viernes, 27 de abril de 2012

Relicario ADN.2012

La doncella de la ramita de espliego. 2012

Relicario ADN.2012
Preámbulo
En un recipiente cilíndrico he guardado la memoria biológica de los mejores ejemplares de la generación índigo. Lo he hecho con especial atención; ¡se lo merecen por santos! He puesto más cuidado que el que usualmente pongo en estas cosas, se trata de reliquias de un tiempo libertino y de unos seres que respiran limpios pero caminan como templos mancillados. Para tal asunto he realizado un estuche hermético de cobre y estaño, es como un relicario que ha de guardar la valiosa información de una serie de jóvenes que están destinados a levantar el espejo virtual del futuro. ¡O lo levantan o todo se va al carajo!
En la recogida de muestras todo ha trascurrido con normalidad, ellos tienen sentido del humor, son generosos, guapos, sanos, y están abiertos a participar en todos los “disparates” que les propongo. Confieso que he tenido mucha suerte con mis alumnos; ¡mañana serán la luz de mis ojos! Bueno, no todo tan normal, alguna risita ladina, algún comentario jocoso, pero nada destacable excepto alguien que dijo de forma explícita:
-¡Quina marranada!-
Los tengo incrédulos pero confiados: tras explicarles la idea han colaborado en la petición que les he hecho. Casi todos han intervenido en una fiesta de la incredulidad y la esperanza, pero lo han hecho más por mi petición que por su convicción cosa que les agradeceré siempre. Quizá el gesto que han realizado sea el inicio de un precepto mesiánico y estas palabras puedan formar la base del fermento de un nuevo paradigma. Ellos serán los “mensajeros” de un orden que empieza a dibujarse aquí.
¡Mirad con atención y después me comentáis! Tomad buena nota sobre que cosas pongo en consideración de reliquias y, aún más, como las presento. Por el momento son invisible a los ojos pero, eso sí, las dejo palpitando como calimbas en el alma de un tubo de cobre. Lo hago con mayor convicción que el que expone su retrato en el paraninfo de una idea hermosa. Lo relato con mayor confianza que aquel que exhibe su obra con gran aparato de medios y alabanzas... Todo esto lo comento para dejar testimonio del asunto y contar con vuestra futura aprobación y complicidad.

¡La obra merece ser recordada…!


El relicario
Relicario ADN.2012 es la urna donde dejo oculta la información genética de una generación que, según las profecías, está destinada a salvar el mundo. Los índigo, o los niños cristal, también llamados los NINIS, los del 15 M, (los de la ceja) y también… la “generación perdida” Lo que es por nombres no hay que preocuparse, tienen un montón. Se digan como se quiera decir, hoy por hoy son los que son y por tanto la única esperanza. Puedo constatar por el color de mi pelo que son el futuro sin remisión alguna. Personalmente en ellos encomiendo mi seguridad y de su eficacia y generosidad nacerán los placenteros días de la vejez.
En el Relicario ADN.2012,  los índigo han dejado caer saliva, uñas, pelos, trozos de piel, lágrimas, pestañas, un diente y hasta el himen disecado de una virgen. ¡No se alteren por favor…! Eso me dijo en privado con el rostro de macarena y casi llorando. Lo perdió en el hechizo de una noche de amor sin límites y tuvo la serenidad y el cuidado de guardarlo. ¡Personas así necesitamos como archiveros!


La confesión
En la confesión me enteré de pormenores sin límites; ella me los narró con infinidad de detalles, matices sorprendentes que por rubor y falta de espacio no puedo relatar aquí. Entre otras cosas me llegó a decir que aquello era el testimonio del amor de su vida y que él le había hecho promesas de fidelidad eterna. Así descargó su corazón sobre mis maltrechos nervios, ya casi exhaustos por los acontecimientos que se precipitan sobre mi persona cada día . Sólo me faltan estas cosas para terminar senil y babeante como la mayoría de tutores que conozco. No obstante la dureza de la prueba y lo intrigado de la confesión, no fue un sacrificio doloroso por mi parte: escuche con atención y aprendí la ración del día con los bordes desmedidos. Por el momento las neuronas me funcionan bien y, que yo sepa, saben escuchar con atención.
En toda la cháchara, que fue larga, no dije ni mu… solo hice esta pregunta;
¿Cuánto duró la relación?
A lo que ella contestó con toda normalidad y con los ojos más sosegados. Creo que moduló con intención un rictus orgulloso, fue tan ligero que no podría describirlo aquí sin hacer un esfuerzo narrativo…


