Geysers del tatio
Era noche oscura, las estrellas se mostraban claras, el frío era intenso y nos disponíamos a subir hacia los géiseres del Tatio. Están a 97 kilómetros de San Pedro de Atacama y hay que moverse por pistas de tierra y grava con una ascensión pronunciada hasta llegar a la altitud de 4.300 mts. La salida es a la 04:15 y como siempre nos demoramos por los dormilones que les cuesta aparecer y algunos cuando lo hacen están borrachos o cargados de marihuana. Nos pasan a recoger por el hotel con unos 4x4 bien equipados y nos disponemos a hacer la ruta de noche y con la curiosidad impregnada en el ánimo: ¡la aventura está servida!
El baño matutino. El Tatio. Chile 2015
Empieza a iluminarse el día, la temperatura está bajo cero y sólo cuando te acercas a los géyseres encuentras el consuelo de un cambio considerable de temperatura...
Escenarios de vapor. El Tatio. Chile 2015
Emanaciones de agua caliente. El Tatio Chile 2015
No parece que aquel “escenario dantesco” sea el preámbulo del infierno: ¡no huele a azufre! Es un regalo de la naturaleza que nos presenta con todo su poder las permutaciones de la materia. Allí los cambios de temperatura exhiben una “instalación” de gran nivel y con permanencia ilimitada. El esplendor de las fumarolas colman el valle y las gentes quedan fundidas entre aquellos alientos humeantes como almas inocentes.
El desayuno es suntuoso, variado y nutricio. La leche la han calentado dejando los tetrabriks en las torrenteras de agua termal subterránea: la temperatura es la ideal...
El sol ya está apuntando el valle, algunos aprovechan el baño otros pasean entre las calderas del campo geotérmico, observan las impresionantes columnas de vapor, el juego vaporoso de las fumarolas, las pozas de agua hirviendo y el color de las rocas ahora activadas con la luz del sol.
En aquel valle cerrado por altas cumbres, la luz solar tiene algo de teatral, de aparición súbita. Es una visión espectacular, un encuentro feliz con la naturaleza, una manera rápida de unirse al nuevo verso del amanecer.
La sesión de fotos ha sido apasionante y ahora la luz ha amortiguado el efecto del vapor, pero el valle se ha hecho diáfano y podemos apreciar mejor las costuras de la tierra. Aprovecho para hacerme un autorretrato acompañado de una roca magmática.
Después continuaremos hasta el barranco de Guatín: no está lejos y es un lugar donde las montañas de roca viva dan paso a un río cristalino cargado de vida, todas son plantas de agua, algas, berros, juncos... y viviendo de ellas: flamencos, patos, conejos, guanacos… En los cerros se yerguen los cactus erectos, son como presencias espectrales colocados al azar. Aparecen dispersos y caprichosos.
¡La vida es sorprendente y siempre emerge de la precaria necesidad!
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