domingo, 31 de marzo de 2013

Las siete sillas de Mérida

Las siete sillas de Mérida. Granito de Quintana de la Serena y bronce, 2001

El libro de barro
El año 2001 realicé una "escultura biblioteca" con el título Las siete sillas de Mérida. Entre los libros de bronce se encuentra una pequeña caja que bien puede ser una puerta abierta a la contracción del mundo; ¡allí cabe todo! Es un espacio singular donde se pueden hacer múltiples lecturas, un punto de encuentro metafórico para recoger las ideas que puedan producirse a lo largo de los siglos. El lugar es pequeño pero al mismo tiempo inabarcable. Todo queda reducido a una pequeña urna que descansa en el tercer anaquel de la segunda silla. Allí se ocultará algún día El libro de barro.

El trabajo puede ser realizado seguidamente, o dentro de 20 o de 200 años, solo hace falta confianza en la acción. Entender los mecanismos del libro de barro es aceptar que todo queda implicado en la materia, incluido las palabras escritas. Se ha de aceptar que el barro es un disco duro que aunque se llegue a formatear, siempre queda presente las huellas pasadas, y además quedan memorizadas sus infinitas transformaciones. También hay que tener confianza en el lenguaje del tiempo, ver cómo se deposita y se comprime en los depósitos del río. Los elementos ocultos condicionan el devenir, lo podemos ver cada día y podemos tener la certidumbre de que lo recóndito ejerce una fuerza misteriosa sobre la realidad presente. Esta abertura imaginaria fue experimentada años atrás (“La ventana, 1974”) y fue la consecuencia de la acción de tirar una piedra y abrir un agujero en el lugar señalado para mirar aquello que nos regalaba el pasado.

Si en Mérida se oculta el tiempo en forma de restos producidos por los humanos, el río Guadiana lo transporta en forma de barro, lo acumula en las riberas o lo acarrea hasta el mar. La acción que lleva este nombre contempla el tema de las ideas implícitas en toda la historia de la Ciudad-libro y el río-libro, y añade aquí un registro nuevo; -la llaga del tiempo queda escrita sobre el fondo material y es parte imprescindible en el contenido de la biblioteca.-

El motivo de esta intervención fue la de abrir en la escultura una puerta imaginaria, un espacio donde el barro permitiera performances infinitas igual que pasa en el lecho del río. Quise construir un lugar donde tuvieran cabida todos los autores, todos los credos y lenguajes que con su acción añadan algo innovador a la memoria de la vida.

Las siete sillas no es un trabajo encerrado en la forma de la escultura, es una obra que permite todo tipo de intervenciones, también y especialmente las aportaciones literarias. Es una maniobra conceptual realizada para evocar la memoria perdida, el dulce rincón de la amnesia, la ocultación que con el tiempo toma sentido en forma de fósil.
La biblioteca tiene un número determinado de elementos fijos, pero disfruta de un espacio simbólico que la hace accesible y permanentemente viva como lo es la acción del agua en la ribera.

El libro de barro es una propuesta conceptual que juega con la metáfora y permite que la biblioteca sea una paradoja singular. Es un tropo que ilustra y hace posible que los pensadores tengan una percepción diferente de la escultura; ¡en realidad ella es el hogar del pensamiento más que ninguna otra! Son los autores los que han de depositar sus creaciones con sólo pensarlas. La biblioteca mira expectante y en un lugar discreto se abre el receptáculo del concepto, un hueco donde todas las narraciones tienen su lugar, máxime si están escritas sobre la albardilla del río. Mañana o en un futuro lejano, la biblioteca será identificada como uno de los signos que hacen la ciudad diferente a las demás; sólo en Mérida se ha abierto un espacio para los pensamientos furtivos y sólo allí tiene lugar el dulce rincón del olvido. Por otra parte, el libro de barro permite que la biblioteca sea una obra con infinidad de autores; ninguna otra tiene un espacio reservado a lo indecible. Por ello se necesita la colaboración de todos aquellos que piensen que las capas de barro que acumula el Guadiana en su ribera, son en realidad soportes en blanco, telas para pintar, papeles para escribir, arcilla para modelar, materia que podemos humanizar y ocupar con el dulce juego del pensamiento. De ésta manera se puede hacer que los libros se llenen de contenidos presentes y futuros; palabras de los días que emulan la canción del agua.

Sé que es duro asumir nuestra condición transitoria; para un escultor es difícil hacer actos efímeros, ocultos a la mirada de los demás, pero pienso que también es gratificante ser fértil por un instante y morir en una sola noche como ciertas mariposas. Es alentador escribir con el dedo en la pared y pensar que los ojos humanos no pueden ver nada pero la temperatura de la mano ha dejado un rastro de calor que es detectado por el fino sentido de la serpiente.

1 comentario: