domingo, 18 de diciembre de 2011

Arrastra santos


Porteador, ( A mi abuelo Rufino Vázquez Mesa) 1986, Piedra arenisca de Agramunt, 3,30x1,50x060. De la serie Señales en la piel. Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura. 

Arrastra santos
En ocasiones, el pozo de las mutaciones gruñe solitario, en plena noche se oyen voces del pasado: su tono carga los sentimientos y pone los pelos de punta. Son murmuraciones que vienen de lejos, rebotan en el fondo y resuenan prohibidas y confusas. Algunas son reconocibles y las interpreto como llegan, estremecedoras entre el murmullo y el chapoteo del agua. Lentamente se eleva el tono y se hace algarabía atronadora. Los rumores se atropellan unos a otros, las historias se acusan mutuamente, los relatos son crueles y no cesan de sangrar las heridas. Los verdugos se disfrazan, adquieren todos los rostros, se visten de colores, enarbolan banderas y entonan los himnos de siempre. Las victimas también hacen lo propio; ¡es una mascarada interminable! Caminan en direcciones opuestas, están a punto de encontrarse, se funden, se ignoran, se pierden, unos a oriente, otros a occidente. No se ven y se ignoran… Así toman su rumbo los cadáveres de la Guerra Civil Española; algunos pertenecen a otras guerras, se han confundido de relato y animados por el guirigay caminan marciales por los atajos yermos, los cerros y las vaguadas…

Hace mucho que pasó todo, yo no había nacido todavía pero lo tengo grabado en la memoria como una herida imborrable. Un rumor permanente me acusa y su voz mineral resuena entre los tubos del pozo de las mutaciones. Con violencia y soberbia se eleva y se disuelve entre la bruma de los árboles, es un polen maligno que lo invade todo y me llena de melancolía.

¡Otra vez viviremos la derrota!

—…las armas cortas perforan el corazón,
una vez más llenan las huesas;
¡con brío se enfundan orgullosas…!—

Me habla Arrastra Santos, mi abuelo. Se llamaba Rufino Vázquez Mesa y fue padre de mi madre, Encarnación Vázquez Gallego. El apodo le vino de joven, fue una adjudicación de las revueltas anarquistas de comienzos del siglo pasado. En el pueblo hicieron desatinos para contar y no acabar nunca; mi madre afirma que era un hombre fuerte pero respetuoso. Mi abuelo murió en el frente del Guadiana, perdido su cadaver en un lugar sin referentes. Dicen que fue en el combate de Medellín, cerca de Don Benito, lo describen como un combate de guerreros singulares…
La suya no es una voz cualquiera, es un lamento en la tierra, la reconozco al instante, su voz retumba cada día en mi pensamiento. Su nombre fue un regalo de mi madre y lo llevo con orgullo como llevo también parte importante de su carácter.

Hace años que me relata con siseos las envolturas de su desdicha, es una confesión que se oye cuando abro una piedra con un martillo; ahora se percibe trasparente en el pozo de las vanidades. No llegué a conocerlo pero no hay nada que pese tanto en mi vida como la carga de su figura. En 1984 hice una escultura en su nombre (El porteador), lleva una dama ibérica con todos sus ornamentos cargada a la espalda. Ahora esta instalada en Mérida, muy cerca del Museo Romano.

—Cuando joven no arrastré ningún santo, me pusieron el apodo porque era fuerte y podía haberlo hecho. Me culpo de haber sido endeble de carácter y no quebrantar el desorden ni denunciar el perjurio de entonces; ¡acción que hacen con facilidad los políticos de hoy! Ahora para mí nada significa nada, las decisiones que tomáis son de vuestra responsabilidad, nosotros somos piedras dormidas que arrancáis con desprecio para hacer proyectiles con ellas… —

Se hace el silencio por un instante… una cantinela sutil brota de la piedra. La tengo memorizada con el paso de los años, siempre es la misma con entonaciones diferentes.

Me confundí con el suelo ardiente
En roca calcina quedan mis restos
Ora respiro entre las hojas verdes
Paso collados y beso el aire cada día

Soy viento discreto de poniente
Entornado volteo las banderolas
Y entre murmullos de pozos oscuros
Destilo dolor de las heridas abiertas

Mis palabras llegan a tus sentidos
Las recoges como voces ausentes
Con sigilo celas entre guijarros y
ocultas en urnas y huecos mutantes

También me relata los sucesos de su hijo; mi tío Francisco Vázquez Gallego. Lo dejaron morir de hambre en la prisión de Córdoba. En su nombre también hice una obra el mismo año (1986), le llamé  “Restos de mi herencia”. Hice el molde de un libro firmado por él, una enciclopedia universal del 1936. También fundí mi maleta, signo de mi condición de emigrante, un fardo de plomo que comprimía el pecho con saña y desconsuelo. Equipaje de ensueños, envoltorio de esperanzas que me llevé de casa para encontrarme con mi destino; aquí estoy con ella.

—Lo procesaron acusado de desertor. Lo que en realidad hizo fue pasarse al bando republicano que era el que antes había escogido en las urnas. También de quebrantar la ley al dar sepultura a un conocido fusilado en el monte. Lo enterró según dictaba su conciencia en el mismo lugar de su ejecución;  un majano en los límites del pueblo (montón de piedras sacadas del labrantío). Lo habían matado allí mismo con una segunda condena sobre su cadáver. —

¡Oigo un siseo amargo entre las cañas y me siento atrapado por los extremos, me estiran los miembros como en la tortura del potro… sí, ahora lo entiendo!

—Los cerdos tenían que comérselo sin dejar rastro alguno. Al joven lo acusaron de enterrar vivo al presbítero del pueblo; otros lo jalearon… Las risas llenaron el cementerio y se propagaron por el valle, fue una canallada terrible de dominio público. Del susto murió a los tres días, ¡ pobre hombre, tenía ochenta años…!
Te comento una vez más, no muevas el barro y deja que fermente el limo, el suelo está sembrado de clamores, es carne viva, ¡sirria de camposanto!—

Sigo escuchando murmullos, susurros en un agujero, oigo las voces de los difuntos, tienen tonos y timbres diferentes.

—Sucumbimos a la furia, enlazados con ideas deformadas; caímos entre intereses cruzados y soberbia sin límites. 
¡Se nos fue de las manos el andamio de la razón! 
Como una sentina perforada por disparos se inundó la mente y se anegó de delirios. Por los orificios entraron todos los males, el orgullo, la traición, el engaño, la deserción, el deseo y el odio. Se destiló tanto rencor que se perdieron los estribos del juicio y con sus simientes se llenaron todos los surcos, las simas, los muladares, las cunetas, los fosos y cementerios…

¡Con nuestros huesos los pozos están repletos!

La muerte nos dejó sin aliento, ahogados en la infección del rencor y la barbarie. Los vencedores se maceraron en la venganza, los perdedores se hundieron en el miedo y el sueño de redención… unos y otros han olvidado el delito de cohecho, ¡niegan la matanza que los une…!
Ahora te dejo, otro día te relato lo que pienso sobre las hueseras de los ausentes.—

Foso de los ausentes
La ley de la memoria histórica ya está en el boletín, en los despachos y en la calles. Ha venido a igualar las injusticias y a recuperar la presencia de dolor; conclusión: de nuevo se ha repetir el duelo. Ha llegado con los desencuentros naturales, unos estiran de un hueso para sacar partido del silencio, otros estiran del brazo contrario para aumentar el clamor de los ausentes. En tierra, los cadáveres están quietos y silenciosos, se apilan unos sobre otros desde tiempos remotos. Sea como sea la ley ya esta en marcha y las huesas ya se han abierto, ahora la lluvia lame los huesos. Estaban en silencio y ahora gritan sin cesar, aúllan en cada rincón del país. Como sonajas entrechocan los costillares y se enlazan en cajas de cartón, los esqueletos se muestran cómicos, rotos como muñecos quebrantados.

