domingo, 24 de mayo de 2015

El saber de los árboles en San Javier de Chiquitos




El abrazo. San Javier de chiquitos. Bolivia 2015

El saber de los árboles. 
Cualquier masa de materia ejerce sobre nosotros una influencia considerable, en algunos casos es determinante pero nos resulta desconocida. Su “radiación” es sutil, su “resonancia” imperceptible, su poder incontrolable y además se manifiesta de manera diferente en cada persona. En la mayoría de casos solo tenemos en cuenta su valor como referente en el paisaje, su cualidad protectora y valoramos cuando es beneficiosa si nos procura bienestar y maléfica si nos enferma o inquieta. Estoy convencido que los estudiosos y maestros en Feng shui tienen bases experimentales sólidas y saben lo que hacen. Pero el tema es difícil de controlar y es un territorio fácil para aquellos que se buscan la vida con la venta de principios exóticos y cháchara fácil.

 Cortes mecánicos. San Javier de chiquitos. Bolivia 2015
El feng shui utiliza el “aliento vital de la materia” cuyo flujo queda alterado por la orientación cardinal de los objetos, las formas y volúmenes que le circundan, la posición en el espacio y los cambios temporales. Pienso que todo eso es más o menos cierto: estoy convencido de que el contexto nos hace, pero todavía no tenemos medios plausibles para considerar las infinitas variables que se presentan. No podemos ni sabemos escoger la mejor posición, la orientación optima de nuestro lugar en el mundo. Además, estas fuerzas son tan leves que pueden contrarrestarse entre si o bien modificarse con la presencia de un árbol, la rotura de una roca o el movimiento de la tierra. Para estar orientado en la elección de un lugar para vivir, una buena opción es hacerlo allí donde la vida lo tiene fácil y el lugar proporciona seguridad: eso ya es una garantía...


Helechos.  San Javier de chiquitos. Bolivia 2015

 Líquenes.  San Javier de chiquitos. Bolivia 2015


Canchales. S. Javier. 2015
En ocasiones los grandes canchales, los soberbios pedregales, configuran un paisaje extraño y benéfico. Las rocas y cuevas han sido nuestro hogar durante millones de años y eso lo llevamos incorporado a la genética mucho más allá de la especie. Cada piedra, hueco, gruta, abrigo, tienen su propia imagen y todas juntas establecen en nosotros un discurso oscuro y misterioso. Lo primero que acude al pensamiento es qué hace aquello allí y como se han moldeado aquellas caprichosas formas. Después ves que aquel paisaje es parte de los restos del pasado, focos de resistencia que allí han mantenido su posición y han sido cobijo de muchas especies en situaciones diferentes. Son lugares con memoria, lechos naturales que dan cobijo a formas vivas.

El contexto del pedregal de S. Francisco Javier tiene todos los principios que busco en la naturaleza, el asombro y la fascinación ante aquellas formas durmientes, el misterio que se resiste a los ojos y el pathos dramático que destila el espacio.

 San Javier de chiquitos. Bolivia 2015

El lugar ya ha sido visto en la zona, especialmente por un escultor que ha hecho allí su hogar. Juan Bustillo se ha instalado en aquel enclave a sabiendas de que el poder de aquella propiedad rocosa influirá en su pensamiento. Es natural, las intuiciones siempre se alimentas de lenguajes ocultos. Allí los misterios se destilan, bañan cada día la atmósfera donde vive y se pueden hacer presentes en la obra si él es receptivo. Juan Bustillos percibe el poder admirable y dramático de los granitos y con ello templa sus expresiones. Cómo no ver la fuerza de los tendones que abrazan los canchales, cómo no aprender de los tensores hechos con las raíces de los árboles, cómo no sentir su abrazo cuando estos coronan la piedra y literalmente se encadenan a ella, como no ver como abren la roca con la complicidad del tiempo.

La grieta.  San Javier de chiquitos. Bolivia 2015

También han sido visto por gran variedad de plantas y han asumido la dureza de la existencia naciendo en una grieta. Allí se han hecho un rincón fértil y han aprendido a luchar para sacar los nutrientes y hacerse árboles poderosos. Las raíces tienen ojos, han mirado con atención como abrazarse a la roca, han aprendido a entrar en las grietas, buscar los apoyos, distribuir las fuerzas, tensar los músculos, abrir la boca y alimentarse de aquella roca abisal. Los árboles, una vez sujetos, suben confiados y cabalgan las piedras: sobre ellas se hacen robustos, frondosos y bellos.

Rebuscadas las grietas, los rincones y capilares húmedos, cada hueco pequeño es un lecho vivo que se expresa con todas sus posibilidades. En San Javier se han reunido y abrigado las fuerzas naturales y han hecho de aquel lugar un rincón único, un vientre fértil que se nutre con simbiosis generosas.

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