jueves, 29 de diciembre de 2011

Migajas y pensamientos


Aliento y aullidos. Francecs Parramón. Diciembre 2011. Escola d'Art i disseny Diputació de Tarragona. 

Migajas y pensamientos
Por extraño que parezca no soy un ser “racional”, menos que muchos que se les llama "nublados". No tengo cualidades para serlo ni disfruto de una mente clara y ordenada. Por encima de otras consideraciones valoro el concepto, pero el desarrollo del mismo lo voy tejiendo con la yema de los dedos, es decir, pienso con las manos y eso me place tanto como rascarme las ingles con el murmullo de unos céntimos. Camino y hago camino por tanteo; con la punta de los pies busco los puntos firmes, así puedo vadear las situaciones y percibir como lentamente me voy hundiendo con el tiempo. Para mí entendimiento, la vida es un calvario doloroso, las contrariedades son muchas y los riesgos infinitos; eso me hace ser prudente hasta la cobardía...

Como los ciegos hago visibles los contornos del mundo; de manera táctil voy aprendiendo y pongo nombre a las cosas para ordenar el caos. Naturalmente que todo lo percibo con los cinco sentidos igual que acaricio la esperanza con los cinco dedos. Me sirve de poco: intento razonar volteando la realidad en la palma de la mano y esta se cuela entre los dedos. Puedo afirmar que huye, se escapa en forma de cinco chorros de sal y desaparece.
Así es siempre: es terrible no tener un soporte donde aguantarse, contemplar como los momentos se escapan y no puedo aprehenderlos. La vida es un soplo y hay que recogerla con esmero... ¡hay que luchar para estar vivo!  
El miedo y la caricia de la soledad aparece con el vértigo de los días, siempre está presente, pero no me atenaza… Soy un ser libre en la medida que puedo serlo. Aquello que no puedo hacer visible por las consecuencias sociales que podría causar lo oculto, así doy curso al pensamiento sin renunciar a nada.

Mi consuelo es explorar la naturaleza con los poros abiertos, lo que experimento me llena de asombro, me sumerge en el misterio y en ocasiones me causa desasosiego. Siempre acabo mohíno ante el desierto que me conmueve, es un baldío interminable; ¡ya lo he dicho y vasta!…
Pienso que las doctrinas estéticas, los estilos y sus variables, son trenzadas en la práctica y el debate dialectico con el contexto. Siempre contamos como nos ha ido la vida, así es de sencillo. Esa ha sido mi escuela, la gran biblioteca del mundo, la que me ha colmado de sufrimiento y ha determinado parte importante de mi trabajo. Tengo los ojos labrados con llagas incurables, cada día que pasa se ahondan las heridas. Si pudiera evitarlas lo haría pero no puedo, no quiero, no se como escapar de mi destino; ¡aquí encuentra la libertad sus lindes! No puedo ver aquello para lo que estoy ciego y mis defectos cubren la realidad de sombras agoreras. Seguro que si intentara escapar de ellas caería en una sima todavía más honda y oscura…

Creo que el pensamiento se forja entre la acción de las manos y la intención de la mirada (aquí afloran mis deformaciones de profesor). Las ideas se destilan en la mente pero cuando se formulan son migajas del pensamiento que toman forma entre los dedos. Esta es mi obra, como bolitas de pan las amaso y las presento ante vosotros. A mi entender las ideas son como esferas irregulares, semillas que han de configurar hipótesis redondas. Son simientes potenciales, redondeadas como consecuencia de la fricción física, ideas radiantes al verlas y voltearlas en el pensamiento. También son enzimas que transforman la materia.

Pienso como los alquimistas; yo puedo hacer de una piedra un tesoro…
Tomo un tubo de cobre y dentro de él guardo el aliento; procedo como un demiurgo y mi reflexión actúa en el misterio y allí queda. Es un catalizador que formaliza nuevas realidades y me obliga a pensarlo todo de nuevo. El aliento es aquí la obra, por tanto, es también la semilla que contiene versículos y pitanzas para la mente activa.

Creo que ahora he vislumbrado alguna cosa misteriosa, ¡no sé, igual fuga por mis ojos…!

martes, 27 de diciembre de 2011

El siete


Omega, el hito de los siete diáconos. Anell de pedra, 1974-2001. Granito de la Ex. U.R.S. 17m. x 3,20 m. La Comella

Omega y los diáconos
La piedra en cuestión fue la última en llegar, por lo tanto le llamé Omega. La coloqué como un monolito, de pié y serena, era la respuesta a los farallones que había observado en las montañas. Lo pedía sin palabras y llegó con las circunstancias medidas en años de reflexión. Hoy preside el lugar, creo que sin orden premeditado aunque todo estaba muy medido en mi memoria. El proyecto se decantó, como todo mi trabajo como escultor, hacia el juego de las probabilidades; el anillo de piedra valora el concepto, el sentir de la alianza con la naturaleza y proporciona gravedad a la materia.
El hito omega tiene siete perforaciones en una de las caras; era un símbolo a tener presente, una circunstancia que me fascinó y hice que miraran hacia el centro. Han esperado mucho tiempo y seguramente continuaran esperando. Su vacío me inquieta tanto como las casualidades que las han traído hasta mí. Todo lo sucedido entorno a la obra me asombra; su periplo no deja de segregar misterio. En cuanto a los agujeros ya tienen su destino, son el cobijo de los siete diáconos. También son escenarios vacíos, orificios para susurrar versos; pienso que soportan las canciones de la tierra y las plegarias no atendidas de los escépticos. 
Si soplas oblicuo y fuerte el agujero de una caña, haces de él una flauta. Si cambias la inclinación encuentras variedad de tonos y si haces varios agujeros haces de aquel trocito de cánula un instrumento mágico. Todo eso no ha de asombrar a nadie a no ser que la toque el flautista de Amelin.
Era domingo de renacimiento y nos fuimos a caminar con unos visitantes de la Comella; dicen que es bueno para el corazón, ayuda a la comunicación y al mismo tiempo doy a conocer los propósitos de las obras: este es ahora mi trabajo.
Habíamos dado siete vueltas al círculo "El anell de pedra", cuando algo sucedió de repente que quedamos expectantes. Una de las personas caminaba pensativa y seguida por un rumor, cambió la dirección y se detuvo justo en el centro. Él afirmó que oía rumores y que aparecían de los siete agujeros del hito omega. Afirmaba la presencia de aquellas voces como una verdad indiscutible. Me lo tomé a broma pero él insistía en que seguía escuchando murmullos hasta que me asusté. Nunca he creído nada que yo no sintiera o viera. En mis trabajos de campo me he llegado a emocionar por las huelas de un pájaro impresas en el barro, por la curvatura de un árbol producida por el viento o por las marcas que dejan las olas sobre la arena, pero nunca me han sorprendido voces ni espíritus. Sí en algún lugar afirmo que las piedras cantan o hablan, que la montaña se comunican conmigo, se ha de entender que lo hacen con su presencia física y que hago servir estas metáforas para dar más juego al concepto de realidad estética. De esta manera sencilla quiero vestir la idea.
Entonces caminé unos pasos y me fui hasta el centro, miré de frente el monolito de piedra y no sentí voces, so sentí nada. Solo después, al pensar en los años que llevaba persiguiendo aquella idea, moviendo aquellas piedras y arreglando el bosque, sentí cierto estremecimiento. Nunca había visto la obra desde aquel punto y todos los trabajos que había realizado se agolparon en la cabeza. La sensación corrió veloz desde la planta de los pies hasta la cabeza, pero he de decir que era una sensación agradable que aportaba seguridad. Me sentía complacido del trabajo realizado y que los demás quedaran alterados al verla era una buena señal. Por un instante yo también sentí la turbación y aquello distorsionó la realidad. Pienso que nada ha de pasar para que me sienta confundido; todo es natural. Las emociones son parte de la observación del mundo, así la percibimos siempre y nos ayuda o nos engaña. No sabría decir si aquel estado era temeroso, empequeñecido, soberbio o arrogante: eso sí, nunca fue indiferente. Quise evadirme de aquella sensación omnipresente pero tuve vergüenza y no fue posible hacer otra cosa que acercarme lentamente. Me acogí en su sombra como un niño y esperé un momento hasta que los nombres salieron solos de mi boca. La acerqué a los agujeros y las dejé caer como un rosario de plegarias… Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas, Nicolás...
¡La piedra se los tragó al instante…!

Todo fue mágico e ininteligible... ¡jamás llegaré a entenderlo!

