Las piedras del consuelo. Piedra arenisca de Vinaixa. 2005-2006, 320x320x320. La Comella.
Naturaleza y pensamiento
La tierra es una paradoja inquietante, es un evento vivo que nos hace bailar entre su cuerpo vibrante, es una propuesta terminal que jira sin cesar para mantenerse estable. En sus volteos nos dice que tenemos que llevar su ritmo y no detenernos nunca, si lo hacemos quedaremos paralizados al instante; ¡disueltos entre los rayos de luz!
En el basto universo la tierra es un lugar débil, desamparado, castigado y solitario que se ha convertido en nuestro hogar. En ella viajamos confiados por este lado de la galaxia y no vemos que ella es el único cielo que nos ha tocado en suerte. No la entendemos, no la cuidamos ni respetamos y nos desvivimos por sangrar sus tesoros, ¡la voracidad nos disloca! Como en muchas otras cosas vivimos en un estado de ansiedad permanente; ¡así no podemos tener la casa ordenada!
Nuestro mundo se presenta como un misterio: vemos el cauce del río, pero no interpretamos bien las acción que provoca en la vida. Disfrutamos de la nieve en la montaña, pero no observamos que ella supone las reserva hídricas del verano. Nos complace viajar y ver todas las facetas de su rostro; incansables damos vueltas a la tierra para tener la sensación de que somos estrellas rutilantes. El mundo se ha hecho pequeño y lo hemos puesto en una situación de peligro. Nuestra actitud es insoportable y estamos perdiendo la unidad, el ritmo con el latido del planeta. Hemos perdido el respeto y la conciencia de que somos parte de él. Sin sus alimentos vitales, sin su soporte material, feneceremos irremediablemente.
Los antiguos tenían una relación más respetuosa, también la escala de agresiones era menor; ¡era un daño soportable! Entonces pensaban que era un ser vivo redondo y con pelos cuyas hebras las formaban las plantas, también pensaban que Dios hizo el mundo en una semana lo que le daba un sentido de obra divina y respetable; ¡en ella teníamos un lugar…!
Actualmente la teoría del caos plantea una hipótesis más controvertida, nos dice que todo, absolutamente todo, esta sometido a una ley que al interactuar modela la realidad que percibimos; ¡el caos es creador! Otras teorías nos hablan de la simbiosis de las formas vivas y nos aclaran que todo fluye buscando las correspondencias; todo queda sometido a la necesidad y la función. De su respuesta acertada, equilibrada, emerge un orden que se regula automáticamente; ¡no hay que preocuparse!
Pienso que la tierra es otro libro de narraciones interminables, tiene escrita en las diferentes capas de la piel la historia de aquello que ha vivido y podemos hacer infinidad de lecturas de las historias que presenta. Podemos constatar que en su proceso la tierra se ha destruido varias veces y que la vida ha tenido que reinventarse, adaptarse a situaciones nuevas; ¡nada es definitivo! Así lo constatamos al escuchar su canción en los huecos de la montaña, al mirar un resto fósil y visionar su particular forma de existir.
Cuando observo los signos que describe la naturaleza, siento como la voz de la materia es presente, el rastro fosilizado de las formas vivas ha dejado su huella en una roca calcárea y situarme en su tiempo me causa una gran melancolía. Estas lecturas son instantáneas y las hago sin ningún propósito científico; en el pensamiento juego con ellas, las acaricio y empiezo a sentir su voces. Entonces me inunda una sensación de abandono, de ternura y congoja, algo profundo me duele y la dulce poesía del pasado se expone ante mi permanentemente. Es una percepción directa, plena, holística y estética; ¡así la siento!
Quizá nos espante, nos “aterre” la rigurosa ley de la tierra, nos asuste la naturaleza oscura de su voz y con un espasmo quedamos perdidos entre vibraciones temerosas. Tenemos recelo a sus grandes espectáculos donde las leyes se expresan con rigor. Nos asusta la potencia del tornado, la cadencia del paisaje, la melancolía de la tarde, la fuerza de un terremoto y especialmente, ahora tememos su fragilidad. Por el contrario las sensaciones son de placer ante las emisiones débiles; aquellas que proyectan un grano de arena aislado de la inmensidad del desierto, un fósil en una vitrina, una hoja arrastrada por el viento. Sentimos el rumor del río, la suave brisa de las olas, el olor de la lluvia y el calor del sol al despuntar el alba; ¡ahí nos emocionamos! En ocasiones podemos ver como una pluma desvía el curso de un río y nos causa asombro el poder de los pequeños gestos. Observamos los cambios con placer. Contemplamos como un hecho estético aquellos que emite una suave ráfaga de viento. Por la mañana, nos emociona la belleza de una gota de agua que pende de una hebra de hierba. Una gota de agua es un espectáculo sorprendente que se escapa a la percepción cotidiana. La gota es una lente esférica que emite toda la luz que recibe. Entre otras cualidades refleja las cosas de su entorno y las proyecta movida por la fuerza sensible de una ley natural, la refracción de la luz. La refracta totalmente y la envía al infinito en forma de presencias luminosas. Así hace pervivir el instante de todo aquello que le rodea y lo envía hacia el telón de fondo; ¡es un viaje estelar! Nuestro mundo visible viaja a la velocidad de la luz y se expande en todas las direcciones.
