierna.

La belleza del traidor
Estos motivos son el hilo de un relato fragmentado que deseo focalizar en los ojos del traidor: elogiar al teófobo, al díscolo, al perjuro, al apóstata, ya que al hacerlo nos obliga a ponernos en su lugar y comprender sus razones. La metamorfosis entre el ser leal y el rostro del traidor configura en la vida una belleza sublime. Entre más extrema sea la observación moral más requerirá de nuestra compresión para entender lo que en apariencia se hace incomprensible. El díscolo incordia al propagador de la ceguera, aquel que lo quiere ver todo y pretende que los demás vean por sus ojos. El traidor tiene su propia luz y la expone, es leal a sus principios y no se deja arrinconar entre las causas de los otros. El teófobo ha renunciado a los privilegios divinos y se ha construido el hogar entre las grietas fértiles de la tierra, sabe que va a morir pero prefiere hacerlo solo, con su propia luz y no cubierto por el engaño colectivo. 
Estos argumentos son discutibles, todos lo son, pero se tendrá que hacer uso de eufemismos sangrantes para no verlos, para no sentirlos como florecen en el día a día, para no advertir que la fuerza de la traición es un instrumento político que se blande como una espada. Que el perjurio es la moneda que hacen servir los poderosos y con él nos han llevado a la situación de ruina moral, ética y económica en la que estamos metidos hasta los corvejones.

Metáforas
Lucía es aquí más metafórica que nunca: hay muchas actitudes ciegas y no siempre son del género femenino. Precisamente la de hoy es un hombre; se llama Lucio, un autentico transformista, un camaleón en la ciénaga. Se habituó a sortear los obstáculos por tanteo; era un todo terreno en las técnicas de la evasión, el camuflaje, la resistencia y el engaño. En la primera hora de la mañana tenía un ímpetu especial y sus pasos eran ágiles, poderosos y decididos. Sin rubor alguno decía entre sus allegados…

-¡Aunque veo poco, ¡yo soy la luz!  Mi destino es ser guía espiritual de los hombres.-

Metamorfosis de Lucía
Con cuerpo de mariposa cosió una crisálida y dentro de ella, en poco tiempo se transformó en gusano adulto, ¡fue una metamorfosis milagrosa!
En el plano de los social el gusano se hizo “revolucionario” bajo el nombre de Lucio y consiguió organizar en torno suyo a los afligidos, los derrotados y los hambrientos. Estimulados por una razón milenaria se hicieron adictos a su causa. Decía en voz alta que por su boca fluía el destino y la verdad, él era el mensaje verdadero, la palabra destilada de una razón suprema. Lo decía con tanta convicción que los demás le creímos a pies juntillas. Así llego al poder Lucio el libertador. Él que tuvo el don de volar los más vistosos colores, ahora aparecía como un reptil, con movimientos torpes pero con argumentos lapidarios.
Cuando  joven también milité a su lado, éramos muchos y todos llevábamos en el corazón y en la mente la certeza como el estado natural del alma. Nos alineó en torno a un propósito político donde primaban los tres apoyos del poder, justicia, libertad, igualdad.
Por encima de todo puso énfasis en los sentimientos; sus discursos llenaban el corazón, inflamaban los anhelos y despreciaba la realidad y objetividad del otro. De esta manera llegó a tomar el poder hilvanado en las frustraciones y los sueños de todos nosotros.

Triunfo de la utopía
Éramos muchos y sus ojos verdes llenaron de confianza y de júbilo los años de juventud, años de ensueño que nos llevaron lentamente al fracaso. Su voz fue un río desbordado de ilusión que despejó todos los horizontes. Su cuerpo larvario se transformó y una esplendida mariposa real que se instaló en el poder sin oposición alguna. Fue el triunfo total de la utopía, nos llenaba de orgullo mirarla y sus colores hipnóticos nos cegó por completo.
Pero nada es perfecto, germinaron sentimientos impuestos con malas artes, filtrados con sumo cuidado se fueron incrustados en la mente como se atavía la devoción de un santo. Con sonrisas y entonaciones, con himnos, manifiestos, proclamas y rezos nos fue modelando día tras día. Proyectaba su aura sobre nosotros de manera sutil y lo hacía con entusiasmo festivo. Su discurso protector y veraz, los gestos sensuales y valientes, su atrevimiento y resolución, eran ejemplares. Así, poco a poco se hizo imprescindible en nuestras vidas; ¡su ceguera nos fue transformando lentamente!
Pensó y lo hizo bien, que la gestación de una idea tiene que ir acompañada con el murmullo de las canciones de cuna. Así, modelaron la mente de los niños como manteca tierna y ya no hubo manera de distinguir que era luminoso y que era la oscuridad. Sentado en la piedra de las bifurcaciones, la puerta del destino, nos mostró el rumbo que nos llevaba directamente al exterminio colectivo, nos precipitaba en el abismo de manera irremediable; ¡el que ahora estamos viviendo!
Desde niños nos hizo venerar su imagen y devaluar el rostro del enemigo. Leímos una y otra vez el libro de instrucciones y aprendimos de memoria el código de honor del proyecto diseñado. Ostentó el cargo y se vistió con una sonrisa placentera que lo hizo divino, pero cosa curiosa, entre más se divinizaba más lejano quedaba de los mortales; es decir, de aquellos que le habíamos votado. Por lo visto es el proceso natural de todos los ciegos y la senda que conduce a la ofuscación colectiva.

Los guardianes
Una hueste de esbirros lo protegían de todas las palabras y gestos que podían desenmascararlo y a la vez lo empujaban para ser cada vez más la "cagarruta divina". Los guardianes más celosos eran mil veces más perversos que él; en el fondo, también era víctima de una corriente irracional. Él ya era una hidra con millares de cabezas que lo devoraban todo con ansiedad; ¡era una fuerza desatada con instinto viral! Así un pensamiento gregario lo condujo hacia el trono y aquellos que lo habían aupado pedían la recompensa; reclamaban los puestos de poder, las alcaldías, las direcciones generales, las canonjías y los condados. Como pasa casi siempre, poco a poco todo el sistema cayó en el arcón de las vanidades; ¡así de débil es el corazón humano!

