viernes, 14 de noviembre de 2014

Los actos de contrición y la ira.


Entre los actos de contrición dejo la ira.

El testamento de Caín se enquista en el pecho y toma virulencias insospechadas, se comprime al tamaño de una glándula inflamada y aprieta la garganta hasta hacerse mordaza. El instante de las vacilaciones se dilata en el tiempo y el ahogo se hace interminable. Es entonces cuando una sensación de asfixia hace difícil la respiración y ese pesar, ese desconsuelo enluta la luz de los ojos y apaga las creaciones del sol. Entonces se siente un chasquido y se precipitan los acontecimientos, aparece el cuchillo en la mano acompañado de un chirriar de dientes y ahí se disponen los motivos, se alinean y transfiguran las bondades. Ahí se revela la crueldad en su máximo esplendor: ¡todo se disuelve en un instante! Nada es controlable y sólo queda el trance fatal, el que arrebata la vida del otro como acto de “liberación”.

En el distrito de Bara, al sur Katmandú, se realiza el mayor festival de muerte del mundo. Se sacrifican 500.000 animales a la diosa Gadhimai, y acuden a la matanza 5.000.000 de personas. Los participantes consumen alcohol, exhiben poderosos machetes y cuchillos y se comen la carne asada o hervida en sus festejos: es una fiesta que celebra la muerte para invocar la vida. Ghadhimai también se le conoce como Shakti (el alma), una de las cincuenta maneras de nombrarla. Sus atribuciones son las de invocar la energía primordial y renovar el pacto por la vida.

Los protectores de los animales están en lucha para evitar este tipo de rituales…

Quizá Caín nos legó la contrición ante la diosa y la gratitud por la permanencia. La existencia asume la crueldad en un ritual donde la vida cae fulminada. Nos legó pues la capacidad de matar y comprender el crimen como un acto de voluntad divina… ¡quizá de enajenación!

Para condenar o justificar este hecho podemos pensar lo que más convenga, lo que esta claro es que la vida se soporta sobre la muerte y que los animales mueren para alimentarnos y a su vez, nosotros seremos alimento.

La presencia de Abelen los ojos de Caín se le debió hacer insoportable, activaba un ácido hiriente en el lóbulo frontal y seguir así era un tormento. No podía sentirse vivo en el mismo espacio, pisar con igual derecho la misma tierra y comer el mismo pan… ¡Ay!

Fue un instante, un acto de inspiración.

Todo quedó decidido en un soplo involuntario y…

Abel regó la tierra y de sus restos fermentados nacieron las amapolas…

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