En el caso de “L’anell de pedra” las cosas son diferentes, ¡allí todo es diáfano! La forma de la obra es evidente y la lectura sosegada. Se trata de un ruedo, una alianza con la vida y con la muerte, ¡no hay que pensar nada más!
El círculo se describe con claridad entre los astros del cielo, ¿quién puede negarlo? El contenido y el compromiso también lo son, quedan presentes en la intervención directa en la naturaleza. Puedo afirmar que el trabajo es para que la vida se de con destreza; para que los árboles se hagan poderosos, los peces vuelvan a llenar los estanques, canten las alondras, corran los conejos y aniden las torcaces… ¡todo es sencillo y lo entiende todo aquel que lo quiera entender!

Engullir los nombres de los diáconos no entraba en mis intenciones… ¡lo siento!

viernes, 23 de diciembre de 2011

Bon nadal i any nou 2012


Buenas fiestas y próspero año 2012. Todo irá como marque el destino...

Rostro de mil  caras
En la fiesta baila impávido: con la manos extendidas en cruz, el cuello ligeramente inclinado y los pies livianos, gira y gira sin cesar; de hecho, parece un autómata liberado que se mueve por inercia.

Como Jano tiene dos caras: en la primera se refleja la fuente de la desdicha, es noche oscura, en el segundo fluye el aliento de la felicidad y es día resplandeciente. Entre vueltas y revuelas las dos caras se confunden; ¡así surgen semblantes a millones...!

La diferencia con Jano es que sus rostros no están quietos, no son de piedra de Garijo, son de carne y sutiles nervios unidos a un centro mental donde se procesa la maldad y la bondad en cuestión de segundos.

Cuando gira no se sabe cuando parará, es una piedra que cae por la pendiente. Solo hay una manera de saberlo y obtener su fortuna; pararla con los dientes…

jueves, 22 de diciembre de 2011

La piedra en el centro


Glíptica. Autorretrato, camino y tránsito hacia la vuelta. Piedra de Tarragona,
granito de la ex URSS, hierro, cera, barro y otros materiales. 2004-2007.
20 x 20 x 8 m. La Comella.


La piedra en el centro
Si tengo que definirme en alguna actividad digo que soy escultor, otras veces afirmo ser profesor y algunas presumo de campesino. Como escultor me he tejido sobre una urdimbre sin forma, la trama de la obra se ha moldeado básicamente sobre la gravedad de la idea: el oficio ha hecho muy poco, la materia ha puesto el resto. Quiero decir con ello que la construcción de objetos y artefactos con acabados virtuosos no me ha preocupado en absoluto. Solo el concepto, el repliegue de acciones y contenidos ha podido transitar y ocultarse en ella con cierta firmeza. Las ideas y la luz que puedan desprender lo son todo para mi. Pienso que la obra es lo que contiene, una caja pletórica de experiencias vivas. Entre los temas que escojo para llenarlas, tomo aquello que me viene dado por la naturaleza y también aquello que puede ser un testimonio ejemplar o denunciable de nuestra conducta.

En la obra, los contenidos han de hacerse presentes de manera epidérmica, notarse sin interferencias. Su soplo ha de sentirse entre silencios; hay que notar como se cuela su aullido por los poros de la piel y nos llena de emoción. Los significados están disueltos en la materia, en la forma de tratarla, en las intervenciones y maneras de presentarla.  Su aliento ha de penetrarnos sin demasiadas alegaciones, transformarnos sutilmente, si no es así es que está muerta y muda en los anaqueles de las vanidades humanas. 

Claro está que la forma y el acabado es importante, para algunos es la obra. Para Jeff Koons y sus globos hinchables lo es todo, pero a mi parecer, espiritualmente eso no vale nada. A mi entender, nada hay más potente que una piedra clavada en el centro, limpia de intervenciones y de efectos innecesarios. Presentarla como nació, hija de la roca madre. Llenarla con nuestras intenciones y teñirla con las llagas de la mano; caricia que la modifica sutilmente y hace que la  mirada la convierta en obra…

En breve: eso es lo que intento hacer, lo que me interesa del arte y lo que opino sobre la experiencia "creadora"…

domingo, 18 de diciembre de 2011

Arrastra santos


Porteador, ( A mi abuelo Rufino Vázquez Mesa) 1986, Piedra arenisca de Agramunt, 3,30x1,50x060. De la serie Señales en la piel. Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura. 

Arrastra santos
En ocasiones, el pozo de las mutaciones gruñe solitario, en plena noche se oyen voces del pasado: su tono carga los sentimientos y pone los pelos de punta. Son murmuraciones que vienen de lejos, rebotan en el fondo y resuenan prohibidas y confusas. Algunas son reconocibles y las interpreto como llegan, estremecedoras entre el murmullo y el chapoteo del agua. Lentamente se eleva el tono y se hace algarabía atronadora. Los rumores se atropellan unos a otros, las historias se acusan mutuamente, los relatos son crueles y no cesan de sangrar las heridas. Los verdugos se disfrazan, adquieren todos los rostros, se visten de colores, enarbolan banderas y entonan los himnos de siempre. Las victimas también hacen lo propio; ¡es una mascarada interminable! Caminan en direcciones opuestas, están a punto de encontrarse, se funden, se ignoran, se pierden, unos a oriente, otros a occidente. No se ven y se ignoran… Así toman su rumbo los cadáveres de la Guerra Civil Española; algunos pertenecen a otras guerras, se han confundido de relato y animados por el guirigay caminan marciales por los atajos yermos, los cerros y las vaguadas…

Hace mucho que pasó todo, yo no había nacido todavía pero lo tengo grabado en la memoria como una herida imborrable. Un rumor permanente me acusa y su voz mineral resuena entre los tubos del pozo de las mutaciones. Con violencia y soberbia se eleva y se disuelve entre la bruma de los árboles, es un polen maligno que lo invade todo y me llena de melancolía.

¡Otra vez viviremos la derrota!

—…las armas cortas perforan el corazón,
una vez más llenan las huesas;
¡con brío se enfundan orgullosas…!—

Me habla Arrastra Santos, mi abuelo. Se llamaba Rufino Vázquez Mesa y fue padre de mi madre, Encarnación Vázquez Gallego. El apodo le vino de joven, fue una adjudicación de las revueltas anarquistas de comienzos del siglo pasado. En el pueblo hicieron desatinos para contar y no acabar nunca; mi madre afirma que era un hombre fuerte pero respetuoso. Mi abuelo murió en el frente del Guadiana, perdido su cadaver en un lugar sin referentes. Dicen que fue en el combate de Medellín, cerca de Don Benito, lo describen como un combate de guerreros singulares…
La suya no es una voz cualquiera, es un lamento en la tierra, la reconozco al instante, su voz retumba cada día en mi pensamiento. Su nombre fue un regalo de mi madre y lo llevo con orgullo como llevo también parte importante de su carácter.

Hace años que me relata con siseos las envolturas de su desdicha, es una confesión que se oye cuando abro una piedra con un martillo; ahora se percibe trasparente en el pozo de las vanidades. No llegué a conocerlo pero no hay nada que pese tanto en mi vida como la carga de su figura. En 1984 hice una escultura en su nombre (El porteador), lleva una dama ibérica con todos sus ornamentos cargada a la espalda. Ahora esta instalada en Mérida, muy cerca del Museo Romano.

—Cuando joven no arrastré ningún santo, me pusieron el apodo porque era fuerte y podía haberlo hecho. Me culpo de haber sido endeble de carácter y no quebrantar el desorden ni denunciar el perjurio de entonces; ¡acción que hacen con facilidad los políticos de hoy! Ahora para mí nada significa nada, las decisiones que tomáis son de vuestra responsabilidad, nosotros somos piedras dormidas que arrancáis con desprecio para hacer proyectiles con ellas… —

Se hace el silencio por un instante… una cantinela sutil brota de la piedra. La tengo memorizada con el paso de los años, siempre es la misma con entonaciones diferentes.

Me confundí con el suelo ardiente
En roca calcina quedan mis restos
Ora respiro entre las hojas verdes
Paso collados y beso el aire cada día

Soy viento discreto de poniente
Entornado volteo las banderolas
Y entre murmullos de pozos oscuros
Destilo dolor de las heridas abiertas

Mis palabras llegan a tus sentidos
Las recoges como voces ausentes
Con sigilo celas entre guijarros y
ocultas en urnas y huecos mutantes

También me relata los sucesos de su hijo; mi tío Francisco Vázquez Gallego. Lo dejaron morir de hambre en la prisión de Córdoba. En su nombre también hice una obra el mismo año (1986), le llamé  “Restos de mi herencia”. Hice el molde de un libro firmado por él, una enciclopedia universal del 1936. También fundí mi maleta, signo de mi condición de emigrante, un fardo de plomo que comprimía el pecho con saña y desconsuelo. Equipaje de ensueños, envoltorio de esperanzas que me llevé de casa para encontrarme con mi destino; aquí estoy con ella.

