9 Cajas para guardar testimonios de hombres buenos. Piedra arenisca de Osona. 110x080x085. 2013
El ser
La existencia es una quimera imprecisa, poliédrica y apasionante donde quedamos atrapados en un
agujero, salimos de él para caer en otro del mismo tamaño; ese es el posible
recorrido que nos regala la vida. Habituarse a él es conocer los señuelos del
mundo y quizá prepararse para conocerse uno mismo. Desde ahí observamos, desde ese hueco contingente miramos y en ocasiones vemos alguna cosa y nos hacemos la pregunta sobre el ser. Es la única
cuestión que tiene sentido preguntarse y es la que más cuesta formular ya que no tenemos
referentes estables para mirarnos, no disponemos de la distancia apropiada para vernos, nos faltan experiencias y no podemos abarcarlas, ni podemos ampliar el ángulo de visión que tuvimos al salir por la ventana
del asombro.
En el lenguaje coloquial el "yo soy" aparece
como una realidad intangible que incorpora los sentidos pero no los especifica,
al hacerlo ya esta haciendo un tratado dialéctico que enmascara la pregunta.
La verdad es que el ser se estremece en su agujero hasta la desesperación, de esta manera queda fuera del círculo mineral y prescinde de sus atributos materiales. En realidad se está buscando entre incertidumbres y en su ofuscamiento aparece como una vaguedad disuelta entre recuerdos, una sombra incierta que desmaya el pensamiento. El yo soy no explicita donde estoy; puede ser en la mente, en la glándula pineal, en el corazón o extendido por todo el cuerpo… Del lenguaje se deduce que estamos contenidos en la misma palabra, ella es la que nos señala y una vez nombrados, implícitos en el verbo, quedamos envueltos por la armadura biológica que soporta el alma y ahí encontramos al “sujeto”… Es entonces que se revela su espíritu en forma de palabras, vocablos que lo describen, gestos que lo identifican y acciones que lo presentan y es así como por el boquete sonoro aparece el periscopio del “sujeto”. Así se muestra entre los radiantes reflejos del concepto y desde allí actúa beligerante y cargado de razones; tantas que apabullan, se hacen impertinentes, crueles, déspotas, presuntuosas, etc. Lo que sons argumentos no le faltan, siempre aparece cargado de derechos, normas, mandatos, principios... pero sólo se trata de una percepción equívoca, él sólo puede ver la luz de su agujero y proyectarse en sus propósitos. Entre sus demandas encontramos los motivos mentales que destilan sus observaciones, sus acciones y deseos; el sujeto queda explicitado entre sus súplicas y estas emergen permanentemente. Su imagen lo es todo para el propósito establecido, por ello la depila, la maquilla, la procesa con cirugía plástica y ahí queda su registro. Tenemos dispuesto al ser entre el público, queda conformado para ser visto por fuera pero su rostro queda oscuro e indefinido por dentro. Entre sus voces aparece el nombre y con él se identifica hasta convertirlo en una estrella rutilante. Así parece ser, el ser se dibuja entre las tres puertas ciegas de la identidad, el nombre, el rostro y el alma; en el espacio que forman estas entidades resuena una pregunta fundamental, un eco que vibra hasta atontarnos; ¿quienes somos?
La verdad es que el ser se estremece en su agujero hasta la desesperación, de esta manera queda fuera del círculo mineral y prescinde de sus atributos materiales. En realidad se está buscando entre incertidumbres y en su ofuscamiento aparece como una vaguedad disuelta entre recuerdos, una sombra incierta que desmaya el pensamiento. El yo soy no explicita donde estoy; puede ser en la mente, en la glándula pineal, en el corazón o extendido por todo el cuerpo… Del lenguaje se deduce que estamos contenidos en la misma palabra, ella es la que nos señala y una vez nombrados, implícitos en el verbo, quedamos envueltos por la armadura biológica que soporta el alma y ahí encontramos al “sujeto”… Es entonces que se revela su espíritu en forma de palabras, vocablos que lo describen, gestos que lo identifican y acciones que lo presentan y es así como por el boquete sonoro aparece el periscopio del “sujeto”. Así se muestra entre los radiantes reflejos del concepto y desde allí actúa beligerante y cargado de razones; tantas que apabullan, se hacen impertinentes, crueles, déspotas, presuntuosas, etc. Lo que sons argumentos no le faltan, siempre aparece cargado de derechos, normas, mandatos, principios... pero sólo se trata de una percepción equívoca, él sólo puede ver la luz de su agujero y proyectarse en sus propósitos. Entre sus demandas encontramos los motivos mentales que destilan sus observaciones, sus acciones y deseos; el sujeto queda explicitado entre sus súplicas y estas emergen permanentemente. Su imagen lo es todo para el propósito establecido, por ello la depila, la maquilla, la procesa con cirugía plástica y ahí queda su registro. Tenemos dispuesto al ser entre el público, queda conformado para ser visto por fuera pero su rostro queda oscuro e indefinido por dentro. Entre sus voces aparece el nombre y con él se identifica hasta convertirlo en una estrella rutilante. Así parece ser, el ser se dibuja entre las tres puertas ciegas de la identidad, el nombre, el rostro y el alma; en el espacio que forman estas entidades resuena una pregunta fundamental, un eco que vibra hasta atontarnos; ¿quienes somos?
