miércoles, 1 de mayo de 2013

El engaño




El engaño

En ocasiones pensamos que la naturaleza es sólo un concepto lejano, una sustancia molesta, peligrosa e impertinente que crece entre el verde. Que se trata de una realidad superable, una rémora del pasado que estamos en proceso de eliminar con los progresos de la ciencia; sus dependencias nos empujan. Cada vez más nos parece una circunstancia extraña, prescindible y controlada por nuestros artefactos, pero en realidad sabemos lo suficiente como para temerla ya que no tenemos el control de su poderosa voz e intuimos que los artilugios nos están traicionando en el cómputo general. Lo más significativo es que estamos envenenando el aire, el agua, la tierra… estamos haciendo de nuestra casa un albañal pestilente y para paliarlo hacemos manifiestos y nos agrupamos junto a los verdes que no han plantado una lechuga en toda su vida. Pero la naturaleza sigue ahí agonizante y tiene instrumentos poderosos para sobrevivir y lo hará. Sin enterarnos de sus latidos renqueantes, de sus murmullos y jadeos, esta maniobrando sutilmente para encontrar su lugar y con esta operación nos lleva lentamente hacia el ocaso. Ya estoy notando como se abre una sima insondable bajo mis pies; ¡es pavorosa! Sin decir nada actúa lentamente y la tierra, su tutora, está girando el destino para sobrevivir y probablemente prescindir de nosotros; ¡es muy probable que los humanos no tengamos cabida en su próximo proyecto!

En ocasiones pensamos que no podemos evitarlo, es lo que estoy haciendo ahora con esta visión ensombrecida. En otros contextos los argumentos se animan hasta el éxtasis y guiados por la ilusión concluyen que nos acercamos a una Icaria hipotética donde la felicidad y abundancia será el estado natural; aparece como el paraíso de antaño. Los adictos a la ilusión deducen que la evolución tecnológica nos llevará a sobrevivir en otros planetas, que las energías serán inagotables y que nuestra civilización se extenderá por el universo conquistando todas las herramientas de la creación...

Con la complicidad de las palabras quedamos sometidos entre la malla invisible del lenguaje, el engaño es nuestra herramienta de sustitución. Sumisos entre promesas y deseos, dóciles ante los sueños, mansos y manejables ante los beligerantes y poderosos, ¡fenecemos en el engaño! Quedamos enlazados a los miedos, encadenados al consumo, mutilados ante el trabajo, acomodados ante los señuelos del mundo moderno, prisioneros de las imposturas y cautivos por los delirios que hemos sembrado… Las palabras nos traicionan en la boca, antes de salir ya nos han engañado y después envenenan lentamente la tierra. Son ellas las que nos falsean, presentan y representan. Las campañas de salvamento son cánticos celestes que no consuelan el dolor acumulado ya que suenan como si fuésemos ajenos al mundo y él está ahí mortecino y anhelante.

Cuando digo “mis manos” ilumino una idea errada, presento algo que esta fuera de mi y no formo parte de ellas. Cuando decimos nuestro planeta lo poseemos como a una manzana, pero no nos sentimos responsables de él, implícitos en él, dolidos junto a él. En nuestra mente, en el lenguaje, lo podemos cercenar como una mano gangrenada. No nos sentimos partícipes de los ecosistemas que habitan en ella y la pensamos como algo exótico, inclusive ajeno a nuestra propia naturaleza.

Ya vasta de hablar, ya basta de voluntariosos que dan mil vueltas a la tierra para salvarla y lo que hacen es extender sus excrementos, ya basta de "proteger" el planeta, los hielos eternos y las selvas amazónicas firmando manifiestos. Hay que poner las manos en el barro, para hacer algo hay que volver los ojos a la tierra, sembrar los campos con respeto, limpiar los bosques, ordenar el patrimonio natural y hacerlo con humildad, con el anhelo debido para beber sus regalos. Tomar de ella una manzana, una sencilla cereza y hacerlo con amor…

Pienso que el pacto, la alianza, la forma del anillo y lo que ello conlleva es hoy más necesaria que nunca…

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