Clara es un nido material como tú, un nudo enlazado como yo. 2013
Materia y poesía.
No existe nada más venerable, luminoso, conmovedor y expectante que la danza de los electrones uncidos al núcleo. En su eterno y efímero ritual hacen giros pareados, avenidos o enlazados para formar un átomo. A escala diminuta el universo entero se repliega y se muestra radiante en ese espacio diminuto. Todo el principio sosegado del universo es su obra, a todo lo que nos rodea le impone su ritmo, es un chito de giros sensuales; ¡una cópula incansable de creación ilimitada! Es un requiebro material que nos mantiene en estado animado, activo y conjugado; ¡ese es el gran misterio! Entregado al amor de la luz, fundido con ella y cambiando su identidad entre partículas y ondas, su existencia se hace solemne, mayestática y poderosa; es una revelación al reproducir el acto de la creación.
Clara es una piedra cerrada formada por trillones de moléculas, una sola de ellas es un poema inigualable; es el madrigal de los átomos. En ella la materia se une y cohabita enamorada, se machihembra solemne, excitada, precisa, ordenada, probabilística y poética. Entre sus besos la creación se manifiesta activa en todo su esplendor. Es un principio eterno que hace girar las ruedas y chispear los pedernales, los hace retozar en un espacio extasiado de placer. Es un lugar donde las voces suenan a capela y la comunicación es plena e instantánea. Ahí se recrea a perpetuidad el entrelazamiento del universo y la unión de los contrarios. La piedra blanca antes de ser abierta se muestra ininteligible y secreta, es principio de unidad. Esta es pues la fuente del misterio, la que anunciaba la omnipresencia de Dios y el flujo fantasmal del Spin paradójico. Una danza rica en significados, expuesta a interpretaciones y abierta a todo tipo de creaciones. (Mirar: paradoja EPR)
Materia animada
Actualmente no necesitamos un espíritu teosófico a la manera de Kandinsky o Mondrian para transcender la materia; la podemos animar conceptualmente y delegar en ella los valores estéticos y espirituales que necesitamos. La materia habla y podemos presentarla tal cual es, sin manipular su carácter ni modificar su voz. Mantener su personalidad, conservar su poder y potenciar sus cualidades es hacer un artefacto para el pensamiento con un fragmento de realidad. La obra puede ser una piedra que mira por la ventana y a su vez piensa por nosotros. O también podemos abrirla con un martillo y poner dentro una idea que destile todos los requiebros del lenguaje, todos los deseos inconfesados. Podemos escuchar su voz oracular y atenderla como razón fundamental, como expresión de la única realidad tangible. También podemos entrar en su interior con las armas del pensamiento y ocupar sus espacios vacíos, observar sus vestíbulos solemnes, sus salones majestuosos y quizá a través de la teoría insensata de Feynman, actuar en ellos y sentirnos como en casa. Un viaje mental al interior de la materia para ver el rostro dorado de Dios, para dejar subyacer en sus misterios y secretos las peticiones no atendidas, las preguntas nunca contestadas.
Los deseos de saber aumentan; ¡queremos certidumbres! Las preguntas que pendían de las ramas del árbol del paraíso ya se han agotado, pero algunas han mutado en los sinuosos espacio de los átomos y su permanencia llega hasta nosotros con un relincho ensordecedor. Durante millones de años han estado ahí y aún florecen sus giros cimbrados.
Propongo un templo a su ardor, un espacio para grabar la palabra justa; ¡esta será una vez más la obra oculta! Subrayar en la luminosa oscuridad la presencia del pensamiento humano, describir en su memoria secreta los ruegos no atendidos. También dejar testimonio de la necesidad de trascender; es decir, susurrar allí la parte inmortal que habita en nosotros. Deseo iluminar sus salones, ya resplandecientes, enfocar el lugar con los ojos de la razón hasta formar la gran biblioteca del pensamiento humano. Llenar de ideas cómplices con la vida la bóveda de los misterios, ocuparla con el concepto de realidad estética. También, depositar en ella el aleteo de un pre-sentimiento que comulga con la eternidad.
La ambigüedad me llena de temor; ¡hoy, una piedra abierta me ha asistido!
