miércoles, 27 de mayo de 2015

El río Piraí y el Espejillos. Bolivia

 El río Piraí. En ruta hacia el Espejillos. Bolivia 2015

El río Piraí y el Espejillos
Era un día excelente, domingo, con sol radiante y teníamos la intención de hacer una excursión para encontrarnos con paisajes primigenios, selvas vírgenes y ríos abiertos. Partíamos de Santa Cruz de la Sierra, una ciudad equidistante entre las altas montañas y los grandes espacios verdes del amazonas, su clima es subtropical y su crecimiento es exponencial como lo fueron sus selvas.
La organización del itinerario corrió a cargo de Ana Méndez Delgadillo y ella fue la que decidió que lo más prudente y el mejor lugar para llevar a unos ancianos, (su padre, madre y yo mismo) y a una recien embarazada, (Susana, su cuñada), era ir a ver el nacimiento del río Espejillos.
Para llegar hasta allí teníamos que alquilar un 4X4 ya que los caminos son auténticos pedregales, había que atravesar rieras, subir y bajar barrancos y lo más sorprendente, atravesar el río Piray por la zona menos profunda.
El Piraí es un río amazónico sin límites definidos, es el caudal el que hace paso y define sus dimensiones de manera súbita. Es un afluente del Yapacaní, el cual en su tramo final forma parte del río Grande. El río pasa cerca de la ciudad de Santa Cruz y hacia allí nos fuimos en microbús cargados de viandas y con las naturales ganas de aventura.

Don Pancho: padre de Ana y Celia Mendez Delgadillo, agarrado fuertemente al techo de la camioneta. Bolivia. 2015

Vadeando el río: es prudente hacerlo en caravana. Bolivia 2015

Compartimos el coche con todos los habitantes de la región que salían al paso, aquello era un servicio publico en medio de la selva. Según las costumbres y la ayuda humanitaria, nadie se queda en tierra siempre que pueda agarrarse a un clavo.

 Compañero de viaje. Atravesando el río Piraí. Bolivia, 2015

Atravesar el río fue apasionante, hubo momentos que la corriente hacía flotar el coche y los bandazos hacían muy fácil que algunos de los ocupantes de la camioneta fueran catapultados hasta el agua:¡no se perdió ninguno! Al regresar de Espejillos el caudal había subido y un coche que nos seguía con mucha cautela se quedó allí atascado. En el periplo de vadear el caudal, el que nos seguía no tomó la misma trayectoria, se desvió de la rodada de la fortuna y alguna poza oculta lo bloqueó: allí quedó clavado. Parado y semi hundido en medio de aquellas corrientes de aguas embarradas. Allí quedó acompañado del griterío aterrado de sus gentes y el gesto divertido de los mirones que estaban en la orilla, entre ellos algunos policías con coches bien equipados.
¡Espero que ya hayan salido…!

  Compañeros de viaje. Atravesando el río Piraí. Bolivia, 2015
El resto del camino no fue tan peligroso pero los traqueteos y bandazos del coche obligaban a estar atento y bien agarrado a lo que pudiera suponerse que era un soporte estable. Cada cual hacía lo que podía, los más adiestrados iban de pie y cogidos al techo de la cabina, los menos lo hacían semi-sentados sobre fardos, sobre las piernas de otros, a horcajadas sobre la carga. Asidos a los laterales, a la carrocería, al vecino o a cualquier saliente que proporcionara seguridad. Yo fui haciendo fotos con una mano y con la otra asido a un lateral, trabado entre las piernas de los demás y como podía. Así hicimos el viaje de ida.
No todo era tan seguro como parecía estarlo. Al regresar dejé la cámara en descanso. Menos mal ya que en un mal momento la puerta posterior de la camioneta cedió y yo iba cogido en el ángulo de la misma. El peso que descargaba sobre ella era excesivo, los vaivenes de la gente aflojaron los sistemas de cierre y los laterales se abrieron. Durante un tiempo breve tuve que impedir que la puerta trasera se abriera del todo y con los brazos tensados hacer de cierre. Fue un momento que puso a prueba los reflejos de los ocupantes y como una sola mano todos los miembros se unieron. Los músculos de cada individuo se tensaron y mantuvieron unida la carga en un grupo compacto y sólido: ¡no pasó nada pero unos cuantos podían haber ido al suelo!
También era un ejercicio interesante y cómico tener que esquivar las hojarascas de los árboles: eran caminos estrechos bordeados por grandes árboles y en ocasiones las ramas invadían el paso. De tanto en tanto, alguna te golpeaba la cara o te obligaban a hacer flexiones, fintas y movimientos de cabeza, todo al ritmo de una danza que marcaba las rocas del camino.

