Las manos nos ayudan a pensar. 2012
Las manos
Aprendemos por tanteo, tenemos los ojos en la yema de los dedos, ensayamos una y otra vez la textura del mundo hasta que la acumulación de errores nos satura el pensamiento. Tomamos la herencia de los demás como una sustancia propia, interpretamos la historia como si en realidad fuéramos poseedores de la única verdad; ¡pensamos que dios está con nosotros! Es una quimera que nos muerde los sentimientos y cargados de razón nos destroza lentamente. Pienso que no aprendemos nunca porque realmente, en el fondo confuso de las emociones no deseamos aquello que afirmamos querer; ¡el lenguaje nos traiciona!
La duda es saludable y de ella nace el saber y constato cada día como nada duda más que las manos. De la incertidumbre brotan los periodos nuevos; temblorosas explican los estados del corazón. Quizá ellas solas hacen la obra e intuyen que en el desconsuelo del perfil inacabado se oculta la verdad; ¡las manos señalan con dolor los misterios de estar vivos! Con ellas constatamos como nos entregamos al desasosiego, a la fatiga permanente y con el trasiego de los días creamos poco a poco el fermento del ser uno mismo.
La labor de las manos es vital para la formación del pensamiento y también para la presentación de los diferentes modelos de realidad. Las manos proponen, diseñan y elaboran el magisterio ideológico ante los ojos y la técnica, la acumulación de conocimiento, depura y ensancha los territorios donde poder actuar. Con la ayuda de la palabra, con el dulce sueño del pensamiento, las manos ha acumulado memoria y ha realizado la biblioteca de Las siete sillas; ¡lecho de las hipótesis mudas! Si queremos verlo de esta manera, hoy son la metáfora que señala el deposito del saber.
Los seres humanos nos hemos construido como un colibrí, él vuela para estar ingrávido, como una salamandra, ella se desprende de la cola y la mantiene activa después de la excisión para poder sobrevivir; ¡es una estrategia inteligente la del desprendimiento! Nos hemos hecho en una acción conjunta, en un todo integrado, formando un almacén de memorias que se exponen en la palma de la mano, entran por la ventana de los ojos y definen las ondas de luz, tintineos que hacen vibrar los tímpanos y así distinguen las del sonido. El mundo es un juego asombroso e incomprensible, se muestra y se cuela por los sentidos hasta empaparnos el conocimiento.
Bolas de barro para dejar suspiros. Acción propuesta en Santa Mónica, Barcelona 2012.
Hago actuar las manos y pienso; con el dedo hago un agujero en el barro tan profundo como me es posible. ¡Soy constructor de formas y observo! Acerco la boca en aquel espacio pequeño y deposito una idea inaudible, la dejo caer como la salamandra al desprenderse de la cola y huye, como el que deja una semilla esperando que germine. ¡Actúo y también sé mirar! Cierro el agujero y allí queda oculto el mensaje, como un misterio permanente se esconde. Después pienso que desde allí irradiará energía como una luz oscura y débil, desde allí emanará una idea estética y ética si existen ojos inquietos para mirarla. Sin descanso, vuelvo a hacer la misma operación tres días y tres noches, el barro empieza a endurecerse, el dedo ya no puede entrar y las palabras empiezan a quedar en superficie. Ya no puedo más y lo doy por acabado, no soy suficientemente fuerte; ¡me falla la voluntad y las manos están cansadas¡ Pero sé con certeza que en la urna sigue abierto el espacio para muchas más acciones y que todo está dispuesto para empezar de nuevo. La razón me dice que sólo es cuestión de agua y energía para volver de nuevo a la experiencia inicial; ¡las manos se lo han explicado muy bien! La necesidad estética me induce a continuar siempre en circulo, las manos han creado adicción al barro y con calma han hecho un eje central enganchado a la voluntad; ¡ahora seguir es el consuelo!
Me siento agotado y marchito, siempre rodeando el mismo problema. Las manos me ayudan a pensar, inclusive aquí, ante la pantalla, ellas buscan los contenidos, pulen los conceptos como lo hace un artesano; ¡sospecho que nunca estará dicha la última palabra! El libro está inacabado como propongo en la Ciudad de Mérida, como nos impone la acción del tiempo y las aguas del Guadiana. Como siempre y para todos, la realidad es abierta y llena de enemigos invisibles que nos conducen livianos al lecho del río, a formar parte del gran libro del tiempo.
La incertidumbre es nuestro enemigo y tenemos que habituarnos a su presencia, es la compañera que nos alimenta y anima a seguir buscando. Necesitamos una justificación para vivir, las manos las presentan como perlas; ¡a miles se muestran en la obra cada día! Tendríamos que estar pletóricos pero no aprendemos nunca a ser felices. Sentimos como la vida se justifica así misma; es barro animado que se alza en su voz. Así se crea una batalla terminal entre la palabra y los hechos, entre lo que hacemos y lo que decimos, un circulo infinito de posibilidades que pocas veces se encuentran, es la lucha que danza entre la vida y la muerte. Pienso que así se incorpora en la obra el valor transformador del pensamiento y así disfrutamos en la vida cultural, que es la energía que generan las manos. En la acción existe una vía abierta, interminable, una puerta por donde se neutraliza la caricia del tiempo. Así, en el libro de los días, que no es otro que el que describe la ley de los cambios, se aprende a estar abierto a todo lo nuevo. Con los ojos atentos y sin pestañas, asombrados ante el latido creador del mundo, las manos nos muestran como pasa el agua por el cauce del río...
