La terminal de trenes muertos. Uyuni 2015
Cementerio de trenes
Quiero seguir en Uyuni y marchar de la ciudad con el dulce regusto de un visitante atento. Decía en el mensaje del móvil, era una nota para informar de los pormenores del viaje y para dejar un registro de mi situación.
Hoy tenía previsto ir a Calama, a las minas de Chuquicamata; los festejos de carnaval paralizan el país. Es fiesta y hasta el miércoles no puedo salir en dirección Calama. Además es peligroso, son los días que se dedican a beber y es aconsejable no viajar; se ve que lo hacen borrachos y han decidido paralizar los transportes.
Bolivia es un buen país con un territorio inmenso y riquezas naturales incalculables. Tiene gentes amables y humildes que quieren cambios. Algunos se dedican al pillaje y dejan espectáculos como este...
Caballitos rotos Uyuni 2015
El acontecimiento nos lleva al pasado reciente y es impresionante: un desguace de máquinas de tren que con los años se han acumulado en la terminal de Uyuni. Realmente es un espectáculo premonitorio, el final de una era que se expresa con todo su dolor. Un mensaje directo para avisarnos de que cuando el sistema colapse en pocos años, seguramente días, todo pude quedar así. Escenarios como este han inspirado a la serie de Mad Max Fury Road. Una visión bárbara de un final salvaje.
No obstante el estupor que crea un paisaje así, saqueado, desolado y violado por la mano del hombre, tiene mucho de componente de drama, de exaltación de los sentimientos, de pathos estético. Toda la escultura expresionista tiene ese poder de rapto, de prontitud, de violación de los materiales, de agresión a las formas, de rotura en los huesos, que quebranto en las normas. Mirad como se ha convertido en el espacio de expresión de los grafiteros, los chistes ingeniosos y lo más importante: la reacción del público. Hacerse selfies con ellas de fondo o trepar aquellas máquinas difuntas es la prueba de la victoria sobre los restos de la derrota. No se preguntan que en esos momentos ellos configuran una metáfora burlesca y macabra: cabalgan y danzan con el tren de la muerte.
Estas no son esculturas intencionadas, las ideas no han sido puestas con estos propósitos, pero el resultado llega a conmover mucho más que muchas obras que suelen ser amontonamientos de chatarra, formas sin ningún poder expresivo.
De los desguaces ha nacido toda una estética que crea figuraciones de monstruos con tornillos. Pienso que no hay nada más ramplón que la escultura de desechos y aún es más soez que se llame así misma “ecológica.” Excepto algunos autores que han impregnado ironía e ingenio, súmanse a esta “maniera” kitsch es infantil. Pero esta ahí como algo que ha venido para quedarse y se suele hacer con todas las variables de esa estética salvaje y guerrera y a la vez inocente y simplona que supone el gratuito combinado de hierros.
El rumor de las calderas. Uyuni 2015
Las tres gracias encima de la serpiente. Uyuni 2015
Versos sobre la frente. Uyuni 2015
En el caso del cementerio de trenes de Uyuni no es este el motivo: en ningún momento hubo la intención de dar respuesta a una situación emocional. No había necesidad espiritual, no primó una intencionalidad estética, ni hubo ninguna reflexión sobre la cultura del “desguace”: ¡fue un desvalijamiento forzado! Tampoco el lugar es un museo donde se explique que sucedió: es el escenario de la desolación y al visitante se le invita a participar en el festín. No estamos ante la obra de un escultor que ha valorado las formas y el juego de las proporciones, el compromiso con la historia, el arte o la vida, estamos ante el fruto de cientos de corsarios que han descuartizado magníficas máquinas de vapor y las han dejado en los huesos. El efecto es majestuoso, estéticamente soberbio... Las proporciones son las que les dio la necesidad y el cálculo de los ingenieros. El resultado de las formas actuales es el que han proporcionado aquellos diseños ajustados, pensados con sus nervios y tendones e intervenidos por las dentelladas de los saqueadores. Estos son los que han dado una respuesta violenta a las máquinas ya cansadas, en reposo y las han dejado muertas: rémoras irrecuperables de los sueños del pasado.
