martes, 24 de abril de 2012

Adrián


Piedad,  Sam Jinks
Still Life  2007
Silicon, paint & Human hair


Adrián
En 1978 lo encontré en la rambla de Barcelona, ¡casi no pude reconocerlo!  Me llamó a gritos y radiante de alegría

-Soy yo, Adrián, tu amigo el de Ejea… ¿no te acuerdas?-

¡Claro, claro, cómo no, ahora caigo, cuanto tiempo hacía…! ¿Cómo has cambiado; qué haces aquí?

-Estudio económicas, todavía estoy en el tercer año pero no tengo prisa. En realidad me dedico a otros quehaceres.-

Me relató todos los pormenores. Habían pasado diecisiete años y él seguía siendo un ser especial que conectaba de manera natural con los tiempos. Se había hecho corpulento, vestía bien, con buenos zapatos y camisas limpias. Me vino a decir que era sindicalista y estaba en la ejecutiva organizando el sindicato de la CNT y que los estudios eran una tapadera para tranquilizar a sus padres.
El encuentro fue un viaje hacia el pasado que me produjo vértigo, millones de combinaciones mentales se hicieron en aquel instante para encajar aquel rostro y los pormenores del presente con los que yo disponía de su pasado. Mis recuerdos hicieron un balance rápido y las piezas empezaron a encajar una a una. Pasados diez, a lo sumo quince  minutos, le tomé el pulso a la nueva realidad y su historial lo tuve de nuevo reconstruido!
Tomamos una cerveza, hablamos sin cesar y nos despedimos con un fuerte abrazo y el compromiso de vernos pronto. Le di mi dirección pero él no me dio la suya. En ningún momento malpensé y di por hecho que volvíamos a estar conectados.
Pasó el tiempo y me olvidé del encuentro. El año 1983 fui invitado por María Antonia Pelauzi a dar una conferencia sobre la nueva artesanía en Cabueñes, (Gijón). Al terminar, alguien gritó mi nombre desde el público: era Adrián, se había hecho artesano del cuero. También me costó reconocerlo: llevaba barba y pelo largo, aparentaba ser mucho más viejo, había cambiado el tono de voz y se había hecho musulmán. Nos fuimos a tomar la segunda cerveza y me describió los pormenores de su nueva realidad. Vivía en Granada, se había casado por el rito islámico y ejercía el derecho a tener otras esposas… Me explicó su nueva situación convencido y feliz; por fin disfrutaba el camino; ¡seguro ya en su andadura!

-Ellas hacen la vida en una estancia separadas y se turnan en el lecho. Están conformes y viven en armonía, tenemos dos criaturas, hacen las labores de casa, ayudan en el taller y en general mi familia es un remanso de paz-

Otra vez tuve que hacer un esfuerzo mental para situar el compañero de la niñez con el segundo y el tercer amigo. Al los veinte minutos, quizá treinta, llegue a reconocerlo y a encajar las piezas en su lugar. Volvía a tener el historial al día y podía entender los cambios y los giros del alma humana. No obstante empecé a dudar de la fortaleza de aquel espíritu; ¡de joven tan admirado!
Al volver a Castellvell (Tarragona), pensé sobre lo que me había explicado y los cambios y giros que da la vida. Esta vez nos habíamos dado las direcciones cruzadas, pensé que otra vez estábamos conectados pero, igual que la anterior, olvidamos el encuentro al entrar en la rutina de los días.

 Lo volví a encontrar el año 1992 en Sevilla. Yo iba con mis hijos a la feria internacional y fue él quién me volvió a reconocer. Alegría por el encuentro, el mismo ritual, la misma cerveza y el intercambio de direcciones. Me explicó que se había separado, abandonado su vida religiosa y se dedicaba a comprar futuros. Le iba muy bien y deduje por el traje y el coche que conducía que era cierto. Me explicó como funcionaba su trabajo; el tenía un fondo de garantía y con él podía comprar lo que quisiera, en cualquier parte del mundo. Había comprado en largo 200.000 toneladas de trigo  Argentino del año 1994 y tal cono veía la evolución y el avance de los precios haría una fortuna.
Así se dieron varios cruces fortuitos entre nosotros, enlaces que me obligaban a resituar el personaje y  hacer balances nuevos. Entre mayor me hacía más difícil era aceptar sus cambios y cada vez me resultaba más complicado entender como mi vida se movía tan poco aunque las cicatrices cubrían mi cuerpo.

De todos los encuentros con Adrián el más sorprendente fue en Ciudad de México. Estuve allí unos días, ya de regreso de S. Luis Potosí el 2008. Lo encontré muy cerca del centro y esta vez fui yo el que le reconoció. Estaba detrás de un pequeño mostrador en una librería de viejo; eran las nueve en punto de la mañana. Nos alegramos de las coincidencias de la fortuna, de lo pequeño que es el mundo y de las distancias que formaban nuestros encuentros. Como era temprano esta vez no tomamos cerveza; nos fuimos a desayunar al Café Tacuba. Es un lugar fascinante; un edificio de época colonial que prepara comidas para el recuerdo acompañadas con música en directo.
Otra vez me explicó su vida y hizo especial énfasis en como el juego y la compra de futuros le habían arruinado. Me vino a decir que sólo le quedaba aquella librería atestada de volúmenes que justo daba para  comer. Tenía que vivir en la trastienda…
Mientras comíamos nos inundó la melancolía; teníamos sesenta años y los golpes nos habían derrotado. Cuando le explique los episodios de mi vida dijo:

-El tiempo decanta la balanza hacia el dolor.-

Entre los recuerdos salió el tema de nuestros años de infancia. Fue entonces cuando le pregunté si sabía alguna cosa de la catequista. Me miró fijamente y se puso a llorar; después de un rato largo me dijo casi sin voz.

-Vive conmigo en la trastienda, tiene 73 años y el alzhéimer está terminando con su vida…-

No supe que decir y nunca olvidaré su nombre, tampoco le pregunté nada más. Me negué a hacer el ejercicio mental de siempre, ahora no quise recolocar las cosas en la tragedia. Me negué a saber como el destino los había unido de nuevo; sobretodo, rechacé la posibilidad de ensuciar y destruir la única imagen poderosa de mi niñez.
Esta vez no me dio su dirección, pensé que conocía el lugar y era fácil encontrarlo. El 13 de febrero fue mi cumpleaños; hice sesenta y cuatro. Estuve indagando para conectar con él y saber algo; no conseguí el correo pero sí el teléfono, le llamé durante un día entero pero nadie me contestó…

Postdata: Este relato es real, cualquier semejanza con la  ficción es pura coincidencia…

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