-¡Cuatro horas, veinte minutos y unos segundos!-

Me objetó en seco, con una mirada franca.
Así son las cosas ahora. Por el relato atendido, este es el tiempo que dura una promesa de amor “eterna”.
Sea pues así en la narración; ¡breve! Para mi tranquilidad de conciencia, sólo ella y yo somos conocedores de como aquel pellejo sanguinolento ha llegado a convertirse en reliquia; por mi parte, su nombre se mantendrá en el más absoluto anonimato. La persona en cuestión puede estar segura, su confianza vendrá conmigo a la tumba igual que vendrán mis ojos.
Todos sabéis que me atraen las claves del misterio; ¡soy escultor de lo oculto y custodio del secreto! Dicho esto paso a los pormenores…
Lo traía envuelto en un pañuelo de seda con sus iniciales bordadas y los ribetes festoneados. Como flores marchitas estaba estampado con leves manchitas de sangre, eso cautivó mi curiosidad hasta extremos indecibles. Había que acercarlo a los ojos para verlo y examinarlo con atención. En el hoyito del centro de la mano se mostraba marchito, ¡era diminuto! Para que tengáis una idea y la imagen se pueda formar clara en la mente, añadiré algún detalle sin excederme. Era marroncito, con tonos mortecinos, más pequeño que una chufa y retorcidito como una larva. Ella me comentó que para poderlo recoger tubo que hacer uso de una pinza para las cejas. Para mi entendimiento fue una información innecesaria, como también lo fue la imagen que describió a continuación, pero ella insistió y solicitó continuar; ¡lo quiso explicar con todos los pormenores. Relató y medio representó la postura en el lecho, la inclinación de la cabeza retorcida entre las corvas, los ricos y variados olores, los colores flameantes del vestido y el encuadre escrupuloso de la entrepierna, la manera de meter las pinzas y estirar del pellejito, etc.


La obra
No deseo entrar en descripciones más afinadas; ¡son de infarto! No obstante me veo obligado a dejarlo aquí anotado por si alguien tiene la necesidad de repetir el proceso y también, por dejar un documento con rigor científico, una descripción sucinta de cómo se han obtenido las muestras.
La obra: Relicario ADN.2012 no tiene la connotación de las reliquias de antaño; ¡salta a la vista! Antes el relicario exponía lujurioso la falange, la tibia o el cráneo de un santo, un trocito de la vera cruz o los ojos de Santa Lucía. Era un objeto de adoración y naturalmente el reclamo para los peregrinos y penitentes. Ahora todo queda oculto por motivos estratégicos, en la obra no hay nada que ver y además, hoy nadie presta atención a las “cuestiones estéticas”. En este caso se trata de una obra invisible, de momento oculta, pero en el futuro, no muy lejano, se exhibirá en los suntuosos salones de un museo. La obra tiene la pinta de ganarse este lugar con holgura si los criterios museísticos “son los que han de ser”. Decía que ahora el relicario es la reserva de material biológico y punto; ¡queda pues aclarada la diferencia! Algo pragmático y funcional, en realidad es un banco de garantía para perpetuar la especie. Dicen que nuestra información genética es una réplica exacta de lo que somos, si no es así, ya podemos revisarlo todo; Parque jurásico será una entelequia, un embeleco para engañarnos como lo han hecho siempre; ¡en fin, una gran mentira...!
Sin hacer espavientos innecesarios, también quiero hacer constar la variedad de fragmentos diminutos del cuerpo que llevan nuestra información completa; ¡es inacabable! Lo más conmovedor del trabajo es el valor simbólico de la información que contiene; ¡cómo me gustaría poder disponer de una válvula mitral de un corazón enamorado!
El ADN es el encuentro de la materia inerte con la vida, de hecho es la gran revelación de nuestro tiempo, el retrato hiperreal de lo que somos y de lo que hemos sido, todo ahí plegadito, encadenado y memorizando los pormenores más íntimos.
Pero aquí no voy a tratar el tema de cómo funcionan las reservas del saber, los misterios de la inteligencia biológica, sólo quiero dejar constancia de cómo funciona la mente humana, ese es el nudo del relato y el cuchillo de mis intenciones.

