viernes, 27 de enero de 2012

Las piedras rusas

Anell de pedra. La Comella. Tarragona 1975-2001 Granito de la Ex-U.R.S.S. 17 x 3,20 m.


Prolegómenos
Del encuentro con el círculo en la playa de Castelldefels  y del círculo que se ocultó en la arena se desprende la presente historia; la que relata los pormenores del Anell de pedra. Ver: El anillo incipiente
Desde el año 2001 es una realidad firme, se han hecho obra permanente y es una de las esculturas que más me alientan. Ella sola da sentido al trabajo realizado en La Comella. Nunca he elaborado tanto  una idea, a nada  le he dedicado tantas horas de reflexión y esfuerzo. Ella me presenta hoy y espero que será mi aliada en el futuro! Quiero aclarar no obstante, que el trasiego que me ha causado no garantiza nada, ¡igual sólo ha sido un pasatiempo personal, una quimera unida a mi destino!


Las piedras rusas

Un día de julio del 1993, Jordi Llevat me dijo…­­

—¿Rufino, vols pedra? —

La oferta me dejó absorto unos instantes y al conocer el material y tener un proyecto para él me colmó de inquietud. Me impresionó sobremanera ver aquellos bloques agrupados en hileras, quietos, informes, poderosos como paquidermos dormidos.

Pero… sigo con el preámbulo.

Después del encuentro de Castelldefels estuve inquieto durante unos días, lo sucedido me atraía demasiado como para dejarlo sin la atención debida. En realidad no sabia el significado profundo de la acción ni la procedencia de aquellas sensaciones. Me puse a trabajar para saber que me unía al enigma de esas contingencias con la naturaleza y en ello ocupe años de observación. En aquel momento intuí que se trataba de un impulso personal dirigido hacia lo desconocido y misterioso. Todavía observo como casi siempre quedo atrapado en lo indecible. Más tarde dibujé una anatomía más precisa sobre los sentimientos y emociones experimentados en la naturaleza. De aquellas pesquisas salieron ideas, conceptos, esculturas, vídeos, fotografías y dibujos que me llevaron a trazar el camino personal en la dirección que he recorrido. Con los años realicé la tesis doctoral sobre estas observaciones y acontecimientos y los hechos que de él se derivan han quedado anotados en el link que acompaño a continuación. Anell de pedra

Regreso a la oferta de las piedras: perdonad pero dejé a Jordi Llevat con el dedo en el aire, con el cuello torcido, el pie levantado y la palabra en la boca…

—Són cinc-centes tones de granit negre; han vingut desde la Unió Soviética i esperen al mas de les Ànimes a Reus.—

Depende del precio... le digo…

Ahora pienso como fue el proceso de reflexión; el concepto del anillo me ayudó a enlazarme con la naturaleza desde el principio y así se abrió la necesidad de crear acciones en el suelo firme. Como en aquella época no tenía recursos, por el momento me conformé con acciones leves, materias precarias y terminaciones efímeras. Recuerdo que hice un trayecto espiritual precioso, lo invoco como la época de mayor crecimiento interior de mi vida. Fue entonces que descubrí un lenguaje que dormía entre las cosas más comunes y estaban ahí esperando desde hacía millones de años. Me servía todo lo que encontraba a mano; piedras, hierba, desechos, ramas y hasta llegue a hacer círculos en el agua lanzando pequeñas piedras sobre la superficie. Esas y otras acciones venían de mi niñez, cuando jugaba en la cantera o en el río Arba en Ejea de los Caballeros.

La base de la idea, "el pacto", era muy sencilla, pensé que para sobrevivir en la tierra era necesario crear alianzas con la naturaleza, vivir con arreglo a sus normas y dedicarle el tiempo necesario para recibir después sus presentes. En aquel tiempo eran actos efímeros y repetidos, se trataba de aprender con las manos y afianzarme en el imaginario personal. Con las piedras rusas se presentaba la oportunidad de hacer la obra de manera permanente y así afianzar la voluntad utilizando las cualidades de la materia como aliada. Siempre he hecho lo mismo...

—Baratas, —

Me dice… y se queda mirándome fijamente.

— Em pagues el lloguer que em deu Alonso, el marmolista del cementiri i són teves. Ja fa tres anys que las te aquí i em diu que no pot fer res amb elles…—

Me las quedé sin pensarlo un momento. Cargado de ilusión e incertidumbre, cargué con ellas con la determinación de vender la obra por el precio de las piedras y los gastos del transporte. Preparé unos dibujos, redacte el proyecto y lo entregué a Aureli Ruiz, entonces era el que llevaba la sala Reus y hacía las funciones de asesor en el ayuntamiento. También se lo entregué a Antoni Pinyol, por entonces responsable de urbanismo de Salou y más tarde lo fue de L’Espluga de Francolí, donde se estaba haciendo una gran intervención en el río, frente a las cuevas de la Font major. Ahora es un museo dedicado al paleolítico entre otros objetivos. Me las quedé, cargado de ilusiones me hice cargo de un material que no podía guardar en ningún sitio. Poco a poco el tiempo me vino a decir que no había manera de construir el anillo de forma definitiva…

