viernes, 24 de junio de 2011

Eructos y héroes.

Mar Sánchez, Los Monegros, 2005

Eructos y héroes.

El aleteo del mundo nos pesa a unos más que a otros y en el reparto, algunos quedan sometidos, abatidos por la carga viral que les toca.
El presente relato trata un aspecto especial del sufrimiento humano: el fracaso.
Tras la derrota de sus ideas, el superviviente queda permanentemente dolido y pervive en la esperanza de un futuro reparador.

Le comunico el asunto al ya anunciado agujero y este se niega a contestar; pienso si será por la complejidad del tema…
Al final empieza su discurso arrollador y sin pausas.
—Las ideas políticas, religiosas, estéticas, son el fruto del pensamiento forjado en los avatares de la historia y la realidad de los hechos pueden ser interpretados, vividos y gestionados de muchas maneras. La resultante de estas contingencias sociales hacen que el fin perseguido pueda ser heroico o infame para algunas personas y según el caso para toda una nación. —
¿Así pues el dolido puede ser un héroe o un infame. Igual que el creador, su trabajo puede estar en el museo o en el almacén de trastos viejos. Su valoración será siempre según concluya su apuesta personal en el seno de la sociedad?
— Queda aclarado en el juego de las opciones; cada persona escoge su camino mediatizado por el contexto y la fortuna, el desastre o el triunfo no siempre dependen de él. El ser se hace así mismo interferido por la ilusión y el sufrimiento y sus ideas están tejidas con las fibras del héroe y el villano. El ser se forja lentamente entre el fracaso y la gloria y está habituado al sabor de la aceptación y la derrota. Vive en una tregua permanente y se indigna hasta la locura al comprobar que las flatulencias, los eructos del opositor, son motivo de bendición. Entonces piensa en la injusticia, la confabulación y la perversidad humana y se convence voluntariamente que el tiempo fragua una realidad alineada con su causa. —
¡Es un enigma la conducta humana¡
En ningún momento nos pasa por la cabeza que la realidad del otro es de la misma naturaleza y que en el enfrentamiento de esas miradas contrapuestas nace el desencuentro y el dolor.
—Se tiende a especular que la verdad suprema siempre florece con el tiempo, es la respuesta simple del que vive en el sueño…
Piensa que es una tregua mezquina y equívoca ya que el dolido olvida que la quimera es fruto de su invención, vive en el error permanente y espía el hecho de ser combatiente pero no triunfador. Al final de sus días intuye que él no entrará en el paraíso, en el territorio liberado y se conforma con el triunfo de una batalla póstuma.
El dolido se ha enrocado entre palabras y se sacrifica para purificarse en la derrota; la muerte es la única vía que le queda para transitar hacia la gloria. En sus días de certeza quemó las naves, ¡ya no puede regresar! Decidió que no había error posible en su elección; ¡o triunfar o morir! —
Y el principio de la felicidad, ¿donde queda?
—Ya no la busca, formado en la batalla, en el agravio permanente, se hace inflexible de pensamiento e incapaz en la negociación. Huraño, acecha como un gran depredador, siempre vigilante y apunto para el último asalto. El dolido se cree elegido. Él es el guerrero de una causa invencible y si su acción le conduce al sacrificio, esa será su mayor victoria ya que lo sitúa directamente en la tumba del héroe, por tanto en el triunfo ante la muerte. Ya no tiene otras opciones para afianzar su nombre sobre una piedra.—
¿Oye, dime... el sacrificio es un acto generoso, es una condena autoimpuesta, es la renuncia a la vida o es una opción estética?
—El dolido es un creyente, no cuestiona en ningún momento la realidad que siente en el corazón. Puede tomar muchos caminos y fracasar en todos, pero no fracasar en sus convicciones, el se siente sujeto por unos principios y a ellos se debe. No los cuestiona nunca ya que si lo hiciera todo su andamiaje mental caería al instante. Proteger los principios es el acto más torpe de la humanidad, es defender la ceguera a ultranza, anteponer las causas sin valorar los efectos y no aplicar nunca una auditoría intelectual a lo que se hace.
El dolido también puede representar su dolor y hacerlo con mucha más convicción que el verdaderamente herido, puede adoptar un rol supremo y como un iluminado gesticular una performance mil veces ensayada. Puede cubrirse se dignidad y hacer la travesía de la vida en solitario para no ser descubierto, mostrarse con la voz que sustenta el pedestal de un pueblo, escribir los versos del alba en el momento oportuno y esperar a que estos germinen como malvas en el corazón humano...
Siempre hay que malpensar. Si yo no fuera una piedra tendrías que dudar de todo lo que afirmo. Piensa que la mayor ambición se oculta entre gestos desprendidos y yo no te cobro nada por esta retahíla de pensamientos. —
¿De donde saca el dolido la fuerza para sostener su carga?
—El pensamiento del dolido es un generador de energías sorprendentes, sobrepasa los peldaños de la bondad y la maldad humana y se recluye recóndito en su mente, filón interminable de donde saca el valor y la fuerza. El dolor es energía pura en la punta del puñal y los caídos siempre son daños marginales que no merecen ser tenidos en cuenta. Con el tiempo lo olvida todo, los medios empleados y las contradicciones se funden en su mente y esta queda pulida y encastada en sus ojos como un diamante. Noche y día aguarda el instante para emerger como salvador, se imagina que le esperan los cánticos de gloria y se prepara para el eterno amanecer. —
¿Mientras tanto qué hace, se complace en la queja permanente, se deleita en la confabulación y la venganza, se abate por sentirse contrahecho y mal pagado por su obra y sacrificio?
—Sueña, siempre sueña, se siente guardián de la verdad eterna. Es un miliciano invisible de causas invictas y se sitúa en el trono de la justicia universal, levita por encima de los demás y no reconoce otra moralidad que aquella que el ha forjado en la lucha clandestina. Su sacrificio le otorga ante si mismo unos privilegios que puede aplicar con impunidad. Cree que es el latido de la tierra que conmueve el pecho y piensa con ello que así proporciona sentido a la vida colectiva. —
¿Cómo, después de las derrotas aún no se han enterado?
—Sin darse cuenta, poco a poco se deviene en el constructor de artificios, se ha habituado al silbar de la metralla y le llama la adicción al fracaso. El que siembra en la derrota, cultiva las sementeras del amor sublime, el gobierno imposible y el odio eterno; tiene la intriga fermentada en la boca. —
¿Con el tiempo, ya consumada su vida, debe caer de hinojos ante sus propios ensueños y quedar ensimismado mirando el frontón de los cielos. Él no es tonto, sabe que la luz divina no es la única esperanza y la realidad del otro puede hacerse inevitable y obligada?
—Del origen del conflicto no queda nada en él, ahora es el escultor del deseo que modela el pensamiento con lacras, pústulas, llagas, rencores, agravios, corazas y duricias. Una lista interminable de traiciones, deslealtades, felonías y engaños lo han derrotado. Con todo ello deja un rastro imborrable en el alma de los que ya nacen vencidos, sus hijos y los hijos de sus hijos... Espejo de la condición humana que se mira en el pozo del dolor para sentirse limpio ante la inmundicia de su propia pequeñez…—

No hay comentarios:

Publicar un comentario