Depositando muestras, Relicario ADN.2012. Foto José Martinez. 2012

La cultura
Deduzco de estos pequeños detalles y contratiempos, los que presenta Relicario ADN.2012, que la cultura está construida con retales y disparates sin límites, pedacitos cosidos con los hilos del delirio. Me miro a mi mismo, me escucho y no me canso de asombrarme… Hablo del himen disecado de la primeriza. Tiene tela pasar por estos lugares y no caer de hinojos, llorar de asombro o ponerse las manos en la cabeza y exclamar; ¡santo dios! Por ejemplo podría hablar del espumarajo que dejó caer Jéssica; ¡es una acción que también se las trae! La saliva es un flujo corporal que tiene infinidad de usos, presentar el tema en toda su amplitud merece una tesis doctoral; ¡tiene suficiente entidad como para ser tratada por un doctorando! Pero nada, ahora los futuros doctores están entretenidos en bagatelas y en impenetrables tratados que morirán en anaqueles interminables, bodegas de palabras mudas que no serán leídas nunca… bueno, ¡quizá el director de tesis!
No obstante su valor epistemológico y la carencia de saber que nos es negada, siento profundamente no poder tratar aquí el tema; quizá algún día hablaré del valor de la saliva... Como no puede ser y no viene a cuento intentarlo, vamos por el primero; el himen marchito.


La membrana
Por su tamaño e importancia en la vida, aquella “bolita” enjuta carecía de interés estético pero dejaba al descubierto el altísimo valor moral, simbólico y ético que encierra. Hace falta destacar el sentir exagerado que algunos le dan a ese tilde reseco. En el gran teatro del mundo hay culturas que matan a las mujeres por ello, familias que se rompen, parejas que se deshacen, amores que se frustran, herencias que se queman e imperios que entran en guerras de cien años y llegan a exterminarse.
¡Otra tesis pendiente! Se tendría que hacer un estudio antropológico centrado en esa cagarruta ahora abandonada en un estuche de cobre. En esta historia ha sido el despojo de la fidelidad de cuatro horas, veinte minutos y unos segundos. Antes era el telón del mundo, el velo sagrado que matiza la entrada de la ventana del asombro, y sobre todo, el gran misterio de la concepción de la virgen…
No quiero dar más pistas, sería alargar el relato innecesariamente. La diminuta cecina era parte de una mujer con temple, agraciada, enjuta de palabras y limpia de ideas. Está bien formada y tiene el rostro delicado y hermoso, los pechos inhiestos y bien trabados, la espalda erguida, la mirada franca y las formas sensuales atadas a la cintura. Con la información biológica de este nivel podemos caminar seguros y esperanzados, son la reserva genética ideal. Es de tal calibre la herencia que pienso que debemos tener plena confianza en el devenir. Vete a saber si en el futuro no muy lejano tendremos que recurrir a ella; ¡para entonces será la salvación de la humanidad…!
En el Relicario ADN.2012, protejo la memoria biológica de la humanidad de los ojos indiscretos; espero que seáis “prudentes”. Vuestra avaricia y curiosidad puede hundirnos a todos en la miseria y, ¡vete a saber…! por inconscientes podéis dejarnos abocados al límite del exterminio.

Los índigo son hoy la esperanza; ¡quizá no todo está perdido!

Gregorio Bermejo 18-4-2012

martes, 24 de abril de 2012

Adrián


Piedad,  Sam Jinks
Still Life  2007
Silicon, paint & Human hair


Adrián
En 1978 lo encontré en la rambla de Barcelona, ¡casi no pude reconocerlo!  Me llamó a gritos y radiante de alegría

-Soy yo, Adrián, tu amigo el de Ejea… ¿no te acuerdas?-

¡Claro, claro, cómo no, ahora caigo, cuanto tiempo hacía…! ¿Cómo has cambiado; qué haces aquí?

-Estudio económicas, todavía estoy en el tercer año pero no tengo prisa. En realidad me dedico a otros quehaceres.-