Las historias que explican los familiares son terribles, hay testimonios que estremecen y contienen el llanto de muchos años. Cada caso pondría el corazón más frío en dificultades emocionales. Aquellas crueldades se harían insoportable en situaciones de paz. Mi caso lo tengo muy presente y aclarado: en un día inspirado mi madre me relató todo de un tirón. Llevaba 60 años callada y pensó que ya era hora de pasarme el testimonio. Con una cámara de vídeo grave los pormenores, los desatinos de la república, la crueldad de la guerra y la venganza de los vencedores. Fue un horror permanente en el pueblo donde nacimos. La tragedia destruyó todo y se llevó a la familia de por medio. Me dijo:

— Nosotros lo perdimos todo, no sólo a mi padre y a mi hermano, perdimos también la tierra y el hogar de los abuelos, a cambio ganamos el exilio eterno y la melancolía de los emigrantes. ¡Tu eres la mayor prueba! —

Vuelvo a las fosas de los ausentes: ¡los cadáveres los han levantado! Tambaleantes y anónimos los han levantado, ahora todos claman justicia y buscan su lugar. Con el testamento en la mano, con los agravios en la boca y las omisiones pertinentes, piden un juicio reparador a una situación irreparable. Los ausentes caminan sin descanso, no lo necesitan, ya tienen en el cuerpo el reposo eterno. Cargados con estandartes, banderas, blasones, girones de colores y crepones negros forman una hilera interminable. Una procesión de penitentes recorre los campos de España, atraviesa la península por trochas imposibles, desde Punta Umbría hasta el Bidasoa y desde Fisterra hasta Portbou; se han abierto senderos que estaban en el olvido. Van como plañideras con una canción en los labios, caminan tras la memoria histórica y no saben a que historia actual atenerse.

¡Cantan y cantan, con una mueca funesta en los labios cantan!

Ni olvido ni rendición
Los huesos no recitan
Ensueños de perdón, dón, dón...

Una columna de mugidos negros camina y ensaya el canto eterno; el tótem Ibérico en forma de toro avienta la tierra, clava las pezuñas y enviste con las astas afiladas. Hay esqueletos andantes de todas las contiendas, de todos los colores políticos, credos religiosos y otras causa peregrinas. Algunos se pierden en los caminos y se extravían en las cañadas reales. No se reconocen entre las nuevas autopistas y los trenes de gran velocidad, se ensombrecen y dudan de su contienda, su tiempo ya es lejano. ¡En los terrenos baldíos desfilan marciales! Otros enmudecen de soledad, no encuentran a los seres queridos, ya han muerto o han cambiado de bando. Los menos duermen en cajas de cartón, se apilan en almacenes forenses. Los más han decidido quedarse allá donde están, tranquilos en su tierra, adjudicada con un disparo en el pensamiento. Parcela diminuta regada con la lluvia de los años y adornada de lirios y orquídeas; perfume de la tierra, mazos de  jacintos que se alimentan con los vestigios de los vencidos.
Porteador, 1986, Piedra arenisca de Agramunt, 3,30x1,50x060. De la serie Señales en la piel. Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura. 

Arrastra santos toma mi voz, soy su nieto y mensajero…

—Querido: ¡anda con tiento! Ten presente que las guerras son la prueba evidente de la condición humana. Una parte de la humanidad está enferma, es un mal crónico y mortal, un impulso homicida. El ardor del pasado es un puñal en la mente que hiere los sentidos y ensombrece la razón. La historia es un relato que fabrican algunos para excitar la sed de poder, inventan un andamiaje ideológico para sus fines: los otros hacen lo mismo. Dicen ser los preclaros de la patria pero son personajes menudos que solo saben medrar y cazar al acecho; ¡eso es todo! La justicia es otro atropello vestido de normas que se mecen injustamente, no hay ni proporción ni simetría en su aplicación. Los ideales justicieros siempre causan dolor y se remiten a otra injusticia que a su vez viene de otra más lejana... Piensa que la furia empequeñece los sentimientos y satiriza la razón. Sólo la cultura de la paz puede sanar la condición humana.

Naciste el año 1948, ¡Llegaste a ver con tus ojos el rostro de los verdugos! Ahora verás la astucia de los impostores, si eres perspicaz reconocerás los señuelos más perversos… Los hay de todos los colores y están vivitos en el corazón humano. Con la boca tupida de palabras bellas y políticamente correctas actúan sin pudor… Muchos han cambiado de bando y ahora son guerreros inmaculados de nuevos horizontes.