El poder de Lucio
Sabéis por experiencia que los infortunios, los delirios y las ilusiones son la mayor cosecha que se guarda en el corazón humano y que cuando no fructifican se convierten en frustraciones que pueden ser violentas. Esta metamorfosis sibilina y perversa la he constatado entre los Lucios más cercanos y lejanos, por ello, en este momento, me salgo de aquel cuerpo viral y ciego y decido administrar mi propia lucerna.
Lucio ya no es un individuo con su pequeña luz en los ojos, es una masa informe, un río desbordado entre las pasiones humanas, una fuerza que se abre camino por inercia. El discrepante es marcado y si es posible suprimido. El diferente se considera enemigo y el que se sale de las filas es un traidor; ¡vaya! como dicen hoy los vigilantes de la tierra que lo es ahora Antoni Duran i Lleida.

Se ha de entender que estas acusaciones no son sólo dirigidas a él, son mensajes claros para todos aquellos que puedan seguir su ejemplo. Ahora tocan otros clarines, y no hay espacio para la disensión. Es decir: el mensaje es un edicto para que pongamos las barbas a remojar… 
Me temo que en este punto habrá descargas de adrenalina, convulsiones y metamorfosis en las emociones. La reacción es esperada: algunas serán injuriosas, ciegas y descalificadoras; yo espero argumentos luminosos, articulados y respetuosos. Si lo que me llueve son cuchillos afilados, será la prueba evidente de que estamos otra vez encadenados en los brazos oscuros de LUCÍA. ¡En ese caso, volveremos a empezar la danza de los ciegos!

Metamorfosis de Lucio
Pasó el tiempo y con él llegó el peso de la esclavitud, el clamor de las injusticias, los olvidos imperdonables. El dolor de los vencidos y los abusos de poder le fueron cegando más si cabía. Era el guía de mentes oscuras, aquello le satisfizo al comienzo, después se mimetizó con el poder hasta llegar al crepúsculo de sus días con los pies agotados y el alma rendida. Su ceguera había precipitado en la oscuridad a una generación entera…
Entonces, ya desesperado hizo el segundo sacrificio, el más perverso  y cruel de todos, quiso inmolarse en una plaza pública y pensó hacerlo cantando el himno a la nación... Lo hizo rodeado por una muchedumbre enfebrecida, con todos los honores, protegido por las fuerzas de seguridad y ayudado por los suyos. Entre cantos apagados y llantos de desesperación se inmoló a lo bonzo. Preparó todo para que lo gravaran en vídeo como hizo Thích Quảng Ðức en Vietnan el año1963. Fue un sacrificio esperado e inútil. Cientos de inmolados le han seguido y el circulo de la perversidad no cesa de girar nunca.

Mis causas
En aquellos años de mi juventud, esta acción y la manera de exponer sus razones, fue la causa que me hizo militante de los irreductibles, ¡no hace falta argumentar cual era el perfil de mi ceguera! Tampoco hace falta argumentar el efecto causado de esta acción ciega, menos aún la influencia que este martirio premeditado podrá tener en las reflexiones del futuro… Tampoco hace falta argumentar la necesidad del traidor en esta causa infausta; él era el único que veía algo. Los demás no cuentan para nada; seguir viviendo ya era un acto de deslealtad a su figura.

Nota: El enlace de Thích Quàng Dúc es la muestra de la contención de la extrema violencia, aconsejo  no verlo en su totalidad a aquellos que puedan sentirse afectados por el dolor humano...

Detalle de la Santa Lucía de Francesco del Cossa, 1470. Elogio a la mártir.

Elogio a la mártir.
El periplo de su vida fue como un río, impetuoso en la montaña y calmado antes de llegar al mar; ¡allí se extinguió su poder para siempre! Sus restos son hoy ripios en las hueseras, boñiga de camposanto. Ya nadie se acuerda de ella, ni siquiera la evocan sus propios hijos. Sus discursos ordinarios, simplistas y afectados se han quemado todos con ella. Las placas de las calles se han caído, las citas en los libros han girado el signo y la flecha del tiempo la ha dejado varada en una senda muerta. Sus propios seguidores la han sacrificado, su poca luz les ha dado la suficiente claridad en los ojos como para distinguir la cuerda de la guillotina de aquella que hace volar la cometa…
Yo si me acuerdo de su gesto y de su ardor en la vida, añoro los años que estuve con ella y bebí de sus pechos hermosos, por ello, a pesar de todo el dolor causado, a pesar de la derrota, a pesar de la falta de luz, le ofrezco un homenaje y un elogio a su patética figura. Su ceguera fue luminosa, su lucha me hizo hombre y su sacrificio me puso ante el espejo crudo de la condición humana.
En su momento no estaba sola, como ella, una hilera interminable de “Lucias” deambulaban por los arrabales; no eran ciegas-os, solo tenían pocas luces, pero igualmente se sentían receptores de grandes destinos; son los armadores de las grandes ideas, los brotes de juventud que buscan su destino. Corazones limpios que custodian las esencias, cultivan la osadía como guardianes eternos y se configuran como los propietarios de la patria! Se trata de una guerrilla original, el estado primigenio del cuerpo social, el flujo natural de la violencia que emerge en los años guerreros. Este estado es el de mayor vigor en la vida y el que queda en la memoria mítica para siempre; nos recuerda el edén perdido.
Esta fase dura unos años, el tiempo cambia la psicología y modela las estrategias. Aparecen pues individuos blindados y a su vez heridos, que miran con recelo a todo aquello que se mueve en el estrecho perímetro de su brazo. Con un palo en la mano juegan a la gallinita ciega alrededor de un centro; ¡la idea, el partido, la fe, la bandera! y atizan una y otra vez girando como peonzas. Con los ojos vendados, siempre al acecho y a la espera del aliento del milagro; aguantan con la esperanza de que los demás se vuelvan tontos o más ciegos que ellos, esperanza que nos deja a todos sin luz alguna.

