lunes, 14 de octubre de 2013

Agua



Autorretrato con charcos

Agua
Eran las doce del mediodía y el sol ardía, literalmente se desplomaba sobre la plaza cuando visité por primera vez la masía. Hacía tanto calor, ¡tanto! que las gotas de sudor caían y se evaporaban en el aire. Fue entonces cuando sentí la sed vital y algo que va más allá de la deshidratación misma; algo desabrido y seco que inunda la garganta y desconsuela. Entonces pensé.
 -Esta tierra y yo necesitamos agua…! -
Miré, busqué por los rincones de aquel caserón y no hallé nada, su presencia era la ausencia total y sólo encontré la necesidad perentoria de beber.
-¿Cómo puede ser? ¡Una casa tan grande! ¿Cómo han podido vivir aquí tantos años sin agua?-

Fue desolador ya que era la condición básica para empezar a caminar juntos, intentar una aventura larga y comprometida como así ha sido. Al tiempo, unos meses después, busqué en el interior entre corredores oscuros y la encontré. Estaba dentro de la masía, en el subsuelo de una de las salas. Allí oculta habían hecho una cisterna que recogía el agua para beber. Venía de los tejados y llegaban a acumularse unos 60.000 litros. Con esta cantidad había sido suficiente para las necesidades básicas de personas y animales durante siglos; ¡ahora eran totalmente exiguos!

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