El beso de la muerte, Cementerio de Poblenou, Barcelona. Fotos: Andria Gergiou
El Ausente
Ocurrió aquella noche de
luces asombrosas y tinieblas agónicas; un rayo entró en su vida y trajo un suceso que no se olvidará nunca! Las contingencias fueron funestas para
él y para los que estaban a su lado; ¡sigiloso y terrible, el final vino al encuentro sin apelaciones! Se desplomó en el suelo sin resuello alguno, inesperadamente
tomó el camino obligado por el destino y topó frontalmente con la muerte. Ella silbó el aliento de un instante que huye y se llevó su alma y su pensamiento sin mediar palabra. Su mente se ocultó detrás de una mancha oscura, su cuerpo dijo
basta y así quedó confundido con la nada. En aquel instante se aflojaron todas las tensiones y sus articulaciones se desplomaron en gravedad libre; ¡no pudo
dar ni un paso más!
Para él fue una partida súbita y podríamos afirmar que placentera pero dejó un reguero de dolor e incertidumbre en derredor suyo. Todo pasó en un instante, unos segundos de vacilación y angustia que para los vivos que lo asistieron bien pudo ser una eternidad.
Para él fue una partida súbita y podríamos afirmar que placentera pero dejó un reguero de dolor e incertidumbre en derredor suyo. Todo pasó en un instante, unos segundos de vacilación y angustia que para los vivos que lo asistieron bien pudo ser una eternidad.
Ese intervalo breve es determinante en la vida de cada persona, pero en su caso ha traído la leyenda del duelo ejemplar, lo ha convertido en ceguera, en pasión dislocada y en la estética
del sufrimiento. Esta tragedia es la que ha suscitado estos relatos y por ello la
hace destacable sobre las demás. No es la única ni la más angustiosa, tampoco es un consuelo para nadie pero sirve para señalar que la cosecha del dolor y la perdida es la que con mayor insistencia nos arroja la vida.
Su final tiene una parte
consoladora, dibujó una marcha repentina, sin sufrimiento, inesperada y dulce. Fue
tan rápida la partida que sólo dejó una manchita imperceptible en el suelo. De su boca se escapó un
¡ay…! y dejó de existir para siempre.
Sin abrir los labios llegó a pensar...
Sin abrir los labios llegó a pensar...
Entre luz-sombra
Me entrego al mundo
Y al olvido
Lo hizo sin dudar en lo que
le estaba pasando y sin mediar una palabra con nadie; fue un acto diáfano. Sin
duda señaló una marca evidente del final de la vida; sin apelativos quedó todo
en su lugar con una fecha precisa: ( ). Esta
fecha estaba señalada en el calendario del destino como el día que se inició el
cambio hacia la cultura del desasosiego.
Se fue sin arreglar los
papeles, sin despedidas sinuosas, sin alertas indebidas ni caras tristes y más
todavía, sin dejar detrás un reguero innecesario de alaridos.
He empezado pues esta obra para fijarlo unos instantes, retenerlo entre palabras y honrar su memoria. Lo hago también para quitarme esa manchita que bien pudo formarse en la mente. Pero el curso de los acontecimientos va creciendo y una herida permanente se ha abierto y puede quedar en llaga incurable. De hecho, día tras día la friego con flores de mirto pero Lucía aumenta la gravedad con sus aflicciones, hunde su dolor en mi pecho hasta sentir como transmuta mi nombre. Estos relatos son pues un lenitivo para calmar el desasosiego que crea la muerte, su presencia da relieve extraordinario a la ausencia y se deja caer con saña en los momentos de soledad.
No puedo evitar sentir la plegaria del silencio...
Ya no respiro
Se hunden en el
pecho
Tres mil puñales
Pienso que relatar lo que
pasa entre las personas es abrir la puerta al nuevo día y dejar que por ella
entren las auroras con la fuerza de tiempos renovados. Describir lo que nos pasa es darle forma al desconsuelo y crear la estancia de los aullidos para encerrarlos; allí descargamos todo el dolor aunque en el pecho siempre quedan remanentes.
