Imagen de Dialogos en el Baikal. 2014 Relato: "Cantos del pájaro negro" 1983
...seguía secreto en sus pensamientos. Nadie conocía la historia
de su presencia y, por tanto, nadie encontraría defecto en su falta. Cuando miraba,
señalaba sin propósito el canto duro de un paisaje yermo, unos campos serenos y
unas piedras elevadas que rompían el horizonte.
"Serán para contar" -pensó.-
Eran marcas, referencias en un espacio, muchas veces unido y otras tantas
separado. - "Señales para una razón profunda". - Decía, y seguidamente empezó a cantar.
Si los pasos
que doy
me conducen a
algún lugar,
daré por
buenas
las mataduras
Un día no menos tranquilo que otros,
después de un vuelo largo y unos cuantos cortos, se paró encima de una de estas
señales fuertemente agarrada al suelo. Notó su firme decisión de permanencia y
sintió la vibración de cientos de años mantenidos en quietud. - "¿Es una señal de Dios, o una espina
del diablo clavada en la tierra?". - Preguntó. Se dispuso a mirar atento, a
leer los más insignificantes signos, a seguir la pista del tiempo hasta
esclarecer la causa de su presencia. Mantuvo la atención durante horas y no
llegó a descubrir nada revelador. Sólo unos pájaros que volaban alto formando
un círculo, primero desahogados y amplios. Al rato, de vez en cuando, alguno de ellos caía libre
y desganado, obligando al resto a apretar el círculo que volaba y volaba cada
vez más rápido. El sistema acabó imponiendo su regla y ninguno tuvo el valor de
romper el orden. El último se perdió en si mismo de forma incomprensible. Fue un
acto admirable hasta el final que le reveló la condición del héroe, quizá su destino.
Sabed que
tengo una pistola
con una bala
en la recámara,
que no pienso
utilizar.
Situaciones como ésta le eran
familiares y aunque admiraba lo heroico-trágico, en realidad no se identificaba
con ningún personaje. Para él la realidad era puramente contemplativa y todo lo
que ocurría fuera de sí, eran historias, cuentos, harina de otro costal,
novelas de humo con desarrollos imprevisibles.
Perdido en la
periferia,
me encuentro
en el cruce
de
pensamientos
que siento
ajenos.
Nunca encontró razones para
enfadarse con nadie. Ni siquiera cuando cierto día, mientras distraía los ojos
mirando circulitos brillantes de su invención, le clavaron un palo con púas que
le llenó el cuerpo de dolor y de espanto. Confusión de sensaciones; unas
conocidas, un calor húmedo y nervioso, otras preocupantes, un frío seco y
tranquilo que le invitaba al abandono. Más tarde dejó de pensar que sentía. Sin
embargo aquel día no le llegó el final, por instantes deseado, y se fue
recuperando lentamente. Introdujo el cuerpo hasta el cuello en barro negro y
blando y probablemente para formarse el milagro, fue ayudado por las
vibraciones del fondo del universo, (...). Después se preocupó por las señales
producidas, señales que con el
tiempo integró al sentir del cuerpo,
olvidándose finalmente de todo este doloroso asunto.
De tanto en
tanto
lanzo un
grito al silencio,
para
romperlo.
si... y...
limpiarme el
pecho.
Los ojos que ven mucho mundo también
se cierran.- De noche, soñaba. Así, tranquilo, pasó varios años, nunca se cegó
por nada ni tuvo deseos de libertad ni de cuestiones que pusieran en peligro su
situación. Cierto día, mirando un agujero profundo, sintió emociones
relajantes, como las palabras cuando rebotan perdiéndose en su propio
significado, o como un silbido abierto sin destino. Disfrutó de aquel momento
que en realidad fueron horas, pero el tiempo le transcurrió sin memoria. De
todo aquel asunto no recordaba nada, todo le era desconocido. Pero él buscaba incansable, relacionaba factores,
escarbaba en el pensamiento, hasta que, rendido, decidió meterse dentro y
averiguar desde el otro ángulo, llegar a la raíz del sentimiento. Le inundaron historias intranquilas y de sólo
un gesto, retrocedió a su estado en el punto inicial. Para tranquilizarse,
entonó otro canto.