—Lo procesaron acusado de desertor. Lo que en realidad hizo fue pasarse al bando republicano que era el que antes había escogido en las urnas. También de quebrantar la ley al dar sepultura a un conocido fusilado en el monte. Lo enterró según dictaba su conciencia en el mismo lugar de su ejecución;  un majano en los límites del pueblo (montón de piedras sacadas del labrantío). Lo habían matado allí mismo con una segunda condena sobre su cadáver. —

¡Oigo un siseo amargo entre las cañas y me siento atrapado por los extremos, me estiran los miembros como en la tortura del potro… sí, ahora lo entiendo!

—Los cerdos tenían que comérselo sin dejar rastro alguno. Al joven lo acusaron de enterrar vivo al presbítero del pueblo; otros lo jalearon… Las risas llenaron el cementerio y se propagaron por el valle, fue una canallada terrible de dominio público. Del susto murió a los tres días, ¡ pobre hombre, tenía ochenta años…!
Te comento una vez más, no muevas el barro y deja que fermente el limo, el suelo está sembrado de clamores, es carne viva, ¡sirria de camposanto!—

Sigo escuchando murmullos, susurros en un agujero, oigo las voces de los difuntos, tienen tonos y timbres diferentes.

—Sucumbimos a la furia, enlazados con ideas deformadas; caímos entre intereses cruzados y soberbia sin límites. 
¡Se nos fue de las manos el andamio de la razón! 
Como una sentina perforada por disparos se inundó la mente y se anegó de delirios. Por los orificios entraron todos los males, el orgullo, la traición, el engaño, la deserción, el deseo y el odio. Se destiló tanto rencor que se perdieron los estribos del juicio y con sus simientes se llenaron todos los surcos, las simas, los muladares, las cunetas, los fosos y cementerios…

¡Con nuestros huesos los pozos están repletos!

La muerte nos dejó sin aliento, ahogados en la infección del rencor y la barbarie. Los vencedores se maceraron en la venganza, los perdedores se hundieron en el miedo y el sueño de redención… unos y otros han olvidado el delito de cohecho, ¡niegan la matanza que los une…!
Ahora te dejo, otro día te relato lo que pienso sobre las hueseras de los ausentes.—

Foso de los ausentes
La ley de la memoria histórica ya está en el boletín, en los despachos y en la calles. Ha venido a igualar las injusticias y a recuperar la presencia de dolor; conclusión: de nuevo se ha repetir el duelo. Ha llegado con los desencuentros naturales, unos estiran de un hueso para sacar partido del silencio, otros estiran del brazo contrario para aumentar el clamor de los ausentes. En tierra, los cadáveres están quietos y silenciosos, se apilan unos sobre otros desde tiempos remotos. Sea como sea la ley ya esta en marcha y las huesas ya se han abierto, ahora la lluvia lame los huesos. Estaban en silencio y ahora gritan sin cesar, aúllan en cada rincón del país. Como sonajas entrechocan los costillares y se enlazan en cajas de cartón, los esqueletos se muestran cómicos, rotos como muñecos quebrantados.

Las historias que explican los familiares son terribles, hay testimonios que estremecen y contienen el llanto de muchos años. Cada caso pondría el corazón más frío en dificultades emocionales. Aquellas crueldades se harían insoportable en situaciones de paz. Mi caso lo tengo muy presente y aclarado: en un día inspirado mi madre me relató todo de un tirón. Llevaba 60 años callada y pensó que ya era hora de pasarme el testimonio. Con una cámara de vídeo grave los pormenores, los desatinos de la república, la crueldad de la guerra y la venganza de los vencedores. Fue un horror permanente en el pueblo donde nacimos. La tragedia destruyó todo y se llevó a la familia de por medio. Me dijo:

— Nosotros lo perdimos todo, no sólo a mi padre y a mi hermano, perdimos también la tierra y el hogar de los abuelos, a cambio ganamos el exilio eterno y la melancolía de los emigrantes. ¡Tu eres la mayor prueba! —

Vuelvo a las fosas de los ausentes: ¡los cadáveres los han levantado! Tambaleantes y anónimos los han levantado, ahora todos claman justicia y buscan su lugar. Con el testamento en la mano, con los agravios en la boca y las omisiones pertinentes, piden un juicio reparador a una situación irreparable. Los ausentes caminan sin descanso, no lo necesitan, ya tienen en el cuerpo el reposo eterno. Cargados con estandartes, banderas, blasones, girones de colores y crepones negros forman una hilera interminable. Una procesión de penitentes recorre los campos de España, atraviesa la península por trochas imposibles, desde Punta Umbría hasta el Bidasoa y desde Fisterra hasta Portbou; se han abierto senderos que estaban en el olvido. Van como plañideras con una canción en los labios, caminan tras la memoria histórica y no saben a que historia actual atenerse.

¡Cantan y cantan, con una mueca funesta en los labios cantan!

Ni olvido ni rendición
Los huesos no recitan
Ensueños de perdón, dón, dón...

Una columna de mugidos negros camina y ensaya el canto eterno; el tótem Ibérico en forma de toro avienta la tierra, clava las pezuñas y enviste con las astas afiladas. Hay esqueletos andantes de todas las contiendas, de todos los colores políticos, credos religiosos y otras causa peregrinas. Algunos se pierden en los caminos y se extravían en las cañadas reales. No se reconocen entre las nuevas autopistas y los trenes de gran velocidad, se ensombrecen y dudan de su contienda, su tiempo ya es lejano. ¡En los terrenos baldíos desfilan marciales! Otros enmudecen de soledad, no encuentran a los seres queridos, ya han muerto o han cambiado de bando. Los menos duermen en cajas de cartón, se apilan en almacenes forenses. Los más han decidido quedarse allá donde están, tranquilos en su tierra, adjudicada con un disparo en el pensamiento. Parcela diminuta regada con la lluvia de los años y adornada de lirios y orquídeas; perfume de la tierra, mazos de  jacintos que se alimentan con los vestigios de los vencidos.
Porteador, 1986, Piedra arenisca de Agramunt, 3,30x1,50x060. De la serie Señales en la piel. Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura. 

Arrastra santos toma mi voz, soy su nieto y mensajero…

—Querido: ¡anda con tiento! Ten presente que las guerras son la prueba evidente de la condición humana. Una parte de la humanidad está enferma, es un mal crónico y mortal, un impulso homicida. El ardor del pasado es un puñal en la mente que hiere los sentidos y ensombrece la razón. La historia es un relato que fabrican algunos para excitar la sed de poder, inventan un andamiaje ideológico para sus fines: los otros hacen lo mismo. Dicen ser los preclaros de la patria pero son personajes menudos que solo saben medrar y cazar al acecho; ¡eso es todo! La justicia es otro atropello vestido de normas que se mecen injustamente, no hay ni proporción ni simetría en su aplicación. Los ideales justicieros siempre causan dolor y se remiten a otra injusticia que a su vez viene de otra más lejana... Piensa que la furia empequeñece los sentimientos y satiriza la razón. Sólo la cultura de la paz puede sanar la condición humana.

Naciste el año 1948, ¡Llegaste a ver con tus ojos el rostro de los verdugos! Ahora verás la astucia de los impostores, si eres perspicaz reconocerás los señuelos más perversos… Los hay de todos los colores y están vivitos en el corazón humano. Con la boca tupida de palabras bellas y políticamente correctas actúan sin pudor… Muchos han cambiado de bando y ahora son guerreros inmaculados de nuevos horizontes.

