lunes, 11 de mayo de 2015

Mineros en el cerro rico de Potosí



 Casi no hablaba y no me dio su nombre. Lo recordaré con afecto y llevaré su imagen en la memoria.

Cerro rico de Potosí 
La minería es el recurso económico más importante de Potosí. Ahora extraen estaño, cinc y plata. El sistema ha degenerado con el tiempo, las dificultades para sacar el mineral han aumentado, el peligro es mayor y decantarse hacia la pobreza también. Excepto algunas empresas que han puesto maquinaria moderna y sistemas más seguros de trabajo, la minería en Potosí se ha debilitado. Las minas grandes pueden sacar el mineral de manera industrial y procesarlo para tener el beneficio limpio, así devoran la montaña más deprisa y no necesitan pedir permiso a los dioses del cerro ”el Tío”.


El cerro de Potosí. Las minas pequeñas y las escombreras donde se tira el material sobrante. 2015

Mineros sacando mineral.  Recuerdos y suerte...

El procedimiento antiguo es el que predomina y resulta poco rentable y además es peligroso. Los “pequeños industriales” siguen como hace siglos: extraen el material en pequeñas vagonetas, lo arrancan con picos y lo venden sin procesar. Hay infinidad de agujeros en el cerro que lo han dejado carcomido, poroso como un hormiguero con infinidad de corredores.

Todo lo que explicaré a continuación me lo comunicó Víctor Hugo, un minero amable que mintió en más de la mitad de las cosas que me dijo: seguramente también en el nombre. Era minero, sí, pero también se sacaba un sobresueldo explicando a los periodistas, estudiosos de la minería y turistas lo que ellos querían sentir: “las miserias del cerro.” Naturalmente escuché y le seguí la cuerda; por su parte él me enseñó “ su mina” y todo lo referente a la vida de los mineros. Por el momento la entrada que me presentó como lugar de trabajo hacía meses, quizá años, que no se había entrado, el barro en las vías lo delataba y el techo amenazaba con un derrumbamiento súbito. Era como la cueva donde se refugió Mahoma… con telaraña incluida. 

 La mina inactiva de Víctor Hugo.

Preparándose para entrar. Mastican coca, es el alimento del día.

Cuando llegué él estaba en la puerta con todos los preparativos. Para entrar siguen el ritual de masticar (charcar) coca en la entrada de la mina hasta tener en la boca una bola considerable, tanto que con el tiempo les deforma la mejilla y la mandíbula. Con aquella bola trabajan todo el día, es el estimulo “divino” que hace que no sientan frío, ni hambre ni cansancio ni nada: el tiempo les pasa en un instante. En el altiplano andino la bola es considerada también una medida de tiempo: se dice que una jornada de trabajo son 4 ó 5 cocadas.

Se preparan para trabajar horas sin comer ni beber. Para ellos sacar el mineral de la montaña tiene mucho de rapto, de hurto al cerro y lo hacen con ese sentimiento de premura y temor... Los más organizados lo hacen por medio de la cooperativa de mineros, estos tienen póliza de seguro y un pequeño colchón económico para hacer algunas inversiones. Los que van por libres malviven y se mueren en la miseria: “el tío no les es favorable... “

Víctor Hugo, recuerdos agradecidos... Deseo que tengas la suerte de encontrar la ¡veta grande!

Al salir a la luz del sol encuentran que el día ya pasó y que es la hora de cenar: un momento para estar en la cantina o entre la familia. Las pequeñas casas de adobe y techos de calamina son para cambiarse de ropa y guardar las herramientas: nadie vive allí excepto los guardas. No van mal vestidos, llevan casco, mono impermeable, botas de agua y luz: ¡están equipados!

Yo no he podido entrar hasta “el tajo” y me habría gustado. El barro y el peligro de desprendimientos no me ha dejado pasar más allá de unos metros.

 Vista de la ciudad desde el "cerro" Se aprecia el santuario y las minas más grandes al fondo.

Excavan como ratones hambrientos detrás de la veta y extraen un material de baja calidad que no supera el 1% aprovechable, algunos tienen que hacerlo sobre tierra ya removida, eso les obliga a hacer entibaciones más costosas o no hacerlas y se arriesgan a morir aplastados. Sobreviven moviendo su bola de coca, mal alimentados, sin sistemas de seguridad, ni jubilación y sin sueldo fijo. Quizá les alimenta la ilusión de que un día encontraran, la “piedra pura”, la pepita de oro que saldará de un solo golpe todas las cuentas. Entonces cambiaran las cosas y el trabajo de 10 horas en la mina se convertirán en siglos de placer en los abrigos del sueño.

Si les preguntas algo y te ven con una cámara ya tienen el día resuelto. Ellos venden su miseria y recurren a historias increíbles que se inventan sobre la marcha. Victor Hugo, es un minero que lo sabe hacer como nadie. Primero tenía una buena disposición para la cámara, después hizo un relato ordenado de todas las desgracias del minero y por ultimo me enseñó el lugar de trabajo que fue donde se delató. En aquella mina hacía años que no se entraba, las vías eran listones de madera y el barro lo cubría todo. Además fue preciso en el orden de las informaciones: no hacía falta preguntar, él conocía que es lo que la gente quiere escuchar.

El tío es un ser imaginario en forma de demonio. Quizá es un temor encarnado en la figura que nace de la ambición que hay que calmar. Lo extraño del personaje es su erección: es símbolo de fertilidad, de lujuria... ¡allí no hay mujeres...!

El tío
Según dicen en cada mina hay un “santuario” dedicado al Tío. En teoría él es el propietario de la plata, el que vigila las entradas y protege o castiga a los mineros si estos son generosos o avariciosos. Yo no lo he visto: dicen que es de naturaleza maligna. Fui a tres entradas mineras con la misma intención, ver el santuario: en ninguna lo encontré, en cambio si que lo pude ver en una mina de Matehuala, México... Quizá no tuve suerte: también es verdad que algunos están muy adentro, ya lejano a la puerta. Sospecho que es un tema que sólo lo instalan para carnavales o el día de las comadres…

Con todo esto no quiero deshacer sus leyendas, la explotación de las minas están cubiertas de misterio. Para remediar los antiguos temores y armarse de valor para entrar, tuvieron que solucionar cuestiones mágicas que todavía perviven entre los mineros. Había que apaciguar el grito terrible de la montaña...

Primero tuvieron que aprender como acallar esas voces: dicen que el “tío” es un demonio malvado que mata a los mineros de tanto en tanto, lo hace para recordarles quien manda en la plata. Parece que el tema quedó resuelto cuando en la entrada de la mina le hicieron el santuario y allí se le hace las debidas ofrendas. Se trata de darle tabaco, cerveza y sexo. Con ello queda conforme y los mineros se arman de valor para entrar con sus bolas de coca dentro de la boca, así es como el cerro sigue entregando sus riquezas sin cesar. El tío el un alter ego, una representación de si mismos. Para calmar sus ambiciones y deseos de placer se le hacen estas ofrendas, es una manera de tener entretenidas sus propias debilidades, ocuparlas con todo lo necesario. Entonces ya pueden entrar en el agujero sin cargas y ponerse a trabajar duro, horas enteras hasta quedar agotados.

No obstante la miseria se ha apoderado de ellos y la mayoría trabajan en unas condiciones de extrema precariedad…

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