Los cuervos del Baikal...
Me asomo a
los ojos con asombro,
me escucho y,
a veces
no me
comprendo.
Ya he probado
el sabor de mi sangre,
y huelo cada día
la presencia
de mis excrementos.
Los sentidos
me denuncian
que soy ajeno
a mi mismo,
sin embargo
sin ellos
no podría
formularme.
y tendría la
memoria
de
las piedras en arena.
Nunca puso en cuestión las palabras
de los que saben, ni dudó de lo que estaba escrito, ni se paró a pensar por qué
actuaba como lo hacía. El era feliz en el vacío, en compartir el universo de la
nada. Sólo alguna vez, y no sin remordimiento, se atrevió a mirar un poquito
más arriba del horizonte.
Si el mundo tiene un final,
nos revela
que hubo un comienzo
quizá, así,
en ese nacer y morir,
se encadenen
generaciones infinitas.
Danza del
desvarío
que hace
nacer
ovillos de
incertidumbre.
Volar siempre era agradable y, como
pasaba a ser sublime, era desde el sueño. Recordó aquella vez que hizo un
recorrido sin norte; se desorientó entre largos pasadizos complicados, con
orden de extravío. Bajaba y bajaba, abriendo y cerrando caminos. Al final una
reja le cerró el paso; luego descubrió que estaba abierta. Jugó con ella un
rato, dudó si pasar o no pasar. Otra vez la misma situación. El no era un ser
para decisiones comprometidas; sin pensarlo, retrocedió hasta el comienzo.
Advierto ante
mí
un poder indestructible.
Su juego
engañoso
quiere
llamarme a la tumba.
Confiado a mí destino
no pienso
perderle la cara.
Siempre pasa lo mismo, la historia
se repite en un ciclo continuo. Es, sin duda, el ciclo del pensamiento. Este
era su universo, en él se encontraba como en casa y las dimensiones se
dilataban o comprimían a capricho. -¡Qué maravilla! -Seguidamente, abrió a la
vez dos líneas de pensamiento.
La falsedad se esconde El mar se traga a sí mismo
entre las interpretaciones del mundo. como un agujero.
La energía que mueve el
universo si fin, se contrae al
no tiene voluntad, sólo se consume tamaño de una gota.
en su inconmensurable potencia. ¡Qué placer reposar en
La aventura de la vida una de
sus playas!
sólo se conoce desde la !Qué sensación vivir el
aventura misma. instante que se expande al infinito
El
mundo de la razón
es menos que un sueño.
Conoció a muchas personas sabias y
admiró sin pasión las frases lapidarias, las concentraciones de saber, la
densidad de significado. Su afición por el tema no se derivaba de una necesidad
de conocimiento, no; su interés se perdía más allá de la resonancia de la
palabra, de su peso en el discurso. El no quería malgastar ni un átomo de
energía en averiguaciones peligrosas.
Absorbo las
palabras
para con
ellas,
hacer
gárgaras.
Es todo lo
que deseo
salga hoy de
mi boca.
"El sueño de la razón produce
monstruos". -Es una frase pesada y con historia. - Pensó. Seguidamente la mantuvo en la boca
largo rato y se dedicó a ordenarla en el pensamiento. Sueño a sueño, razón a
razón, monstruo a monstruo, sin dejar la posibilidad de relación entre ellos.
-"Sin duda soy un ser de método". Durante muchos años ordenó todo lo
que sentía, veía y olía. En su cerebro ocultaba la más grande biblioteca del
universo. Allí se podían encontrar los conceptos en varios idiomas distribuidos
por áreas de conocimiento, pero jamás relacionados entre sí. Cada palabra
ocupaba su espacio y se mantenía aislada con la máxima asepsia. Alguien, desde
fuera, pensó que era el mayor monumento a la inutilidad. El también lo archivó,
como si de una cajita de polvo se tratara. Pensaba que era la única manera de
no manipular la historia, de no omitir nada, o de hacer una lectura de los
hechos interesada. Su sentido del orden
estaba motivado por un problema estético, nada más. Y ahí, justo en ese sentir
estaba oculto su mayor drama.
Por no tener
no tengo
ni una cuerda
de guitarra
en la
garganta.