Me relató todos los pormenores. Habían pasado diecisiete años y él seguía siendo un ser especial que conectaba de manera natural con los tiempos. Se había hecho corpulento, vestía bien, con buenos zapatos y camisas limpias. Me vino a decir que era sindicalista y estaba en la ejecutiva organizando el sindicato de la CNT y que los estudios eran una tapadera para tranquilizar a sus padres.
El encuentro fue un viaje hacia el pasado que me produjo vértigo, millones de combinaciones mentales se hicieron en aquel instante para encajar aquel rostro y los pormenores del presente con los que yo disponía de su pasado. Mis recuerdos hicieron un balance rápido y las piezas empezaron a encajar una a una. Pasados diez, a lo sumo quince  minutos, le tomé el pulso a la nueva realidad y su historial lo tuve de nuevo reconstruido!
Tomamos una cerveza, hablamos sin cesar y nos despedimos con un fuerte abrazo y el compromiso de vernos pronto. Le di mi dirección pero él no me dio la suya. En ningún momento malpensé y di por hecho que volvíamos a estar conectados.
Pasó el tiempo y me olvidé del encuentro. El año 1983 fui invitado por María Antonia Pelauzi a dar una conferencia sobre la nueva artesanía en Cabueñes, (Gijón). Al terminar, alguien gritó mi nombre desde el público: era Adrián, se había hecho artesano del cuero. También me costó reconocerlo: llevaba barba y pelo largo, aparentaba ser mucho más viejo, había cambiado el tono de voz y se había hecho musulmán. Nos fuimos a tomar la segunda cerveza y me describió los pormenores de su nueva realidad. Vivía en Granada, se había casado por el rito islámico y ejercía el derecho a tener otras esposas… Me explicó su nueva situación convencido y feliz; por fin disfrutaba el camino; ¡seguro ya en su andadura!

-Ellas hacen la vida en una estancia separadas y se turnan en el lecho. Están conformes y viven en armonía, tenemos dos criaturas, hacen las labores de casa, ayudan en el taller y en general mi familia es un remanso de paz-

Otra vez tuve que hacer un esfuerzo mental para situar el compañero de la niñez con el segundo y el tercer amigo. Al los veinte minutos, quizá treinta, llegue a reconocerlo y a encajar las piezas en su lugar. Volvía a tener el historial al día y podía entender los cambios y los giros del alma humana. No obstante empecé a dudar de la fortaleza de aquel espíritu; ¡de joven tan admirado!
Al volver a Castellvell (Tarragona), pensé sobre lo que me había explicado y los cambios y giros que da la vida. Esta vez nos habíamos dado las direcciones cruzadas, pensé que otra vez estábamos conectados pero, igual que la anterior, olvidamos el encuentro al entrar en la rutina de los días.

 Lo volví a encontrar el año 1992 en Sevilla. Yo iba con mis hijos a la feria internacional y fue él quién me volvió a reconocer. Alegría por el encuentro, el mismo ritual, la misma cerveza y el intercambio de direcciones. Me explicó que se había separado, abandonado su vida religiosa y se dedicaba a comprar futuros. Le iba muy bien y deduje por el traje y el coche que conducía que era cierto. Me explicó como funcionaba su trabajo; el tenía un fondo de garantía y con él podía comprar lo que quisiera, en cualquier parte del mundo. Había comprado en largo 200.000 toneladas de trigo  Argentino del año 1994 y tal cono veía la evolución y el avance de los precios haría una fortuna.
Así se dieron varios cruces fortuitos entre nosotros, enlaces que me obligaban a resituar el personaje y  hacer balances nuevos. Entre mayor me hacía más difícil era aceptar sus cambios y cada vez me resultaba más complicado entender como mi vida se movía tan poco aunque las cicatrices cubrían mi cuerpo.

De todos los encuentros con Adrián el más sorprendente fue en Ciudad de México. Estuve allí unos días, ya de regreso de S. Luis Potosí el 2008. Lo encontré muy cerca del centro y esta vez fui yo el que le reconoció. Estaba detrás de un pequeño mostrador en una librería de viejo; eran las nueve en punto de la mañana. Nos alegramos de las coincidencias de la fortuna, de lo pequeño que es el mundo y de las distancias que formaban nuestros encuentros. Como era temprano esta vez no tomamos cerveza; nos fuimos a desayunar al Café Tacuba. Es un lugar fascinante; un edificio de época colonial que prepara comidas para el recuerdo acompañadas con música en directo.
Otra vez me explicó su vida y hizo especial énfasis en como el juego y la compra de futuros le habían arruinado. Me vino a decir que sólo le quedaba aquella librería atestada de volúmenes que justo daba para  comer. Tenía que vivir en la trastienda…
Mientras comíamos nos inundó la melancolía; teníamos sesenta años y los golpes nos habían derrotado. Cuando le explique los episodios de mi vida dijo:

-El tiempo decanta la balanza hacia el dolor.-

Entre los recuerdos salió el tema de nuestros años de infancia. Fue entonces cuando le pregunté si sabía alguna cosa de la catequista. Me miró fijamente y se puso a llorar; después de un rato largo me dijo casi sin voz.