Mira, mira bien el triunfo de la muerte, el levantamiento de los ausentes se ha hecho prioridad nacional. En un arrebato justiciero se han puesto todos a cavar las fosas y se ha quebrantado la serenidad oculta en los campos de batalla. Se han abandonado las sementeras de secano y regadío, los valles fértiles y las vegas arboladas; toda actividad productiva se ha pospuesto. Ahora hay que rastrear cada uno de los ejidos, sondear donde hubo combates y pelotones de ejecución, señalar con cruces rojas las cunetas y portones donde se dio el paseíllo. Se han de des-restaurar los templos quemados, las plazas de toros que fueron escenarios de exterminio, los muros y paredones donde quedaron incrustadas las balas y recoger los adoquines donde rebotaron los tiros de gracia. Ahora son pruebas del homicidio colectivo, monumentos de la locura, la intolerancia y la falta de piedad. Dicen que es un patrimonio a conservar, testimonios para evitar otra contienda. Eso dicen los que conocen el alma humana y rebuscan incansables entre los papeles de Salamanca... ¿O quieren quemar las pruebas?
Puño en alto los cadáveres rojos se han levantado; ¡ya están dispuestos! Alzados los azules, cantan con resonar de huesos, suben la mano tambaleante y cantan, ¡dicen: saalvee y cantan! Todos reclaman aupar las piedras de la verdad, iluminar las simas de los agravios y remitirse a la justicia. Ambos bandos se han puesto a caminar. Incansables esgrimen sus argumentos y hacen sonar los clarines de la batalla.
En hileras desfilan los restos de los ausentes, ante los juzgados callan, esperan y callan. Se han preparado y remitido al Papa centenares de expedientes para el nombramiento de mártires cristianos. Las asambleas se han llenado de testimonios directos de la tragedia. Los despachos se han atareado con los legajos y testamentos. El parlamento se ha despertado de su modorra sempiterna y el debate en el congreso se ha avivado como en los mejores momentos de su historia. Los archivos se han colmado y en las audiencias las causas se amontonan en columnas de papel, ¡lentamente se llenan almacenes enteros…!—


Le digo... ¡La faena es ingente! Hay que escarbar las fosas,  localizar los cadáveres, encontrar los familiares y dejarles el testamento en la mano con un juicio ecuánime.

Arrastra-santos vuelve a tomar la palabra y con voz cómica alienta otra oración…

— Sí, querido, el foso de los ausentes está colmado a rebosar; ahora llamo a retirada y me duermo en la tierra. Pero algunos quieren apuntalar la historia que ya sabemos. Dicen con los gestos y el reverso de las palabras: hay que reactivar los sentimientos dormidos y fenecer otra vez en los mismos campos, rellenar las mismas fosas, enarbolar las mismas banderas, entonar los mismos salmos.
Dicen que hay que decirle a los jóvenes, ahí tenéis vuestra filiación genética, ideológica, nacional, es un regalo de la historia. Con ella en la mano redactad el nuevo himno, las canciones de la paz y la guerra, los versos del perdón y la venganza… —

Herido, aterrado, perplejo, asombrado, confuso, me muevo equidistante. Las voces han parado, las fosas han quedado abiertas al sol, algunos huesos son sacados del Valle de los caídos, otros son llevados por improvisados enterradores; ¡el trajín es incansable!
Algunos dicen que ante la muerte se presenta la hora de la verdad; ¡no se vale hacer trampas! Hay quien se anima y reclama los muertos de épocas remotas, los muertos en Las Navas de Tolosa, Amaiur y Valcarlos, Catalañazor, Covadonga...

—¿Porqué no? La justicia del olvido y la lejanía no es justicia…—

Dice quebrantando el silencio de los siglos.

—Mientras haya alguien que quiera recordar: el agravio siempre estará pendiente. El mundo musulmán reclama el Al-Ándalus, algunos el RH negativo, cualesquiera la diferencia en lo que ya es diferente, otros el canto de las esquilas... Las causas no se pierden en el tiempo. Desde las incursiones vikingas, celtas y cartaginesas han quedado muertos diferidos bordeando los caminos. Los muertos del 11 de septiembre, el dos de mayo, el octubre negro, el 11 de marzo… Cada día es un santoral del martirio que se blande como una espada…
La ley de la memoria histórica no puede acotar el tiempo. —

Arrastra santos es ya la voz de la tierra y clama…

—¡Qué la verdad salga a la calle en forma de osarios andantes!
¡Qué chirríen los dientes y castañeteen las mandíbulas, narren su historia!
¡Que percutan los fémures sobre las alegres calaveras y surja la danza de los últimos movimientos! 
¡Que los muertos hablen, den la versión de lo que pasó sin censura!

YO CLAMO DESDE LA TUMBA Y ORDENO:

QUE MIS OJOS PROYECTEN SOBRE LOS CAMPOS LA IMAGEN DE LO QUE VI, TODO, A TIEMPO REAL Y SIN OMITIR NADA.

¡ESA ES LA VERDADERA HISTORIA!

QUE SE VISIONEN CADA UNO DE LOS ATROPELLOS EN EL LUGAR QUE PASÓ.
QUE DE ESE HORROR NAZCA LA RECONCILIACIÓN O EL EXTERMINIO. 

¡ESA ES LA VERDADERA HISTORIA!

QUE DE LAS FOSAS Y LAS TUMBAS DE LOS CAIDOS SE OIGAN LAS VERSIONES DE LA CONTIENDA, ¡ESA ES LA VERDADERA HISTORIA!

Con el cogote sobre la tierra escucha el rumor de entonces, es el clamor de los ausentes y me dice...

—¡Querido, donde estoy puedo ver todos los tiempos! Cada palmo de tierra tendrá que ser levantado para exhumar los cadáveres… Los caminos están repletos, las sendas son hueseras, las trochas velatorios… Las cunetas empavesadas con flores silvestres empiezan a ser el jardín de la muerte. Toda la tierra ibérica es un osario que clama. Es una tumba caldeada por el sol, tierra fecundada por los ausentes…

¡El territorio nacional es una tumba!

Sin gloria arqueológica, se está descubriendo un yacimiento mayor que el de los guerreros de  Xian.
Ya se han puesto a la faena miles de máquinas excavadoras, millones de obreros escarban con picos, palas, piquetas, escobas y bolsas de plástico.
¡El triunfo de la muerte nos va a sacar del paro! —

¡Oh milagro de los incrédulos, hoy, en esta tierra, vuelven a nacer los lirios…!
Tomo un puñado de tierra y lo llevo al columbario de La Comella como hice con mi padre.
Una voz mineral resuena entre los campos de cultivo… Es mi abuelo el que chista entre espigas de trigo verde…

—¡Querido, con estas palabras, con este gesto en silencio honras mi nombre! No discutas con nadie estas cuestiones o estarás perdido. A mí déjame tras esta estela de bronce, ya soy materia que procesa el sol y descansa en el olvido…—

lunes, 12 de diciembre de 2011

El pozo de las mutaciones


Arquitectura i oblit, 1990. Acción de guardar la urna en el columbario. La Comella. 2011

El pozo de las mutaciones
El relato del pozo parlante ya es conocido, pero quiero aclarar que el tema es mucho más extenso de lo que parece. He realizado una escultura con 192 agujeros y en todos ellos he dejado relatos ocultos. Por otra parte existen los pozos oraculares, tengo tres en la Comella; El pozo del dolor, El pozo de las vanidades y El pozo de las mutaciones. Anteriormente había hecho otro en mi casa de Castellvell, le llamaba simplemente, El pozo. Fue el primero de toda la serie, lo realicé para averiguar que había bajo mis pies, empecé a cavar hasta encontrar un fósil que hacía millones de años que me esperaba; fue emocionante hasta el final. El día que venga a cuento relataré los pormenores, es una de las historias más redondas que me han pasado. También con funciones oraculares existen: el agujero de Sara que es el más sensual de todos, las siete perforaciones del hito del Anell de pedra y varias obras con orificios para dejar susurros, murmullos, cuchicheos, rezongos, bisbiseos, alientos y otras expresiones de corte variado. Ya podéis ver que el tema no ha salido de la nada, no es el rebuzno de un asno; aunque sin quitarle ningún mérito al rebuzno, ahora es una canción difícil de escuchar.
Pienso que el más íntimo de todos es el de la mutaciones. Está forrado en hierro, tiene 160 metros de profundidad y responde con voz mineral y profunda; sólo tiene un problema, el óxido lo esta arruinando. Cuando me encomiendo a él ha de ser por una causa muy justificada. Por el momento lo tengo cubierto con una lona y cuando intento sacar agua no consigo otra cosa que desconsuelo.

¡Ante el pequeño pozo siempre me invade una tristeza infinita!

