lunes, 28 de mayo de 2012

Elogio al teófobo


José de Ribera, El escultor ciego, alegoría del tacto, 1632, óleo sobre lienzo, 125 x 98 cm. Madrid, Museo del Prado.

Elogio al teófobo
La luz de la razón es un bien escaso y casi siempre es gobernada por un gesto oscuro que, como en el caso de Lucía termina en ceguera. Ese albor devenido en sombra es la metamorfosis de la vida que reconoce el camino del ocaso y hace que la luz de hoy, la vida, sean las tinieblas de mañana, la muerte. Este vector condiciona la existencia y nos deja expectantes ante los siguientes atajos, trochas que tenemos que escoger sin ver casi nada y todas ellas nos dejan sentados ante el doble rostro del infortunio. Instalados en esa piedra móvil y angular, vemos pasar la vida y constatamos como se mueven los puntos ciegos de la mente humana…


Los más sangrantes me saltan de la boca y los dejo caer aquí…

  • El libertador de los vencidos quiere ser la víctima de todas las injusticias, entonces se ofrece en holocausto; ¡esa es su victoria!
  • El irrebatible, el que lo ve todo y es infalible en las observaciones, siempre quiere ser la voz de la verdad; ¡esa es su ceguera!
  • El actor en la política, el artífice en la performance pública, se hace mentiroso y, si desea sobrevivir, en poco tiempo tiene que vender elixires para las emociones humanas. Entonces, con habilidad asombrosa conduce el pensamiento por los abismos de la mente; esa es su magia para oscurecer la mente de los demás.
  • La condición de la vida es vencer a la muerte, pero no lo consigue y tampoco la acepta, no está conforme con esa ley y lucha. Toda forma de vida tiende a apañárselas para maniobrar con la “fuerza oscura y los rayos del sol”; ese es el proceso y en el camino actúa por tanteo, ¡a ciegas!
  • Querer ver lo invisible es cuestión de fe, ser ejemplar en la proyección de las ideas también; esa es la lucha, siempre estamos en la batalla y no valoramos las perdidas.

La ceguera colectiva se deviene en luz
Formar parte de una comunidad es compartir sentimientos que bien pueden ser ciegos, la multitud no tiene pensamiento propio, le es prestado por los que ostentan el poder o los que propagan las ideas hasta formar un cuerpo social adherido a sus intereses. Cuando triunfan constatan que el resultado de la ceguera colectiva se ha transformado en luz; es el resuello contenido en el mensaje, el badajo que excitó el pensamiento hasta modificarlo.
Lucía se sacrifica para ver en la fe como otros lo hacen para triunfar en las ideas, la patria, el partido, el grupo, la raza etc. 
A nivel colectivo se tiende a pensar que la razón es de la mayoría, pero no siempre es así. Que el derecho es de los que llegaron antes, los originarios, pero no si son débiles, pobres y han perdido. Que la igualdad y el derecho natural es de los hijos de la tierra, pero tampoco resulta ya que todos somos hijos de ella y el trato es desigual ante la justicia. También se argumenta la ley de la evolución, la de los más fuertes, que son los que al final se imponen... ¡bueno!, en este punto quedamos atascados. Con esta formula discrepamos siempre pero al final quedamos sometidos y a la larga conformados.
Parece ser que el vencedor es el que veía claro, es el líder indiscutible y por tanto se queda con todo. El que pierde ya no le queda voz para argumentar nada y tampoco goza de luz en los ojos para ver su propia realidad.

Luz en los dedos.
Igual que  nos enseña el escultor ciego de Ribera, tenemos que ver con la yema de los dedos, hundirnos en el trabajo y sacar conclusiones de la oscuridad. Así mantener la frente erguida por dignidad, por decoro, ese es el ultimo escalón de la ceguera y el principio de la luz. Hay luz en la palma de la mano, yo la he sentido, ¡por un instante, tan sólo por un instante! Puedo afirmar que emergen grandes ideas del trabajo más inmundo, del chasquido de las piedras, del rugido de un motor. En cualquier lugar pueden florecer razones profundas que llegan hasta la mente; esa es realmente la única fuerza que nos guía y la que podemos apreciar como tal. A mi entender, es la única luz que nos gobierna.

