martes, 28 de abril de 2015

Tarapacá. Carretera entre agua y arena




Carretera entre agua y arena.
La llegada al Pacífico después de días de deambular por el desierto de Atacama, fue un suspiro que dejó el aliento en suspenso...
Caminar por la panamericana es hacer un viaje paralelo entre la tierra y el mar, encontrar pequeños islotes de rocas cargados de aves que viven de la pesca, decir adiós con premura a los pescadores y recolectores de algas y saturar todos los deseos en sequío. El viaje es lento, pausado y revelador, por eso da tanto margen a la fabulaciones, recuerdos perdidos y melancolías. El sol se desploma entre aquella tierra sedienta y también deja seca la garganta, los ojos quedan adormecidos y la piel se apergamina lentamente. La luz es intensa y los contrastes hacen del relieve un mundo dormido, momificado como los muertos de Chinchorro, pieles resecas que amenazan con despertar de manera súbita.
Cada estación, cada parada, es un baño de arena y sol percutido con peñascos. Es una mirada perdida en el horizonte del mar y encontrada en detalles que se esconden entre rocas: montículos entumecidos entre mantos de polvo. El perfil de la costa es soberbio: nada se escapa a la mirada y aquellos batientes secos dejan una caída en los sentidos que todavía los percibo, los noto como aletean en el pensamiento y así los invoco...


La isla de los pelícanos. Chile, Región de Tarapacá. 2015

  La costa seca, el camino panamericano del Pacífico.


  La panamericana. región de Tarapacá. chile 2015


Después de muchos kilómetros aparece el perfil de Iquique, un oasis amenazado por una duna gigantesca que se ha convertido en la ciudad turística del norte. También es un puerto importante que toma el aliento del mar y hace de sus playa el encuentro esperado con las aguas. Los pescadores lo toman con alegría, lo festejan y viven de lo que trae el azar: son los artesanos del océano que ajustan sus artes en el trasiego de los días. Las gentes se arraciman entorno a los barcos pesqueros: lo hacen para comunicarse, saber de la fortuna y comprar las “palometas” casi vivas.

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