Cementerio de trenes
Quiero seguir en Uyuni y marchar de la ciudad con el dulce regusto de un visitante atento. Decía en el mensaje del móvil, era una nota para informar de los pormenores del viaje y para dejar un registro de mi situación.
Hoy tenía previsto ir a Calama, a las minas de Chuquicamata; los festejos de carnaval paralizan el país. Es fiesta y hasta el miércoles no puedo salir en dirección Calama. Además es peligroso, son los días que se dedican a beber y es aconsejable no viajar; se ve que lo hacen borrachos y han decidido paralizar los transportes.
Bolivia es un buen país con un territorio inmenso y riquezas naturales incalculables. Tiene gentes amables y humildes que quieren cambios. Algunos se dedican al pillaje y dejan espectáculos como este...
Caballitos rotos Uyuni 2015
El acontecimiento nos lleva al pasado reciente y es impresionante: un desguace de máquinas de tren que con los años se han acumulado en la terminal de Uyuni. Realmente es un espectáculo premonitorio, el final de una era que se expresa con todo su dolor. Un mensaje directo para avisarnos de que cuando el sistema colapse en pocos años, seguramente días, todo pude quedar así. Escenarios como este han inspirado a la serie de Mad Max Fury Road. Una visión bárbara de un final salvaje.
No obstante el estupor que crea un paisaje así, saqueado, desolado y violado por la mano del hombre, tiene mucho de componente de drama, de exaltación de los sentimientos, de pathos estético. Toda la escultura expresionista tiene ese poder de rapto, de prontitud, de violación de los materiales, de agresión a las formas, de rotura en los huesos, que quebranto en las normas. Mirad como se ha convertido en el espacio de expresión de los grafiteros, los chistes ingeniosos y lo más importante: la reacción del público. Hacerse selfies con ellas de fondo o trepar aquellas máquinas difuntas es la prueba de la victoria sobre los restos de la derrota. No se preguntan que en esos momentos ellos configuran una metáfora burlesca y macabra: cabalgan y danzan con el tren de la muerte.
Estas no son esculturas intencionadas, las ideas no han sido puestas con estos propósitos, pero el resultado llega a conmover mucho más que muchas obras que suelen ser amontonamientos de chatarra, formas sin ningún poder expresivo.
De los desguaces ha nacido toda una estética que crea figuraciones de monstruos con tornillos. Pienso que no hay nada más ramplón que la escultura de desechos y aún es más soez que se llame así misma “ecológica.” Excepto algunos autores que han impregnado ironía e ingenio, súmanse a esta “maniera” kitsch es infantil. Pero esta ahí como algo que ha venido para quedarse y se suele hacer con todas las variables de esa estética salvaje y guerrera y a la vez inocente y simplona que supone el gratuito combinado de hierros.
El rumor de las calderas. Uyuni 2015
Las tres gracias encima de la serpiente. Uyuni 2015
Versos sobre la frente. Uyuni 2015
En el caso del cementerio de trenes de Uyuni no es este el motivo: en ningún momento hubo la intención de dar respuesta a una situación emocional. No había necesidad espiritual, no primó una intencionalidad estética, ni hubo ninguna reflexión sobre la cultura del “desguace”: ¡fue un desvalijamiento forzado! Tampoco el lugar es un museo donde se explique que sucedió: es el escenario de la desolación y al visitante se le invita a participar en el festín. No estamos ante la obra de un escultor que ha valorado las formas y el juego de las proporciones, el compromiso con la historia, el arte o la vida, estamos ante el fruto de cientos de corsarios que han descuartizado magníficas máquinas de vapor y las han dejado en los huesos. El efecto es majestuoso, estéticamente soberbio... Las proporciones son las que les dio la necesidad y el cálculo de los ingenieros. El resultado de las formas actuales es el que han proporcionado aquellos diseños ajustados, pensados con sus nervios y tendones e intervenidos por las dentelladas de los saqueadores. Estos son los que han dado una respuesta violenta a las máquinas ya cansadas, en reposo y las han dejado muertas: rémoras irrecuperables de los sueños del pasado.
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