La belleza del traidor
Estos motivos son el hilo de un relato fragmentado que deseo focalizar en los ojos del traidor: elogiar al teófobo, al díscolo, al perjuro, al apóstata, ya que al hacerlo nos obliga a ponernos en su lugar y comprender sus razones. La metamorfosis entre el ser leal y el rostro del traidor configura en la vida una belleza sublime. Entre más extrema sea la observación moral más requerirá de nuestra compresión para entender lo que en apariencia se hace incomprensible. El díscolo incordia al propagador de la ceguera, aquel que lo quiere ver todo y pretende que los demás vean por sus ojos. El traidor tiene su propia luz y la expone, es leal a sus principios y no se deja arrinconar entre las causas de los otros. El teófobo ha renunciado a los privilegios divinos y se ha construido el hogar entre las grietas fértiles de la tierra, sabe que va a morir pero prefiere hacerlo solo, con su propia luz y no cubierto por el engaño colectivo. 
Estos argumentos son discutibles, todos lo son, pero se tendrá que hacer uso de eufemismos sangrantes para no verlos, para no sentirlos como florecen en el día a día, para no advertir que la fuerza de la traición es un instrumento político que se blande como una espada. Que el perjurio es la moneda que hacen servir los poderosos y con él nos han llevado a la situación de ruina moral, ética y económica en la que estamos metidos hasta los corvejones.

Metáforas
Lucía es aquí más metafórica que nunca: hay muchas actitudes ciegas y no siempre son del género femenino. Precisamente la de hoy es un hombre; se llama Lucio, un autentico transformista, un camaleón en la ciénaga. Se habituó a sortear los obstáculos por tanteo; era un todo terreno en las técnicas de la evasión, el camuflaje, la resistencia y el engaño. En la primera hora de la mañana tenía un ímpetu especial y sus pasos eran ágiles, poderosos y decididos. Sin rubor alguno decía entre sus allegados…

-¡Aunque veo poco, ¡yo soy la luz!  Mi destino es ser guía espiritual de los hombres.-

Metamorfosis de Lucía
Con cuerpo de mariposa cosió una crisálida y dentro de ella, en poco tiempo se transformó en gusano adulto, ¡fue una metamorfosis milagrosa!
En el plano de los social el gusano se hizo “revolucionario” bajo el nombre de Lucio y consiguió organizar en torno suyo a los afligidos, los derrotados y los hambrientos. Estimulados por una razón milenaria se hicieron adictos a su causa. Decía en voz alta que por su boca fluía el destino y la verdad, él era el mensaje verdadero, la palabra destilada de una razón suprema. Lo decía con tanta convicción que los demás le creímos a pies juntillas. Así llego al poder Lucio el libertador. Él que tuvo el don de volar los más vistosos colores, ahora aparecía como un reptil, con movimientos torpes pero con argumentos lapidarios.
Cuando  joven también milité a su lado, éramos muchos y todos llevábamos en el corazón y en la mente la certeza como el estado natural del alma. Nos alineó en torno a un propósito político donde primaban los tres apoyos del poder, justicia, libertad, igualdad.
Por encima de todo puso énfasis en los sentimientos; sus discursos llenaban el corazón, inflamaban los anhelos y despreciaba la realidad y objetividad del otro. De esta manera llegó a tomar el poder hilvanado en las frustraciones y los sueños de todos nosotros.

