martes, 26 de mayo de 2015

La Chiquitanía. Bolivia. Arquitectura religiosa de los jesuitas entre cabañas de paja.


 Templo de San Javier. Su estructura y soluciones formales parten de las cabañas de los nativos. Chiquitanía, Bolivia. 2015

Arquitectura religiosa entre cabañas de paja.
Cuando los españoles llegaron al Gran Chaco y la Amazonía y concretamente a la Chiquitanía, estas eran tierras de grandes ríos y frondosas selvas y la mayoría de los habitantes vivían en cabañas ordenadas en círculo formando una plaza en el centro. La orientación era radial y destacaba la casa del pueblo o de “los ancianos”. En todos los casos el lugar tenía que tener condiciones para la vida, agua potable, caza, pesca y algunas zonas cultivables. En ocasiones el espacio estaba organizado por las cualidades de un árbol, una gran piedra o bien por un palo alto que situaban en el centro: era el referente que atraía la atención y generaba orden en el “lugar”. Las construcciones eran realizadas con troncos, ramas y paja y solían tener formas rectangulares con las aguas descargadas en las dos vertientes. Estas comunidades se organizaban en aldeas pequeñas, no más de 20 o 30 familias y siempre en función de los recursos existentes. Por aquel entonces el territorio pertenecía al imperio Inca pero la zona de concentración de poder y civilización estaba en Perú, en los alrededores del lago Titicaca. No obstante su cultura se extendía por todo el altiplano andino y en el siglo XV ya había incorporado todo lo que hoy es Argentina, Bolivia y Chile.

No por este hecho oculto la importancia de culturas anteriores que dejaron un patrimonio más sencillo pero de gran magnitud, como las que se ubican en el Noroeste Argentino: La Rioja, Jujuy, Salta, Catamarca y Tucumán.

 Templo de San Javier. Chiquitanía, Bolivia. 2015

Como en todas las culturas su mayor problema siempre fue la coexistencia con los vecinos, la lucha por los mejores tierras, lugares de pesca, espacios con defensas naturales y las guerras por el poder. Hago recordar que los incas y sus grandes enclaves en el Perú estaban lejos y habían conquistado aquellos territorios tan sólo sesenta años antes de la llegada de Pizarro. También que el dominio de los españoles fue relativamente fácil debido al odio que los nativos tenían hacia los incas, a las técnicas de guerra: uso de arcabuces, lanzas y caballos y a la confrontación entre los hermanos Huáscar y Atahualpa, hijos de Huayna Cápac. El conflicto de sucesión al trono derivó en una guerra civil que debilitó el imperio y facilitó la victoria a los “conquistadores”. Estos siempre estuvieron ayudados por los nativos, enemigos de los incas, como lo prueba la batalla de Lima…

  Vista de la fachada. Templo de San Javier. Chiquitanía, Bolivia. 2015


 Templo de Concepcció, Chiquitanía Bolivia. 2015


 ExterioresTemplo de Concepcció, Chiquitanía Bolivia. 2015

Cuando los jesuitas llegaron a estos lugares llevaron con ellos el pensamiento occidental-europeo bajo bandera española y cambiaron absolutamente todo. La lengua, la creencias, la ciencia de la época, la religión, el derecho, las técnicas de cultivo, la minería, la arquitectura, la ingeniería, la música: ¡todo! De la antigua cultura mítica, inclusive de la realidad del imperio inca, quedó una presencia física que todavía es presente, pero de la sociedad pasada quedó un recuerdo borroso que los cronistas de la época se empeñaron en dejar bien disfrazado.

Todo cambió menos las gentes y un substrato cultural que pervive dentro de la cultura occidental: sociedad esta que se implantó rápidamente. Las nuevas formas de colectividad se sobrepusieron de manera imparable pero todavía hoy se dejan notar las convulsiones del viejo y del nuevo mundo.

En la Chiquitanía, la nueva religión tomó un referente directo y la tradición arquitectónica de aquellas aldeas sirvió de inspiración. Seguramente fue una manera de hacer que aquellos templos para nuevos dioses fueran más suyos y que superaran en grandeza a los que acababan de destronar. Los arquitectos españoles, holandeses y alemanes hicieron las iglesias cristianas recordando los edificios que los nativos tenían como las “casas del pueblo”. Les dieron un esplendor que nunca tuvieron, los orientaron en espaciosas plazas que formaban el centro de un damero, una cuadrícula que ordenaba la ciudad a la manera romana y permitía el crecimiento de las ciudades manteniendo el orden, la disciplina y movimiento fácil. Decoraron las iglesias son colores vivos y trabajos virtuosos en madera para que recordara el esplendor de la selva. Entronizaron las figuras de los santos, la virgen con el niño y la muerte de Jesús para recordarles que la vida es el camino del dolor y el sacrificio. La figuración realista destronó la imagen mítica, la solución abstracta y la apariencia indefinida de los dioses andinos. La presencia de la madre determinó la fe en algo que es muy propio en todas las culturas, el amor y el respeto a la madre. El esplendor de los templos y la liturgia de los nuevos ritos hizo que la nueva fe despertara una energía espiritual como nunca había vivido el continente americano. Con estas premisas el cristianismo se implantó en Latinoamérica con mayor vigor que lo había hecho en Europa.

 ExterioresTemplo de Concepcció, Chiquitanía Bolivia. 2015

 Exterior de S. José de Chiquitos. Bolivia. 2015  El torobochi o ceiba, el árbol sagrado en primer término.

No todo eran selvas y aldeas en el continente suramericano, la cultura Huari y Tiahuanaco son antecedentes primordiales del imperio inca y estos a su vez hicieron importantes enclaves humanos que hoy nos asombran. Cusco como capital del imperio Inca todavía impresiona al igual que Machu Picchu. Otras ciudades como Tambo en Lima nos dicen la extensión de su poder y Huanacopamba, entre Cusco y Tomebamba, nos hablan de la capacidad estratégica y organizativa de un imperio que en aquel momento era el más extenso de Sudamérica. Pachacámac, ciudad templo casi tocando al pacífico, nos da una relación ordenada de cómo las diferentes culturas se han ido sucediendo y eclipsando desde el siglo III hasta el ocaso del imperio Inca y los tesoros del Señor de Sipán nos dice cual era su ideario espiritual, su sentir en la vida, la sumisión de sus gentes y esplendor de los poderosos que se confundían con sus dioses.

 Exterior de S. José de Chiquitos. Bolivia. 2015

Una constante en las “ciencias andinas” fue considerar a los astros como dioses y los emperadores sus legítimos representantes en la tierra. El templo del sol y el de la luna ya están presentes en Pachacámac y la consideración a la madre tierra fue también uno de los motivos animistas más reverenciados: ¡es natural, eran culturas agrarias!
En su tradición oral se contempla el mito del origen que dice:
El sol, observó el estado esforzado y mísero de los hombres, y para aliviarles les creó una pareja semejante a ellos: el hombre y la mujer. A él le llamó Manco Cápac y a ella Mama Ocllo, su esposa y hermana. Cuando los tuvo delante les ordenó ir a civilizar a los pobladores de la tierra y les concedió un bastón de oro. Con este objeto se valían para ordenar los campos, valles y montes ya que tenía las propiedades de encontrar el lugar para fundar ciudades y templos los cuales habían de implantar el culto al sol.

1 comentario:

  1. Excelente Trabajo! Favor visitarnos en Cochabamba: http://davidedinger.com/fach-umss-universidad-mayor-san-simon-facultad-de-arquitectura-y-ciencias-del-habitat

    ResponderEliminar