Elogio a la oscuridad
Los individuos con estrabismo en la mente se mueven bien en la oscuridad y más que ofrecer los ojos están dispuestos a sacarlos. Son desconfiados y siempre van armados con palabras para enmendar sus acciones. Si alguien se atreve a contradecirles, rápidamente acusan de traidor, de tibio y de lucir los colores del enemigo. Es la manera de apretar filas y de avanzar en la ceguera día tras día. Dentro de si mismos giran y trotan en un discurso que ya se ha hecho carne en la mente, así se retroalimentan para sentirse protegidos y herederos de la verdad. Una fragilidad inusitada les protege y el poder del débil lo llevan a extremos de crueldad, todo se justifica ante el fin que se han propuesto.
Sus palabras impostadas merecen el siguiente elogio y con todo ello quisiera hacer una piñata para que sus oscuros secretos configuren el motivo central del mundo.

¡Ellos jamás verán que las tierras están yermas y hay que trabajarlas!

El rostro del impostor
En la fase expansiva se apoyan los unos a los otros, lo hacen para sentirse gregarios entre los ilusorios muros que han construido. Para descargar su soledad, sisean entre las grietas de las audiencias, farfullan en la ventanita de las reclamaciones y se remueven cada día en la pantalla de Facebook. En realidad nadie quiere un ejercito con estos combatientes, son la máscara pírrica de los impostores, son los aulladores de noche. Aquí y allí musitan plegarias y ridiculizan a los que quieren suplantar. Lo hacen con tópicos pueriles de niños instruidos. Exhiben su ascendencia política como el aliento natural y propio de los tiempos e incitan a la rebelión con gesto inocente; ¡es la manera de sentirse puros como diamantes! Los otros son siempre los culpables, los gestores de la ignominia, los garrulos que no merecen el estatuto de estar vivos. Con muecas casi imperceptibles definen una frontera invisible, indiscutible, cubículo donde quedan eternamente protegidos. Pero son como los hielos en primavera hacen los estragos y rápidamente desaparecen…

Dónde mi ceguera
Algunos de ellos-ellas consiguen el objetivo; aquí traigo al recuerdo nuestra historia más reciente. A mediados del siglo pasado emergieron en Europa dos grandes ciegos que lo veían todo, o casi todo. Después de la contienda cada uno dejó fundidos en la tierra 30 millones de cadáveres, los dos eran de signo contrario y los dos llevaban en la mano el testimonio de la verdad del pueblo. Lo digo ahora por si alguien tiene la tentación de señalarme con el dedo y colocarme en el bando equivocado.
Yo aclararé las cosas: estaré eternamente en el medio, siempre seré la victima, el emigrante, el desarraigado, el extranjero, el estepario, el descreído, el cobarde y el traidor; ¡aquí mi ceguera! Para derrotarme no tienen que hacer gran cosa; ¡soy presa fácil! Sólo tienen que empujarme levemente y caeré al foso; ¡yo no me tiraré nunca…!
Cuando estos ciegos videntes caen, aúllan como lobos vencidos, alientan la queja como un derecho natural; tienen boca para berrear y no es precisamente de dolor, es de ansias de poder y de venganza. Siempre agitan el agravio como un cascabel hipnótico y, cosa curiosa, siempre se encuentran al otro lado del espejo; toman el reflejo de los justos, los débiles y los marginados, lo hacen como señuelo porque ellos nunca lo fueron… ¿?
Ante este hecho Lucía, la que tiene luz interior y susurra en el pozo de las vanidades dice…

-Por lo visto es todo lo que estamos dispuestos a hacer. No estamos ciegos, solo tenemos luces opacas- Queremos dar sentido a la vida y entonces nos hacemos guías de corazones podencos.-

No es un hecho extraordinario; la historia nos ha regalado una galería de retratos de salvadores y tiranos, algunos sorprendentes. De una u otra manera, todos estamos en ese desfile de autistas penitentes; nuestra ceguera los construye cada día, los elevamos con esperanza, fruto de la necesidad de encontrar salvadores…

¡Es el teatro del mundo!

jueves, 24 de mayo de 2012

Elogio al infame


La gallina ciega 1788 - 1789 Lienzo. 2,69 x 3,50 Museo del Prado, Madrid.

Elogio al infame
Lucía no era ciega de nacimiento, pero tenía un pretendiente indeseado, un insoportable que la perseguía día y noche hasta la obsesión. Era tal su pesadez que estoy convencido que la furia del acosador fue la causa que la dejó a oscuras y también el motivo que dio sentido a su vida. Él fue la mano invisible que la precipitó irremediablemente a hacer aquel gesto heroico y por consecuencia, a que más tarde la hicieran santa.
Qué habría sido sin ese empujoncito vergonzoso, ¡nada! Ni siquiera este relato y los que vienen después podrían haber nacido. Por tanto quiero dejar aquí un sentido homenaje a los villanos, los rencorosos, cargantes, miserables y traidores. Ellos son los que provocan cambios en el destino y también los causantes de grandes gestos. Pienso que el fruto de la infamia es el motor y la causa que hacen desencadenar grandes gestas; junto a los grandes delirios de amor son los que mueven la historia.
Vuelvo a preguntar; ¿qué habría sido Jesús sin Judas Iscariote? ¡nada! Un charlatán en la puerta de los templos como los miles de ellos que deambulan todavía con las mismas palabras en la boca. Digo esto y señalo a los palabreros, los lenguaraces y retóricos que nos llenan la mente de humo como suele pasar también con estos relatos. Señalo a aquellos que van con discursos enrevesados para confundir, palabras con pámpanos en los dedos para cegar y les digo que son las cagarrutas divinas de su época. Parábolas parecidas a las mías que nos trasladan a la Icaria de ningún sitio, sólo que yo no me muevo en las apariencias; me confundo entre las piedras, esa es la diferencia .
Quizá en algunos casos puedan florecer ideas de esta pillería, hasta pueden hacerse observaciones más lúcidas que las del mismísimo profeta, pero nunca pasará de ser el juego jocoso de los infieles.  ¡Jamás dejarán que triunfe un perdedor! Así que... en este paréntesis (   ) dejo un homenaje pendiente al acosador, el garrulo perseguidor de Lucía. Sin saberlo y sin consuelo alguno, él le dio forma al relato y a su espíritu…

30 años 
Entre pausas
se acepta el ritmo
de la libido lesionada;
¡aparecen imágenes ciegas!
Deseos por laberintos sin control
que siempre barruntan por la mente.
Tú, sin querer, has salido del primer juego
y yo busco sin cesar los rastros de la realidad.