Todo esto lo he explicado de manera muy breve, pero la conciencia del fenómeno lo convierte en un gran espectáculo y para vivirlo con intensidad se ha de experimentar primero y se ha de leer con paciencia. Los niños saben hacerlo muy bien y estoy seguro que no tendrían ninguna duda en escribir ahí sus fantasías, que es lo mismo que cincelar su testamento. En una gota de agua se mecen sus sueños, o bien susurran sus esperanzas dentro del libro de barro.
Muchos intelectuales, profesores y pensadores honestos piensan que el hombre ya está más allá de la naturaleza, que hemos conseguido producir nuestro propio hábitat a través de la cultura y que todo aquello que nos rodea es fruto de la acción humana.
Yo pienso que no hemos variado el rumbo original y tengo el presentimiento que todo es obra de las estrategias y los simulacros que nos hacen medrar. Si nuestras ideas son la herencia de lo pensado, el señuelo se lo “real”, es que ya hemos sucumbido en la trampa del pensamiento y vivimos fuera del corazón del mundo. Si es así no hay que temer nada, el mayor castigo está en marcha y es inevitable el ocaso…
El mundo es una imagen virtual que hemos creado para explicarnos como deseamos que sean las cosas y parece ser que el final es un mal que tenemos que evitar con todos los medios a nuestro alcance. Pienso que estamos cegados por las fantasías de la producción mental y que estamos entrando a formar parte excesiva de las ficciones que hemos creado; ¡Matrix ya es presente! Por el contrario, comparto la opinión de Francis Bacon, -Todo depende de mantener la mirada constantemente fija en los hechos de la naturaleza y recibir así sus imágenes como son.-
Naturaleza y pensamiento
La tierra es una paradoja inquietante, es un evento vivo que nos hace bailar entre su cuerpo vibrante, es una propuesta terminal que jira sin cesar para mantenerse estable. En sus volteos nos dice que tenemos que llevar su ritmo y no detenernos nunca, si lo hacemos quedaremos paralizados al instante; ¡disueltos entre los rayos de luz!
En el basto universo la tierra es un lugar débil, desamparado, castigado y solitario que se ha convertido en nuestro hogar. En ella viajamos confiados por este lado de la galaxia y no vemos que ella es el único cielo que nos ha tocado en suerte. No la entendemos, no la cuidamos ni respetamos y nos desvivimos por sangrar sus tesoros, ¡la voracidad nos disloca! Como en muchas otras cosas vivimos en un estado de ansiedad permanente; ¡así no podemos tener la casa ordenada!
Nuestro mundo se presenta como un misterio: vemos el cauce del río, pero no interpretamos bien las acción que provoca en la vida. Disfrutamos de la nieve en la montaña, pero no observamos que ella supone las reserva hídricas del verano. Nos complace viajar y ver todas las facetas de su rostro; incansables damos vueltas a la tierra para tener la sensación de que somos estrellas rutilantes. El mundo se ha hecho pequeño y lo hemos puesto en una situación de peligro. Nuestra actitud es insoportable y estamos perdiendo la unidad, el ritmo con el latido del planeta. Hemos perdido el respeto y la conciencia de que somos parte de él. Sin sus alimentos vitales, sin su soporte material, feneceremos irremediablemente.
Los antiguos tenían una relación más respetuosa, también la escala de agresiones era menor; ¡era un daño soportable! Entonces pensaban que era un ser vivo redondo y con pelos cuyas hebras las formaban las plantas, también pensaban que Dios hizo el mundo en una semana lo que le daba un sentido de obra divina y respetable; ¡en ella teníamos un lugar…!
Actualmente la teoría del caos plantea una hipótesis más controvertida, nos dice que todo, absolutamente todo, esta sometido a una ley que al interactuar modela la realidad que percibimos; ¡el caos es creador! Otras teorías nos hablan de la simbiosis de las formas vivas y nos aclaran que todo fluye buscando las correspondencias; todo queda sometido a la necesidad y la función. De su respuesta acertada, equilibrada, emerge un orden que se regula automáticamente; ¡no hay que preocuparse!