El testamento
Llevaba varios años con la idea atascada en la mente y por fin llegó el día anunciado, 13-2-2011;. Llegó el momento y me puse en acción una vez más. Atado con una acuerda de nailon, lentamente, bajé mi testamento a las profundidades del pozo de las mutaciones. Acompañado con mis soledades enmudecí unas cuantas horas delante de aquel agujero; fue un acto solemne. Sin parpadeo aparente, insistente en la quietud, dejé caer un manojo de murmullos y me pregunté con palabras que no salieron de mi boca…

—¿Qué haces al sol, descalzo sobre la tierra…?—

Al llegar el tubo al fondo noté como las cosas habían cambiado para mí, ¡fue un instante de sosiego que emergió como una oleada de energía depuradora! Una sensación sutil me inundó plenamente, hizo sentirme aliento disuelto en el aire. Una lluvia de imágenes me atravesó en un instante. Juntas llenaron la pantalla de la mente, imágenes que no viene a cuento relatar; no es el momento para entrar en detalles. Sólo merece la pena anotar que ante el fondo oscuro interrogo los pormenores de mi vida; uno a uno los voy desgranando y allí caen como un soplo que se marcha para siempre. Ahora dejo caer deliberaciones familiares, historias del pasado que ante mí aparecen interminables. Hace muchos años que pasó todo pero todavía emergen de ellas nuevas realidades, me emocionan y pienso que son motivos de gran valor para recordarlos. No las comprendo bien pero ya he tomado partido, sin conocer los pormenores quiero ordenar mis orígenes y los circunstancias de mi vida. Sin crear ofensas a nadie; a mi manera, deseo recuperar la memoria histórica.

Con voluntad designo cada detalle; uno a uno los llamo por su nombre, los ordeno y los guardo para siempre. Pienso delante de la boca del pozo de las mutaciones y compruebo que las cosas que habitan abajo me conmueven tanto como las que observo aquí arriba. Éstas las escribo con detalles, pienso que son inofensivas. Las que dejo abajo, allí quedan; ¡entre sombras las olvido!
Ya nada me induce a desentrañar el laberinto del tiempo, menos aún a encontrar la daga reclusa en el pensamiento, pero el pozo me auxilia, me ayuda a entender lo paradójico del mundo, se que ahí, entre penumbras, puedo encontrar la reconciliación como la he encontrado en la ocultaciones.
¡Es el consuelo de los sometidos!

A mi padre: Víctor-Valentín Mesa
Mi padre me enseñó sin pretenderlo el sendero de los humillados. También sin querer perdió la guerra y decía cuando venía a cuento decir algo:

—La historia oficial, la que nos explican, es un relato novelado, una ciénaga con el estiércol de los ausentes. —

Ahora advierto plenamente lo que quería decirme, en el momento que me toca vivir casi todo es una mentira. El origen de todo conflicto es una invención legal, está ahí oculta, acechante entre los labios ardientes de los políticos y de aquellos que más energía gastan en empujar las quimeras.

—Se puede afirmar sin errar mucho, que el inicio de todo relato honorable o negocio canallesco esta basado en acontecimientos dudosos y en muchos casos en documentos apócrifos. En el pasado de un pueblo y en la historia personal hay tanto dolor e incomprensión, tantos intereses en juego que no podemos hacer otra cosa que ocultar los hechos. Para sobrevivir hay que olvidar algunos pasajes y honrar otros. Sobre este aspecto nunca se dice nada, cada cual oculta con disimulo y calla…—

Seguía diciendo, entrecortado y casi como un murmullo inaudible...

—Los vencidos siempre estamos rodeados por una mordaza de silencio. Tras la muerte, no quedan alegaciones, no queda nada... pueden hacer lo que quieran.—

Hace unos días estuve en el cementerio de Pamplona, fui a tomar una muestra simbólica de los restos de mi padre. Hacía mucho tiempo que lo tenia pensado, era una cuestión pendiente y decidí honrar su memoria con un gesto. Fue un acto sencillo y muy emotivo. Ante el lugar donde estuvo su tumba, ahora tierra de nadie, sentí un murmullo aclarador.

—Los humanos sólo pueden sobrevivir en la confianza recíproca, pero la base de esta confianza es un légamo de mentiras fermentadas. La vida y la muerte están enlazadas en un pacto eterno; el miedo, la incertidumbre y las pasiones obliga a vivir en el sueño, a creer en lo ilusorio. Toda la energía humana se consume entre las utopías y las luchas por el poder.—

Hace 40 años que murió y en aquella zona del cementerio, las sepulturas en el suelo las han retirado todas. Reconocí el lugar al instante, estaba limpio, era un espacio libre, con hierba rala y murmullos descritos entre el silencio.  Todo el lugar estaba salpicado de pequeñas hondonadas alineadas, meticulosamente ordenadas como lo estuvieron las tumbas. Era un campo sigiloso junto a otro no lejano que clamaba a gritos; un espacio rectangular plegado de cruces de hormigón. Todas tenían una placa con los nombres, el regimiento y la procedencia. Eran los caídos del bando nacional en la Guerra Civil Española.
De mi padre no quedaba nada, ni una pequeña falange que pudiera señalar la dirección del tiempo, ni una astilla de su caja, ni un botón de la chaqueta o la hebilla del traje nuevo; ¡nada! Digo nuevo, ¡quizá se lo había puesto tres veces! ¡Nada! no había ni los restos de la estela que se puso en su día.
Los emigrantes no tenemos recuerdos, desaparecen todos en muy poco tiempo. Como decía, no quedaba nada, ni una esquirla de hueso, ni un diente y menos aún la compañía de los vivos. Allí estaba su ausencia y murmuraba con voz mineral; ¡como el hueco de una roca clamaba!  Su silencio me dio las indicaciones precisas; en la nada estaba todo presente. Entre los brotes tiernos que cubrían su tumba estaba vigente su vida y su muerte, esperaba, allí presente esperaba, como lo estuvo siempre.
Era memoria abandonada, sólo eso y yo había ido hasta allí para poner remedio. ¡Tarde, había ido tarde pero a tiempo…!
Tomé una muestra de tierra del hoyo de su tumba; fue un encuentro con el pasado que llegó a emocionarme. Allí, delante de aquel socavón cubierto de pasto verde me puse a llorar por todos nosotros. Recogí la tierra con la intención de dejarla en su lugar; era el 31 de noviembre y pensé. ¡Lo haré mañana, día de todos los santos! Su memoria quedará en el columbario donde está mi hijo Andreu y donde tengo reservado un espacio para mi. Era una cuestión pendiente: ahora quedará resuelta sin agravios y sin revuelos. Todo estará presente: su nombre en la estela nueva, su espíritu en estas palabras y su cuerpo recobrado entre materiales reciclados; la tierra viva entre tallos tiernos.

—La vibración eterna responde, las partículas de luz cubren mi lecho, hoy y siempre me avivan. En el hueco de mi tumba respira la “realidad estética”. —

El columbario
El año 1990 hice una escultura que había de ser  mi casa póstuma, “Arquitectura i oblit”, un columbario para depositar mis cenizas. Por desgracia tuve que hacerlo antes con las de mi hijo. Ahora deseo reunir las memorias familiares en un mismo lugar, todos cavemos allí, ¡es un pequeño consuelo! Es un acto simbólico y respetuoso; guardo las memorias de las personas que están encadenadas con mi vida y con ello doy curso natural a mi condición de sepulturero. Aclaro la acción y puedo afirmar que no es un entierro apócrifo. Trabajo como escultor un concepto de afiliación personal, una obra dispersa que deseo ordenar lo mejor posible. Pienso que la escultura que he preparado es un buen destino, tanto  para contener los símbolos como para disminuir las distancias temporales y espaciales de una familia disgregada, eso es todo…
La historia de mi familia es muy común, es un relato de encuentros felices, tragedias, trabajo y derrotas permanentes. Somos emigrantes y hemos quedado dispersos, unos aquí, otros allá, con rupturas y desarraigos incluidos. Todos juntos formamos ya un reguero de cadáveres por toda España; Extremadura, Andalucía, Guipúzcoa, Navarra, Aragón, Catalunya, Valencia… Somos los desplazados de todas las patrias, los expulsados del paraíso, gentes  movidas por el espíritu de supervivencia y por el deseo de mejorar las condiciones de vida.
Han sido años difíciles para todos y afirmo que no nos han regalado nada, en ningún lugar cayó maná del cielo y en todos hemos sido forasteros, maquetos o charnegos. Con nuestro trabajo hemos creado una realidad nueva, indiscutible e irrenunciable.
La comella ha sido mi obra determinante, era un montón de escombros cuando me hice cargo de ella, ahora es mi espacio de referencia, es mi hogar y también será mi lecho póstumo. Con esfuerzo y disciplina he conseguido remontarla y convertirla en un espacio de reflexión, un debate sobre la vida y el compromiso adoptado ante la naturaleza.  Es una historia documentada que me anima a compartirla con todos. Ya queda dicho en el libro: Susurros en un agujero.
Mi padre está presente en mi, todavía es una realidad activa que me aprieta en el trabajo y me consuela en la fatiga. Es también un recuerdo que dejo en la tierra, una urna de barro que me une al pasado y donde dejo los encuentros y desencuentros de joven.

