miércoles, 29 de abril de 2015

Las momias de Chinchorro.


Las momias de Chinchorro.


Si hay un tema física y culturalmente transcendente, una verdad indiscutible, una realidad filosófica que nos conduce directamente a la metafísica, ese es el asunto de la muerte: una cuestión insoluble que impone el hecho de estar vivos.


La muerte es la parálisis de la actividad cerebral, el colapso del sistema, el regreso al estado primigenio de materia y energía que regresa a donde nunca se fue. Para los que estamos vivos, la muerte y nuestra condición material genera el más grande de los enigmas: adónde van los sentidos que nos alumbran el mundo y dónde se refugiará el espíritu que nos habita. Es imposible no hacerse la pregunta: qué crea nuestra individualidad, dónde habita el alma que nos anima y adónde va cuando fenecemos. El pensamiento que evoca los recuerdos se colapsa y deseamos pensar que quedan registrados en algún lugar. 


 Figura de madera. 

Estas divagaciones me entretenían la mente mientras estaba en el Museo Arqueológico y Antropológico de San Miguel de Azapa en Arica, región de Tarapacá al norte de Chile. Aquellos trozos de piel y huesos humanos no decían nada, nada: todo su pensamiento estaba cubierto por el silencio de la eternidad. No obstante la materia, los residuos que había dejado la muerte y la manera de presentar los restos humanos, exponía un pliego de intenciones que hablaban sin cesar: eran un clamor contenido en un período largo: más de 7000 años. (¿...?) Las momias de la cultura chinchorro son las más antiguas de la tierra y su conservación es debida al aire enjuto del desierto de Tarapacá.


Los ritos funerarios configuran la primera puerta para entrar a ese mundo oscuro, universo donde nunca hay respuesta excepto aquella que deseamos escuchar y sentir los vivos. Sólo los movidos por la certeza de la fe, los necesitados de esperanza, los fabricantes de sueños, pueden “imaginar el fértil jardín del paraíso y fabricar otro mundos donde ocultar y calmar los fracasos de la vida. Aquí, en este mundo árido, sólo podemos soñar y los nigromantes hacen de enlaces para conducir los sueños.


La cultura Chinchorro "momificaron" a sus cadáveres con el ánimo de perpetuar su presencia en un valle cercano a Arica. En realidad no momificaban, les quitaban toda la carne y la substituían por paja, barro, colorantes y otros materiales que soportaban bien el paso del tiempo. Una vez realizado el proceso se llevaban los cadáveres con el grupo, sencillamente como parte integrada del mismo: ¡estaban vivos…!

La muerte es un espejo sin azogue que nos impone la vida y queremos ver en ese pozo oscuro, sin reflejo alguno, la reverberación de aquello que pensamos entre la incertidumbre y el deseo. Sin duda este es el tema más importante de la humanidad, pero ninguna cultura ha sabido dar una respuesta definitiva y todas han intentado solucionar el enigma del alma y el recuerdo hiperpresenre del fallecido. Querer conquistar la inmortalidad ha sido un reto que han intentado todas las culturas y todavía estamos en ese intento fallido. Quizá la única manera de conseguirlo sea la de Homero, él es un inmortal como afirma J. L. Borges…

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