El jardín de las vírgenes. Espejillos Bolivia. 2015

Al llegar a Espejillos tuvimos la sensación de entrar en un espacio mágico, vivo, activado por fuerzas vitales que creaban sensaciones estimulantes. El mejor ejemplo lo encontré en una pequeña repisa de roca donde unas florecillas se ordenaban de manera delicada. Al instante le puse nombre: el jardín de las vírgenes”. El resto era una naturaleza tan exuberante, tan poderosa y acaparadora que no hace falta ni comentarla, con una imagen podéis haceros a la idea.

El jardín de las vírgenes. Espejillos Bolivia. 2015

En ningún lugar he tenido la sensación tan clara de que la vida no está sólo entre los animales y plantas, que también es parte de una “vibración genésica, una substancia germinal que satura el espacio. Hay lugares donde se puede sentir de manera clara, se nota ese impulso genital, esa resonancia sexual que impulsa el goce de los bello y estimula la fecundación. Cuando más se hace presente es en primavera, prueba de ello es que tenemos una frase que la hace tangible y vigente. “La primavera la sangre altera”. Quizá lo hemos sentido pero no lo hemos reflexionado como una de las variables de la realidad estética. Quiero decir que "el espacio es creador", es una marmita donde se gestan los sentidos. No es nada extraño, es un aliento vivificador que excita los sentidos y los llena de gozo. Podríamos hablar de un masaje bascular que hace que las endorfinas se distribuyan por el cuerpo y produzcan una sensación de eterna juventud… Es una droga natural que se produce químicamente en el cerebro y se excita y se contagia con el impulso progenitor del contexto. La vida personal encuentra su lecho y una danza creadora le eleva y fecunda con las resonancias de aquellos agentes activos. El yo, ubicado en el cuerpo animado, es unido a todo lo vivo, reunido y religado al pálpito de las plantas, animales, humedales y ríos. La realidad se expresa y se goza de manera íntegra, sin intermediarios, activada por elementos externos. La naturaleza es la productora de sensaciones complejas, emociones poderosas y permanentes: el amor, el deseo, el temor, el asombro, el misterio…

En lugares especiales la vida se hace presente como propiedad intrínseca de la materia, es un estado disuelto en sus justas proporciones: humedad, temperatura, nutrientes, equilibrio de la biodiversidad, potencia regeneradora y reciclado instantáneo de todo lo orgánico. En este contexto el aire, la luz, el verde y el esplendor de la vida se hacen catalizadores de los elementos químicos que se encuentran en la glándula pituitaria y el hipotálamo. Allí se activan y, “del vacío”, de la nada, se crean composiciones nuevas, ¡sensaciones fascinantes! Las motivaciones que segrega el lugar generan endorfinas que se hacen transmisores de sensaciones de placer y deseos de vivir. La “cualidad vital”, la que está presente en el aire, es la que con su acción estimula a que la vida se excite y se ofrezca de manera tan generosa. 

Nota: Creo que el tema hay que desarrollarlo mucho más, ilustrarlo con otros ejemplos, algunos ya los he presentado… Tambien quiero decir que si hay esos espacios que excitan la vida y hacen posible la creación, tambien los hay que invocan la muerte y generan el ocaso del pensamiento...

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