Ay, Ay.
en la
garganta,
en la
garganta.
Por no tener
no tengo
ni papel para
imprimirme.
No dijo jamás una palabra más alta
que otra y siempre tuvo deseos que no
acabó de entender muy bien. Una vez bajó dos escalones de un salto. Pensó largo
rato sobre ello. Se culpaba y excusaba, primero hacia adentro con cierta
devoción, después quiso hacerlo hacia afuera y se le escapó un pequeño eructo
que rápidamente quedó confundido en el aire, sin llegar a teñir nada. Una nueva
preocupación eliminó la primera y empezó
a pensar en las repercusiones encadenadas que el fenómeno del eructo provocaba
en el universo.
Vivo en un
ciprés
confundido
como yo
y cargado de nectarinas.
Harinas,
harinas de
otro costal
que me
excitan y
citan una
palabra tartamuda.
se ocupaba en cavilaciones, todo su
peso lo conducía a través de una sola pata y a ésta sobre tres puntos de apoyo,
a través de las uñas. Era un sistema perfecto que le relajaba el cuerpo y le
permitía abandonarse en el vacío del pensamiento. Había perfeccionado tanto el
equilibrio vertical excéntrico que podía permanecer quieto durante horas en
esta posición, confundirse con una piedra y dormir en un período casi fósil.
Desde ese estado elaboró los cantos más bellos.
Entre los
dientes, Quiero borrar la memoria,
llevo ceñido un
rotulador de punta fina cuando anoto estas
que me saca las
penas una a una palabras,
así me vacío el pensamiento,
y en su lugar deja cicatrices imborrables. Lleno de secretos de barro y con mimbre
hago círculos en el cielo.
Era un ser de pocas palabras. No es
que no tuviera nada que decir, no, es que no soportaba el ruido que se formaba
en el pico y que forzosamente tenía que escuchar. Era un circuito absurdo que
evitaba siempre que podía. -"Es
mejor hablar por dentro". -Pensaba. Inventó un procedimiento que le costó
muchos esfuerzos y ensayos. Fue durante un invierno. Empezó con una gimnasia
gutural que consistía en iniciar el movimiento de la frase y detenerlo en el
preciso instante en que empieza la emisión de sonido. Así anduvo ocupado hasta
que llegó a dominar perfectamente el sistema y pudo dejar totalmente suspendido
el discurso. Le llamaba "la voluntad de la palabra, justo en el
centro". En el suelo, dibujó la imagen esquematizada de aquella expresión
que el pensó extraordinaria.
Le inquietaban las tertulias con
hombres sabios. "Siempre se aprende de ellos" afirmaba. A él le
agradaba disfrutar de las pausas, de ese silencio denso que obliga a mirar el
techo, a hacer girar los dedos, o a cualquier otra ocupación. En cierta ocasión
la tertulia se extendió más de lo usual y, entre verbos, se coló algún adjetivo
no deseado, al instante, el lugar quedó hechizado. No le permitieron alejarse
ni un segundo del imán formado en el espacio. En realidad todos perdieron los
papeles y el discurso se destrozó en fragmentos incomprensibles. Pero algo
catalizaba el ambiente y sólo él pudo dar una respuesta que satisfizo a todos:
-"Las sombras no tienen razón de ser"-. No obstante el tema quedó en
tablas y se marchó un poco aturdido y con el presentimiento de que una mancha
casi imperceptible había maculado su memoria.
Tengo una
verdad oculta
entre
naranjas verdes.
De la experiencia del agujero quiso
hacer academia, y con un esfuerzo que sobrepasaba mil veces la voluntad de su
cuerpo, abrió un vía en la roca, un camino jamás pisado por ser alguno. En cada
milímetro que avanzaba, nuevos secretos se revelaban sin resistencia. Jamás
sintió que algo con voluntad propia intentara ocultarle nada. Piedra, fósil,
tierra, raíz... De esta experiencia sacó material para un nuevo canto.
Las piedras
son cuerpos pesados
carentes de
sentimientos.
