miércoles, 19 de noviembre de 2014

Entre los dedos y el mar dejo la caricia lujuriosa y el beso negro.


Entre los dedos y el mar dejo la caricia lujuriosa y el beso negro.
De: El testamento de Caín.

Bajo la superficie de las tierras fértiles hay una caja de piedra donde se oculta el dolor y se escuchan lamentos del pasado: ¡son sonajas de viejos…! Qué hay en sus voces que nos entristecen hasta languidecer. Qué tiene la juventud que interpreta estos aullidos con apetito insobornable para el festejo, para dejarse ir entre fluidos hasta el amanecer: es el poder de los líquidos y el dulce mensaje disuelto en ellos. Sólo los jóvenes están receptivos a la vida y a la seducción de sus aguas. Pero...
Qué hay en su tono que marchita las nalgas y hace estremecer las corvas hasta caer rendidos: ¡el testamento de Caín!
De lo que ha pasado, de lo que está pasando, de lo que viene seguidamente… nadie sabe nada, nada: ¡todos inocentes! Fue, es, será una locura colectiva y basta… ¿?
Los desahuciados aumentan, los jóvenes no tendrán el bienestar de sus padres, los emigrantes son desplazados:
¡marchan al norte como las grullas marchan!
Las columnas del hambre crecen, los comedores comunitarios se llenan y los niños son testimonios de una nueva época. Las prostitutas se alinean en las carreteras, son víctimas de proxenetas tetrapléjicos, rufianes con miembros robotizados…
En Magaluf, las noches se asemejan a las bacanales de Dionisos, al jolgorio ensordecedor de un viaje celestial. Las fronteras de lo privado y lo público se han roto, han explosionado como sandías en el asfalto. Las aguas cálidas excitan los nervios, brotan los deseos a empujones y junto a los besos negros se mercadean copas por felaciones...

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