El
nombre
Antes de comprar la casa la hice tasar por un técnico:
Ramón Egoscozabal, amigo y arquitecto, me dijo literalmente y al momento que no
la comprara. La compré saltándome los consejos de casi todos los que opinaron
sobre el asunto y tambien lo que dictaba el sentido común.
Cuando empecé la reforma de la casa tenía 51 años y el
proyecto de la Comella ya era una realidad en mi mente. Lo primero que hice fue
cincelar su nombre en piedra; pensé -para que aguante- Con ello quería cambiar el
destino del lugar y poner nombre a una realidad nueva.
Desde siglos atrás, a la masía se la conocía como Mas
Morató y coincidía letra por letra con el nombre y apellidos del último
propietario. Como ya se ha dicho, el personaje en cuestión murió de manera violenta en el
interior de la casa y era una historia que pensé era mejor olvidar. Decidí
cambiar aquel nombre ya que estaba unido a una persona cuya circunstancia estaba
nublando el lugar. Todo estaba denigrado, maldecido y había que empezar de
nuevo. Tampoco quería señalar el lugar con otro nombre personal que pudiera
estarlo o bien que el capricho del tiempo lo llegara a borrar.
El topónimo de la zona era y es La
comella del moro; por motivos evidentes decidí quitarle “del moro” y
dejarlo en: La Comella. El nombre designa una pequeña depresión en el terreno,
un plano entre lomas que suele contener tierra fértil y recibe amablemente los
rayos del sol. Las hierbas de las comas son alimento básico de rumiantes,
pastos humildes que llegan a emocionar. El próximo día presentaré estas joyas diminutas...
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