En otra ocasión, paseando por una
cañada, observó una inmensa roca en forma de trono y disfrutó con sus juegos
internos. Imaginó las proporciones, adaptó los tamaños, y cuando estuvo a punto
de ocuparlo, giró la atención a otro lugar más cercano. Esta vez la piedra era larga
y sin movimiento, vieja y serena, un manto de líquenes le formaba una piel
verde y blanda. Pensó si todo aquello lo había hecho una voluntad o si es que
el azar también tiene gobierno. Hizo un esfuerzo mental que le llevó al límite. Desde esa posición volvió a observarla y
sintió un gran vacío por dentro. No supo relacionar las causas ni extraer
conclusiones del hecho. Al rato, musitó sin propósito:
Las piedras
son cuerpos pesados
que no tienen
sentimientos
Sobre las piedras no había quedado todo
completo, y ocupó días rompiéndolas para sentir su voz y ver sus entrañas. La
conclusión siempre fue parecida. En algunas ocasiones la mano va más lejos que
el pensamiento. Quizá la observación no es correcta. La piedra gruesa de la
montaña se hace arena en el mar, rueda sin expresión de dolor y lo ocurrido no
necesita justificarse. Por un momento pensó en la sombra y dedujo sin
vacilación:
Las sombras no tienen
razón de ser,
aunque están muy
adaptadas al cuerpo.
Llegará el día en que las cosas no
se valorarán por su color, peso, forma, sino por un orden oculto y superior que
esperaba descubrir. Sabía que esto requería una gran disciplina y que
resultaría un trabajo pesado. También que ese nuevo valor alteraría las cosas,
cambiaría los órdenes morales y transformaría las actuales jerarquías. Por una
vez decidió ir adelante. Siguió ordenando materiales nuevos en los depósitos de
su memoria, siempre lo hacía con propósitos igualitarios. Calificó de perfectas
aquellas cosas que respondían con buenas proporciones a todos los sentidos y de
imperfectas a aquellas que sólo lo hacían a uno o a varios. Las desproporciones
en ese sentido le enervaban, no podía soportarlas. Creó denominaciones nuevas,
cuadros explicativos, redactó ejercicios con prácticas incorporadas. Creó un
apartado nuevo en su biblioteca mental y hasta un método pedagógico. Podríamos
pensar que se cargó de la paciencia necesaria para llevar a término lo que
Prometeo dejó inacabado.
Sabía por deducciones que aquí no
viene a cuento explicar que su mayor enemigo no se escondía entre los demás, ni
en el cansancio o la pereza, sino camuflado traicioneramente entre sus propias
palabras. Esto lo tenía bien comprobado. Sobre todo, a partir del día en que
intentó defender sus ideas. Empezó el discurso con un carácter reverencial y
firme para dejarlo bien sentado, pero sin saber por qué razón varió el tono y,
en el contexto, se filtraron una o dos palabras. Al final tuvo vergüenza de
todo y sin decir nada se recluyó en el mundo de su invención. Tras este
pensamiento abandonó todo el proyecto. Sólo seguiría laborioso en ordenar
palabras. De todo esto extrajo un nuevo
canto:
Scheec,
Scheec, Scheec, Scheec,
Scheec,
Scheec... todos adentro.
Como se ve, poco a poco y sin
proponérselo fue construyendo su carácter
en un mundo sin tierra, en una fantasía de humo que se transformaba sin
cesar entre las imágenes del pensamiento. Algunas veces salía de su encierro y
hasta se atrevió a hacer afirmaciones que nunca sorprendieron a nadie porque en
realidad no iban más allá de lo que todo el mundo conocía. Sabia por
experiencia que decir cosas con sentido
ofendía a los demás, al igual que trabajar con coraje o cultivarse uno mismo.
Por esto, de forma involuntaria decidió invalidarse en lo posible haciéndose
pasar por idiota, llegando inclusive a olvidarse de todo.
Hay pájaros migratorios
agradecidos, se llevan y traen buenos recuerdos.
Es por ello que no tienen definido el destino
y nadie discute su presencia.
El recuerdo caliente también ayuda a vivir,
almacena las mayores y más ricas reservas y las guarda para mejor ocasión.
A veces puede
costar la vida pasar siempre por la misma senda, pero es más duro variar de
rumbo cada día.
La hierba huele muy bien cuando se seca,
especialmente en un campo ordenado de montones bien hechos.