Triunfo de la utopía
Éramos muchos y sus ojos verdes llenaron de confianza y de júbilo los años de juventud, años de ensueño que nos llevaron lentamente al fracaso. Su voz fue un río desbordado de ilusión que despejó todos los horizontes. Su cuerpo larvario se transformó y una esplendida mariposa real que se instaló en el poder sin oposición alguna. Fue el triunfo total de la utopía, nos llenaba de orgullo mirarla y sus colores hipnóticos nos cegó por completo.
Pero nada es perfecto, germinaron sentimientos impuestos con malas artes, filtrados con sumo cuidado se fueron incrustados en la mente como se atavía la devoción de un santo. Con sonrisas y entonaciones, con himnos, manifiestos, proclamas y rezos nos fue modelando día tras día. Proyectaba su aura sobre nosotros de manera sutil y lo hacía con entusiasmo festivo. Su discurso protector y veraz, los gestos sensuales y valientes, su atrevimiento y resolución, eran ejemplares. Así, poco a poco se hizo imprescindible en nuestras vidas; ¡su ceguera nos fue transformando lentamente!
Pensó y lo hizo bien, que la gestación de una idea tiene que ir acompañada con el murmullo de las canciones de cuna. Así, modelaron la mente de los niños como manteca tierna y ya no hubo manera de distinguir que era luminoso y que era la oscuridad. Sentado en la piedra de las bifurcaciones, la puerta del destino, nos mostró el rumbo que nos llevaba directamente al exterminio colectivo, nos precipitaba en el abismo de manera irremediable; ¡el que ahora estamos viviendo!
Desde niños nos hizo venerar su imagen y devaluar el rostro del enemigo. Leímos una y otra vez el libro de instrucciones y aprendimos de memoria el código de honor del proyecto diseñado. Ostentó el cargo y se vistió con una sonrisa placentera que lo hizo divino, pero cosa curiosa, entre más se divinizaba más lejano quedaba de los mortales; es decir, de aquellos que le habíamos votado. Por lo visto es el proceso natural de todos los ciegos y la senda que conduce a la ofuscación colectiva.

Los guardianes
Una hueste de esbirros lo protegían de todas las palabras y gestos que podían desenmascararlo y a la vez lo empujaban para ser cada vez más la "cagarruta divina". Los guardianes más celosos eran mil veces más perversos que él; en el fondo, también era víctima de una corriente irracional. Él ya era una hidra con millares de cabezas que lo devoraban todo con ansiedad; ¡era una fuerza desatada con instinto viral! Así un pensamiento gregario lo condujo hacia el trono y aquellos que lo habían aupado pedían la recompensa; reclamaban los puestos de poder, las alcaldías, las direcciones generales, las canonjías y los condados. Como pasa casi siempre, poco a poco todo el sistema cayó en el arcón de las vanidades; ¡así de débil es el corazón humano!

El poder de Lucio
Sabéis por experiencia que los infortunios, los delirios y las ilusiones son la mayor cosecha que se guarda en el corazón humano y que cuando no fructifican se convierten en frustraciones que pueden ser violentas. Esta metamorfosis sibilina y perversa la he constatado entre los Lucios más cercanos y lejanos, por ello, en este momento, me salgo de aquel cuerpo viral y ciego y decido administrar mi propia lucerna.
Lucio ya no es un individuo con su pequeña luz en los ojos, es una masa informe, un río desbordado entre las pasiones humanas, una fuerza que se abre camino por inercia. El discrepante es marcado y si es posible suprimido. El diferente se considera enemigo y el que se sale de las filas es un traidor; ¡vaya! como dicen hoy los vigilantes de la tierra que lo es ahora Antoni Duran i Lleida.

Se ha de entender que estas acusaciones no son sólo dirigidas a él, son mensajes claros para todos aquellos que puedan seguir su ejemplo. Ahora tocan otros clarines, y no hay espacio para la disensión. Es decir: el mensaje es un edicto para que pongamos las barbas a remojar… 
Me temo que en este punto habrá descargas de adrenalina, convulsiones y metamorfosis en las emociones. La reacción es esperada: algunas serán injuriosas, ciegas y descalificadoras; yo espero argumentos luminosos, articulados y respetuosos. Si lo que me llueve son cuchillos afilados, será la prueba evidente de que estamos otra vez encadenados en los brazos oscuros de LUCÍA. ¡En ese caso, volveremos a empezar la danza de los ciegos!