Tan sólo treinta años de ceguera,
camino oscuro para hallar el modo
de mover junto a ti el manojo de juncos.
¡Sentir el placer de sumergirme en la tierra!
Sé que no he creado la obra más bella del mundo
pero es la que cada día estimula más mis emociones y,
aunque aparento indiferencia para no perder la compostura,
te espero, inmóvil en el suelo, te espero y sólo una piedra rodante iguala mi soledad.


Alusiones-ilusiones
Ella es la sombra de una mujer hermosa y eso siempre puede sacar a un hombre de sus estribos, tiene andares de gata y miradas que hacen bajar la vista. Es divina como lo son todas las santas.
¡Qué trampas prepara el destino, qué contradicciones más sangrantes! Como este es un tema que ha quedado gravado en la placa de los instintos, por el echo de ser divina, ya es una provocación que daña la inteligencia.
Un día de poco sol y con ánimo resentido, ella preguntó al pretendiente en cuestión:
¡Mirad que situación tan cruel se desprende de la pregunta!

-¿Qué es lo que tanto te interesa de mi?-

Él le respondió que su perdición eran sus ojos verdes; ¡la soñaba día y noche, estaba turbado de amor por ella!
Entonces ella, una hermosa y joven mujer que jugaba a la gallinita ciega por los caminos inocentes de la vida, tomó un puñal y se los sacó. Los colocó en una copa de plata y se los entregó.
Fue un acto de amor y de belleza sublime, ¡una performance extraordinaria! Ahora podemos ver la secuencia con todo su esplendor; ¡tenemos recursos mentales para hacerlo! En aquel momento tenía el rostro ensangrentado y por las cuencas vacías brotaba el jugo de los nardos.
Dicen los entendidos en cuestiones milagrosas que con su luz interior ella seguía viendo, tenía el don de la luz de la verdad que brotaba de su mente. Por todo ello se hizo la protectora de las costureras y los mendigos. Lástima que no lo hiciera también de los escultores, personalmente estoy muy necesitado de inspiraciones de este calado.
En mi caso he podido tirar adelante gracias a ella, Lucía ha sido el retrato ejemplar de mi madre. Encarnación, que así se llama, me ha enseñado muchas cosas, entre ellas a perder los estribos en el camino y seguir avanzando. Como Lucía perdió los ojos por amor, ella hizo posible que sus hijos tuvieran el valor de la renuncia. Aprendí bien la lección, yo perdí hasta el aliento en el momento de nacer; ¡soy experto en la derrota! En la batalla por la vida he peleado por todo; nada me ha sido regalado. Hasta la luz de los ojos ha sido conquistada en una lucha permanente por ver el nacimiento del sol.

Con luz de candil
Aleja estas dudas
Ábreme los ojos
D. Agustín.

A los diez años trabajé cuidando patos y cortando leña para los vencedores. A los once arrancaba remolacha con las manos ateridas de frío en los campos de Pilué. A los doce rompía las piedras con un martillo y perdí la inocencia. A los catorce años me hice hombre y me doblaron la espalda los trabajos duros. Ya de mayor y visto que nadie escucha, que nos hemos quedado sin luz en un mundo de iluminados, he optado por trabajar en el silencio. Soy escultor del secreto, mis trabajos más sentidos están fuera del alcance de la mirada; ¡las ocultaciones!
Me complazco al trabajar para todos los ciegos, también para aquellos que tienen los ojos verdes… En los próximos relatos mi voz callará, le paso la palabra a Gregorio, un buen amigo que sabe interpretar los aullidos de un ser extraordinario, el Chacal.



Palabra justa

Hay ausencias que rehabilitan la ilusión
como hay machetes que cortan la caña verde.
Hay cuchillos que silban entre brisas de levante
y palabras honestas que mejor no haberlas dicho.
Hay alegatos que siembran la historia de desdicha
y hay gestos nobles que bendicen las bajas pasiones.

Hay creencias que ensalzan la conciencia en un instante,
son fundamentos que sumergen el espíritu entre neblinas y
como tratados dormidos, olvidados permanecen en los estantes.
Los impulsos nos engañan, alguien nos mece con la palabra injusta.

Somos niños de leche cargados de metralla.
Nuestra boca habla con los labios cosidos.
Nuestros pies hacen el camino de regreso.
Nuestras manos buscan sin alivio la caricia,
arrebatos de ilusión en los valles del fracaso.

Ya no queda piedad bajo los cargos del cielo.
¡Qué podemos hacer sin amaneceres gloriosos! 


Así se expresa Gregorio Bermejo; un poco cerrado en el discurso pero siempre es fiel a los presentimientos.
Rufino Mesa 24-5-2012

viernes, 18 de mayo de 2012

El rapto

Lucía y la luz de la razón...