-Vive conmigo en la trastienda, tiene 73 años y el alzhéimer está terminando con su vida…-

No supe que decir y nunca olvidaré su nombre, tampoco le pregunté nada más. Me negué a hacer el ejercicio mental de siempre, ahora no quise recolocar las cosas en la tragedia. Me negué a saber como el destino los había unido de nuevo; sobretodo, rechacé la posibilidad de ensuciar y destruir la única imagen poderosa de mi niñez.
Esta vez no me dio su dirección, pensé que conocía el lugar y era fácil encontrarlo. El 13 de febrero fue mi cumpleaños; hice sesenta y cuatro. Estuve indagando para conectar con él y saber algo; no conseguí el correo pero sí el teléfono, le llamé durante un día entero pero nadie me contestó…

Postdata: Este relato es real, cualquier semejanza con la  ficción es pura coincidencia…

miércoles, 18 de abril de 2012

Lupanar



Ventana del asombro. Ensayos en el inicio del camino. 2008-010


Lupanar


Me lo narró todo en un estado de confesión, todavía excitado y con una sonrisa incipiente en la comisura de los labios… Por mi parte soy indigno de su confianza al relatar los hechos aunque sea de manera sesgada y omitiendo lo más escabroso. Por lo tanto, arrepentido y pesaroso dejo también un registro repugnante de mi baja ascendencia humana. No me perdonaré nunca haber profanado su palabra, pero ahora estoy necesitado de espacio mental; tengo que sacarme estos lastres del pensamiento para que entren aires nuevos... ¡Es cuestión de sobrevivir!

A los doce años se fue a Zaragoza, deambuló por el Tubo durante días hasta encontrar la mujer del placer que presentaba la máxima semejanza con Lucía; buscaba con fervor a aquella que tenía encajada en la memoria. No la encontró y se tuvo que conformar con un ligero parecido.

La miró frontalmente y le dijo con aire imperioso:

⎯Vamos…, pero con la condición de que no hables ni una sola palabra; ¡si dices algo no te pago!⎯

A ella le debió hacer gracia aquel tono altanero en el rostro lampiño de un zagal. Seguidamente llamó un taxi, se acomodaron dentro y al instante arrancó con chirriar de ruedas. Sin que mediaran palabra tomó el rumbo; el taxista conocía muy bien el destino. Ya en las afueras de la ciudad entraron por caminos de tierra bordeando los brazales y las cañas secas. Al final llegaron a un caserón oscuro, no tenía luz eléctrica y las estancias se alumbraban con grandes cirios y bujías de carburo.

El olor de la estancia era una mezcla indecible de fermentos en acción, todo quedó grabado en su mente como en una plancha de cobre.

Según las instrucciones de su catequista y las imágenes que le había mostrado de un libro oscuro (Le dijo al oído que era de Dante el alegre…¿?), aquella casa era el lugar de la destrucción del alma...

Pensó en un intervalo sin medida, se sumergió en la duda eterna y la resolvió al instante; había llegado hasta allí por motivos imperiosos y no estaba dispuesto a ceder por más que su espíritu se abrasara en el infierno como una mariposa lo hace entre las llamas.

La entrada del caserón ya era la reproducción del averno. Él se precipitó en aquel lugar sin desmayos; en un segundo ya estaba dentro y no podía, no sabia, no quería echarse atrás. La sala era espaciosa y el suelo estaba cubierto de paja dorada. Antes había sido el lugar para las mulas, ahora era un lupanar para aquellos que no podían o no querían pagar la habitación y menos aún las sábanas limpias. En los muros de tierra y desconchones de cal colgaban algunos espejos y aquí y allí se exponían lujuriosos los calendarios de los camioneros. Al fondo se abrían dos corredores: a la izquierda subía una escalera y a la derecha un pasadizo que daba acceso a varias alcobas. La sala de entrada estaba ocupada por tres parejas, una de las tres impresionaba mirarla. Un hombre corpulento, calvo, desnudo, con los zapatos puestos y los pantalones caídos; ¡era el híper-retrato carnal que muestra el teatro del mundo! Allí estaba la imagen de Satán ensañándose con su víctima.

