La voz del agua sobre la arena. La playa de La concha quedó expresada de esta manera. S. Sebastián. 1982. El orden, igual que el desorden, es patrimonio de la dinámica del mundo.
El barro
El barro primordial no fue bíblico, fue materia inerte cansada, agotada de ser lo que era y se dispuso a ser el tosco cemento del primer escultor; el Dios molécula, el Padre protozoo. Primero el barro se miró ensimismado y empezó a temblar al constatar que era perezoso, que su alma no era nada. Ni un sólo recuerdo la habitaba ya que no tenía mente para pensarse. ¡La soledad de ese momento debió ser conmovedora! Después, sin apasionarse y probablemente sin pretensión, se reveló inteligente y empezó a crear variables de las huevas que se replican solas; entonces vino el milagro y lentamente, las múltiples formas de vida poblaron la tierra. Más tarde el barro fue fósil inteligente que espera en la laguna, que duerme y se despierta a golpes de martillo en la roca o se contiene oculto y permanente en la montaña. Hoy es memoria virtual en un disco duro que despliega todas las estrategias del pensamiento. Disco que se formatea y se llena a cada instante y lo hace con los vestigios que deja la acción de la vida.
El barro primario es hoy un espacio laico donde se guarda la acción del tiempo; allí queda impreso en forma de libro. También la substancia vital de la creación es generada desde el mismo lugar, pienso que en la matriz del limo se oculta todo. Sin intención actúa, sin proyecto alguno se encarga de retener la información y reproducirla. ¡Es una Epifanía que emociona! Las partículas que forman el polen se disponen y se determinan, se unen y son transportadas por el viento, vibradas por la luz y animadas por los rastros de la lluvia. Los gránulos beben en la tierra, se calientan con el sol y despiertan en las orillas del río en forma de huevas expectantes. Estas acciones y muchas otras son las que crean la forma resultante; de la materia nace un concepto nuevo, la vida como laguna repoblada, lecho de lo que fuimos y embrión que ha configurado el mundo que vemos. De la caótica arcilla nacen y fenecen las especies vivas y por añadidura brotan nuestras observaciones. Quizá es la materia que espera el momento de animarse y tomar la palabra; entonces la piedra se yergue y pronuncia su nombre, después se hace semilla sedienta que aguarda el azar para caer en el surco. Así, con el tiempo, un “mono” lémur se desmaya y cae al fondo de una sima, allí encuentra el lecho de limo y con el tiempo se hace piedra. Un caracol se arrastra por el légamo, se duerme y allí quedan registrados todos los detalles de su cuerpo. Una hoja navega por el río, apacible llega a la laguna y queda quieta, atrapada en el fango; sin querer se hace memoria de su tiempo.
La materia se ha revelado y se observa. Aquí merece la pena recordar las palabras de Heráclito, ( La misma cosa está en nosotros cuando estamos vivos y cuando estamos muertos, despiertos o dormidos; porque éstas cosas dándoles la vuelta son aquellas y dándoles otro giro son otra vez éstas) Frag. LXXXVIII.
Deseo entender las palabras de Heráclito des de la perspectiva de nuestra época, y para ello he de vaciarlas de una connotación sagrada que él impregnaba a su discurso. Su preocupación estaba centrada en el conocimiento de las leyes profundas de la naturaleza, lo que sorprende de sus aciertos es como podía hacerlo comprensible a la razón con el único instrumento que tenia a su alcance, la observación, la palabra que ilumina la idea, el concepto que perfecciona una dimensión interior: la intuición. Todo queda bañado de una luz nueva que justito pueden ver los ojos.
Otra vez las siete sillas.
Las siete sillas son una pequeña porción de la historia de la ciudad de Mérida y el libro de barro una metáfora del dulce juego de la vida. Dice la tradición popular que los árabes se sentaban en los siete salientes del anfiteatro romano para parlamentar. Esa es la excusa del nombre y la función es la de retomar el libro como contenedor de memorias emulando el subsuelo de la ciudad.
La obra confía en el valor de la palabra, en los textos escritos, en los hitos de piedra. Recuperación de la memoria a través de los topónimos, de las imágenes, de los restos fósiles, de las señales que nacen a la luz. Todo eso está ahí porque los sentidos nos llenan de sorpresa y asombro. Todo eso está ahí porque su esencia es oculta y nos presenta el misterio; ahí la mirada queda cautiva. La constatación de su labor nos demuestra las realidades presentidas.
Si la "voluntad" de la materia va dirigida a crear capacidades, si estas nos proporcionan recursos para ver las cosas, hacerlo con atención es el logro de la aventura de la vida. El mundo entero se degusta con placer, las cosas más simples nos llenan espiritualmente y la muerte no es un abismo al que caemos empujados por la fuerza del destino. Es el regreso al barro, al seno de la memoria eterna; en realidad se trata de un baño de verano entre violetas.