Durante tres años estuve buscando alternativas y hubo momentos que las di por perdidas. De hecho, algunas, las más enfáticas fueron secuestradas, una la tiene el escultor Artur Aldomà, otras las colocó el ayuntamiento de Reus para soportar placas en espacios urbanos y otra se quedó muy cerca del lugar de partida. Todas ellas son hoy objetos ornamentales sin ninguna intención emocional. Si transmiten algún valor es por sus cualidades intrínsecas, no por las intenciones conceptuales que les han asignado. Sinceramente pienso que esas piedras tendrían que venir a La Comella, las compré y eran mías, ese era su destino. Pienso que no hicieron un periplo de miles de kilómetros para convertirse en objetos exóticos o para soportar placas conmemorativas. Por designación propia las veo allí donde están como piedras desnudas de contenido, no son nada, como máximo se acercan al Kitsch…


El relato del viaje

Todo lo que conozco sobre las piedras me lo relató el jefe de Grúas Altes, si hay algún error no será voluntario. Él me dijo que los bloques eran una partida de granito que venia desde la Unión soviética: (Bielorrusia) Unos industriales holandeses habían comprado el material y por desavenencias comerciales el barco que las traía quedó varado en el puerto de Ámsterdam. Los marineros no cobraban, los días pasaban, el muro de Berlín se vino abajo y la Unión Soviética se fraccionó. El barco ruso quedó sin gobierno y sin dinero para pagar a la tripulación, estos decidieron confiscar la carga y venderla a buen precio. Unos industriales de Bilbao se enteraron de la situación de los marineros y las ventajas de la carga, vieron el negoció y decidieron comprar el material. Una vez en el puerto, los vizcaínos se desdijeron y otra vez los marineros quedaron estancados entre los giros de la fortuna. No querían las piedras, no podían hacer nada con ellas, el proceso de elaboración industrial era demasiado caro para los beneficios que podía reportar.

Un marmolista de Reus (Alonso), se enteró de los pormenores del caso y envió un gemólogo para ver la calidad del material y decidir con criterios científicos que hacer con ellas. Lo observo como si yo estuviera en el barco, asombrado ante los inmensos bloques de granito negro perlado, petrificado ante sus resplandores y empequeñecido ante su dureza. Lo veo con una pequeña piqueta escarbando entre fragmentos de mica y cuarzo; “inspecciona” para decidir el destino de unas piedras gigantes. Conclusión: el informe es favorable y la piedras se compran sin dilación. Grúas Altes es la encargada de traerlas hasta el Mas de les ànimes en Reus.

A los tres años de todo el trajín, desconocido para mi, Jordi Llevat me vino a ofrecer el material; ya conocéis la oferta. Como queda explicado anteriormente me dijo que Alonso no podía hacer nada con ellas… Después de un tiempo, por la prensa me enteré de otra partida de piedras traídas de Bolivia en las cuales también estaba implicado el marmolista citado, entonces pensé sobre las piedras de Rusia, fue una ráfaga repentina que me turbó el semblante…¿Quizá lo que tenía que hacer con ellas ya lo había hecho?

El 15 de marzo de 2001, ya instalado en la Comella y con el espacio disponible, por fin pude instalar la obra definitiva. Hacía 28 años que la idea volteaba en mi mente y por fin llegó el día esperado. Llegó claro, fresco y cargado de buenos presagios. Nunca pensé que una cosa así me iba a suceder algún día; ¡fue una fortuna! Mientras los camiones acarreaban bloques de granito desde Reus, escribí estas palabras sobre el lienzo del suelo.

El centro del anillo es mi centro y el de esta piedra también lo es. Todos tenemos un centro sobre el cual pivota la vida.

Omega y los diáconos
La piedra en cuestión fue la última en llegar, por lo tanto le llamé Omega. La coloqué como un monolito, de pié y serena, era la respuesta a los farallones que había observado en las montañas. Lo pedía sin palabras y llegó con las circunstancias medidas en años de reflexión. Hoy preside el lugar, creo que sin orden premeditado aunque todo estaba muy medido en mi memoria. El proyecto se decantó, como todo mi trabajo como escultor, hacia el juego de las probabilidades; el anillo de piedra valora el concepto, el sentir de la alianza con la naturaleza y proporciona gravedad a la materia.
El hito omega tiene siete perforaciones en una de las caras; era un símbolo a tener presente, una circunstancia que me fascinó y hice que miraran hacia el centro. Han esperado mucho tiempo y seguramente continuaran esperando. Su vacío me inquieta tanto como las casualidades que las han traído hasta mí. Todo lo sucedido entorno a la obra me asombra; su periplo no deja de segregar misterio. En cuanto a los agujeros ya tienen su destino, son el cobijo de los siete diáconos. El siete También son escenarios vacíos, orificios para susurrar versos; pienso que soportan las canciones de la tierra y las plegarias no atendidas de los escépticos.

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