Prólogo
Vuelvo a México DF. lo hago para aclarar algunas de las confusiones que se crearán en las próximas lecturas. La imagen de Lucía puede establecer desconcierto en el lector y deseo que en estos relatos prevalezca la veracidad de los hechos.
Confieso que los nombres son ficción, no puede ser de otra manera ya que estas personas están unidas a mí por lazos indestructibles y deseo mantenerlas por muchos años. Ellas leerán estas historias, corregirán mis observaciones y compartirán mi asombro al constatar en el espejo de la palabra lo que nos ocurre en la vida. Contemplarán como lo cotidiano se deviene en leyenda con perfiles casi heróicos. Es más, en la cumbre de lo indecible puede quedar la duda y es comprensible, pero tened presente que si relatara lo que en realidad acontece sería una historia mil veces más increíble. Quizá aparecería como la culminación de la fantasía y escandalizaría o llenaría de incredulidad a los más avezados en la conducta humana.
Algunos hechos pueden ser mal interpretados por mi parte y habrá secuencias que quedarán sin consenso; ¡lo de siempre, contrariedades en los reflejos del mundo! También que las Lucías implicadas puedan molestarse; ¡qué mal me sabrá si así sucede! Les pido perdón por adelantado, invoco su comprensión y les agradezco profundamente que hayan o estén pasando por mi vida. No obstante estoy tranquilo, he constatado en todas ellas la amplitud de un corazón grande, universal y generoso. Les deseo lo mejor que se pueda invocar para el alivio de sus vidas y les envío sosiego para que hagan de si mismas una fuente de luz, un hatillo de esperanza donde la razón va a hurtadillas y se alimenta.

Ellas son parte imprescindible en las pasiones de la obra, la llaga de los amores frustrados, ¡también son la luz de mi pensamiento!

El rapto

Cuando terminé la reunión con Adrián en el café Tacuba, eran las doce treinta de la mañana, ni un minuto más ni uno menos. Me fui directo al Museo Nacional de Arte, estaba anunciada una exposición de dibujos y grabados de Honoré Daumier. Entré y me hicieron reír sus sarcasmos; disfruté un  buen rato contemplando la agilidad de sus manos y la mala uva que gastó con sus coetáneos. Consiguió quitarme el pesar que llevaba dentro y aligerar el día, pues quedaban horas de acontecimientos nuevos.
Cuando me di cuenta ya era tarde, salí a la calle dispuesto a comer lo que fuere. Encontré un restaurante chino y allí tomé asiento; pedí el menú del día. 
Justo empezar, una señora bien parecida me pidió si podía sentarse, no había mesas libres y le dije que encantado. Nos presentamos con infinidad de detalles, me dijo que se llamaba Lucía, cosa que no me extrañó en absoluto. Me explicó también que estaba separada; su marido se había marchado con una mujer más joven y según me relató, debido a la actividad excitante con la nueva esposa, había contraído un cáncer de próstata…¿? Debió ser el castigo.
Era una mujer madura, atractiva, de rostro agradable, vestía ropas oscuras de buena calidad y llevaba zapatos de aguja. Era conversadora, conocedora del país y especialmente de las quimeras políticas, asunto este que me interesó al instante.


Entre la conversación salió la exposición de Daumier, al salir nos fuimos directos al museo y entre risas y gestos de asombro, comentamos los dibujos. Algunos le escandalizaban, sobretodo los que hacían crítica de los gestores de la iglesia. Allí se reveló como una ferviente cristiana devota de la Virgen de Guadalupe.
Al salir y empezar a bajar las escaleras la note insegura, le di el brazo y se cogió al instante. En aquel momento note el contacto de su cuerpo, la miré y ella se sonrojó levemente.
Agradecida por el trato me invitó a tomar un café en su casa al día siguiente, entonces noté una mueca sutil en su boca. Como yo desconocía el territorio quedamos en el mismo restaurante que había desayunado con Adrián horas antes. Ella tomó un taxi y marchó alegre con gestos resueltos con el chofer. Al parecer, por el trato y la conversación mantenida, deduje que ya se conocían.
A la hora acordada yo estaba otra vez en el Café Tacuba. Pasaron los minutos, se alargaron los segundos, se consumió una hora, repasé cada rincón del local, escuché uno tras otro los temas que cantaron los mariachis, se hicieron los cielos interminables y ya aburrido, pagué la cuenta y me fui al hotel; ¡no apareció! No habían pasado ni cinco minutos cuando me llamaron de recepción.

-La señora Lucía le está esperando.-

Nos saludamos con júbilo y sorpresa, parecía que nos conocíamos de toda la vida. Se había puesto guapa: un vestido festoneado con hilos de colores en el escote y ajustado a su cuerpo le cubría casi la rodilla; ¡daba gusto mirarla! Tomamos un taxi y ella marcó la dirección. Nada más sentarnos le puse la mano en el muslo, estaba al descubierto. Al rato ella la retiró; ¡la miraban por el espejo!
También esta vez habló con el taxista con familiaridad y deduje asimismo que eran conocidos, pensé que igual tenía negocios con el gremio.
Llegamos al lugar, una especie de ciudad vigilada con casas de clase media sin elementos suntuosos. La suya estaba protegida con altos muros y tenía un patio interior con abundantes flores.
El interior era un santuario de la virgen de Guadalupe. Estampas, escapularios, medallas, recordatorios, etc. hasta creí ver una carta apostólica firmada; ella me dijo que había estado de visita en el Vaticano a ver al Papa. En los rincones tenía instaladas pequeñas capillas, imágenes de la virgen con velas encendidas acompañadas de abundantes flores frescas. Me enseñó la casa, los dormitorios y el almacén repleto de mantas y colchones. Decía que era material de ayuda para los necesitados. Generosa en sus dadivas me ofreció alojamiento.