Metamorfosis de Lucio
Pasó el tiempo y con él llegó el peso de la esclavitud, el clamor de las injusticias, los olvidos imperdonables. El dolor de los vencidos y los abusos de poder le fueron cegando más si cabía. Era el guía de mentes oscuras, aquello le satisfizo al comienzo, después se mimetizó con el poder hasta llegar al crepúsculo de sus días con los pies agotados y el alma rendida. Su ceguera había precipitado en la oscuridad a una generación entera…
Entonces, ya desesperado hizo el segundo sacrificio, el más perverso  y cruel de todos, quiso inmolarse en una plaza pública y pensó hacerlo cantando el himno a la nación... Lo hizo rodeado por una muchedumbre enfebrecida, con todos los honores, protegido por las fuerzas de seguridad y ayudado por los suyos. Entre cantos apagados y llantos de desesperación se inmoló a lo bonzo. Preparó todo para que lo gravaran en vídeo como hizo Thích Quảng Ðức en Vietnan el año1963. Fue un sacrificio esperado e inútil. Cientos de inmolados le han seguido y el circulo de la perversidad no cesa de girar nunca.

Mis causas
En aquellos años de mi juventud, esta acción y la manera de exponer sus razones, fue la causa que me hizo militante de los irreductibles, ¡no hace falta argumentar cual era el perfil de mi ceguera! Tampoco hace falta argumentar el efecto causado de esta acción ciega, menos aún la influencia que este martirio premeditado podrá tener en las reflexiones del futuro… Tampoco hace falta argumentar la necesidad del traidor en esta causa infausta; él era el único que veía algo. Los demás no cuentan para nada; seguir viviendo ya era un acto de deslealtad a su figura.

Nota: El enlace de Thích Quàng Dúc es la muestra de la contención de la extrema violencia, aconsejo  no verlo en su totalidad a aquellos que puedan sentirse afectados por el dolor humano...

Detalle de la Santa Lucía de Francesco del Cossa, 1470. Elogio a la mártir.

Elogio a la mártir.
El periplo de su vida fue como un río, impetuoso en la montaña y calmado antes de llegar al mar; ¡allí se extinguió su poder para siempre! Sus restos son hoy ripios en las hueseras, boñiga de camposanto. Ya nadie se acuerda de ella, ni siquiera la evocan sus propios hijos. Sus discursos ordinarios, simplistas y afectados se han quemado todos con ella. Las placas de las calles se han caído, las citas en los libros han girado el signo y la flecha del tiempo la ha dejado varada en una senda muerta. Sus propios seguidores la han sacrificado, su poca luz les ha dado la suficiente claridad en los ojos como para distinguir la cuerda de la guillotina de aquella que hace volar la cometa…
Yo si me acuerdo de su gesto y de su ardor en la vida, añoro los años que estuve con ella y bebí de sus pechos hermosos, por ello, a pesar de todo el dolor causado, a pesar de la derrota, a pesar de la falta de luz, le ofrezco un homenaje y un elogio a su patética figura. Su ceguera fue luminosa, su lucha me hizo hombre y su sacrificio me puso ante el espejo crudo de la condición humana.
En su momento no estaba sola, como ella, una hilera interminable de “Lucias” deambulaban por los arrabales; no eran ciegas-os, solo tenían pocas luces, pero igualmente se sentían receptores de grandes destinos; son los armadores de las grandes ideas, los brotes de juventud que buscan su destino. Corazones limpios que custodian las esencias, cultivan la osadía como guardianes eternos y se configuran como los propietarios de la patria! Se trata de una guerrilla original, el estado primigenio del cuerpo social, el flujo natural de la violencia que emerge en los años guerreros. Este estado es el de mayor vigor en la vida y el que queda en la memoria mítica para siempre; nos recuerda el edén perdido.
Esta fase dura unos años, el tiempo cambia la psicología y modela las estrategias. Aparecen pues individuos blindados y a su vez heridos, que miran con recelo a todo aquello que se mueve en el estrecho perímetro de su brazo. Con un palo en la mano juegan a la gallinita ciega alrededor de un centro; ¡la idea, el partido, la fe, la bandera! y atizan una y otra vez girando como peonzas. Con los ojos vendados, siempre al acecho y a la espera del aliento del milagro; aguantan con la esperanza de que los demás se vuelvan tontos o más ciegos que ellos, esperanza que nos deja a todos sin luz alguna.

