Pienso como los galápagos, entre zancadas torpes y lentamente… Hoy me tiemblan las manos y por temor a ofender a alguien matizo lo que escribo, aunque en esta ocasión deseo inquietar con la propuesta y remover conciencias en el fondo del pozo. Se que mis opiniones sirven de poco ya que no estoy en condiciones de afirmar nada, la vanidad también me ha mordido y no deseo salvarme solo. Soy escultor y probablemente con la obra busco la permanencia; ¡que pretensión! El hecho de hacer lo que hago en una período tan volátil ya me condena; me siento inculpado por acción y omisión, por lo tanto no entraré en las cajas de los hombres buenos…
Confieso que he trabajado sin descanso pero eso no me exime y para atender mis desvaríos he realizado El pozo de las vanidades; en él me acomodo con pesar y espero tiempos mejores. Entretanto me mimetizo en su boca como lo hace el camaleón ante las hojas verdes y cuando puedo salto a su alma vacía para depurarme; así me incluyo entre sus oscuros habitantes. Cegado por la luz impura de los días, cansado de esperar un poco de consuelo, me invisto de sombras y me ahogo en sus lodos lentamente. No puede ser de otra manera, soy fruto de esta época y también estoy contaminado hasta la médula. Disfruto de los perversos latidos de internet, estoy sumergido en el universo digital y observo el mundo desquiciado con cierta complicidad, esa es toda mi culpa, de lo contrario me habría ausentado hace tiempo. Me inculpo, ¡eso es todo! pero vivo en la perplejidad y oculto aullidos y susurros desesperados. Si dudáis de mis palabras reparad con atención como me ha ido la vida, ha sido dura, pero no dudéis de lo que sintáis delante del pozo de las vanidades. Es un abismo donde cabe precipitarse y está ahí por una razón primordial; nuestro mundo sufre un aturdimiento grave, se hunde con todos nosotros y lo hace por sobredosis de presunción...
Como muchos otros pienso que la sociedad actual ha colapsado, en casi todos los aspectos sociales está en crisis terminal; ¡vivimos días de ocaso! Le flaquean los huesos y eso afecta todo el sistema, repercute en la moral, la economía, la estética, las cuestiones sociales, la ética y hasta desfallecen las ganas de luchar. Ya no puede seguir con los mismos patrones de conducta y tiene que modificarlos todos. Mantener el ritmo que se ha establecido es un suicidio, es lanzarse en pleno al pozo de las vanidades y esperar a finiquitarlo todo en un instante. ¡Bien, allá abajo nos encontraremos!
Sabemos que los recursos son limitados, que el capital se ha hecho más depredador que nunca y el poder se ha convertido en un objetivo en si mismo; ¡no tiene solución y hay que empezar de nuevo! Ahora el sistema liberal no puede regularse así mismo, tiene metástasis y los sistemas de revisión y regulación han perdido el control; las reformas son paliativas para morir con el dolor calculado pero no son la solución.
Creo que hay muchas personas honestas que están trabajando como siempre, que su ejemplo no es visible y de ellos nacerán alternativas para el bienestar social. Su trabajo no llega a los medios ya que ahora lo que vende es la catarsis depuradora, se anhela el “entre peor mejor”. Los medios también sobreviven en la algarabía y empujan hacia el escándalo permanente. Son la voz del amo y lo reproducen y amplifican hasta la saciedad. Forman parte implícita de los grupos de poder; difaman, mienten, ensucian los veredictos y crean los eufemismos con los que se combate en la calle y se crea opinión y militancia. El parlamento ha desaparecido, ahora se hacen juicios públicos y pronto se hará necesaria la guillotina en las plazas; hay sed de “justicia”.
El pozo de las vanidades espera depurarnos lentamente; uno a uno iremos cayendo en su estómago, así hasta que nos trague a todos…
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