-Aquí tienes un hogar si lo deseas...-

Cuando sirvió el café trajo un álbum de fotos familiares; hoy pienso que fue el gran error del día. Yo estaba sentado y ella permaneció de pié. Cuando se inclinaba para hacerme indicaciones sobre las imágenes sus pechos se mostraban suntuosos recogidos en un delicado sujetador de puntillas, se balanceaban en una lambada dulce por el hueco del escote. Cada indicación sobre los retratos era un estremecimiento venido de aquellos senos necesitados de consuelo. 
No pude evitar pensarlo; años más tarde, aquella mujer era la viva encarnación de la catequista. Entonces me vino a la memoria la conversación de la mañana anterior y la situación en que se encontraba Adrián con ella.
¡Mi ánimo se enfrió al instante! Así fue y me cuesta creerlo, se muy bien quién soy. No pude hacer ni un gesto sinuoso, ni una mirada lasciva, ni una palabra insinuante. Nada, no pude hacer nada para seducirla, tampoco inventarme alguna escusa para quedarme...
Me parecía una doble traición: a la pobre Lucía que estaba perdiéndose en el laberinto de su memoria, arrinconada por el destino en la trastienda de una librería de viejo y felonía también a la confianza que su doble me estaba ofreciendo; me refiero a la reina del taxi en México DF.
¡No deseaba ser un canalla…!
Me despedí precipitadamente, llamó un taxi y al tiempo paró ante nosotros uno con aspecto inaudito. Era un Volkswagen, modelo escarabajo, pintado de verde igual que toda una flota de taxistas que actúan como freelancer.
Estos coches tienen dos puestas: la derecha la cierran tirando de una cuerda, eso obligaba a no llevar asiento delantero y el cliente ha de ir sentado en el asiento trasero y sin salida; ¡va literalmente enjaulado! En el trayecto me explicó como suelen asaltar a los turistas. Me lo decía en confianza ya que se suponía que yo era su “amigo”. Al llegar cerca del parlamento se formó un pequeño atasco. Fue una luz reveladora la que llenó mi mente, quizá la mano salvadora de la virgen de Guadalupe que había descubierto el entramado y le dije:
¡Me bajo aquí!
Le di un billete de diez dólares, tiré de la cuerda y salí del coche sin mediar palabra.
Él protestó: no es aquí…; ¡la señora me ha dicho…!
Al instante un hombre fortachón me pregunto con cierto nerviosismo si conocía un lugar para comer. Le indiqué que una calle más abajo estaba el Café Tacuba, allí podría comer bien. Me puso la mano en el hombro y me dijo que me invitaba a cenar, que él pagaba los gastos… Con la mano en alto hizo gestos al taxista que todavía estaba en el atasco.
Me escabullí de su “abrazo” y le dije con una sonrisa pintada en los labios…
No tiene perdida, es en la próxima calle a la izquierda, ¡no más de cincuenta metros…!

El hotel estaba allí mismo, me di una ducha de agua caliente y llame a José Aldrete, el arquitecto del Museo del Jardín del desierto en Real de Catorce. Le conté lo sucedido y me dijo sin dudarlo.

-Ha sido un intento de secuestro, así proceden normalmente…-

Quedamos para comer al día siguiente…

Salí a cenar ya relajado, era una noche espléndida y había vivido un día intenso. Poco sospechaba yo en aquel instante que lo más intenso estaba por venir, eso me hizo ser confiado y bajar la guardia.
Al girar la esquina con la calle Parlamento me estaban esperando, eran dos hombres fuertes. En un instante y casi sin darme cuenta me empujaron al interior del coche. Me obligaron a tumbarme en el asiento de atrás. Uno de ellos, el más fuerte, literalmente se sentó encima de mis piernas. Arrancaron sin hacer demasiado ruido, pero en cuanto tomaron una de las avenidas principales pusieron el coche a toda velocidad. En menos de diez minutos llegamos al lugar; ¡ya lo conocía!
Se abrió la puerta, sola, parecía que todo estaba vacío. Me condujeron sin violencia al interior, cerraron la puerta sin hacer ruido y marcharon. Escuché como el coche se alejaba a toda velocidad.
Otra vez estaba allí, contrariado y perplejo en el santuario de la virgen de Guadalupe. Esperaba una salida razonable a todo aquel entramado, pero me temía que podía terminar muy mal, no obstante no estaba asustado.
La espera se hizo interminable, no pude medir con precisión si fueron unos segundos o fueron horas enteras de angustia. Repasé uno a uno todos los santuarios, cada una de las imágenes que bendecían aquel lugar y poco a poco cambió mi estado de ánimo. Una sombra fatídica me inundó el corazón, un nudo de saliva se anudó en la garganta y las manos empezaron a sudar. Me atrapó el pánico por todo el cuerpo y un líquido frío empezó a llenarme por los pies; subía y subía sin cesar hasta que llegó a la altura del cuello.
Quede derrotado, desamparado y solo. Hasta invoqué oraciones olvidadas; yo que ya no creo en nada, me enlacé con tres padres nuestros y quince aves marías, y lo más sorprendente, casi increíble; ¡lo hice con devoción! Os podéis hacer una idea de mi estado de abandono; la premura de la situación me hizo cobarde…

¡Ya nada puede sorprenderme de mi mismo!

Al final de horas interminables que pudieron muy bien ser unos segundos, se abrió una puerta lentamente. Con cierta teatralidad apareció Lucía como una reina, hermosa y radiante. Vestía de noche; seda negra con ribetes de lentejuelas, ¡vaya! como para ir al Liceo sin entradas. Era la fiel encarnación de la catequista con algo menos de estampa. Abrió las ventanas de sus ojos, decantó un poquito la cabeza, apuntó una sonrisa en los hoyitos de las mejillas, se llevó una mano hacia el vientre, otra hacia los labios y dijo…

-A mi no me dejan plantada después de tocarme el muslo.-

martes, 8 de mayo de 2012

La rueda


Accidente, uno de tantos del día a día...


Preámbulo
Vino en una plica cerrada a mi nombre y con la dirección completa. Procedía de México DF, el remitente era desconocido pero intuí al instante que era de Adrián. Lo tomé con las manos temblonas y lo abrí con prontitud. Dentro había un CD con una nota y la siguiente narración…

-Querido Rufino: te notifico los sucesos de un destino que ha estado muy unido al tuyo, si el tema te parece de interés y puede aliviarte el dolor lo publicas.

Siempre tuya…-

L.

