Destino
El año 1988 después de haber leído algunos textos sobre "la deconstrucción", conceptos que Derrida dejó disueltos en el aire y que en algunos casos llegaron a contaminar el lenguaje hasta la obsesión, hice la obra "Destino". La idea era similar a algunas acciones que había realizado anteriormente, concretamente en la década de los setenta, obras que referiré en otro lugar si viene a cuento. Quise incluir en el trabajo el valor de la acción, también el hecho de construir y el imponderable de la destrucción. Ahí quise actuar sin objetivos concretos y afianzar el concepto en la pura repetición, una trabajo inútil que me conducía al agotamiento. El concepto derridiano quedó suspendido, perdido entre el hacerse y el destruirse, era como una parálisis en movimiento.
Miedo a la permanencia, -digo yo...!- quizá elogio al olvido... mejor pensar que quedó como una espada en el aire; ¡siempre amenazante!
Es el castigo que sufrió Sísifo portando su piedra ladera arriba, después verla rodar ladera abajo y volver a empezar con la dolorosa carga de siempre. Una acción desesperada en busca del destino, repetición absurda y obligada en toda la actividad humana. "Destino" es una pieza unida a las leyes de la entropía, a los conceptos de repetición, a los factores que el tiempo impone en la evolución de las cosas. Destino, como obra, niega el relieve que juega el presente sobre los acontecimientos futuros y presenta la acción sometida al flujo ciego del instante.
La obra tiene dos tiempos, la razón elabora el concepto y lo centra en la palabra destino, la mano, con un palo largo ejecuta la acción y graba en la playa la palabra. "Destino", Seguidamente el tiempo actúa, pasa una ola y la acción del agua borra el contenido. Como una condena se vuelve a escribir una y mil veces la misma palabra sobre la línea de costa, "Destino", "Destino"..., igual que Sísifo, empujando la misma piedra, el resultado es siempre el mismo, el tiempo nos condena al olvido a una memoria oculta, borrada, a una existencia sin referentes.
En éste caso se trataba de asegurar mi destino en la línea móvil, en el horizonte de los cambios, manteniendo activo el principio de incertidumbre. Escogí el lugar en la playa de Tamarit, entre la tierra y el agua, justo donde se forma la más virulenta de las leyes, la de las permutaciones, donde las fuerzas débiles también son disueltas en el caos y todo queda sumergido en un remolino de aliento, de agua y tierra.
Escribía una y otra vez la palabra "DESTINO" y el agua la borraba al instante. Nunca tuve la conciencia tan clara de la fragilidad del ser humano y sobretodo, de la fugacidad de la existencia.
¡Que placer ver en piedra Las siete sillas de Mérida¡ Por lo menos sé que me sobrevivirán, pero, algún día, también quedaran absorbidas por el remolino resplandeciente de Ahná;
¡Todo es cuestión de tiempo¡
Es el castigo que sufrió Sísifo portando su piedra ladera arriba, después verla rodar ladera abajo y volver a empezar con la dolorosa carga de siempre. Una acción desesperada en busca del destino, repetición absurda y obligada en toda la actividad humana. "Destino" es una pieza unida a las leyes de la entropía, a los conceptos de repetición, a los factores que el tiempo impone en la evolución de las cosas. Destino, como obra, niega el relieve que juega el presente sobre los acontecimientos futuros y presenta la acción sometida al flujo ciego del instante.
La obra tiene dos tiempos, la razón elabora el concepto y lo centra en la palabra destino, la mano, con un palo largo ejecuta la acción y graba en la playa la palabra. "Destino", Seguidamente el tiempo actúa, pasa una ola y la acción del agua borra el contenido. Como una condena se vuelve a escribir una y mil veces la misma palabra sobre la línea de costa, "Destino", "Destino"..., igual que Sísifo, empujando la misma piedra, el resultado es siempre el mismo, el tiempo nos condena al olvido a una memoria oculta, borrada, a una existencia sin referentes.
En éste caso se trataba de asegurar mi destino en la línea móvil, en el horizonte de los cambios, manteniendo activo el principio de incertidumbre. Escogí el lugar en la playa de Tamarit, entre la tierra y el agua, justo donde se forma la más virulenta de las leyes, la de las permutaciones, donde las fuerzas débiles también son disueltas en el caos y todo queda sumergido en un remolino de aliento, de agua y tierra.
Escribía una y otra vez la palabra "DESTINO" y el agua la borraba al instante. Nunca tuve la conciencia tan clara de la fragilidad del ser humano y sobretodo, de la fugacidad de la existencia.
¡Que placer ver en piedra Las siete sillas de Mérida¡ Por lo menos sé que me sobrevivirán, pero, algún día, también quedaran absorbidas por el remolino resplandeciente de Ahná;
¡Todo es cuestión de tiempo¡
Nada es inútil solo las acciones hechas sin sentido. Creo que tanto los pensamientos como las acciones tienen que ser constructivas la deconstrucción es cuestión de tiempo. Todo se disuelve en la nada y a la vez todo permanece
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