Comedores de buñuelos. Puesto de fruta en Oruro. 2015
El mercado de Oruro
Los mercados son el aparador cultural más importante de la ciudad y como consecuencia se deviene en el rostros vital de un país. No hay museo ni sala de exposiciones, ni hemerotecas o programas de televisión que proporcione tanta información como este lugar. El pulso de las gentes y sus usos y costumbres están ahí presentes. En la manera de hacer se pueden ver sus habilidades, disposiciones, ingenios y talentos. En la presentación se valora su disposición estética, el orden en su estado de ánimo y la cualidad ética: en todo se puede constatar como muestran su funcionamiento y bondad. Allí se descubren sus atenciones, el deseo de conectar con los demás, los mecanismos de seducción, el nivel de vida, la amabilidad de las gentes, los productos de la tierra, el nivel tecnológico, la riqueza o miseria de un país: todo, allí está todo. Lo que se expone es lo que hay y se puede ver al momento. Tenemos la posibilidad de degustarlo, compartirlo, contemplarlo y puedes dedicarle tantas horas como quieras: es un espectáculo permanente.
Fruta y palabras íntimas. Oruro 2015
El alma colectiva de Bolivia se detecta en los mercados más que en el parlamento, en la prensa o en los templos.
Si eres curioso y deseas conectar con el alma de un pueblo, aconsejo ir a comer al mercado y hablar con las gentes que trabajan allí. Pienso que hay que beber lo que ellos beben y sentarse en los mismos bancos que lo hacen ellos y hablar con la camarera o camarero si ellos quieren. Pero lo que encuentro más seductor es estar allí compartiendo la vida, los alimentos, las miradas y el palpitar del mundo. Encuentro que sobretodo hay que preguntar, curiosear y hablar con ellos y de ellos. En “el viaje metafórico”, yo me siento un espectador que quiere aprender. Será imposible que no se hable también de ti: es la curiosidad humana la que nos ayuda a formarnos. El viaje de los otros también es un espejo para el nuestro. A los dos minutos de establecer una conversación serán ellos los que querrán saber de donde eres, que haces allí, en que trabajas, si estás de paso o si eres soltero… Si realmente hablas con sinceridad y no vas con la mano en la cartera, las puertas se abren en todas partes.
La vendedora de mazorcas. Oruro 2015
Hay que pensar que allá donde vayamos las gentes son como nosotros y también son curiosos y constatan que el mundo es un espectáculo abierto. Ellos lo ven sin moverse de casa, del puesto donde trabajan, del taxi o el microbús: el viajero se desplaza pero por ello su viaje no es más largo. El que siempre estuvo en un lugar también vio como los acontecimientos pasaban delante de sus ojos, por lo cual también se hacen las mismas preguntas y ven con estupor los misterios del mundo: otra cosa es si lo quieren expresar...
Dígame... Oruro. 2015
Nos vemos... Puerta del mercado en Oruro. 2015
Zumos de fruta y recogimiento. Oruro. 2015
El mercado de Oruro es animado y amable: uno de los muchos que se pueden encontrar en Bolivia. Sus productos configuran una instalación repetida con pequeñísimas variables. Además allí los puestos están llenos a rebosar y los timbres de la cultura se oyen con claridad: son una sinfonía amable. ¡Cómo me identifico con ellos! Es un festival de recuerdos que se han agolpado en el tiempo. Memorias que se dan todas a la vez y en directo: ¡se desdoblan en mi mente! En un escenario así no hay lecturas ni medias verdades, todo se presenta de manera sutil y a la vez descarada. Cuando estás en esta situación emocional es el momento de pedir una ensalada de frutas, sentarte en aquel puestecito y sentir como los sabores de la tierra se han convertido en aquella maravilla. Se puede disfrutar de aquel momento y acompañarlo con muchos otros matices, entre ellos, como succiona los jugos el que tienes al lado, como sonríe la frutera, se muerde los dientes un malhumorado o como te mira un transeúnte circunstancial…
Papelitos de colores. Oruro 2015
La queja
Si por los motivos que sean encuentras que todo está vacío, los estantes sucios, los productos pasados, los dependientes dispuestos al enfado, el malestar en los clientes, las malas caras entre todos: pues mira, es un desastre que has de asumir tal como es y ahí también es lícito enfadarse. Si ese país no funciona lo demostrará con estos síntomas tan explícitos y también será una lección aprendida. Algunos se justificarán con argumentos: pues toma nota de ellos y aprende. Estos argumentos son el material sociológico para entender que pasa y corregir si es posible… no es oportuna la queja: ¡hay que luchar para estar vivo!