⎯ ¡Imponente, solemne como un guerrero!⎯


Así me dijo… Bien trabado y tensado en todos los extremos, atado con invisibles cinchas de cuero y fuertes tendones adiestrados en las faenas del campo. Sujeto con los brazos peludos y centradas las ingles, descargaba sus envites como lo hace un caballo. Lo hacía sobre un cuerpo menudo, con los pechos pendolones como los de una cabra primeriza. Ella tenía formas curvas, cabellera rubia, estaba bien peinada y con una rosa roja engarzada en una diadema de latón con ribetes de corona. Lo que más impresionaba era ver como se balanceaba con los empujes; ¡iba i venía como un ariete contra una muralla!

Para rellenar la llaga que se estaba abriendo en su psique, la escena se multiplicada en los espacios especulares de la pared. Las otras parejas, más prudentes y buscando los rincones, hacían de acompañantes en aquel escenario de repeticiones infinitas. Aquello era un río lujurioso desbordado en todas sus riberas.

Expectante y resuelto dijo para sus adentros:

⎯ ¡Qué escena virgen santa!⎯

Pagó la cama y las sábanas, entró, cerró la puerta y miró atentamente como ella se desnudaba. En aquel momento se sintió el niño mojado de antaño y esperó a que ella lo desnudara. Lo hizo tranquilamente mientras le miraba con ojos candorosos y le adulaba sin decir nada. Lo cabalgó con dulzura, acompañado de besos y caricias abundantes; por un instante fue la suma de todas las mujeres que se pueden soñar en el diminuto espacio del instinto. Fue un encuentro que giró todos los valores del universo. Ella era el sosiego de la tierra que se abre para conocer en profundidad los designios de la creación. Realizó un trabajo profesional y no exento de amor; hasta tuvo un detalle que se escapa a la sensibilidad común de muchas mujeres. Él era virgen y se circuncidó de manera natural. Como todo fue tan relajado sólo le salió un poquito de sangre. Ella lo supo ver al instante y para no molestarlo, o para romper su promesa le dijo.

⎯¡Debes haberte cortado…! ¿quizá con un pelo?⎯

De repente dejó de ser un niño y pudo ver las cosas del amor con claridad. Las personas no pueden ser esclavas de los sentimientos, tienen que ser leales a la gravedad de lo que es importante, el amor, la confianza, la entrega y los soportes básicos de la vida, pero nunca quedarse sólo con la propiedad de la entrepierna del otro.

La fidelidad se evaporó con la imagen de la catequista y de la otra mujer aprendió que las cuestiones carnales no están necesariamente unidas al amor, son producto de la pasión y esta es corta de entendederas…

Salió de allí renacido y desde entonces se dedicó a los amores placenteros y a cubrir tantas hembras como pudo, tantas como ellas desearon ser cabalgadas…

jueves, 12 de abril de 2012

La catequista


Piedad junto al foso de las pasiones. 2012


La catequista
Preludio
El presente relato me aleja 52 años atrás, cuando Adrián, mi compañero de clase y amigo de la niñez, me confesó asuntos que nunca debían haber sido revelados. Adrián era un niño normal, quizá un poco travieso y con la libido dislocada pero tenía una sensibilidad e inteligencia extraordinaria. Ya por entonces cultivaba la fantasía de yacer con una monja. Todo lo que estaba relacionado con el sexo lo asociaba al olor de incienso y velas encendidas. Pasados unos años tomó conciencia de ello y pienso que llevó el deseo hacia objetivos más elevados y prácticos; creo que era su manera de profanar todos los templos y de conducir el arma de la lascivia a dimensiones etéreas.
Cuando me relató los hechos, la infidelidad, la traición al deber y la profanación del vientre virginal no eran nada significativo para él. Las circunstancias le llevaron a superar trances rígidos en los primeros aleteos amorosos y eso le dio correas para superar contratiempos. Hablo de  pequeños fracasos que en algunas personas dejan heridas profundas, resabios y frustraciones insuperables; para el sólo eran pequeños devaneos; ¡nada grave!
Aquel deseo en su mente había empezado a incubarse a la corta edad de siete años, entre el calor que irradiaba una ilustrada y bella mujer. Ella le adiestraba en los entresijos divinos y terrenales; le preparaba el camino para recibir a Dios en el ritual de la primera comunión y sin querer lo condujo a las puertas de un burdel de la más baja condición. (Eso vino años más tarde.)