En la creación de estos cantos fue
recuperando lentamente la memoria, formando un juicio que, por el momento, no
quiso averiguar a dónde le conducía.
En ese desorden pensó: "Los seres
que cambian de sitio no tienen las raíces hondas, se las van comiendo en los
días de marcha. Son especies que devoran el agua en superficie y tienen la
cualidad de sobrevivir en condiciones variadas. El mañana es el sueño de hoy
¡Qué disparate!" Y se regaló otros dos cantos:
Olvídate de
las cenizas
toma decidido
el camino
que conduce
hasta
tu condición
de pájaro.
Después de la
muerte de Dios
puedes
regalarte la absolución;
sólo has de
recordar las cosas que hiciste,
y en cada una
de ellas
se justifica
haber vivido.
"El viento y el fuego tienen en
común su poder devastador y traen al recuerdo momentos aterradores. Son muchas
las historias que se han situado en ese escenario para llenar de sombras la
memoria y ensuciar el pensamiento. El terror interior nace de la miseria, de la
inseguridad en todo, de la presencia furtiva de la muerte. El miedo es un
estado que también produce su provecho. Bajo él he vivido como una sustancia en
niebla a la que he tomado adicción". -Meditaba...
Diálogos en el Baikal. 2014 Recreación de una idea ya realizada a partir de circunstancias nuevas.
La
filosofía débil
me
está arruinando el ser.
El
temor al triunfo
me
retiene en el fracaso.
Aunque la muerte campeaba por todas
partes y los instrumentos de tortura eran presentes hasta en el momento de
nacer, él decía que los pájaros no deben ser exigentes; ya tienen suficiente
con haber conquistado el vuelo. Ese espíritu de conformidad no anulaba su
inquietud, la insatisfacción, ni otros sentimientos. Por huir de estas
situaciones se evadía sin premeditación, era un acto involuntario.
-La evasión no es siempre
improductiva. -Afirmaba, quizás para justificarse. También creía que, como
tantas otras cosas, la evasión estaba adaptada al cuerpo. ¿Sería posible vivir
sin ella? Movió los párpados, encogió el
cuello, tensó los músculos de las patas, adaptó el plumaje al cuerpo y con el
pico garabateó un círculo en el espacio que quedó borrado en el acto, hecho que
no le asombró lo más mínimo. Seguidamente se puso a cantar:
...Todavía
recuerdo
el fuerte
olor a fritos
y el perfume
de humo en mi cama.
... En la
memoria siento el hambre crónica
como una
deuda impagada.
Sólo heredo
recuerdos
entre todos
no valen una
peseta,
En mí quedan
envasados al
vacío, como una
conserva
inútil...
Comió lo que encontró, era de
estómago conformado y en su dieta se incluía todo. Nunca sintió rechazo a nada
y estaba convencido de estar preparado para sobrevivir.
Nunca se abandonó físicamente. Hacia
ejercicios de vuelo diarios, primero los más lentos, dibujando en el aire
formas elípticas, espirales ascendentes y descendentes, trazadas con una
perfección inusual. Por último hacía un envite final con cierto riesgo; subía
hasta límites peligrosos, mucho más que cualquier ave de mayor constitución. De
hecho, éstas quedaban allá abajo como mosquitos paralizados.
Apuraba las dificultades al
respirar, los músculos agotados, el dolor de cabeza. Desde ese límite
contemplaba un mundo nuevo, sentía el placer reservado a los grandes. En
silencio, entonó otro canto:
El trono
salvaje
quedará
eternamente a la espera,
sin duda es
un lugar para sentarse
dignamente.
Seguidamente encogía las alas,
estiraba el cuello y las patas en dirección opuesta y, al igual que un dardo
buscando un objetivo oculto allá abajo, se lanzaba en picado. La velocidad
neutralizaba el pensamiento, los ojos se le nublaban, el viento silbaba entre
sus plumas y los músculos eran estirados hacia arriba como si quisieran
separarse del cuerpo. El plano de tierra se acercaba nervioso, con cabeceos a
derecha e izquierda. Así contenía la atención esperando la última décima de
segundo, aguantando el cambio de presión con un dolor de martillo en los oídos.