¡Que más queremos¡
El barro
El barro primordial no fue bíblico, fue materia inerte cansada, agotada de ser lo que era y se dispuso a ser el tosco cemento del primer escultor; el Dios molécula, el Padre protozoo. Primero el barro se miró ensimismado y empezó a temblar al constatar que era perezoso, que su alma no era nada. Ni un sólo recuerdo la habitaba ya que no tenía mente para pensarse. ¡La soledad de ese momento debió ser conmovedora! Después, sin apasionarse y probablemente sin pretensión, se reveló inteligente y empezó a crear variables de las huevas que se replican solas; entonces vino el milagro y lentamente, las múltiples formas de vida poblaron la tierra. Más tarde el barro fue fósil inteligente que espera en la laguna, que duerme y se despierta a golpes de martillo en la roca o se contiene oculto y permanente en la montaña. Hoy es memoria virtual en un disco duro que despliega todas las estrategias del pensamiento. Disco que se formatea y se llena a cada instante y lo hace con los vestigios que deja la acción de la vida.
El barro primario es hoy un espacio laico donde se guarda la acción del tiempo; allí queda impreso en forma de libro. También la substancia vital de la creación es generada desde el mismo lugar, pienso que en la matriz del limo se oculta todo. Sin intención actúa, sin proyecto alguno se encarga de retener la información y reproducirla. ¡Es una Epifanía que emociona! Las partículas que forman el polen se disponen y se determinan, se unen y son transportadas por el viento, vibradas por la luz y animadas por los rastros de la lluvia. Los gránulos beben en la tierra, se calientan con el sol y despiertan en las orillas del río en forma de huevas expectantes. Estas acciones y muchas otras son las que crean la forma resultante; de la materia nace un concepto nuevo, la vida como laguna repoblada, lecho de lo que fuimos y embrión que ha configurado el mundo que vemos. De la caótica arcilla nacen y fenecen las especies vivas y por añadidura brotan nuestras observaciones. Quizá es la materia que espera el momento de animarse y tomar la palabra; entonces la piedra se yergue y pronuncia su nombre, después se hace semilla sedienta que aguarda el azar para caer en el surco. Así, con el tiempo, un “mono” lémur se desmaya y cae al fondo de una sima, allí encuentra el lecho de limo y con el tiempo se hace piedra. Un caracol se arrastra por el légamo, se duerme y allí quedan registrados todos los detalles de su cuerpo. Una hoja navega por el río, apacible llega a la laguna y queda quieta, atrapada en el fango; sin querer se hace memoria de su tiempo.
La materia se ha revelado y se observa. Aquí merece la pena recordar las palabras de Heráclito, ( La misma cosa está en nosotros cuando estamos vivos y cuando estamos muertos, despiertos o dormidos; porque éstas cosas dándoles la vuelta son aquellas y dándoles otro giro son otra vez éstas) Frag. LXXXVIII.
Deseo entender las palabras de Heráclito des de la perspectiva de nuestra época, y para ello he de vaciarlas de una connotación sagrada que él impregnaba a su discurso. Su preocupación estaba centrada en el conocimiento de las leyes profundas de la naturaleza, lo que sorprende de sus aciertos es como podía hacerlo comprensible a la razón con el único instrumento que tenia a su alcance, la observación, la palabra que ilumina la idea, el concepto que perfecciona una dimensión interior: la intuición. Todo queda bañado de una luz nueva que justito pueden ver los ojos.
Otra vez las siete sillas.
Las siete sillas son una pequeña porción de la historia de la ciudad de Mérida y el libro de barro una metáfora del dulce juego de la vida. Dice la tradición popular que los árabes se sentaban en los siete salientes del anfiteatro romano para parlamentar. Esa es la excusa del nombre y la función es la de retomar el libro como contenedor de memorias emulando el subsuelo de la ciudad.
La obra confía en el valor de la palabra, en los textos escritos, en los hitos de piedra. Recuperación de la memoria a través de los topónimos, de las imágenes, de los restos fósiles, de las señales que nacen a la luz. Todo eso está ahí porque los sentidos nos llenan de sorpresa y asombro. Todo eso está ahí porque su esencia es oculta y nos presenta el misterio; ahí la mirada queda cautiva. La constatación de su labor nos demuestra las realidades presentidas.
Si la "voluntad" de la materia va dirigida a crear capacidades, si estas nos proporcionan recursos para ver las cosas, hacerlo con atención es el logro de la aventura de la vida. El mundo entero se degusta con placer, las cosas más simples nos llenan espiritualmente y la muerte no es un abismo al que caemos empujados por la fuerza del destino. Es el regreso al barro, al seno de la memoria eterna; en realidad se trata de un baño de verano entre violetas.
¡Que más queremos¡
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