Preámbulo al texto completo
Sobre la obcecación humana y la ceguera que provoca ya he dejado un rastro sinuoso en los relatos anteriores, ahora quiero dedicar unas semanas al amor perturbado, tratar el tema de la pérdida y acusar por ello un doloroso castigo por amar demasiado. A lo largo de los relatos veremos como nada hay más apasionante que la pérdida de la razón por cuestiones amorosas.
Lo que viene a continuación
son varios relatos inspirados en la vida real y presentan vivencias de diferentes
personas. Con todas ellas he retomado el tema de la ceguera y para ello hago
servir otra vez el nombre de Lucía; ¡su oscuridad voluntaria es providencial! Entre
estas personas las hay fuertes, otras soñadoras y visionarias, pero todas
tienen un rasgo en común, la ceguera por amor, la adicción al dolor y el coraje
para soportarlo. La pérdida les ha producido heridas profundas, los
sentimientos los tienen en carne viva y por ello sufren más de lo que puede
soportar un ser humano.
Con estos relatos procuraré
aliviar su vida; ahora y aquí, mi ofrecimiento es compartir su aflicción de manera
permanente. Espero que para ellas sean un consuelo al sentirse reconocidas en ellos;
para mí han sido y son un acompañamiento enriquecedor. Ante su entrega y sacrificio por el dolor recibido sólo puedo decir, ¡gracias por vuestra confianza y generosidad!
La protagonista
Lucía es una mujer
extraordinaria, la vida la ha cargado de dolor, la ha dejado desamparada y
sola. Es la figura principal en las próximas semanas, ella encarna la experiencia
de la aflicción en un duelo endémico por la perdida del amado. Es valiente,
generosa, delicada y fiel hasta un límite poco común. En algunos casos sus
reacciones y expresiones pueden recordar perfiles heroicos o rasgos de locura. Dice...
Bebo
sus besos
El frío
de muerte
Me
alimenta
Por temerario e imprudente
con las palabras, quiero pedirles perdón a estas personas; soy consciente que es
un tema delicado de tratar y siempre se puede escapar alguna expresión con
espinas, algún ácido fuera de contexto que las pueda dañar. Por todo ello, si
en algo les molesto lo sentiré muchísimo y quiero que sepan que estoy dispuesto
a rectificar en cualquier momento. También quiero darles las gracias por
confiar en mí, en ocasiones hago servir una lengua torpe y pérfida, un cuchillo
que zahiere los sentimientos. Se que no sirve el remedio de pedir perdón, pero en
este caso ideo la excusa para ponerlas vigilantes y reactivarlas. Lo hago pues con
buenas intenciones, pienso que en estas situaciones lo peor que les puede pasar
es que el silencio lo inunde todo. Ellas han de respirar de nuevo y para ello
tienen que arrojar el agua mortecina que se ha colado en el pecho. Ellas mismas
me explican como se alimentan al despuntar el alba.
Tomo
pecina
Entre
los albañales
De
cementerio
Como es de suponer: igual
que la regente del taxi en México DF. y aquella que tenía luz en las manos y
oteaba por encima de los muros del corral, estas Lucías forman un seudónimo y
presentan entre todas un cuadro personalizado. Igual que las anteriores han tomado el
nombre de la mártir y lo ha hecho para relatar los tormentos que las han martirizado.
Su pesar las ha vaciado como una vaina de habichuela y les ha dejado casi apagada la luz de
la razón. Ahora sus anhelos se desplazan entre sombras y sólo esperan un abrazo amigo que les ayude a soportar sus días. Realmente son aves heridas que surcan el cielo errantes; ¡quizá en el último vuelo!
Así pues, aquí aparece una nueva Lucía la
que encarna la perdida del juicio, la que tiene en la mente el clavo de la
locura; ¡todo ello devenido por amar demasiado!
Sus palabras inaudibles me recitan antífonas, versos cortos. Parecen haikus, pero mi voluntad dice que no lo son; estos son directos y se clavan en el pensamiento como puñales...
Secos los ojos,
Enjutos los labios
De mi mandorla
No hay comentarios:
Publicar un comentario