jueves, 7 de mayo de 2015

Elogio a la luz en las lagunas Eduardo de Avaroa. Bolivia


Laguna Cañapa
Elogio a la luz
En la ruta andina estuvimos en el Parque Nacional Eduardo de Avaroa: la idea era seguir las lagunas y los poderosos paisajes del Alto Perú. (Así llamado en tiempos de las colonias, hoy es parte de Bolivia y otras zonas del altiplano andino). El encuentro fue magnífico: ya he hablado de ello y me dio mucho para pensar. Las imágenes de hoy son la prueba de unas contingencias difíciles de describir pero a su vez apasionantes. Pensar sobre ellas me llena de perplejidad y a la vez me anima a seguir en el camino trazado en la década de los 70. 
Años más tarde, cuando lo consideré necesario, empecé a ordenar mis aprendizajes, observaciones y experiencias en la naturaleza y en ello estoy todavía, atado a la escultura y a la palabra. De todo ello nació  una realidad nueva y me puse a trabajar en La Comella como un jardinero, a explicar los encuentros y compromisos sin tener habilidades en el uso del lenguaje ni saber como afrontar el tema...


Laguna hedionda.

La épica del paisaje se desglosa en la palpitación de la luz, todo queda presente y matizado por ella. Las montañas altas obligan a las nubes a estremecerse rasantes y apretadas: así se hacen reflectores descomunales. Nada se detiene ante la reverberación de las bardas que viajan vaporosas y proporcionan matices especiales a todo lo que vemos. Ellas hacen de pantallas gigantes que obligan a los rayos luminosos a vagabundear de uno a otro reverbero y nos muestra la armonía de los montes, la cadencia de los años, la voz silente de la naturaleza.

Laguna Hedionda.

Cuando estamos en un lugar así los ojos chispean, la “realidad” se hace confusa, el tiempo se detiene, los sentidos se confunden pero hay algo que se presenta con claridad: el mundo nos pertenece y nuestro pensamiento se deviene naturaleza que se observa. En ese momento estamos unidos por un rapto mineral, pertenecemos a algo que no necesita “el yo” y nos fundimos en el embrujo orgánico del mundo. Allí estamos porque ya estábamos antes de haber llegado, allí somos lo que siempre hemos sido, materia que toma conciencia en la luz de un instante.
Parece muy complicado pero pienso que es sencillo: el lugar nos habla en directo y lo hace a todos los sentidos. Lo hace en aluvión, todos a la vez y sin pausas. La luz nos descubre que cada instante supone la vivencia de un momento único y que no hay retroceso: ¡sólo hay una dirección!


Ante los ojos se presentan manifestaciones jamás vistas: todo se nueve al unísono y a la vez nos parece que permanece en eterna quietud. Aquí son los envites de la luz los que formulan cambios asombrosos y se cuelan en nosotros sin tener tiempo para pensarlos, oírlos, entenderlos… o sí...

En aquellas circunstancias todo se animaba con el movimiento de las nubes y los reflejos proyectados en las aguas hacían multiplicar los efectos de aquel caleidoscopio misterioso. La montaña, las nubes, los lagos, los rastros del viento y los empujes de la tierra, presentaban situaciones de alta sinergia. Es un lugar de misterio donde la materia se hace presente en su formulación estética: todo aparece bello y emocionado. Es un espectáculo permanente que no necesita espectadores ni aplausos, no está hecho para ser contemplado: ¡está y se bastaba él para contemplarse así mismo! Nosotros somos los únicos que podemos presenciarlo, tomar distancia y contemplarlo como realidad poética y estética. Pero no todos podemos enjuiciarlo y menos expresarlo con palabras. Algunos se dejaran ir por un instinto natural, lúdico, telúrico... no desean contener ni describir las emociones. Entonces sin pensarlo empiezan a escalar las piedras, escriben su nombres, ordenan los cascajos dejados por el tiempo, gritan en todas las direcciones y se hacen Selfies con todos los fondos. Lo hacen para tener un testimonio fiel de que estuvieron allí pero tambien para unirse al lugar…


En realidad esta es la prueba evidente de que no podemos substraernos a la seducción del paisaje y a los efectos de la luz. Esta es la muestra de que la naturaleza nos habla directo al corazón y con sus poderosas armas nos posee y cautiva. Ella nos habla a los sentidos y nosotros respondemos como niños enloquecidos, entusiasmados y delirantes. Nos vemos sacudidos por los mágicos cascabeles del mundo y ante aquella incertidumbre poderosa tenemos que decir o hacer alguna cosa. Gritamos porque no podemos contener las emociones, escalamos porque quizá lo que hacemos es subir a lomos del padre, nos escondemos en las grutas porque añoramos el vientre de la madre, escribimos el nombre porque anhelamos la eternidad y que hay más eterno que el cono de un volcán, la cima de la montaña, el batiente de un farallón…

Ordenamientos: actos espontáneos que implican orden y aceptación del lugar. Parque nacional Eduardo de Avaroa. Bolivia 2015. Es una manera directa de "estetizar y humanizar" el paisaje, quizá no aceptar que él es la prueba evidente de la belleza del mundo.


Allí la conciencia se abre en plenitud a los susurros humanos, escuchamos sus murmullos, eco del que dejaron nuestros abuelos. También sus silencios que son los nuestros y entonces nos encontramos desnudos y desvalidos en aquel lugar: quietos y expectantes en la encrucijada de la vida, quizá intuimos el misterio de todos los tiempos. Nos vemos diminutos ante el espejo de los cielos y sentimos su gravedad hasta quedar rendidos. Al instante apreciamos como nos comprime lentamente y nos reduce a polvo, ¡sólo polvo! Casi ciegos contemplamos la inmensidad y descubrimos que no somos otra cosa que un poco de luz que entra por los ojos e ilumina el fondo oscuro de la mente. En ese instante es cuando se hace posible la comunicación con la naturaleza. Empezamos a confiar en ella y le hacemos entrega de todo lo que somos: ¡así se materializa la unión reconciliada! Es un instante de sosiego, de inmenso gozo...
Después, sin decir nada, marchamos en silencio con las imágenes cautivas.
¿Son actos de vanidad, presunciones y soberbias humanas? no: ¡son regalos para vosotros!

No hay comentarios:

Publicar un comentario