La rueda
Tomó la curva con la velocidad apropiada, tenia la mente clara y el control absoluto en el manejo del coche. En ningún momento sintió ruidos extraños ni intuyó una situación de peligro, todo era normal, preciso y rutinario hasta el olvido. En aquel mismo momento las noticias por radio avivaron una situación nueva, fue un ramalazo que alertó su atención, un destello cargado de malos presagios:

-Dos trenes han chocado frontalmente en Polonia.-

En un intervalo sin medida todo cambió de rumbo y se precipitaron acontecimientos imparables. Velozmente giró el norte en su mente, se llenó de alarmas y se iluminaron sus pupilas en estado de pánico general; ¡fue la resistencia de un segundo! Una llamarada súbita le subió por el cuello, los ojos se abrieron lo indecible, las manos quedaron rígidas en el volante, el pié tensó el freno de manera desmedida y una rueda delantera pasó por encima de un excremento de ave “protegida”. Una cadena de sucesos impredecibles estaban alineados en el camino; entre todos y cada uno de ellos hizo su parte y en aquel instante proyectaron sobre el lienzo del tiempo el final de su destino. Imparable, involuntario y aturdido, el coche salió de la pista y empezó a ver giros violentos por los vitrales. Perdió el control y rodó y rodó por aquella ladera interminable; ¡no tenía fin! Entre golpes, bandazos y vueltas de campana tuvo tiempo sobrado para recuperar la libertad de pensamiento y considerar su vida, dejar el testamento ordenado y entregarlo a la muerte con el sosiego debido.

Si os parece oportuno... ¡vamos a describir los pormenores!

Los recuerdos
Al inicio del torbellino, ingrávido y en el precario juego mortal del trapecista, evocó los viajes iniciáticos, Afganistán, Yugoeslavia, Egipto, Estocolmo, México, París, Venecia, los aleteos del mar y el siseo del viento en los Monegros… Para entonces todavía estaba lleno de vigor y uno a uno pudo repensarlos sin omitir detalles. Eso le llenaba de melancolía y le disponía el ánimo para el desenlace final. Vio montes sosegados, desiertos que se replicaban al infinito y pedregales sin alma que habían hecho de él un ser abocado a la tristeza. Eran lugares que había visitado y que habían quedado grabados en su mente. Añoró el refugio-cueva, el que le llenó de encuentros misteriosos, espacio singular que le cambió las claves del pensamiento. Allí tuvo revelaciones que ahora pasaban rápidas y claras por su mente, le ayudaban a conformar el transito final de su vida y ha dejar un testamento ordenado. Pensó cosas ridículas y nimias, hasta tuvo tiempo de censurar situaciones que le distorsionaban el discurso;

-No había tiempo para recreaciones mentales. ¡Hay que remitirse a los hechos!-

Al tercio de la caída recordó los momentos amables de su infancia, especialmente los cálidos pechos de su padrina; ¡eran manteca tierna en la boca! También, unos años más tarde, cuando miraba embelesado los ojos amorosos de su catequista, momento endulzado por la merienda y el calor de su aliento en la frente. Todavía húmedo, con regusto en los labios, le miraba como se mira una imagen venerable; fueron años de iniciación que le marcaron la vida. Repasó el día de su graduación, eran una multitud e hicieron una fiesta grande. También aquel otro que se masturbo junto con sus colegas de octavo debajo de la higuera en tiempo de brevas. Media clase se reunieron allí para iniciarse en la faena; ¡fue la primera asamblea singular de su vida!

Mediada la caída en el abismo, su mente vislumbró el día que sangró por la nariz en medio de una fiesta; todos se pusieron a gritar de espanto… O aquel otro lluvioso y gris, le tiró una piedra a un gorrión y le acertó en el centro del pecho; ¡cayó fulminado! Se espantó tanto que lloró junto a aquel cadáver caliente, suave y diminuto. Le sopló un poco de aliento en el pico y despertó de la muerte al instante. Ahora pensaba que debió ser un desmayo leve ya que el vuelo que arrancó fue veloz como un rayo. Recordó a su madre joven y guapa, activa  cuando encalaba la fachada de casa, era un ritual que hacía cada año en primavera. Se pudo entristecer con la muerte de su padre, fue un duelo rápido que compartieron toda la familia; ¡llegaban de todas partes! También cuando su hermana lo pilló mirándole la entrepierna a Isabel debajo del hueco de la escalera. Lo hizo con cierta curiosidad hurgando con el dedo meñique entre sus labios menores…

Así como iba ganando velocidad en la caída, también lo hacia en la aceleración de los recuerdos. Así como se iba acercando al final, mayor era la extensión de su memoria…

Pasados dos tercios de la caída vio con claridad como pudo modificar sus trayectorias en los momentos decisivos…

Paradojas

Recordó todos los detalles de su vida tal como los había vivido y también (aquí lo más curioso), cómo podían haber sido. Las diferentes posibilidades se abrieron y se mostraron diáfanas en él. Transitó por los caminos que merecieron el estatus de haber sido algo en la vida y se habían quedado en nada, de esta manera se le mostraron universos que pudieron florecer si hubiera cambiado el paso en el momento oportuno, si hubiera modulado la sonrisa de otra manera o entonado la palabra con más cuidado. Centenares de vidas soñadas se agolparon en su mente y empezaron a desfilar en paralelo.
Millones de pantallas diminutas se encendieron en su cerebro, en la cánula del bajante vertebral y en los enlaces del corazón. Cada una desplegó su memoria acumulada en conexión sincrónica con todas las demás…

¡Queridos…! por la brevedad del relato sólo describiré una cuantas; ¡casi es el final de la caída y ya estamos llegando al fondo de la quebrada!

La maldición

Las pantallas del corazón desplegaron sus archivos luminosos, pletóricos de amores prohibidos. El de Anita, aquella jovencita de Sesma con la que sólo intercambiaron unos revolcones entre los campos de espárragos, tallos esbeltos con denominación de origen; ¡pues mira por donde! resultó que con ella tuvo tres hijos, uno de ellos fue medico cirujano con cargos de responsabilidad en una clínica de Pamplona, seguramente del OPUS DEI. En el caso de Ana, la de Artaza; cuya relación real duró cuatro horas, veinte minutos y unos segundos; ¡fue un drama! Tuvieron una vida oscura durante muchos años y languidecieron sus vidas por falta de imaginación. Al final ella tuvo una idea y desapareció sin dejar rastro. Nada excepto una nota mal plisada que le arrojó dentro del buzón del correo. Con letra clara y trazos violentos le decía:
¡ojala te pudras en el fondo de una barranca!
¡Parece ser que el deseo se iba a cumplir!