Entender la muerte es fácil, para algunos es una circunstancia colateral, para otros un abrazo exterminador, pero en cualquier circunstancia ¡qué difícil es tolerarla y más aún consentirla!
Entender la muerte es fácil, para algunos es una circunstancia colateral, para otros un abrazo exterminador, pero en cualquier circunstancia ¡qué difícil es tolerarla y más aún consentirla!
Dice el amante de arrayanes…
-Le doy vueltas al tema y no puedo soportarlo, es como una brasa que quema
las manos y no logro apagarla. Para mover los pensamientos escribo de manera
obsesiva; las imágenes afloran solas, parece que son el fruto de una demanda que ha de ser atendida. Son los mismos argumentos día tras día se presentan. El mismo llanto que hiere los ojos, la misma melancolía. Las palabras surgen solas, se derraman por la boca, esta
es una muestra de mi infortunio y quizá el oscuro contenido de nuevas realidades.-
El viento de levante relata los hechos-
Hablo sin boca
Te dicto
versículos
Luces del alba
-No se que me depara la vida,
noto como en el centro del pecho crece una herida, un profundo pesar que
descubre el sentido del deber y me impone obligaciones, siento como el Ausente me
hace hablar por su boca. Emerge ante mi un testimonio poderoso, una explicación
que me deja desamparado, me pide lealtad y a su vez me llena de rebeldía. Un
grito se escapa por mi boca, levanta las tumbas y hace repicar los huesos sobre
tambores de duelo.
Les digo herido y hosco…-
Siempre mudos,
Quiénes son los
muertos
Para reírse
-Me hiervo el corazón entre
las contradicciones, todas me golpean en la sien y siento el desmayo súbito; el
malestar me deja al borde de la derrota. Pienso que solo tiene sentido seguir
si tomo el ejemplo del teófobo como guía. No obstante me atrae la llama curativa,
el salto de salvación que repica en la mente. Medito sobre la muerte y deduzco
que es depuradora de todas las quimeras pendientes y también la que finiquita todas las batallas. La muerte se ha convertido en un ventana oscura que contiene el significado de la vida; ¡ya empieza a ser condición permanente en mi obra!-
Callé en su día
Las palabras
debidas
Tu las contienes
En los días de duelo todo se
anima y hasta las piedras de muerte toman la palabra y cantan. Dicen los mármoles enlutados, los granitos penitentes; ¡las cruces del camposanto!
-Cómo esperaba experimentar
una pasión así para asistirla, cómo añoraba encontrar la llaga del dolor para
curarla, para lamerla hasta depurar el sufrimiento y convertirlo en llaga
luminosa. Cómo deseaba beber de la raíz del sufrimiento y poder así aliviar la
soledad del jardín póstumo; ¡tan activo por las noches, tan solitario y descarnado de día!-
Entonces le escucho en el
aleteo de las tumbas y me obliga a centrarme en el relato.
Ya no soy nada
Suspiros en el
aire
Que se consumen
Le llegó el beso de muerte
en un momento plácido, después de “le
petite morte”, ese espacio post orgásmico y genital donde se descarga la
fuerza de la vida y un reguero de semillas buscan el encuentro con el destino. Un
momento donde la melancolía apacible ayuda a marchar y la pérdida de
consciencia sitúa al ser en un estado letal. Es el desvanecimiento amable que la
mayoría de las personas experimentan en las experiencias sexuales.
Él aprovechó ese instante
plácido para marchar.
Zumo de vida
Mi espalda se
vierte
Como semillas
Se entregó sin despedidas y
entró en el tiempo mineral en cuestión de segundos.
Soy de tierra
Lecho de crisantemos
En noviembre
Fueron los últimos
pensamientos y los adornó con una imagen inaudita: invocó con el último aliento el "Festival de la
Felicidad". En aquel instante, un homenaje florido se convocó en la
estancia; como un holograma se formó una nube luminosa de crisantemos japoneses.
Lucía pudo verlo unos
instantes, recogió los versos y la imagen en la escudilla de su boca y allí los retuvo para siempre, no los
dejó marchar en toda su vida.