jueves, 31 de mayo de 2012

Bastón guía


Dolorosa, Luis Bonifàs Massó (Valls, 1730- id., 1786



Bastón guía
En este relato Lucía conduce su ceguera con un bastón guía y en la punta tiene instalado un sensor inteligente; ¡es una primicia de la tecnología moderna! Como si se tratara de un arma defensiva, atiza con él a todo aquel que se adentra en su radio de acción. En este círculo fatídico se ha formado un erial de círculos concéntricos donde no nace ni crece nada, sólo el dolor, la angustia y la melancolía pueden germinar con fuerza en una mujer que tiene el pecho atravesado por siete espadas.

En la oscuridad de sus ojos ha blindado su mundo y no deja entrar ni una brizna de luz en su mente. Su pensamiento esta sacudido por una tormenta exterior y sólo encuentra sosiego en sus propias recreaciones. Se considera maltratada por el destino, injustamente acosada, y en todos los rincones de su laberinto se siente una presa vulnerable y fácil.

Durante un tiempo meditó la cuestión y hasta llegó a pensar que era un ser contrahecho maltratado por la vida. Pensó que era mejor alejarse de los demás, no dejarse ver y vivir según el modelo fabricado en su mente. Desconfió de todo y de todos, mantenía su mundo amurallado y defendido por baluartes y aspilleras talladas en la piedra con forma de cruz. En su afán de blindarse había construido almenas reforzadas en las siete puertas igual que hicieron en la antigua Tebas. Para zanjar la semejanza les puso el mismo nombre: Proitides, Electra, Neita, Honkas, Borraia, Homoloides y Ebdoma. Cada puerta iba asociada a un nombre propio: el de los seres que había dejado fuera de su vida para no ser perturbada con la posible luz de sus ojos.

A mi me tocó Electra y creo que acertó el pleno; mi mente está trastornada por las sombras del destino, son capítulos terribles que no me atrevo a relatar, aunque sin pretenderlo, se destilan pletóricos en cada palabra que escribo. Asumo las derrotas; ¡ya se han hecho carne viva! Al contrario que un general condecorado, con pesar llevo mis medallas prendidas y ocultas en la campana oscura del pecho. Por el contrario, el general las ostenta con vanidad. Las luce en la parte visible del corazón, estira el cuello y levanta la frente, así transita en la vida hasta que el viento póstumo le quita la gorra y los galones...

Volvamos al relato...
Un día inesperado y ayudada por mis consejos, Lucía pensó que tenía que salir a sentir de lleno la luz del sol, que la vida era breve y no quería mantener las murallas del engaño por más tiempo. Las derribó con un soplo suave, un bufido que sacó por la nariz y traspasó aquellos muros antes indestructibles. Cayeron sin resistencia alguna como se despeñaron los baluartes de la muralla china; ¡eran de un parque temático! Se derrumbaron silentes igual que sobrevino en escoria el muro de Berlín o como caerán los laberintos de Gaza y todas las cercas de los tiranos!

-He de escapar de aquí pero todavía soy ceniza en los ojos, una pella de barro tierno.-

Dijo… sin mover los labios.
En varias ocasiones le había sentenciado que la arcilla es más fuerte que la piedra, que las noches son el refugio de los sueños y que los años regalan la derrota sin darnos cuenta, a lo que ella contesto...

-El barro es ceniza viva, enigma del tiempo sobrevenido en pizarra, un torbellino azul que se pierde en el alma. Es canto en la intimidad de los dedos, protección nacarada en los labios. Es el refugio donde una puede dormirse eternamente, es lienzo frágil para dejar la voz impresa; ¡una caja de secretos sellados en la piel!- etc, etc.

Ella, como yo, ¡quizá como tú! había confiado totalmente en su bastón guía. Un día lo olvidó y algo inesperado germinó en su mente, se despertó de súbito y esperó una respuesta en los claros del alba. Pensó que necesitaba volar fuera y escapar de la adversidad...

-¡Adiós al encierro, al dolor, a la fidelidad, al compromiso ciego!-

No obstante no fue consciente de los cambios en su retrato, tampoco de los señuelos del mundo. Con los años, el tatuaje de su voz se había grabado con saña en el rostro y no llegó a verlo a tiempo. Su piel se había marchitado, sus labios estaban enjutos, los pechos desmayados, las caderas angulosas, hasta el delta de Venus se había quedado desierto. Pero Lucía no se miraba en el espejo y cuando lo hacía era para tapar los vestigios de la derrota. Quizá en su mente ya se habían forjado las alas del padre Dédalo; a veces crecen solas. Lo hacen sigilosamente, crecen como los sueños de liberación, crecen y se desmesuran hasta que nos llevan al infortunio sin darnos cuenta…

Un día de sol resplandeciente, de viento calmado, se dejó ir más allá de los limites que podía soportar su cuerpo, saltó las murallas y se elevó entre las nubes como el ave Fénix. Igual que Ícaro se elevó imprudentemente y como era de esperar cayó en un precipicio desconocido y antes temido. Se trastornó su paz con los eructos verbales de un ser que le escribía relatos cortos. Estimulada por los cantos se lanzó en una aventura apasionada sin protección alguna y se precipitó en otro desierto sin horizontes. Nunca sabia como proteger su libertad, como actuar para no quedar secuestrada en el espacio del otro, como transitar su propio camino. Entonces tomó una determinación y la incrustó en la mente con mayor soledad que nunca. Vio como la mano del destino le golpeaba en los ojos y volvía otra vez a la ceguera. Naturalmente, otra vez cogió el bastón guía, ahora lo hizo con mayor resentimiento si cave y empezó a blandirlo en el aire como una espada.

-Aunque tomé precauciones, otra vez vencida, humillada, sometida en la caída, ¡abandonada en el destierro!

Aquí termina mi información sobre el caso. Algunos dicen que fue a parar a Icaria, otros que desapareció entre las olas del mar. Yo afirmo que sigue bajando en el desplome y que su precipicio es el mismo que esta caída libre que me lleva lentamente hacia el fondo del foso… 

La derrota de los años, ¡ya sin bastón guía!

Gregorio Bermejo 30-5-2012

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