Elogio a la oscuridad
Los individuos con estrabismo en la mente se mueven bien en la oscuridad y más que ofrecer los ojos están dispuestos a sacarlos. Son desconfiados y siempre van armados con palabras para enmendar sus acciones. Si alguien se atreve a contradecirles, rápidamente acusan de traidor, de tibio y de lucir los colores del enemigo. Es la manera de apretar filas y de avanzar en la ceguera día tras día. Dentro de si mismos giran y trotan en un discurso que ya se ha hecho carne en la mente, así se retroalimentan para sentirse protegidos y herederos de la verdad. Una fragilidad inusitada les protege y el poder del débil lo llevan a extremos de crueldad, todo se justifica ante el fin que se han propuesto.
Sus palabras impostadas merecen el siguiente elogio y con todo ello quisiera hacer una piñata para que sus oscuros secretos configuren el motivo central del mundo.

¡Ellos jamás verán que las tierras están yermas y hay que trabajarlas!

El rostro del impostor
En la fase expansiva se apoyan los unos a los otros, lo hacen para sentirse gregarios entre los ilusorios muros que han construido. Para descargar su soledad, sisean entre las grietas de las audiencias, farfullan en la ventanita de las reclamaciones y se remueven cada día en la pantalla de Facebook. En realidad nadie quiere un ejercito con estos combatientes, son la máscara pírrica de los impostores, son los aulladores de noche. Aquí y allí musitan plegarias y ridiculizan a los que quieren suplantar. Lo hacen con tópicos pueriles de niños instruidos. Exhiben su ascendencia política como el aliento natural y propio de los tiempos e incitan a la rebelión con gesto inocente; ¡es la manera de sentirse puros como diamantes! Los otros son siempre los culpables, los gestores de la ignominia, los garrulos que no merecen el estatuto de estar vivos. Con muecas casi imperceptibles definen una frontera invisible, indiscutible, cubículo donde quedan eternamente protegidos. Pero son como los hielos en primavera hacen los estragos y rápidamente desaparecen…

Dónde mi ceguera
Algunos de ellos-ellas consiguen el objetivo; aquí traigo al recuerdo nuestra historia más reciente. A mediados del siglo pasado emergieron en Europa dos grandes ciegos que lo veían todo, o casi todo. Después de la contienda cada uno dejó fundidos en la tierra 30 millones de cadáveres, los dos eran de signo contrario y los dos llevaban en la mano el testimonio de la verdad del pueblo. Lo digo ahora por si alguien tiene la tentación de señalarme con el dedo y colocarme en el bando equivocado.
Yo aclararé las cosas: estaré eternamente en el medio, siempre seré la victima, el emigrante, el desarraigado, el extranjero, el estepario, el descreído, el cobarde y el traidor; ¡aquí mi ceguera! Para derrotarme no tienen que hacer gran cosa; ¡soy presa fácil! Sólo tienen que empujarme levemente y caeré al foso; ¡yo no me tiraré nunca…!
Cuando estos ciegos videntes caen, aúllan como lobos vencidos, alientan la queja como un derecho natural; tienen boca para berrear y no es precisamente de dolor, es de ansias de poder y de venganza. Siempre agitan el agravio como un cascabel hipnótico y, cosa curiosa, siempre se encuentran al otro lado del espejo; toman el reflejo de los justos, los débiles y los marginados, lo hacen como señuelo porque ellos nunca lo fueron… ¿?
Ante este hecho Lucía, la que tiene luz interior y susurra en el pozo de las vanidades dice…

-Por lo visto es todo lo que estamos dispuestos a hacer. No estamos ciegos, solo tenemos luces opacas- Queremos dar sentido a la vida y entonces nos hacemos guías de corazones podencos.-

No es un hecho extraordinario; la historia nos ha regalado una galería de retratos de salvadores y tiranos, algunos sorprendentes. De una u otra manera, todos estamos en ese desfile de autistas penitentes; nuestra ceguera los construye cada día, los elevamos con esperanza, fruto de la necesidad de encontrar salvadores…

¡Es el teatro del mundo!

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