Estas cuestiones son difíciles de tratar, siempre estamos interferidos por sentimientos contradictorios. Entre padres y hijos siempre hay culpabilidades y abandonos que laceran la vida. Los recuerdos que me quedan de mi padre me llenan de ternura. De niño calentaba mis manos con las suyas, de mayor no lo supe entender, ahora lo comprendo todo. Nos relató los pormenores de la guerra, las vivencias de su juventud y lo que pasó en el deambular por el mundo. Su memoria la conozco como la mía, es la mía aumentada en el dolor y el trasiego. Vivió el exilio, el ostracismo y la soledad; su vida no tuvo un  minuto de descanso. Fue un trabajador incansable y un poeta del pueblo.  Aquí dejo una de sus  canciones, la recuerdo y la advierto en su entonación, ya atravesada por las heridas de los años.

Vamos arriba muchachos
que viene alto el lucero y
hay que quitar las hierbas
Al trigo más tempranero.

Nadie como él conoció el valor de la derrota ni el ardor de sobrevivir los infortunios. El destierro le condenó en todos los campos; la época hizo del él un descreído y un desarraigado, pero también un superviviente enlazado a sus hijos. Atados estuvimos a él hasta que aprendimos a caminar solos.

Cuando marché a estudiar a Barcelona me dio ánimos y me deseó suerte; era el 15 de octubre de 1971. A los 24 días lo vi por última vez, había envejecido 24 años en tres semanas. Unas horas más tarde, cuando estábamos todos presentes: el 8-11-1971, a las 2 horas de la madrugada, moría en el hospital de Pamplona.

jueves, 8 de diciembre de 2011

La escápula



Escápula  de el dolido.

La escápula


Añoro
tanto tu ocaso
como tus días de gloria.
Mamar de tus pechos secos
me recuerda los otoños del corazón,
los pensamientos nebulosos y mortecinos,
las tierras abandonadas, en permanente barbecho.
De tus hojas sin textura ni verdor ha renunciado el poeta;
él también naufraga en los limos fétidos de tus leyendas pasadas.
Tus calles tristes han cambiado de nombre mil veces
y otras diez mil cambiarán en el rodar de la historia.
Los despojos de tu pasado se mercadean cada día,
dermis requemada que aún expande olor mortecino.
De tus pozos ciegos provienen las flores del miedo;
ornamentos de los guerreros que descansan en ti.

Te observo hasta que mis heridas no duelen nada;
espectro agonizante; ¡otra vez eres tierra derrotada!
Con tus campos repletos de escombros y morralla,
las avenidas colmadas de baches y cristales rotos.
Tus tejados pandean, ya no queda albor en los ojos.


Entre callejuelas, tres perros mastican un cadáver,
rezongan por compartir una escápula y un peroné.
El resto ya es materia viva en estómagos saciados.


La bandera ondea flácida en el balcón; son jirones, ¡ha perdido el color!
Nada está negado entre giros crepusculares, el amanecer de las estrellas.
Hoy, con los escombros de vuestra rendición, se renueva un hogar esperanzado.


El libro de las Carachas. 1997-2005. Rufino Mesa

lunes, 5 de diciembre de 2011

Agujero oracular

Escalera de los mártires. Torre del muyahidín. Arquitectura para los mártires y el olvido. Piedra de San Pedro y San Pablo, hierro, hormigón, mármol de Markina, bronce y  otros materiales.
1999. 10 x 3 m. de diametro de base. La Comella.



El agujero oracular
Tengo hábitos muy curiosos, algunos irritan a Assumpta hasta la paranoia. Casi siempre, mientras pienso alguna bagatela, mantengo las manos en los bolsillos y hago tintinar las monedas que llevo. No hay nada en el mundo que me cause mayor placer que rascar en la entrepierna con el murmullo de unos céntimos.
Mientras mangoneo de esta manera por ahí abajo le comunico el tema de “EL DOLIDO” al agujero oracular. Se lo suelto de un tirón, como un asunto grave y urgente; este se niega a contestar. Pienso si será por la complejidad del tema o por que hoy es día 31 de octubre y mañana es día de todos los santos. Ya he explicado en otras ocasiones que el agujero parlante tiene momentos para todo, también para los silencios.

Nada, por el momento no dice nada, cuando calla no hay manera.

Al rato de esperar se oyen chirriar los pernos y crujir los flejes hundidos en el óxido y las sombras. Suena la batahola entre el doblar de palmas y carraspea una garganta empapada de cazalla y orujo. En los muros del pozo, un repicar inquietante y siniestro sube y me comprime el centro del pecho. Repican piedras diminutas sobre el tambor del pozo y al instante, con el chapoteo del agua surgen murmullos a borbotones. Por último se sosiegan los escapes de vapor y los estruendos cesan, se hace el silencio.
Qué algarabía de cotorras y cigarras maullando por un ruidito inocente. Todo ese barullo mezclado con el tintineo de una cuantas monedas en mi bolsillo.

Una voz mineral empieza su discurso limpio, arrollador y sin pausas.

—Las ideas son creaciones de la mente y tienen su propia dinámica. Sean políticas, religiosas, estéticas, son las energías más poderosas del ser humano, estos, si no tiene sueños para perseguir, si no le quedan utopías en la mente se consumen en el hastío y se destruyen. Las “luchas” son excusas para liberar el fruto del pensamiento inventado entre los avatares de la historia. En realidad son las réplicas permanentes del primer aullido. Los que más aúllan son los que están más cerca del origen, es decir los que todavía forjan su sueño en las penumbras de la caverna: la tribu piensa por todos.
La realidad de los hechos pueden ser interpretados, vividos y gestionados de muchas maneras, esa es la quimera más hiriente de la vida. La resultante de estas contingencias sociales, históricas, políticas y económicas hacen que el fin perseguido pueda ser heroico o infame. Para algunas personas esa es toda la realidad existente. Fortalecidos por su descubrimiento doctrinal, convencidos del error en que viven los demás, han de trajinar con  el mensaje profético y hacerlo extensible a toda la humanidad. Si no lo tragan lo han de sobrellevar, pero si pueden lo meten en la cabeza del otro con un martillo, es el rol que han decidido representar y el motivo de su vida. No son sólo los talibanes los amantes de este guisado, hay mostrencos de mente y profetas de salón en cada casa y en cada pueblo. —

¿Así pues, EL DOLIDO puede ser un héroe o un infame, (le digo mientras zarandeo un poco más las monedas). Igual que el "artista creador", su trabajo puede estar en el museo o en el almacén de trastos viejos. Su valoración será siempre según encaje y concluya su apuesta personal en el seno de la sociedad?

—Queda claro: en el juego de las opciones y las contingencias de la historia, el hombre siempre es un instrumento al servicio de una mano invisible. Cada persona escoge su camino mediatizado por las creencias, las ideas políticas y estéticas que se destilan en el contexto de la tribu. El desastre o el triunfo no dependen de él, tampoco del talento que exponga, depende de la utilidad que algunos puedan lograr con su pensamiento. Puede suceder que el beneficio de sus ideas, de su obra, sea póstuma y que su trabajo sea despreciado en vida. Si es así, el hecho es irrelevante ya que una vez muerto, las ideas y doctrinas pueden ser volteadas como un calcetín. Las “bien interpretan” y para ello cambian los puntos de lugar y asunto concluido.—

Clinn, clenn, clinn, tintinean las monedas mientras le pregunto: dónde se forja la conciencia del ser y el compromiso personal.