Por el contrario si ves a la gente es animada, los dependientes dispuestos, los productos abundantes y frescos y los clientes consumiendo en directo: eso es señal de la cosa marcha. Cada expresión y la suma de todas ellas configuran la imagen directa y el estado de un pueblo.
Ensalada de frutas y espera. Mercado de Oruro. 2015
El murmullo de fondo “hace el lugar”, territorio de expresiones confundidas con las voces, en los cantos, la quejas, las peticiones, las risas y seducciones que hacen de los hombres y mujeres actores del gran teatro. Todo invita a beber y a comer de la gran Epifanía que supone vivir en colectividad…
Si hay cosas que no son como en tu país no presumas de ser diferente y pensar que eres mejor. Los pueblos agradecen que se valore lo que son, no que los miren como algo exótico que sólo sirven para que les hagan fotos: pide permiso para hacerlas. El mundo es un jardín botánico con millones de especies y maneras de existir, algunas nos pueden parecer ajenas pero en realidad todas nos pertenecen... Cuando se hace un viaje es para aprender, para ampliar conocimientos y relativizar tus puntos de vista. Si al regresar no has cambiado en algo, si no has “cuestionado tus bondades”, quiere decir que te fuiste con tus vicios y regresaste con ellos. El viaje nos ubica, nos dice cual es nuestro lugar en el mundo, “somos almas de paso” y pertenecemos a la tierra.
El mercado de Oruro
Los mercados son el aparador cultural más importante de la ciudad y como consecuencia se deviene en el rostros vital de un país. No hay museo ni sala de exposiciones, ni hemerotecas o programas de televisión que proporcione tanta información como este lugar. El pulso de las gentes y sus usos y costumbres están ahí presentes. En la manera de hacer se pueden ver sus habilidades, disposiciones, ingenios y talentos. En la presentación se valora su disposición estética, el orden en su estado de ánimo y la cualidad ética: en todo se puede constatar como muestran su funcionamiento y bondad. Allí se descubren sus atenciones, el deseo de conectar con los demás, los mecanismos de seducción, el nivel de vida, la amabilidad de las gentes, los productos de la tierra, el nivel tecnológico, la riqueza o miseria de un país: todo, allí está todo. Lo que se expone es lo que hay y se puede ver al momento. Tenemos la posibilidad de degustarlo, compartirlo, contemplarlo y puedes dedicarle tantas horas como quieras: es un espectáculo permanente.
Fruta y palabras íntimas. Oruro 2015
El alma colectiva de Bolivia se detecta en los mercados más que en el parlamento, en la prensa o en los templos.
Si eres curioso y deseas conectar con el alma de un pueblo, aconsejo ir a comer al mercado y hablar con las gentes que trabajan allí. Pienso que hay que beber lo que ellos beben y sentarse en los mismos bancos que lo hacen ellos y hablar con la camarera o camarero si ellos quieren. Pero lo que encuentro más seductor es estar allí compartiendo la vida, los alimentos, las miradas y el palpitar del mundo. Encuentro que sobretodo hay que preguntar, curiosear y hablar con ellos y de ellos. En “el viaje metafórico”, yo me siento un espectador que quiere aprender. Será imposible que no se hable también de ti: es la curiosidad humana la que nos ayuda a formarnos. El viaje de los otros también es un espejo para el nuestro. A los dos minutos de establecer una conversación serán ellos los que querrán saber de donde eres, que haces allí, en que trabajas, si estás de paso o si eres soltero… Si realmente hablas con sinceridad y no vas con la mano en la cartera, las puertas se abren en todas partes.