En el ardid quedamos atrapados, somos hijos de una verdad
espiritual que se desliza por la red, es un ser enmascarado que hace juicios en
masa y condena sin cesar. Como un ángel anunciador se deja sentir de manera
furtiva y vierte opiniones como lo estoy haciendo ahora. El nuestro es una
sombra y se presenta ubicua, se cuela por los circuitos electrónicos y aparece
en millones de pantallas a la vez, es un ángel que se destila entre nosotros y
nos hace pregonar su voz. En ese medio ingrávido, el “yo soy” no explicita qué
somos y menos aún cómo somos, no dice nada de las manos, pies, cabeza, tronco
etc. El “yo soy” es un ente virtual, una presencia sin cuerpo o con él pero
electrónico, hecho de dígitos obedientes que construyen un holograma del
sujeto. Se trata de un "ente" presentido en la distancia que se
excita y sufre como en Mátrix pero no es real, es una idea que se activa en el
sistema digital y cobra independencia total del referente del cual ha surgido.
Ahí el ser queda confundido con la red y forma parámetros de información bien o
mal configurados, unidades que se reforman, se mantienen y retroalimentan
continuamente.
En ocasiones nos vemos disueltos en el aire, somos existencias
errantes prendidas en ideas puras y objetivadas en el espejo de los nombres y
los verbos. No obstante afirmo que todo eso es ficción, en realidad somos
entidades ubicadas en cajas materiales activadas biológicamente; el cuerpo y
más concretamente el rostro. Toquemos la “realidad” por un instante, sin el
rostro la existencia del yo sería imposible, el ser desaparecería
detrás del nombre y sólo quedaría su palabra, la cual, al no tener rostro, emularía la voz de Dios...
¡Ya no tiene remedio! Nos hemos formado la idea de que podemos
prescindir de aquello que somos: naturaleza que crea conciencia y cultura. El
ser es un instrumento político que se lanza con una honda contra el alma cristalina del otro. Pero no siempre es
así, en ocasiones habitamos entre suspiros, asomamos los ojos por los límites
del horizonte y vemos algo más que lo que enseñan los medios y dictan los
ventrílocuos del poder. Vemos con estupor como somos humillados al tratarnos
como a niños, entonces constatamos el horror que provocan sus promesas y la
herida tan profunda que abren sus palabras. De esta manera sufrimos la extenuación de la mente, el equívoco
de las hipótesis, la esclavitud del tiempo, la humillación y enfermedad del
cuerpo. El ser malvive dentro del desengaño total; es el espíritu de la
“sociedad avanzada” que se marchita entre jadeos terminales.
A qué esperamos para la insurrección; revoquemos el sistema y
proclamemos el regreso jubiloso a la tierra.
Vosotros la generación índigo sois la esperanza, dibujáis el perfil de los nuevos
emigrantes y tenéis el caminar quebradizo como vuestros antepasados. Sois
criaturas preciosas llamadas a trazar el devenir pero tenéis que
hacer la pregunta desde el agujero que os ha tocado; ¿quienes sois?
Ahora grito con las manos en la boca haciendo de megáfono y al resonar
la voz por valles y montañas os digo con los pulmones llenos de esperanza.
-Emparejaos con la fuerza natural, regresar a los campos,
reconstruir la casa de los abuelos, tened hijos libres del cáncer y de
pensamientos enfermos de rencor! Abrazaos al impulso de la vida y sentíos
felices con el regalo del tiempo, tomad las dadivas de la tierra y bebed con placer el amable calor
del sol…-
Ahora que lo veo lúcido y enmudezco por las causas que nos han
llevado a la desolación; lo pienso tres veces y no encuentro a quién podemos
reclamar los males cometidos… ¿dónde quedan los seres que anhelaban ser
buenos?
¡Hay que seguir ocultando!
¡Aún somos lactantes!; niños de pecho cargados con rencores,
ceñidos con bombas en la cintura, adornados con causas grandes, hermosas y
justas.
¡Qué vamos a hacer ahora!
Agitada el alma con los cantos de cuna, anegadas las mejillas de
lágrimas, la juventud se ha quedado ciega y su boca demanda el pezón de la
madre para secarlo. Pienso que aún no están destetados y la hambruna es
crónica, la maleta flaca, las distancias largas. Niños de sal con proclamas en la boca, con cuchillos en las manos y
pistolas en la voz, hoy esperan el momento de la liberación. Son torres
baldeadas que caen lentamente y al precipitarse se desmoronan en el vuelo. En
ocasiones, en la caída libre dominan la gravedad y entonces aprenden a volar;
¡es un milagro que el ser se dibuje así! Después toman el aliento de otra
verdad, excavan el suelo para encontrar lo inexplorado y al llegar a lo
desconocido y pronunciar su nombre, sienten sus murmullos, sus quejas y
plegarias, entonces llegan a considerar aquello como parte de sí mismos; …sentimos como
ellos, estamos encarnados en la roca y vivimos anhelantes; ¡no todo está
perdido…!
Más tarde tomaremos café, quizás el sol saldrá por el horizonte,
¡el yo desaparece entre nieblas o encendido como siempre!
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