—El ser se hace así mismo interferido por la ilusión; en la mente todo es tejido con las urdimbres del sueño. En el cuerpo del creador incide el esfuerzo y el sufrimiento, pero su pensamiento está cosido con las fibras del corpus social: su obra está mediatizada y su consciencia también. El compromiso es una cuestión ética, pero en muchos casos es estética. El arte es un rol a representar y, hacerlo bien, es la clave, Al final de las interpelaciones, de los beneficios que aporta su vida, es el corpus social el que decide si es héroe o villano.
El ser se forja lentamente entre el fracaso y la gloria y está habituado al sabor de la aceptación, la omisión o el desprecio. Vive en una tregua permanente y se indigna hasta la locura al comprobar que las flatulencias de algunos son aplaudidas y condecoradas. Observa como el héroe circunstancial se lo lleva todo, es elogiado con banderas jubilosas y licores burbujeantes. Se indigna al ver como lo visten de colores y las señoritas de relleno le recuerdan que él es el polvillo germinal que ha de sembrar la tierra. Pero entiende el juego y sabe que esas realidades son eructos de un mal almuerzo.
Para entonces ya intuye que él es el tintineo de unos céntimos invisibles y alguien los mueve sin su permiso. Si su mente es lúcida (Que no suele ser el caso),  rápidamente descubre que su labor es efímera, volátil como el hálito anal del culito perfumado de un niño. Si realmente es el dolido y su inteligencia está conformada como tal, entonces siente en su piel el restregón de la injusticia, la confabulación y la perversidad humana. Es el momento de la transmutación y entonces se convence que el tiempo fragua una realidad que se alía con su causa. Tras la primera reflexión se persuade de que algún día él agitará monedas de oro y sonarán con el hálito transparente de los cielos; entonces piensa que su ley será posible y justa ya que él es limpio y fuerte como un diamante. Naturalmente cuando actúa de esta manera se bastardea,  su mente se retuerce sobre sí misma y poco a poco pierde todo atisbo de lucidez. Llegado hasta aquí, podemos afirmar que ya tiene el grado psicológico de EL DOLIDO, pero todavía no lo sabe.—

¡Es un enigma! la condición humana es inescrutable. En ningún momento nos pasa por la cabeza que la realidad del otro es de la misma naturaleza y que en el enfrentamiento de esas realidades contrapuestas nace el desencuentro y el dolor.
Le “digo” con voz inaudible mientras volteo los céntimos; esta vez no suenan, se deslizan suaves como yo y permanecen en silencio, atentos a las vibraciones de los nervios y tendones del otro.


 Los dedos, la mano, el puño. Recordatorio del atentado de ETA en el rack de Repsol en Tarragona, 12-6-87. Imagen virtual. 2006. Jardín de las quimeras y esperanzas.  http://www.youtube.com/watch?v=_TF0eR0izek

—Sí y lo saben todos, pero por interés se tiende a especular con la verdad suprema,  eso fortalece sus propuestas. La alianza con la razón primordial fortalece los sueños y ayuda a que los objetivos florezcan con el tiempo. Es la respuesta simple del que vive en la ilusión, piensa que cada segundo, cada hora, cada día es terminal, a su vez, ¡cada movimiento del reloj es un paso gigante hacia el triunfo definitivo y la gloria!
El dolido piensa que el presente es una tregua mezquina y equívoca que no hay que tener en cuenta; es momento de sacrificios. El futuro es el tiempo donde vivir: hace mucho que olvidó que la quimera es fruto de su invención, él la ha alimentado hasta hacerla mórbida y monstruosa pero en su imaginación se mueve como una náyade que busca puerto franco.
Posteriormente, su fábula y el conflicto que genera, se mantienen por inercia, ruedan imparables como consecuencia de sus propias acciones. Vive en el error permanente y espía el hecho de ser combatiente pero no triunfador, la derrota es consecuencia de sus ensoñaciones. Al final de sus días intuye que él no entrará en el paraíso, en el territorio liberado y, ya contrahecho, se conforma con la nueva situación. Desplazado en el tiempo ha quedado aislado y se complace con el triunfo de una batalla póstuma. Entonces el dolido se enroca entre eufemismos, medias-mentiras y documentos apócrifos, se hunde entre pergaminos testimoniales y se sacrifica para purificarse en la derrota; sabe que la muerte es la única vía que le queda para transitar hacia la victoria. En sus días de certeza calcinó las sendas de regreso, ya no puede volver al origen y olvidarlo todo, ha volado todos los puentes. En su elección decidió que no había error posible; ¡o triunfar o morir! —

Mientras refriego las monedas contra el muslo le replico.
Y el principio de la felicidad, ¿dónde queda?
Esto me hace feliz: los tintineos son como los ardores del poder, ¡irracionales!

—Ya no la busca, conformado en la batalla, en el agravio permanente, se hace insensible al dolor e inflexible de pensamiento; es incapaz de encontrar remedio en la negociación. Se ha hecho huraño, maltrecho y desconfiado. Carcomido por el rencor, acecha como un gran depredador y huye de la prisión de sus propias ensoñaciones, pero no puede hacerlo y pervive en la batalla de símbolos y gestos.  La causa se ha hecho llaga en su corazón y morirá con él aunque sea también un castigo para sus hijos. El dolido se encuentra siempre vigilante y apunto para el último asalto, pero tiene que moverse con sigilo de felino ya que sabe que la derrota es todo lo que ha vivido. El dolido es molido ya que se creyó elegido. Puro de corazón en las balanzas de la historia, lo puso todo en el lado bueno y perdió como los pandavas la guerra de Kurukshetra. Ahora, en el infierno fétido, se ve incomprendido y mal pagado. Entonces emerge en él el guerrero de una causa invencible y decide que su acción le conduce al sacrificio. Esa será su mayor victoria ya que lo sitúa directamente en la tumba de los caudillos mártires, por tanto, en el triunfo ante la muerte. Ya no le quedan otras opciones para afianzar su nombre sobre la piedra de la historia.—

Llegado hasta aquí le pregunto. El sacrificio es un acto generoso (Fin del conflicto), un suicidio políticamente calculado, (Principio de solución), es la renuncia a la vida (Se ha hecho insoportable), o es una opción estética (Lucir un bonito cadáver).
Pienso que las preguntas dejarán el agujero oracular sin aliento y sin respuestas. Gozoso de mi astucia me dispongo a sacudir una vez más las monedas. Tocarlas sin verlas desencadena gran emoción.

—El dolido es un creyente; en ningún momento cuestiona la realidad que siente en el hueco del pecho. Puede tomar muchos caminos y fracasar en todos, pero no fracasará en sus convicciones. Él se siente sujeto a su destino, encadenado a unos principios y a ellos se debe plenamente. Sus valores no los cuestiona nunca ya que si lo hiciera todo su andamiaje mental y moral se caería al instante.
Fuera de esta reflexión superficial, el dolido presenta una actitud vociferante y autista,  sólo puede ver lo que quiere ver y puede hacer un mundo diminuto a su alrededor para mantener sus ideas. Hay que pensar que proteger los principios es el acto más torpe de la humanidad. Mantenerlos hasta la muerte es totalmente aberrante, es defender la ceguera a ultranza, anteponer las causas (sean  reales o inventadas), a los efectos que van a causar. Él piensa que avivar los agravios y a su vez crearlos es la estrategia a seguir, es darle forma al relato que gangrena la causa. Lo hace sin valorar las repercusiones presentes y futuras y no aplica nunca una auditoría intelectual a lo que hace o dice. Él da por bueno aquello que se formula en la mente y se entrega con pasión a una realidad que confunde con sus alucinaciones. Pero lo que es realmente grave es que confunda también a su grupo de referencia, que la neurosis del dolido se haga infecciosa y contagie a parte de la sociedad.—

Clinn, clenn, clinn, suenan entre los dedos como cuerdas de violín…

—El dolido también puede representar, teatralizar su dolor y hacerlo con mucha más convicción que el verdaderamente herido. Él puede adoptar un rol supremo y como un iluminado gesticular una performance mil veces ensayada, ¡morir en la cruz para seguir vivo eternamente! El dolido puede ser consciente de su farsa, conocer sus invenciones pero no reconocerlo nunca. Tiene su propio catecismo, se encuentra oculto en la raíz de su boca, está memorizado en la sangre y lo inyectará a sus hijos como las siete ordenanzas que demanda la causa.
1    Nunca admitir que el mal causado ha surgido de historias hermosas encastadas en un discurso apócrifo o casi siempre desfigurado.
2     Que los agravios fueron difundidos con la intención de avivar la guerra, aumentar la diferencia y hacer imposible la reconciliación.
3   Piensa que toda acción político-militar tiende a definir los límites del enemigo y clarifica el área de los tibios y los traidores.
4   Siente que las imágenes que se han forjado en el conflicto son el reflejo sesgado de la realidad, él tiene su propia versión de la historia y, su punto de vista, nunca es negociable.
5    Constata en propia carne que la justicia del otro no es justicia, es flagelo de verdugo.
6    Que la mentira, el eufemismo, y el pretexto, son también armas de lucha, espuelas que excitan la opinión social y acercan el triunfo definitivo. Tras la victoria, toda mentira se deviene en verdad, el eufemismo en inteligencia y el pretexto en táctica de combate- Las perfidias han sido instrumentos eficaces; tras la victoria hay que pasarlas a limpio.
7     Contempla como norma que, toda acción del grupo ha de ser celebrada y todos los errores ocultados. A la inversa; los errores del enemigo han de ser aumentados y las virtudes ocultadas. —

Clinn, clenn, clinn, repiquetean en el bolsillo… Mis monedas saben a cultivos en tierras de secano, aromas de tomillo y hierbabuena. Las monedas son una adicción como cualquier otra, una manera universal de mantener la quimera. Claro, con unas cuantas no se hace nada, pero con muchas. ¿..?

