Alex el enigmático. 2012 Tarragona
El azogue de la realidad nos pesa a unos más que a otros, eso se hace evidente en el cuidado de los dientes, el brillo de la mirada y el pelo que nos luce. Sobretodo se observa en el reparto de bienes naturales, en las capacidades personales y en el coraje con que nos dota la vida para enfrentarnos al mundo. Queda claro que desde el mismo momento de nacer ya somos diferentes, nos trenzamos entre posiciones sociales, cuestiones de clase, grupos de referencia, tribus urbanas, estados de ánimo, etc. y eso configura una suma de referentes que grava con fuego los tejidos del pensamiento. Con ese equipo se forma el nudo de las contingencias personales, caminamos con ellas y constatamos como en el uso de los recursos y en el saber manejarnos están las claves de nuestra vida…
Algunos ya quedamos sometidos al dolor en el momento de nacer; desde ese instante quedamos abatidos por la carga viral que nos toca. La herencia que nos es dada se revela lentamente y dibuja los misteriosos designios de la humanidad. Somos animales gregarios sometidos al grupo, almas sitiadas entre propósitos engañosos, !no podemos descifrarlos! Algunos podemos sobrellevarlos, otros negarlos o combatirlos, pero si no hacemos nada quedamos atrapados. Permanecemos encadenados por los sentimientos, prisioneros de las palabras, esclavos de los ensueños, secuestrador por el miedo de ser cobardes o traidores. Los más quedan varados, perdidos en la tierra de nadie y sin esperar nada de la contienda, se ven envueltos en el terror que se despliegan ante ellos.
Los tropiezos nos enseñan el camino, es sinuoso y largo y la desdicha aparece siempre amenazante. Parece que escogemos el camino voluntariamente pero no es cierto, él se presenta ante nosotros como algo inevitable; el horror entra en nuestras vidas como aliento envenenado. En el fondo de todo el entramado no elegimos nada; el libre albedrío no es cierto, para la mayoría de los mortales no existe. No tenemos la lucidez suficiente para escoger algo que sea fundamental en la vida, no disponemos de la libertad para decir no, ni de la fortaleza para enfrentarnos a los mandatos de la “sociedad”. Sin quererlo ni amañarlo nos secuestran el destino. Podemos afirmar que nos encontramos permanentemente sitiados por contingencias que nos hacen naufragar y constatamos en ello que nuestro fracaso es fortuna para unos pocos, que, a su vez, también se sienten fracasados. Hasta los jefes de gobierno quedan sometidos a esta sensación de deriva y de complot universal.
Pero…, ¿hay un complot universal?
El mayor complot se cocina entre dudas, dentro de nosotros mismos, ¡no sabemos gobernarlo! Lo mas sencillo es siempre encontrarlo fuera, (que haberlos hay los). Hay motivos para hallarlos entre masones y rosacruces, entre codiciosos sin moral y banqueros sin país; almas sin nombre deambulando en paraísos fiscales... hay de todo en las sementeras de la tierra, ¡pobrecitos!
En ocasiones tomamos una opción equivocada, vemos claramente los errores, presentimos el dolor y las consecuencias que conlleva, pero no tenemos la capacidad, ni la voluntad, ni la sabiduría para voltear la ruta, no queremos ni sabemos llevar el gobierno de nuestras vidas. Le damos el gobierno a “los nuestros”, cedemos la soberanía personal a un grupo de referencia que en la mayoría de los casos es el guía virtual que ilumina la ceguera colectiva. Si tuviéramos la capacidad para gobernarnos no habría complot posible, nadie podría hablar por nuestra boca ni estirar de las cuerdas de nuestro destino. Como no es así, como somos criaturas a la deriva, ahí quedamos atrapados, sitiados, contrahechos, ensombrecidos y aprisionados en nuestra propia debilidad. En ocasiones tenemos la percepción de que somos nosotros los que gobernamos y hacemos la obra, pero es una ilusión. La mano que la ejecuta, el gobierno de nuestros gestos, está tutelado por un poder invisible que tiene su centro en la caja de la ambición y el pozo de las vanidades. Su sede es ubicua y se disuelve en el aire como el cetro del poder. Su flujo sanguíneo es el dinero, un instrumento fatal de sonido hechicero.
Lo más curioso es que el determinismo no es del todo cierto, nos queda la ilusión de que somos nosotros los que establecemos el juego y en ocasiones es así en lo cotidiano, podemos dormir al sol o a la sombra, ¡escogemos las cosas sin gravedad, eso es todo…! En los grandes temas constatamos que nuestro pensamiento queda varado y oculto, intencionadamente omitido. En el fondo de la cuestión sólo disponemos de la libertad para tomar el café más o menos frío…
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