Acción de hacer camino. Colabora: Sebastián Majadas. San Andrés de la Barca. Barcelona 1974
Misterio
Hay momentos en la vida que nos llenan de dolor, otros de dulzura y muchos de hastío y avandono. Vivimos en el trasiego permanente y avanzamos en soledad; ¡así hacemos camino! Sentimos como las envolturas emocionales nos colman de preguntas y constatamos que no siempre se encuentran respuestas apropiadas. En esos instantes de incertidumbre el ser es la única cuestión relevante, quizá es la única en el proceso del pensamiento, cuando la soledad delata la existencia y la describe escindida de su soporte material. Justamente ahí radica el trágico enigma del ser y en su descarnado cuerpo queda desubicado, escindido de su condición física. Dentro de la envoltura emocional sentimos como nace la fuerza creadora y el poder evocador de la poesía. La intuición recoge la memoria derramada, la acaricia hasta dejarla en vilo y la tensa y cimbrea en los límites de la razón. En esos líndes tenemos que encontrar los espacios para afianzarnos espiritualmente y sobretodo, para sentir una relación nueva con el mundo; ¡ renacer se hace necesario...!
Los limites de la realidad se pierden justo donde acaba la comprensión racional de la misma y hemos de convenir que los límites de la materia se encuentra en el extremo sinuoso donde aparecen y desaparecen las probabilidades; ¡las partículas! Su acción azarosa nos recuerda mucho a las imágenes furtivas que se generan en la mente. Estas, cuando aparecen, huyen hacia el fondo oscuro y desaparecen sin dejar rastro. Así las experimentamos a cada instante, algunas visiones no afloran nunca más, otras persisten y se hacen obsesivas. No podemos verlas a capricho pero sabemos que están ahí, que en el rodar del pensamiento vuelven a aparecer de manera persistente. No parece razonable pensar más allá de los límites de éstas visiones, hacerlo sería dar lugar a la fantasía y destronar el misterio del ser. Pero ese lugar de apariciones físicas, de descargas de energía mental, surge de un fondo preconsciente donde se guardan las experiencias pasadas, las escenas vividas, los amores perdidos, las ilusiones frustradas; ¡sin propósito ni intención alguna allí se esconden! Son los últimos rincones donde se ocultan los secretos vedados al pensamiento; si no, pregunto, dónde van a parar mis súplicas, donde las imágenes que arranco del lecho del río.
Es un espacio misterioso que seduce a la razón y ahí, justo en ese umbral de silencio, aparece una seductora luz al tiempo que parpadea una penumbra visionaria. Es posible que sea ahí, en el lugar del olvido, donde se forme un hueco revelador y al pisar su suelo se satisfagan las preguntas demandadas. Quizá ahí se abre el templo de la intuición, donde se guardan las cenizas del pasado y reverbera la nueva verdad. La mente entra en el territorio lirico de la poesía y con un espasmo repentino se desgrana en los actos épicos de la historia.
La creación se sitúa en los límites del olvido y ahí renace, se renueva la pregunta para resplandecer en una nueva aurora. Es pues en esa biblioteca oculta donde reverbera su voz y donde se encuentran las respuestas a situaciones nuevas. ¡No puede ser en otro lugar! Es el escenario vedado a la razón, cerrado a la voluntad, pero que en ocasiones opera la intuición y aparece el acto creativo de manera lúcida y certera.
Tenemos que acordar que es así; ¡no podemos ser geniales cuando nos viene en gana…!
Quisiera pensar que también allí van a parar todas las imágenes creadas dentro de nuestro mundo mental y, cuando se entra en el territorio de la muerte, probablemente en ese vacío sin límites, también habite la memoria plegada de lo que hemos pensado. Así, comprimidos al infinito, ahí quedan registrados los sucesos dispuestos a ser recuperados, a ser reciclados en el saber colectivo. Quizá es el vertedero intelectual donde van a parar los restos de todas las palpitaciones vividas, allí se funden en la disolución del ser. Es por ello que el abismo que nos conduce al otro lado de la realidad, el que nos induce a una acción suicida y nos precipita en la nada, nace en las sombras de nuestra propia memoria. Allí es también donde se esconde el olvido y donde crece el dulce silencio de la amnesia.