—No obstante el pliego de ordenanzas invisibles y su falta de equidad, él persiste y se hace guerrero en la lucha igual que uno se hace carpintero entre tablas. Recapacita y piensa en su destino heroico, redacta los versos del alba y con ellos dibuja su propia leyenda. Con ellos cubre su dignidad y hace la travesía de la vida en solitario, lo hace para no ser descubierto y así mostrarse con la voz limpia de los elegidos. Delibera: a no ser que sea imbécil piensa, no del todo convencido rumia día y noche. Más allá de los designios heredados, ¡él cavila! Pero como está seducido de si mismo cree sentir una voz interior; señal inspirada que blinda su dignidad y describe su camino sin duda alguna. —

Volteo la mano y…Clinn, clenn, clinn, suenan, esta vez con timbre de duelo; incomprensible el sonido del dinero en un bolsillo pobre.

—El tiempo lo ha derrotado y ahora toma conciencia de que él es “el dolido”, un cruzado que le han salido duricias en el pensamiento y ya no puede seguir ocultándose así mismo; vive en los permanentes cambios de ánimo y sus contradicciones le hunden en la locura. Es cierto que él se conmovía al escribir los versos del alba, también lo es que en el momento oportuno abrió la boca y dejó caer con tono elegíaco, un canto de amor entre sus camaradas. Es cierto también que esperaba con fervor que estas estrofas germinasen en el corazón de su pueblo. Tras la derrota, piensa como poner a salvo su memoria y legar su testamento a las urnas de la historia. Quizá siente y abriga la esperanza de que sus cenizas serán rescoldos de próximas piras humanas. Ya sereno se hace cauto por un instante, ¡tan sólo un instante! Una llamarada eufórica lo levanta del suelo y siembra con palabras los campos; son canciones que han de modelar la conducta heroica de futuras generaciones. Esta suele ser la carta magna que expondrán después en el pedestal del pueblo; ¡piensa y siente al respirar cierto ardor en el pecho!
En ocasiones se ve caminar al encuentro del alba, proyectado en la pantalla de su mente. Con ironía contempla como escalan sillones los próceres de la causa; sobre sus huesos trepan los que anhelan el poder y conspiran a la sombra. En otras, observa sus restos consumidos en la oscuridad de una tumba sin nombre. Es una visión insólita que no puede soportar y se conmueve. Entonces cambia el plano de l pantalla y, su cuerpo, sus huesos, como reliquias sagradas, quedan expuestos para la veneración popular. Al final construye un sueño y constata que son los poetas, los políticos e historiadores los que terminan de vestir el embeleco del tiempo y exponen su sendero repleto de abrojos como el camino de la victoria. Al final constata que ha sido un sueño y en él contempla su rostro ajado y llorado en la derrota. En su fantasía se describe un campo arrasado hasta el horizonte y en él, observa un cementerio infinito repleto de tumbas.—

Le interrogo mientras suenan las monedas con ritmo más calmado. ¿Es el final cuando entiende? Será la hora nona cuando descubre su impostura y se sonroja ante el espejo de su conciencia. ¿Asume la culpabilidad y se arrepiente del dolor producido?

—No, esa sería su máxima derrota. Siempre hay que mal pensar de los arrepentidos por interés. Lo hago de ti que me has hecho como el juguete de un niño. Si yo no fuera una piedra perforada tendrías que dudar de todo lo que afirmo. Desconfío de las semillas que has enterrado en mi vientre. Siempre me pregunto, ¿qué secretos manejos te llevas para gastar tu vida en hablarle a un agujero, qué beneficios sacas exponiendo tus argumentos en la cara oculta del mundo?—

Pero..., ¡porqué me acusas ahora!
Soy tu hacedor, me tienes que tener algún respeto, digo yo, ¡no!
O te comportas, o te tapo la boca ahora mismo con las monedas que remuevo en el bolsillo.

—He de anunciar en tu favor que has dejado tu testamento fuera del alcance de los ojos y eso es de agradecer, nadie se contaminará con tus desvaríos. También es verdad que no pueden hacer daño a nadie, pero despiertan la curiosidad y ese es el peor de los impulsos humanos.
¿No eres consciente de que con la actitud de ocultar dejas una herida abierta en la memoria, o es que lo haces por puro ensañamiento.
Piensa que la mayor ambición se amaga entre gestos aparentemente desprendidos, por ejemplo: yo no te cobro nada por esta retahíla de reflexiones. —

Empiezo a estar cabreado y remuevo las monedas, ahora com más bríos. Las aprieto fuerte y dejan de sonar, pero se hace un agujero en el forro del pantalón y se desparraman por el suelo: toda la fortuna se pierde. Como sanguijuelas frías; la calderilla empieza a deslizarse y cae muslo abajo.

Volvamos al guión, el tema se está desdibujando.
¿De dónde saca el dolido la fuerza para soportar su trinchera?

—El pensamiento del dolido es un generador de energías sorprendentes, sobrepasa los peldaños de la bondad y la maldad humana y se recluye recóndito en su mente. De ese laberinto abisal extrae un filón interminable de machetes y, a su vez, saca el valor y la fuerza para usarlos. El dolor es energía candente en la punta del puñal y los caídos por la causa siempre son daños marginales, colaterales, que no merecen ser tenidos en cuenta. Con el tiempo, entre el polvo de la historia y los medios empleados se olvidan todos. Las contradicciones se funden en su mente y estas quedan bruñidas y empotradas en sus ojos como rubíes, son diamantes que centellean la luz del mundo y con ellos mira el devenir como un profeta. Noche y día aguarda el instante para emerger como salvador, se imagina que le esperan los cánticos de gloria y se prepara para ser ungido. —

¿Mientras tanto qué hace, se complace en la queja permanente, se deleita en la confabulación y la venganza, se abate por sentirse contrahecho y mal pagado por su obra y sacrificio?

Una de las monedas entra en el zapato y se sitúa justo debajo de talón.
¡Este final empieza a tener mala pinta!


—Sueña, siempre sueña, se siente guardián de la verdad eterna. Es un miliciano invisible de causas invictas y se sitúa en el trono de la justicia universal. Levita por encima de los demás y no reconoce otra moralidad que aquella que él ha forjado en la lucha clandestina. Siente que su sacrificio le otorga unos privilegios que puede aplicar con impunidad. Cree que él es el latido de la tierra, el hálito que conmueve el pecho; es el enviado que todo pueblo espera, el caudillo libertador que habla la voz del pueblo y piensa con ello que así proporciona sentido y justicia a la vida colectiva. —

Cómo, después de las derrotas y el dolor causado, ¿aún no se han enterado?
Las otras monedas ruedan por el suelo y se pierden entre las hojas.

—Este ser ya tiene la intriga fermentada en la mente y fluye por la boca como el aliento de las flores del dolor. Sin darse cuenta, poco a poco se deviene en el constructor de artificios, se ha habituado al zumbido de la metralla y le llama la adicción a la refriega; no sabe hacer otra cosa. El que cultiva con pasiones las sementeras del amor sublime siembra también las semillas del fracaso; de ahí nace el mal gobierno, la convivencia imposible y el odio eterno. Este es el retrato hiperreal de los hombres.—

Pero, con el tiempo, ya consumada su derrota, debe rendirse ante sus propios ensueños y quedar ensimismado mirando pasar las nubes en el frontón de los cielos. Él no es tonto, sabe que la luz divina no puede ser la única esperanza y la realidad del otro puede hacerse omnipresente, inevitable y obligada.

—El no duda jamás.—

Me cabreo, ¡ya estoy más que harto de “el dolido” y sus paranoias! Me pongo de pié sin pensarlo y al apoyarme en el suelo, la moneda presiona contra el zapato, entra en la carne y me hace un corte profundo en el talón de Aquiles…
¡Ay, ay, ay! Necesito una enfermera, un médico con urgencia, una sutura en el pensamiento
Sin enterarse de la gravedad de mi herida mortal, el agujero me contesta.

—Del origen del conflicto ya no queda nada en él, ahora es el escultor del deseo que modela el pensamiento con lacras, pústulas, llagas, rencores, agravios, corazas y mentiras. Una lista interminable de traiciones, deslealtades, felonías y engaños lo han derrotado. Con todo ello deja un rastro imborrable en el alma de los que ya nacen vencidos, sus hijos y los hijos de sus hijos. Este es el espejo de la condición humana que se mira en el pozo del dolor para sentirse limpio ante la inmundicia de su propia pequeñez.—


Gregorio Bermejo 4-12-011 Tarragona