La pantalla de Pilar fue de suspense; eran familia recién llegada del pueblo y sólo intercambiaron unos roces en el baile; fueron recalentones de orgasmo; ¡no pasó a más y ahí quedó todo! Con Patricia ocurrió lo que tenía que ocurrir y fue lo más sorprendente. La conoció en el Zeus, bailaron durante horas enganchados hasta darse un atracón sin consuelo; después se fueron a los prados del río y resultó que ella llevaba bragas de cuero con herrajes de seguridad. Ahora, en esta nueva circunstancia, se quitaba los precintos y debajo de uno de los grandes olmos concibieron a los gemelos, Ignacio-José y José-Ignacio; niños que fueron origen de alegría y deleite de su confusión en los años maduros. Con María, la que cruzó dos palabras de complicidad y todo quedó en deseos esperados, llegó a envejecer junto a ella entre amores dulces, interminables; regalos deseados que la vida no suele presentar nunca. La pantalla de Consuelo, la que había llenado los momentos más dulces de su vida y había complacido su cuerpo durante tantos años, la que endulzó pasiones furtivas entre pinares, literas de trenes y campos de olivos, con la que plantaron amores debajo de los molinos de viento y dejaron regueros interminables por los lugares más inesperados; en la revisión del presente constató como se bifurcan los destinos. Vio con sublime nitidez como todo cambiaba de signo en el origen del encuentro. Con precisión pudo volver al momento inicial y constatar como él había cambiado el tono de una palabra; ella no supo interpretarlo, se marchó a casa con la duda y sus relaciones quedaron en nada; ¡fueron amigos pero jamás se dieron un beso! Al tiempo ella se casó con otro que le hizo la vida imposible, fue esclava de un tirano que la cargó de hijos ficticios y la doblegó con el mal trato psicológico que suelen utilizar los eunucos. Con Elvira, la de los pechos de madre y pezones diminutos, la que siempre vertía el juego erótico entre palabras picaronas; estuvieron dando tumbos por el mundo hasta el cansancio. Nunca encontraron un lecho suficientemente cómodo como para seguir allí más allá de dos horas; ¡qué mal le sabía aquella prontitud, aquel vacío desconocido! Como añoraba un rincón estable; decía en voz alta…


-¡Quiero regar los geranios cada día en la ventana de mi casa!-


Con Lucía fue diferente, todo su encuentro se centró en dos fases; la primera quedó en palabras; ¡bla, bla, bla…! Se escribían relatos insinuantes pero cada uno interpretaba lo que le venía en gana. Dos mundos separados por dos muros invisibles y un espectro en el medio. Cansados pusieron un plazo de descanso, se encontraron perdidos durante cuarenta días con sus noches. El caso estaba pendiente de una palabra que no debía ser pronunciada. Ahora veía claro que con ella debía haber actuado de otra manera, cambiar de estrategia y dejar paso libre a las virtudes de las manos… Así lo hizo y en la segunda fase se abrieron pasiones que no pueden relatarse en este espacio ya que todavía no han pasado.

El giro del tiempo
Es suficiente: ¡ya casi está el coche en el fondo de la barranca! Uno detrás de otro se fueron desplegando los sucesos, memorias lúcidas, situaciones hiperreales que describían los recuerdos con mayor frescura que cuando sucedieron realmente. Todo, sin omisiones y con infinidad de detalles, imágenes de colores que adornaban los instantes. Es el reguero de sucesiones que nos describe el tiempo.

En el último instante volvió a repasar todo lo que se había acumulado en su mente siguiendo el rastro de su andadura. Pero sucedió de manera muy curiosa, el tiempo se replegaba, se encogía y arrugaba hacia atrás. Transcurría sucesivamente invertido; indivisible y preciso. Él se fue empequeñeciendo hasta sentirse un niño. Así abarcó lo inmensurable en unos segundos y los estiró lo suficiente como para hacer una auditoría completa de su vida. Fue el momento del perdón, la reconciliación y la entrega a la tierra.

-Todo en orden…-

Al final de la caída sintió la colisión frontal de dos rayos de luz; ¡nada de esto fue doloroso! Una ráfaga de olores le atravesó la garganta y sintió el sabor dulce de la sangre. El sonido era estruendoso, una batería de piedras rodantes, crujir de chapas y en el fondo, no muy lejano, se sentía acompañado con las noticias de los trenes que habían colisionado en Polonia. Después el silencio y el hedor de carne cortada; así quedó inmóvil hasta que se desplegó ante sus ojos el espacio infinito; escenario de soledad donde se apagaron los últimos sensores. En un instante su cuerpo se hizo sigiloso, ingrávido, entonces sintió el silencio que anunciaba la entrada en la relatividad del tiempo.

En el último milímetro del trayecto detectó que sólo quedaba encendida la última pantalla, la que estaba recluida en el centro de su mente. En ella advirtió que los pre-póstumos segundo habían sido más espaciosos que todos los años de su vida; ¡inclusive más placenteros!

En la última fracción de segundo tuvo tiempo para quedar satisfecho y exclamar...

-¡Dispuesto a empezar de nuevo!-

Seguidamente se apagó vibrante, como un sonido que huye.

El plano de lo posible quedó pulido, vacío de recuerdos, ¡inmaculado de pensamientos!

Desde fuera, ya en el otro plano de la realidad, un zorzal miraba la escena y cantaba camuflado entre las ramas. El resto del entorno, cuando dejaron de fregar las piedras diminutas, permaneció quieto, silencioso. Tan sólo una rueda manchada de gallinaza quedó girando en el aire; prueba evidente del movimiento del mundo…

Epílogo
No creo que la historia sea cierta: Adrián no puede haber terminado de esta manera; ¡no lo acepto! Por otra parte me hace pensar y me carga de incertidumbre: quién lo haya escrito tiene que conocer todos los pormenores de su vida.