La vendedora de mazorcas. Oruro 2015
Hay que pensar que allá donde vayamos las gentes son como nosotros y también son curiosos y constatan que el mundo es un espectáculo abierto. Ellos lo ven sin moverse de casa, del puesto donde trabajan, del taxi o el microbús: el viajero se desplaza pero por ello su viaje no es más largo. El que siempre estuvo en un lugar también vio como los acontecimientos pasaban delante de sus ojos, por lo cual también se hacen las mismas preguntas y ven con estupor los misterios del mundo: otra cosa es si lo quieren expresar...
Dígame... Oruro. 2015
Nos vemos... Puerta del mercado en Oruro. 2015
Zumos de fruta y recogimiento. Oruro. 2015
El mercado de Oruro es animado y amable: uno de los muchos que se pueden encontrar en Bolivia. Sus productos configuran una instalación repetida con pequeñísimas variables. Además allí los puestos están llenos a rebosar y los timbres de la cultura se oyen con claridad: son una sinfonía amable. ¡Cómo me identifico con ellos! Es un festival de recuerdos que se han agolpado en el tiempo. Memorias que se dan todas a la vez y en directo: ¡se desdoblan en mi mente! En un escenario así no hay lecturas ni medias verdades, todo se presenta de manera sutil y a la vez descarada. Cuando estás en esta situación emocional es el momento de pedir una ensalada de frutas, sentarte en aquel puestecito y sentir como los sabores de la tierra se han convertido en aquella maravilla. Se puede disfrutar de aquel momento y acompañarlo con muchos otros matices, entre ellos, como succiona los jugos el que tienes al lado, como sonríe la frutera, se muerde los dientes un malhumorado o como te mira un transeúnte circunstancial…
Papelitos de colores. Oruro 2015
La queja
Si por los motivos que sean encuentras que todo está vacío, los estantes sucios, los productos pasados, los dependientes dispuestos al enfado, el malestar en los clientes, las malas caras entre todos: pues mira, es un desastre que has de asumir tal como es y ahí también es lícito enfadarse. Si ese país no funciona lo demostrará con estos síntomas tan explícitos y también será una lección aprendida. Algunos se justificarán con argumentos: pues toma nota de ellos y aprende. Estos argumentos son el material sociológico para entender que pasa y corregir si es posible… no es oportuna la queja: ¡hay que luchar para estar vivo!
Por el contrario si ves a la gente es animada, los dependientes dispuestos, los productos abundantes y frescos y los clientes consumiendo en directo: eso es señal de la cosa marcha. Cada expresión y la suma de todas ellas configuran la imagen directa y el estado de un pueblo.
Ensalada de frutas y espera. Mercado de Oruro. 2015
El murmullo de fondo “hace el lugar”, territorio de expresiones confundidas con las voces, en los cantos, la quejas, las peticiones, las risas y seducciones que hacen de los hombres y mujeres actores del gran teatro. Todo invita a beber y a comer de la gran Epifanía que supone vivir en colectividad…
Si hay cosas que no son como en tu país no presumas de ser diferente y pensar que eres mejor. Los pueblos agradecen que se valore lo que son, no que los miren como algo exótico que sólo sirven para que les hagan fotos: pide permiso para hacerlas. El mundo es un jardín botánico con millones de especies y maneras de existir, algunas nos pueden parecer ajenas pero en realidad todas nos pertenecen... Cuando se hace un viaje es para aprender, para ampliar conocimientos y relativizar tus puntos de vista. Si al regresar no has cambiado en algo, si no has “cuestionado tus bondades”, quiere decir que te fuiste con tus vicios y regresaste con ellos. El viaje nos ubica, nos dice cual es nuestro lugar en el mundo, “somos almas de paso” y pertenecemos a la tierra.
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