Mira, mira bien el triunfo de la muerte, el levantamiento de los ausentes se ha hecho prioridad nacional. En un arrebato justiciero se han puesto todos a cavar las fosas y se ha quebrantado la serenidad oculta en los campos de batalla. Se han abandonado las sementeras de secano y regadío, los valles fértiles y las vegas arboladas; toda actividad productiva se ha pospuesto. Ahora hay que rastrear cada uno de los ejidos, sondear donde hubo combates y pelotones de ejecución, señalar con cruces rojas las cunetas y portones donde se dio el paseíllo. Se han de des-restaurar los templos quemados, las plazas de toros que fueron escenarios de exterminio, los muros y paredones donde quedaron incrustadas las balas y recoger los adoquines donde rebotaron los tiros de gracia. Ahora son pruebas del homicidio colectivo, monumentos de la locura, la intolerancia y la falta de piedad. Dicen que es un patrimonio a conservar, testimonios para evitar otra contienda. Eso dicen los que conocen el alma humana y rebuscan incansables entre los papeles de Salamanca... ¿O quieren quemar las pruebas?
Puño en alto los cadáveres rojos se han levantado; ¡ya están dispuestos! Alzados los azules, cantan con resonar de huesos, suben la mano tambaleante y cantan, ¡dicen: saalvee y cantan! Todos reclaman aupar las piedras de la verdad, iluminar las simas de los agravios y remitirse a la justicia. Ambos bandos se han puesto a caminar. Incansables esgrimen sus argumentos y hacen sonar los clarines de la batalla.
En hileras desfilan los restos de los ausentes, ante los juzgados callan, esperan y callan. Se han preparado y remitido al Papa centenares de expedientes para el nombramiento de mártires cristianos. Las asambleas se han llenado de testimonios directos de la tragedia. Los despachos se han atareado con los legajos y testamentos. El parlamento se ha despertado de su modorra sempiterna y el debate en el congreso se ha avivado como en los mejores momentos de su historia. Los archivos se han colmado y en las audiencias las causas se amontonan en columnas de papel, ¡lentamente se llenan almacenes enteros…!—


Le digo... ¡La faena es ingente! Hay que escarbar las fosas,  localizar los cadáveres, encontrar los familiares y dejarles el testamento en la mano con un juicio ecuánime.

Arrastra-santos vuelve a tomar la palabra y con voz cómica alienta otra oración…

— Sí, querido, el foso de los ausentes está colmado a rebosar; ahora llamo a retirada y me duermo en la tierra. Pero algunos quieren apuntalar la historia que ya sabemos. Dicen con los gestos y el reverso de las palabras: hay que reactivar los sentimientos dormidos y fenecer otra vez en los mismos campos, rellenar las mismas fosas, enarbolar las mismas banderas, entonar los mismos salmos.
Dicen que hay que decirle a los jóvenes, ahí tenéis vuestra filiación genética, ideológica, nacional, es un regalo de la historia. Con ella en la mano redactad el nuevo himno, las canciones de la paz y la guerra, los versos del perdón y la venganza… —

Herido, aterrado, perplejo, asombrado, confuso, me muevo equidistante. Las voces han parado, las fosas han quedado abiertas al sol, algunos huesos son sacados del Valle de los caídos, otros son llevados por improvisados enterradores; ¡el trajín es incansable!
Algunos dicen que ante la muerte se presenta la hora de la verdad; ¡no se vale hacer trampas! Hay quien se anima y reclama los muertos de épocas remotas, los muertos en Las Navas de Tolosa, Amaiur y Valcarlos, Catalañazor, Covadonga...

—¿Porqué no? La justicia del olvido y la lejanía no es justicia…—

Dice quebrantando el silencio de los siglos.

