De la serie fitas.. 1976-2012
El hito
No hay nada que contenga tantas emociones como una piedra clavada en el centro: serena, distante, ausente, ensimismada en sus pensamientos.
Durante mucho tiempo busqué estos hitos con entusiasmo; algunos me llenaron de preguntas que no he podido responder, eran obtusas y oscuras y siguen siéndolo. Otros los hice yo: empecé el trabajo como un juego pero eran intentos de atrapar su poder evocador, de hablar su lenguaje y entender sus silencios.
En ocasiones empecé a colocar piedras de pié, era como levantar un cadáver y observar que pasaba. Las incorporaba y las contemplaba. Algunas veces lo hacía tumbándome yo; fue otra forma de mirarlas, nada más que eso. Eran actos testimoniales, pequeños y sin intencionalidad artística, tan sólo me movía el interés de aprender, de sentir el timbre de una piedra en su posición vertical y diferenciarla cuando yo estaba yacente; ¡quería ocupar su lugar…!
Otras veces los hice como obra; la vertical ha sido una constante en mi trabajo y la piedra erguida era un recurso con gran tradición estética. Pero yo tenía la intención de confiar en las experiencias propias, abrir los ojos a todo lo que por primera vez me hacía sentir una emoción nueva. Me decía... -nada de convenciones de galería, de presunciones de museo, de cultura de revista especializada-. Al levantar la piedra muchas sensaciones se transformaban. Lo que veía me conmovía y era recibido como algo extraordinario.
Entonces pensé que tenía que plantearme una observación detallada y detenida del entorno personal; tenía que experimentar los silencios del paisaje. Así la piedra erguida del Medol, el mojón referencial de Fraga y muchos otros me empezáron a hablar.
Aquellos fueron signos complejos, llenos de lecturas emocionadas, ambiguas, contradictorias; ¡era la piel del tiempo que susurraba! Su vestido era de pergamino y se veía explendoroso. Era el pellejo de los días que acumula y percutía nuestro canto y de su voz reverberan versos minerales. Suavemente exhalaba una pregunta incontestable.
-¿Quién eres y que haces ahí?-
¡Empezaron a imitar mis actitudes!
Los hitos temporales son testigos del pasado que alimentan los ojos. Si eso pasa, si miras desde dentro, entonces vienen los cambios; ¡gradualmente aparecen!
Cuando sentía esta voz me sonrojaba y teñido de vergüenza corría por los campos como un pasmado. Fueron años de aprendizaje, en algunos casos hice una imagen de aquellos soberbios encuentros, en otros preferí llevarlos conmigo, incorporarlos en la urna del olvido…
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