Bosque quemado en proceso de regeneración.
El incendio
Era media tarde de mediados de agosto y
rondaba el año 1995. Fue todo precipitado, los que lo vieron en directo cuentan
que cuando se dieron cuenta las llamas devoraban los árboles en un segundo. El
fuego prendió al otro lado de la autopista Barcelona-Valencia y fue tan
virulento que pasó al lado de la Comella y arrasó más de tres hectáreas de
bosque. Los vecinos quedaron espantados, parecía que el mismo infierno había
entrado dentro de casa y pasó mucho tiempo hasta borrar las señales producidas.
Cuando me hice cargo de la finca justo
empezaban a brotar encinas, lentiscos, endrinos, acebuches, romeros, tomillo y
el resto eran matojos secos y árboles muertos. A los tres años aparecieron los
pinos, ellos solos se reprodujeron a miles. En cada palmo de tierra podían vivir
varios, se apoyaban los unos a los otros como en un vivero. En su conjunto aquella
masa verde crecía con vigor pero cada unidad era la expresión evidente de la
miseria. La mayoría estaban condenados a morir y ha generar una floresta
salvaje expuesta a un nuevo incendio. Ahora es el ciclo eterno de los montes mediterráneos,
hasta que no se limpien como se hacía antes, los montes se consumirán en
llamas.
Para aliviar la superpoblación tuve que hacer
una operación atrevida; con la excavadora tracé un retícula imaginaria y limpié
de matojos y plantas jóvenes el paso de la máquina. Allí donde había una encina
la esquivaba, donde aparecía un olivo o árbol singular dejaba su espacio.
Después aporté tierra, tapé la masa vegetal y allí donde quedaba un hueco
replantaba encinas y cipreses. Así se trazó una reforestación ayudada por la
aportación de tierras para tapar la roca y en algunos tramos aplanar las
pendientes. Esta fue la manera de retener las aguas de lluvia y dar firmeza al
suelo.
Se trazaron caminos nuevos y se crearon
espacios para las obras siguiendo un discurso iniciado en los años setenta. Los
bosques de la Comella me han puesto a
prueba, han sido una manera de poner en práctica muchas de las reflexiones
pasadas y a su vez un debate intenso con la naturaleza. Ella ponía las normas
con las rocas, los árboles, la tragedia, la luz y las tierras, yo las ideas y
el juego de los abalorios…
Todo se hizo con la supervisión de los de la
forestal; los agentes me mantenían vigilado y en algunos casos no estuvieron de
acuerdo. Hasta llegaron a decirme que el bosque mediterráneo era así, los
incendios lo regulaban...
-Aquí no se harán nunca secuoyas…-
Creo que hoy aprueban la intervención y pienso que podemos contar con ellos…
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