Estos han sido los pensamientos y los pasos titubeantes que me han conducido a las ocultaciones. En el interior de la materia duermen los pensamientos y en su lecho hermético, en su lugar sin sombras, espero que se guarden mis quejas eternamente. Des de allí han de reverberar los textos que se escriben sobre el agua, sobre el barro, la tierra o en el aire, ideas terminales que se encierran en el corazón de una roca. Textos que describen las pasiones de la vida, lazos de amor y de odio, ¡en fin, humanos¡
En el espacio mental han estado llenos de energía, humor y compromiso; ¡ahora descansan, han regresado al sueño mineral! Ellos han sido el néctar de la más fértil de las primaveras, ¡la única que nos ha dispuesto la vida¡
Misterio
Hay momentos en la vida que nos llenan de dolor, otros de dulzura y muchos de hastío y avandono. Vivimos en el trasiego permanente y avanzamos en soledad; ¡así hacemos camino! Sentimos como las envolturas emocionales nos colman de preguntas y constatamos que no siempre se encuentran respuestas apropiadas. En esos instantes de incertidumbre el ser es la única cuestión relevante, quizá es la única en el proceso del pensamiento, cuando la soledad delata la existencia y la describe escindida de su soporte material. Justamente ahí radica el trágico enigma del ser y en su descarnado cuerpo queda desubicado, escindido de su condición física. Dentro de la envoltura emocional sentimos como nace la fuerza creadora y el poder evocador de la poesía. La intuición recoge la memoria derramada, la acaricia hasta dejarla en vilo y la tensa y cimbrea en los límites de la razón. En esos líndes tenemos que encontrar los espacios para afianzarnos espiritualmente y sobretodo, para sentir una relación nueva con el mundo; ¡ renacer se hace necesario...!
Los limites de la realidad se pierden justo donde acaba la comprensión racional de la misma y hemos de convenir que los límites de la materia se encuentra en el extremo sinuoso donde aparecen y desaparecen las probabilidades; ¡las partículas! Su acción azarosa nos recuerda mucho a las imágenes furtivas que se generan en la mente. Estas, cuando aparecen, huyen hacia el fondo oscuro y desaparecen sin dejar rastro. Así las experimentamos a cada instante, algunas visiones no afloran nunca más, otras persisten y se hacen obsesivas. No podemos verlas a capricho pero sabemos que están ahí, que en el rodar del pensamiento vuelven a aparecer de manera persistente. No parece razonable pensar más allá de los límites de éstas visiones, hacerlo sería dar lugar a la fantasía y destronar el misterio del ser. Pero ese lugar de apariciones físicas, de descargas de energía mental, surge de un fondo preconsciente donde se guardan las experiencias pasadas, las escenas vividas, los amores perdidos, las ilusiones frustradas; ¡sin propósito ni intención alguna allí se esconden! Son los últimos rincones donde se ocultan los secretos vedados al pensamiento; si no, pregunto, dónde van a parar mis súplicas, donde las imágenes que arranco del lecho del río.
Es un espacio misterioso que seduce a la razón y ahí, justo en ese umbral de silencio, aparece una seductora luz al tiempo que parpadea una penumbra visionaria. Es posible que sea ahí, en el lugar del olvido, donde se forme un hueco revelador y al pisar su suelo se satisfagan las preguntas demandadas. Quizá ahí se abre el templo de la intuición, donde se guardan las cenizas del pasado y reverbera la nueva verdad. La mente entra en el territorio lirico de la poesía y con un espasmo repentino se desgrana en los actos épicos de la historia.
La creación se sitúa en los límites del olvido y ahí renace, se renueva la pregunta para resplandecer en una nueva aurora. Es pues en esa biblioteca oculta donde reverbera su voz y donde se encuentran las respuestas a situaciones nuevas. ¡No puede ser en otro lugar! Es el escenario vedado a la razón, cerrado a la voluntad, pero que en ocasiones opera la intuición y aparece el acto creativo de manera lúcida y certera.
Tenemos que acordar que es así; ¡no podemos ser geniales cuando nos viene en gana…!
Quisiera pensar que también allí van a parar todas las imágenes creadas dentro de nuestro mundo mental y, cuando se entra en el territorio de la muerte, probablemente en ese vacío sin límites, también habite la memoria plegada de lo que hemos pensado. Así, comprimidos al infinito, ahí quedan registrados los sucesos dispuestos a ser recuperados, a ser reciclados en el saber colectivo. Quizá es el vertedero intelectual donde van a parar los restos de todas las palpitaciones vividas, allí se funden en la disolución del ser. Es por ello que el abismo que nos conduce al otro lado de la realidad, el que nos induce a una acción suicida y nos precipita en la nada, nace en las sombras de nuestra propia memoria. Allí es también donde se esconde el olvido y donde crece el dulce silencio de la amnesia.
Estos han sido los pensamientos y los pasos titubeantes que me han conducido a las ocultaciones. En el interior de la materia duermen los pensamientos y en su lecho hermético, en su lugar sin sombras, espero que se guarden mis quejas eternamente. Des de allí han de reverberar los textos que se escriben sobre el agua, sobre el barro, la tierra o en el aire, ideas terminales que se encierran en el corazón de una roca. Textos que describen las pasiones de la vida, lazos de amor y de odio, ¡en fin, humanos¡
En el espacio mental han estado llenos de energía, humor y compromiso; ¡ahora descansan, han regresado al sueño mineral! Ellos han sido el néctar de la más fértil de las primaveras, ¡la única que nos ha dispuesto la vida¡
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