—Mientras haya alguien que quiera recordar: el agravio siempre estará pendiente. El mundo musulmán reclama el Al-Ándalus, algunos el RH negativo, cualesquiera la diferencia en lo que ya es diferente, otros el canto de las esquilas... Las causas no se pierden en el tiempo. Desde las incursiones vikingas, celtas y cartaginesas han quedado muertos diferidos bordeando los caminos. Los muertos del 11 de septiembre, el dos de mayo, el octubre negro, el 11 de marzo… Cada día es un santoral del martirio que se blande como una espada…
La ley de la memoria histórica no puede acotar el tiempo. —

Arrastra santos es ya la voz de la tierra y clama…

—¡Qué la verdad salga a la calle en forma de osarios andantes!
¡Qué chirríen los dientes y castañeteen las mandíbulas, narren su historia!
¡Que percutan los fémures sobre las alegres calaveras y surja la danza de los últimos movimientos! 
¡Que los muertos hablen, den la versión de lo que pasó sin censura!

YO CLAMO DESDE LA TUMBA Y ORDENO:

QUE MIS OJOS PROYECTEN SOBRE LOS CAMPOS LA IMAGEN DE LO QUE VI, TODO, A TIEMPO REAL Y SIN OMITIR NADA.

¡ESA ES LA VERDADERA HISTORIA!

QUE SE VISIONEN CADA UNO DE LOS ATROPELLOS EN EL LUGAR QUE PASÓ.
QUE DE ESE HORROR NAZCA LA RECONCILIACIÓN O EL EXTERMINIO. 

¡ESA ES LA VERDADERA HISTORIA!

QUE DE LAS FOSAS Y LAS TUMBAS DE LOS CAIDOS SE OIGAN LAS VERSIONES DE LA CONTIENDA, ¡ESA ES LA VERDADERA HISTORIA!

Con el cogote sobre la tierra escucha el rumor de entonces, es el clamor de los ausentes y me dice...

—¡Querido, donde estoy puedo ver todos los tiempos! Cada palmo de tierra tendrá que ser levantado para exhumar los cadáveres… Los caminos están repletos, las sendas son hueseras, las trochas velatorios… Las cunetas empavesadas con flores silvestres empiezan a ser el jardín de la muerte. Toda la tierra ibérica es un osario que clama. Es una tumba caldeada por el sol, tierra fecundada por los ausentes…

¡El territorio nacional es una tumba!

Sin gloria arqueológica, se está descubriendo un yacimiento mayor que el de los guerreros de  Xian.
Ya se han puesto a la faena miles de máquinas excavadoras, millones de obreros escarban con picos, palas, piquetas, escobas y bolsas de plástico.
¡El triunfo de la muerte nos va a sacar del paro! —

¡Oh milagro de los incrédulos, hoy, en esta tierra, vuelven a nacer los lirios…!
Tomo un puñado de tierra y lo llevo al columbario de La Comella como hice con mi padre.
Una voz mineral resuena entre los campos de cultivo… Es mi abuelo el que chista entre espigas de trigo verde…

—¡Querido, con estas palabras, con este gesto en silencio honras mi nombre! No discutas con nadie estas cuestiones o estarás perdido. A mí déjame tras esta estela de bronce, ya soy materia que procesa el sol y descansa en el olvido…—

2 comentarios:

  1. Els nostres avantpassats van viure aquests desastres potser per nosaltres, totes aquelles morts ens haurien de fer millorar. Ells segurament s’hi van trobar sense voler i van fer el que els hi deia primer el cor però desprès la ràbia, de totes maneres no li trobo sentit a una manera de fer que porta el mal.
    En els teus escrits sempre parles dels legats i els legats son les vivències, també la nostra història, com dius en l’escrit els ossos parlen i segurament que ens diuen de no caure un altre cop a la trampa. Segurament que hi han moltes maneres de fer millor les coses i això ho hem de procurar TOTS.
    Potser recuperar la memòria no és buscar els ossos dels morts, si no, no caure un altre cop en la barbàrie, per això molts cops hauríem de fer memòria.
    Et felicito, m’ha agradat i m’ha emocionat.

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  2. M’alegra que t'hagi agradat, alhora t'he de dir que no tinc esperança de que la lliçó estigui apressa. tornarem a caure una i mil vegades.

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