Las manos
Aprendemos por tanteo, tenemos los ojos en la yema de los dedos, ensayamos una y otra vez la textura del mundo hasta que la acumulación de errores nos satura el pensamiento. Tomamos la herencia de los demás como una sustancia propia, interpretamos la historia como si en realidad fuéramos poseedores de la única verdad; ¡pensamos que dios está con nosotros! Es una quimera que nos muerde los sentimientos y cargados de razón nos destroza lentamente. Pienso que no aprendemos nunca porque realmente, en el fondo confuso de las emociones no deseamos aquello que afirmamos querer; ¡el lenguaje nos traiciona!
La duda es saludable y de ella nace el saber y constato cada día como nada duda más que las manos. De la incertidumbre brotan los periodos nuevos; temblorosas explican los estados del corazón. Quizá ellas solas hacen la obra e intuyen que en el desconsuelo del perfil inacabado se oculta la verdad; ¡las manos señalan con dolor los misterios de estar vivos! Con ellas constatamos como nos entregamos al desasosiego, a la fatiga permanente y con el trasiego de los días creamos poco a poco el fermento del ser uno mismo.
La labor de las manos es vital para la formación del pensamiento y también para la presentación de los diferentes modelos de realidad. Las manos proponen, diseñan y elaboran el magisterio ideológico ante los ojos y la técnica, la acumulación de conocimiento, depura y ensancha los territorios donde poder actuar. Con la ayuda de la palabra, con el dulce sueño del pensamiento, las manos ha acumulado memoria y ha realizado la biblioteca de Las siete sillas; ¡lecho de las hipótesis mudas! Si queremos verlo de esta manera, hoy son la metáfora que señala el deposito del saber.
Los seres humanos nos hemos construido como un colibrí, él vuela para estar ingrávido, como una salamandra, ella se desprende de la cola y la mantiene activa después de la excisión para poder sobrevivir; ¡es una estrategia inteligente la del desprendimiento! Nos hemos hecho en una acción conjunta, en un todo integrado, formando un almacén de memorias que se exponen en la palma de la mano, entran por la ventana de los ojos y definen las ondas de luz, tintineos que hacen vibrar los tímpanos y así distinguen las del sonido. El mundo es un juego asombroso e incomprensible, se muestra y se cuela por los sentidos hasta empaparnos el conocimiento.
Bolas de barro para dejar suspiros. Acción propuesta en Santa Mónica, Barcelona 2012.
Hago actuar las manos y pienso; con el dedo hago un agujero en el barro tan profundo como me es posible. ¡Soy constructor de formas y observo! Acerco la boca en aquel espacio pequeño y deposito una idea inaudible, la dejo caer como la salamandra al desprenderse de la cola y huye, como el que deja una semilla esperando que germine. ¡Actúo y también sé mirar! Cierro el agujero y allí queda oculto el mensaje, como un misterio permanente se esconde. Después pienso que desde allí irradiará energía como una luz oscura y débil, desde allí emanará una idea estética y ética si existen ojos inquietos para mirarla. Sin descanso, vuelvo a hacer la misma operación tres días y tres noches, el barro empieza a endurecerse, el dedo ya no puede entrar y las palabras empiezan a quedar en superficie. Ya no puedo más y lo doy por acabado, no soy suficientemente fuerte; ¡me falla la voluntad y las manos están cansadas¡ Pero sé con certeza que en la urna sigue abierto el espacio para muchas más acciones y que todo está dispuesto para empezar de nuevo. La razón me dice que sólo es cuestión de agua y energía para volver de nuevo a la experiencia inicial; ¡las manos se lo han explicado muy bien! La necesidad estética me induce a continuar siempre en circulo, las manos han creado adicción al barro y con calma han hecho un eje central enganchado a la voluntad; ¡ahora seguir es el consuelo!
Me siento agotado y marchito, siempre rodeando el mismo problema. Las manos me ayudan a pensar, inclusive aquí, ante la pantalla, ellas buscan los contenidos, pulen los conceptos como lo hace un artesano; ¡sospecho que nunca estará dicha la última palabra! El libro está inacabado como propongo en la Ciudad de Mérida, como nos impone la acción del tiempo y las aguas del Guadiana. Como siempre y para todos, la realidad es abierta y llena de enemigos invisibles que nos conducen livianos al lecho del río, a formar parte del gran libro del tiempo.
La incertidumbre es nuestro enemigo y tenemos que habituarnos a su presencia, es la compañera que nos alimenta y anima a seguir buscando. Necesitamos una justificación para vivir, las manos las presentan como perlas; ¡a miles se muestran en la obra cada día! Tendríamos que estar pletóricos pero no aprendemos nunca a ser felices. Sentimos como la vida se justifica así misma; es barro animado que se alza en su voz. Así se crea una batalla terminal entre la palabra y los hechos, entre lo que hacemos y lo que decimos, un circulo infinito de posibilidades que pocas veces se encuentran, es la lucha que danza entre la vida y la muerte. Pienso que así se incorpora en la obra el valor transformador del pensamiento y así disfrutamos en la vida cultural, que es la energía que generan las manos. En la acción existe una vía abierta, interminable, una puerta por donde se neutraliza la caricia del tiempo. Así, en el libro de los días, que no es otro que el que describe la ley de los cambios, se aprende a estar abierto a todo lo nuevo. Con los ojos atentos y sin pestañas, asombrados ante el latido creador del mundo, las manos nos muestran como pasa el agua por el cauce del río...
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