Pienso que la tierra es otro libro de narraciones interminables, tiene escrita en las diferentes capas de la piel la historia de aquello que ha vivido y podemos hacer infinidad de lecturas de las historias que presenta. Podemos constatar que en su proceso la tierra se ha destruido varias veces y que la vida ha tenido que reinventarse, adaptarse a situaciones nuevas; ¡nada es definitivo! Así lo constatamos al escuchar su canción en los huecos de la montaña, al mirar un resto fósil y visionar su particular forma de existir.
Cuando observo los signos que describe la naturaleza, siento como la voz de la materia es presente, el rastro fosilizado de las formas vivas ha dejado su huella en una roca calcárea y situarme en su tiempo me causa una gran melancolía. Estas lecturas son instantáneas y las hago sin ningún propósito científico; en el pensamiento juego con ellas, las acaricio y empiezo a sentir su voces. Entonces me inunda una sensación de abandono, de ternura y congoja, algo profundo me duele y la dulce poesía del pasado se expone ante mi permanentemente. Es una percepción directa, plena, holística y estética; ¡así la siento!
Quizá nos espante, nos “aterre” la rigurosa ley de la tierra, nos asuste la naturaleza oscura de su voz y con un espasmo quedamos perdidos entre vibraciones temerosas. Tenemos recelo a sus grandes espectáculos donde las leyes se expresan con rigor. Nos asusta la potencia del tornado, la cadencia del paisaje, la melancolía de la tarde, la fuerza de un terremoto y especialmente, ahora tememos su fragilidad. Por el contrario las sensaciones son de placer ante las emisiones débiles; aquellas que proyectan un grano de arena aislado de la inmensidad del desierto, un fósil en una vitrina, una hoja arrastrada por el viento. Sentimos el rumor del río, la suave brisa de las olas, el olor de la lluvia y el calor del sol al despuntar el alba; ¡ahí nos emocionamos! En ocasiones podemos ver como una pluma desvía el curso de un río y nos causa asombro el poder de los pequeños gestos. Observamos los cambios con placer. Contemplamos como un hecho estético aquellos que emite una suave ráfaga de viento. Por la mañana, nos emociona la belleza de una gota de agua que pende de una hebra de hierba. Una gota de agua es un espectáculo sorprendente que se escapa a la percepción cotidiana. La gota es una lente esférica que emite toda la luz que recibe. Entre otras cualidades refleja las cosas de su entorno y las proyecta movida por la fuerza sensible de una ley natural, la refracción de la luz. La refracta totalmente y la envía al infinito en forma de presencias luminosas. Así hace pervivir el instante de todo aquello que le rodea y lo envía hacia el telón de fondo; ¡es un viaje estelar! Nuestro mundo visible viaja a la velocidad de la luz y se expande en todas las direcciones.
Todo esto lo he explicado de manera muy breve, pero la conciencia del fenómeno lo convierte en un gran espectáculo y para vivirlo con intensidad se ha de experimentar primero y se ha de leer con paciencia. Los niños saben hacerlo muy bien y estoy seguro que no tendrían ninguna duda en escribir ahí sus fantasías, que es lo mismo que cincelar su testamento. En una gota de agua se mecen sus sueños, o bien susurran sus esperanzas dentro del libro de barro.
Muchos intelectuales, profesores y pensadores honestos piensan que el hombre ya está más allá de la naturaleza, que hemos conseguido producir nuestro propio hábitat a través de la cultura y que todo aquello que nos rodea es fruto de la acción humana.
Yo pienso que no hemos variado el rumbo original y tengo el presentimiento que todo es obra de las estrategias y los simulacros que nos hacen medrar. Si nuestras ideas son la herencia de lo pensado, el señuelo se lo “real”, es que ya hemos sucumbido en la trampa del pensamiento y vivimos fuera del corazón del mundo. Si es así no hay que temer nada, el mayor castigo está en marcha y es inevitable el ocaso…
El mundo es una imagen virtual que hemos creado para explicarnos como deseamos que sean las cosas y parece ser que el final es un mal que tenemos que evitar con todos los medios a nuestro alcance. Pienso que estamos cegados por las fantasías de la producción mental y que estamos entrando a formar parte excesiva de las ficciones que hemos creado; ¡Matrix ya es presente! Por el contrario, comparto la opinión de Francis Bacon, -Todo depende de mantener la mirada constantemente fija en los hechos de la naturaleza y recibir así sus imágenes como son.-
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