Materia y poesía.
No existe nada más venerable, luminoso, conmovedor y expectante que la danza de los electrones uncidos al núcleo. En su eterno y efímero ritual hacen giros pareados, avenidos o enlazados para formar un átomo. A escala diminuta el universo entero se repliega y se muestra radiante en ese espacio diminuto. Todo el principio sosegado del universo es su obra, a todo lo que nos rodea le impone su ritmo, es un chito de giros sensuales; ¡una cópula incansable de creación ilimitada! Es un requiebro material que nos mantiene en estado animado, activo y conjugado; ¡ese es el gran misterio! Entregado al amor de la luz, fundido con ella y cambiando su identidad entre partículas y ondas, su existencia se hace solemne, mayestática y poderosa; es una revelación al reproducir el acto de la creación.
Clara es una piedra cerrada formada por trillones de moléculas, una sola de ellas es un poema inigualable; es el madrigal de los átomos. En ella la materia se une y cohabita enamorada, se machihembra solemne, excitada, precisa, ordenada, probabilística y poética. Entre sus besos la creación se manifiesta activa en todo su esplendor. Es un principio eterno que hace girar las ruedas y chispear los pedernales, los hace retozar en un espacio extasiado de placer. Es un lugar donde las voces suenan a capela y la comunicación es plena e instantánea. Ahí se recrea a perpetuidad el entrelazamiento del universo y la unión de los contrarios. La piedra blanca antes de ser abierta se muestra ininteligible y secreta, es principio de unidad. Esta es pues la fuente del misterio, la que anunciaba la omnipresencia de Dios y el flujo fantasmal del Spin paradójico. Una danza rica en significados, expuesta a interpretaciones y abierta a todo tipo de creaciones. (Mirar: paradoja EPR)
Materia animada
Actualmente no necesitamos un espíritu teosófico a la manera de Kandinsky o Mondrian para transcender la materia; la podemos animar conceptualmente y delegar en ella los valores estéticos y espirituales que necesitamos. La materia habla y podemos presentarla tal cual es, sin manipular su carácter ni modificar su voz. Mantener su personalidad, conservar su poder y potenciar sus cualidades es hacer un artefacto para el pensamiento con un fragmento de realidad. La obra puede ser una piedra que mira por la ventana y a su vez piensa por nosotros. O también podemos abrirla con un martillo y poner dentro una idea que destile todos los requiebros del lenguaje, todos los deseos inconfesados. Podemos escuchar su voz oracular y atenderla como razón fundamental, como expresión de la única realidad tangible. También podemos entrar en su interior con las armas del pensamiento y ocupar sus espacios vacíos, observar sus vestíbulos solemnes, sus salones majestuosos y quizá a través de la teoría insensata de Feynman, actuar en ellos y sentirnos como en casa. Un viaje mental al interior de la materia para ver el rostro dorado de Dios, para dejar subyacer en sus misterios y secretos las peticiones no atendidas, las preguntas nunca contestadas.
Los deseos de saber aumentan; ¡queremos certidumbres! Las preguntas que pendían de las ramas del árbol del paraíso ya se han agotado, pero algunas han mutado en los sinuosos espacio de los átomos y su permanencia llega hasta nosotros con un relincho ensordecedor. Durante millones de años han estado ahí y aún florecen sus giros cimbrados.
Propongo un templo a su ardor, un espacio para grabar la palabra justa; ¡esta será una vez más la obra oculta! Subrayar en la luminosa oscuridad la presencia del pensamiento humano, describir en su memoria secreta los ruegos no atendidos. También dejar testimonio de la necesidad de trascender; es decir, susurrar allí la parte inmortal que habita en nosotros. Deseo iluminar sus salones, ya resplandecientes, enfocar el lugar con los ojos de la razón hasta formar la gran biblioteca del pensamiento humano. Llenar de ideas cómplices con la vida la bóveda de los misterios, ocuparla con el concepto de realidad estética. También, depositar en ella el aleteo de un pre-sentimiento que comulga con la eternidad.
La ambigüedad me llena de temor; ¡hoy, una piedra abierta me ha asistido!
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