¡Empecemos!
La catequista en cuestión se llamaba Lucía, era una mujer piadosa, tenia veinte años, era blanca de piel, vestía de negro azabache y tenia los labios del color de las fresas. Ni que decir tiene que ella también estaba necesitada; podríamos afirmar que estaba animada por la pasión que la vida hace crecer en las mejores almas. Había sido premiada con la gracia de la fertilidad y todo su cuerpo, caderas, cintura y pechos, resplandecían con el don de la juventud. Yo la conocí a distancia y se que podía remover todos los sentimientos con sólo mover las manos. Sus ojos eran verdes como los de Santa Lucía, tenían un brillo delicado y reían igual que lo hace un manojo de cascabeles movidos por un ingenio misterioso.
Él estaba embrujado por aquel raudal de sabiduría, llegó a pensar que era la voz de Dios en la tierra. Casi estaba enajenado por aquellas manos blancas con dedos de cera.
Me lo explicaba y quedaba con los ojos turbados.


-Con qué primor manejaba el misal… ¡era una caricia!-

Cuando Lucía cruzaba las manos, del anular colgaba una cadenita de oro. Balanceante, como un badajo diminuto, pendía un crucifijo de plata. Su brillo hipnotizaba, destilaba pasión y tintineaba en el aire; ¡qué liviana aquella cruz que soportaba el peso de un hombre torturado!
Hay que entenderlo y sopesarlo en el corazón de un niño.

¡Aquello estremecía!

Le cautivaba aquel tono de  voz, aquella cadencia misteriosa, aquellos andares firmes sobre  tacones finos y brillantes. Eran andares marciales que hacían estremecer los muros de emoción. El suelo entero se zarandeaba y con él los vitrales de la vicaría. Dicen que las vueltas de cañón de la iglesia se tensaban y hasta su magnífico torreón se ponía inhiesto con sus pasos. En ocasiones pensaba que hasta las nubes dejaban caer sus lágrimas de emoción al sentir el compás de aquellos pies sobre el mármol. Todo ese despliegue sensual no era exento de cierta sabiduría libresca que le llenaba la voz con expresiones como la que citó de Marsilio Ficino (1433-1499)


 -Sin la Belleza no hay posibilidad de aproximarse al Creador-

Ya podéis comprender que ante una situación así no hay ser humano que pueda quedar indiferente y él lo era; un niño demasiado humano con una estructura mental compleja.
El día de Pentecostés Lucía hizo un esfuerzo extra y lo convocó a la instrucción religiosa. Era uno de esos días que el cielo se desploma; llovía a raudales y llegó mojado hasta los corvejones. Ella le dijo presurosa:


-Ven, voy a secarte rápidamente. Vas a enfriarte y Dios no me lo perdonará nunca-


 Quedó desnudo como un ángel, cubierto por un hilo de pudor y una sonrisa “inocente en los ojos”. Cuando estuvo seco y vestido le dio la merienda: pan recién horneado y dulce de membrillo. Mientras comía lo sentó en su regazo y para secarlo le soplaba los rizos del pelo. Entonces le miró a los ojos y le dijo:


-¡Tienen el mismo color que los míos!-

Él degustó el dulce de membrillo y se recostó contra su pecho. Desmayada la voluntad, se dejó caer entre el simétrico volumen del valle de la niñez. Su energía quedó seducida hasta límites indecibles, el universo entero tenía el ritmo y la cadencia de aquella mujer santa que encarnaba la figura de todas las hembras y cuyo aliento había secado los rizos de su frente. Por primera vez sintió como su corazón latía en compañía; era el equilibrio del  mundo con el ritmo íntimo del amor y, sobre él, como en la sinfonía de los astros, se deslizaba la dulce melodía de la vida… Ella tenía razón: la belleza del mundo está entre las frutas del creador.

¿Quién puede ser juez para condenar lo que vino después...? 


Posdata: Lucía es un nombre adoptado; es la única libertad que me he tomado en el relato. Me ha parecido oportuno ya que puede unir diferentes historias acontecidas en tiempos y lugares muy alejados; por ejemplo: La que tiene luz en las manos, relato publicado en Generación Índigo. Por referencias oportunas he tomado el nombre de la mártir. Lucía entregó los ojos a su pretendiente en un cáliz de plata, se los sacó con un puñal para así poder dedicar la vida a su amado: Dios. La hicieron santa y ahora es la patrona de las costureras y los mendigos.