lunes, 4 de mayo de 2015

Bolivia: geiseres del Sol de mañana.



Bolivia: geiseres del Sol de mañana. 
Después de una noche con síntomas de ahogos por falta de oxigeno, de extrañar el lugar y de pasar frío para ir hasta el río a orinar por falta de baños, nos levantamos dos horas antes del amanecer. Había que madrugar según el programa ya que teníamos que llegar a los geiseres del Parque Nacional de Eduardo de Avaroa antes de la salida del sol: por algo les llaman “Sol de mañana”. Realmente mereció la pena, especialmente escuchar el aullido de la tierra debido a que es una zona con gran actividad volcánica y los escapes de gas crean un resuello especial. Separado unos cincuenta metros de la zona de geiseres, habían hecho un agujero para estudiar las posibilidades del aprovechamiento de la energía geotérmica. El vapor lo habían encauzado con tubos de no más de 10 centímetros de diámetro y el resultado era espectacular... El chorro de vapor era tan potente que no se podía formular ante los ojos y el sonido de aquel escape era atronador. La cantidad de energía que salía de aquel agujero podía alimentar a una ciudad de buenas proporciones. Después mirabas hacia el este y se presentaba con todo su explendor el espectáculo del vapor. La acción candente del interior de la tierra liberaba energía por chimeneas de diámetros anchos y fumarolas blancas creando una sensación de tiempos pretéritos. Aquel valle vaporoso se embellecía al ser iluminado por los primeros rayos del sol. Eso hacía del momento un acto iniciático, primigenio, original: recordaba como fue el inicio de la formación de la tierra y nosotros estábamos allí confiados a aquel poder oscuro...

 Tubo de escape de un estómago fermentado. Geiseres de Sol de la mañana. Bolivia. 2015

 Geiseres de Sol de la mañana Bolivia. 2015


 Mi paseo por los poros de la tierra.


Geiseres de Sol de la mañana Bolivia. 2015

El barro hirviente... geiseres del sol de la mañana Bolivia. 2015

El frío era considerable, la altitud, 4850 metros, el mareo y la torpeza de los pies no ayudaba a ponerse al abrigo del aliento de la tierra, pero con cierto atrevimiento nos acercábamos todo lo que era posible a aquellas pozas que conectaban con el centro de la tierra. Las sensaciones que se percibían eran de temor, admiración, extrañeza, asombro, recogimiento y admiración. Todo era poderoso e invisible: ante aquella fuerza no éramos casi nada, sólo testigos de cómo respiraba la tierra y aunque con prevención y respeto esta es nuestra casa y no podemos cambiarla...

De aquellas columnas de vapor destaco las pozas de lodo hirviendo o soplando con ritmo aleatorio. Aquellas calderas de gelatina burbujeante recordaban el infierno de Dante pero con los colores del alba.

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