viernes, 7 de junio de 2013

Quiebra de la palabra

Quiebra de la palabra. Bronce, 120x032x017 cm.  Castellvell, 1990, 

Quiebra de la palabra.

Es una quimera alargada que se arrastra y babea sin cesar; ese es el jugo de su existencia. Destila un lubricante que le permite ir ligera siendo pesada y lenta. Avanza con "pasos" deslizantes (parecen contracciones), genera actitudes intocables y silenciosas que crean cierto temor, hasta provocan repugnancia. He de anotar que su baba deja una estela plateada a su paso y ese resplandor recuerda ligeramente los temidos caminos del cielo. No es un animal, tampoco una planta, es una idea que persigue la claridad de manera obsesiva y día tras día soporta la gravedad del ser. Quizá es una muestra más del desamparo en que vivimos; ¡no sabría que deciros…!

Dentro de la serie figura como el ángel sombrío; tenía que aparecer y tomó esa forma imprecisa propia de los animales destilados. No podía ser de otra manera entre mis manos: siento que todo esta investido con cierto sigilo trágico, orientado por una estela de dolor que invita a arrastrarse como una manera inapropiada de avanzar pero útil cuando es la única disponible.

Tiene un pequeño pozo en el centro y una línea que contornea el hueco como otras obras de la serie. El agujero no esta vacío, el barro ha sido substraído con el dedo formando una espiral levógira. En este caso parece ser que el ángel representado, e inspirado, es un caracol. Se arrastra por la pared y su caparazón se parece a una silla de montar. ¿Espera un jinete o ya lo lleva en la montura?

Como toda la serie es de factura expresiva y brutal; en el cuello y cabeza se dejan ver las huellas de los dedos y los puños en el modelado y en la parte de la cola se describe el caer de la lluvia de manera copiosa.

Quiebra de la palabra y el signo aparece sigilosa y la presiento como el portal de las ocultaciones. No es importante, no emociona, no templa su estado calmado, sólo pende como un badajo entre nosotros.

Las espirales levógiras han sido la representación de la inversión de las fuerzas, o la asunción de las potencias contrarias y las dextrógiras las que marcan la dirección del tiempo.

Así lo dejé escrito en: (Susurros en un agujero)



Deambula por los campos sembrando su palabra redentora y vengativa.
Sueña con invertir la noche en día, con invertirlo todo.
Con girar a la inversa las espirales de las caracolas,
de los tornados, de las galaxias...
¡así conspira!

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