Por último, a pocos metros del suelo, estiraba las patas, abría en ángulo
correcto las alas y maniobraba con el timón de cola hábilmente, lanzándose paralelo al plano de tierra. Tocaba
ligeramente matojos con el plumaje, perdiendo velocidad hasta consumir todo el
impulso y quedar sobre el suelo con cadencia suave y despreocupada.
Entonces cerraba los ojos y se
disponía a descansar. El agotamiento le producía delirios. En ocasiones éstos
fueron de gran provecho. Solía ocupar el cuerpo de otro ser y así podía
dirigirlo a capricho de forma teledirigida ya que él quedaba fuera y nunca
perdía del todo el hilo que lo unía a la conciencia.
Lo último que se recuerda de esta
historia es que tomó el cuerpo de un hombre de constitución deforme y expresión
violenta. Las manos eran fuertes y la cabeza velluda con ojos grandes y
atentos. Iba desnudo sin sentir frió ni ausencia de nada. Se dirigió hacia una
habitación con una sola puerta, de paredes opacas y límites indefinidos. En su
interior descansaba horizontalmente una gran losa de piedra en estado natural.
Giró varias veces en torno a ella, la observó desde todas las posiciones y, de
pronto, comenzó a golpearla con las manos siguiendo un ritmo paralelo al corazón. Así se mantuvo durante horas. Al
final se tendió sobre ella y se abandonó con total pérdida de la razón. Desde
esta posición iniciaba otro sueño que enlazaba con otro y otro de forma
encadenada. Así, hasta sumar sesenta y tres cantos que ahora son estampas
negras en un libro.
Esta vez no supo regresar y quedó
deshilvanado para siempre en el orden de su pensamiento.
Rufino
Mesa 1983 -91
A comienzos de la
década de los ochenta, después de haber realizado "El gallo de
oro", "Urnas para un
continente latino", "El toro y la sardina" y el libro de estampas "Juego y
disparate entre el toro y la sardina", fue cuando surgió la idea de
realizar la historia de un pensador perdido. Como había realizado ya la serie de "El gallo
de oro", motivado por las lecturas de la obra de Juan Rulfo, el animal como protagonista, me pareció idóneo para representar las
características de la época. Una década de espanto, nerviosa, incoherente,
competitiva, de mucha acción y pocas ideas, en fin, una década de adrenalina...
De esta manera surgió "Cantos
del pájaro negro", un personaje complejo, con cierta dosis de
existencialismo, barroco en sus propuestas mentales, incoherente y en cierta
manera dado al desvarío.
Un pájaro
humanizado, fabulizado se explica situaciones complejas y mezcla situaciones
sin ningún interés aparente con mecanismos complejos, tanto de la palabra como
del funcionamiento del mundo. Introvertido, curioso, y sobretodo nada practico,
descubre que el mundo interior es en realidad el mundo, que todos los sucesos
se dan en la mente y que ésta cuando actúa en el mundo exterior puede causar
cataclismos inesperados.
Ecologista,
conformado, parásito, sublime, atleta y vagabundo, el Pájaro negro en un
habitante de los páramos de la palabra, de los territorios de nadie,
emparentado con las presencias sin alma. un ser efímero que vive en la
metáfora.
En el final, del
relato conocido, se nos presenta como un extraviado que hace averiguaciones
peligrosas y felices, que le llevan a perderle el pulso al corazón, pérdida que
le rompe el hílo que le une a éste mundo y deshilvanado se pierde en el
laberinto de su pensamiento.
Las estampas
ilustran pasajes, situaciones , pensamientos y actitudes mucho mas complejas que los textos. 62
estampas en xilografía, talladas a corte rápido que dejan un recuerdo visual de
los sueños de un pájaro.
RUFINO
MESA
CANTOS DEL
PAJARO NEGRO
Para mi familia,
agradecido...
De este libro se editarán
cien ejemplares en papel de hilo numerados y firmados por el autor, y doscientos, reducido el
tamaño y sobre papel printomat.
Reus. agosto 1995.
Realización, 1983.
edita, Senyal
edicions.
Impresión, Crono.
D.L.
(c) R.M. sobre el
suelo con cadencia suave y despreocupada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario