martes, 21 de abril de 2015

Geysers del tatio



Geysers del tatio 

Era noche oscura, las estrellas se mostraban claras, el frío era intenso y nos disponíamos a subir hacia los géiseres del Tatio. Están a 97 kilómetros de San Pedro de Atacama y hay que moverse por pistas de tierra y grava con una ascensión pronunciada hasta llegar a la altitud de 4.300 mts. La salida es a la 04:15 y como siempre nos demoramos por los dormilones que les cuesta aparecer y algunos cuando lo hacen están borrachos o cargados de marihuana. Nos pasan a recoger por el hotel con unos 4x4 bien equipados y nos disponemos a hacer la ruta de noche y con la curiosidad impregnada en el ánimo: ¡la aventura está servida!

 El baño matutino. El Tatio. Chile 2015

Justo al amanecer, cuando los resplandores del alba definen claramente el perfil de los volcanes, se llega a este espectacular paisaje del altiplano. Casi todo es oscuridad y tiniebla. Es justo cuando los resplandores dibujan las montañas y el valle se despierta en penumbra,  cuando el espectáculo se presenta más turbador. Las humeantes chimeneas se exhiben con mayor fuerza al recortarse sobre el fondo oscuro de los montes. El frío se acrecienta con el calor del agua y el burbujear y escapes de vapor rompe el silencio de la noche. El espectáculo es fascinante, mas de 70 humeantes calderas respiran las emanaciones del agua. Algunas de ellas salen a más de 100 grados y se hacen amenazantes y peligrosas. Unas vallas de protección impiden que la gente se acerquen demasiado y se puedan cocer vivos: ¡algunos ya lo han hecho! Los más atrevidos se asoman con sus cámaras a hacer fotos de los burbujeantes pozos y los más prudentes se preparan para el baño.

Empieza a iluminarse el día, la temperatura está bajo cero y sólo cuando te acercas a los géyseres encuentras el consuelo de un cambio considerable de temperatura...



Escenarios de vapor. El Tatio. Chile 2015

  Autorretrato con roca del Tatio. Chile 2015


Emanaciones de agua caliente. El Tatio Chile 2015



No parece que aquel “escenario dantesco” sea el preámbulo del infierno: ¡no huele a azufre! Es un regalo de la naturaleza que nos presenta con todo su poder las permutaciones de la materia. Allí los cambios de temperatura exhiben una “instalación” de gran nivel y con permanencia ilimitada. El esplendor de las fumarolas colman el valle y las gentes quedan fundidas entre aquellos alientos humeantes como almas inocentes.
El desayuno es suntuoso, variado y nutricio. La leche la han calentado dejando los tetrabriks en las torrenteras de agua termal subterránea: la temperatura es la ideal...

El sol ya está apuntando el valle, algunos aprovechan el baño otros pasean entre las calderas del campo geotérmico, observan las impresionantes columnas de vapor, el juego vaporoso de las fumarolas, las pozas de agua hirviendo y el color de las rocas ahora activadas con la luz del sol.
En aquel valle cerrado por altas cumbres, la luz solar tiene algo de teatral, de aparición súbita. Es una visión espectacular, un encuentro feliz con la naturaleza, una manera rápida de unirse al nuevo verso del amanecer.

La sesión de fotos ha sido apasionante y ahora la luz ha amortiguado el efecto del vapor, pero el valle se ha hecho diáfano y podemos apreciar mejor las costuras de la tierra. Aprovecho para hacerme un autorretrato acompañado de una roca magmática.
Después continuaremos hasta el barranco de Guatín: no está lejos y es un lugar donde las montañas de roca viva dan paso a un río cristalino cargado de vida, todas son plantas de agua, algas, berros, juncos... y viviendo de ellas: flamencos, patos, conejos, guanacos… En los cerros se yerguen los cactus erectos, son como presencias espectrales colocados al azar. Aparecen dispersos y caprichosos.

¡La vida es sorprendente y siempre emerge de la precaria necesidad!

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