Personaje con pájaro, pez y cabra. De la serie Senyals a la pell. En la obra se puede apreciar en bajorrelieve una representación del libro Cantos de pájaro negro.
Mármol, piedra de Agramunt, bronce, hierro y trapos. 1986. 480 x 510 x 55 cm. La Comella.
Mármol, piedra de Agramunt, bronce, hierro y trapos. 1986. 480 x 510 x 55 cm. La Comella.
Cantos del pájaro negro
...seguía secreto en sus pensamientos. Nadie conocía la historia
de su presencia y, por tanto, nadie encontraría defecto en su falta. Cuando miraba señalaba sin propósito el canto duro de un paisaje baldío, unos campos serenos
y unas piedras elevadas que rompían el horizonte.
-Serán para contar"-
Pensó. Eran marcas, referencias en un espacio, muchas veces unido y otras tantas separado. -
- Son señales movidas por una razón profunda.-
Decía: seguidamente empezó a cantar.
-Serán para contar"-
Pensó. Eran marcas, referencias en un espacio, muchas veces unido y otras tantas separado. -
- Son señales movidas por una razón profunda.-
Decía: seguidamente empezó a cantar.
Si
los pasos que doy
me
conducen a algún lugar,
daré
por buenas
las
mataduras
Un día no menos tranquilo que
otros, después de un vuelo largo y unos cuantos cortos, se paró encima de una
de estas señales, un hito fuertemente agarrado al suelo. Notó su firme decisión de
permanencia y sintió la vibración de cientos, siglos, miles de años mantenidos en
quietud.
- ¿Es una señal de Dios, o una espina del diablo clavada en la tierra? -
Preguntó al silencio del lugar. Se dispuso a mirar atento, a leer los más insignificantes signos, a seguir la pista del tiempo hasta esclarecer la causa de su presencia. Mantuvo la atención durante horas y no llegó a descubrir nada revelador. Sólo unos pájaros que volaban alto, allá arriva formaban un círculo misterioso. Primero volaban desahogados y amplios, al rato, de vez en cuando, alguno de ellos caía libre y desganado, de esta manera obligaba al resto a apretar el círculo que volaba y volaba cada vez más rápido. El sistema acabó imponiendo su disciplina y ninguno de ellos tuvo el valor de romper el orden. El último se perdió en si mismo de forma incomprensible. Fue un acto admirable hasta el final que le reveló la condición del héroe; ¡quizá su propio destino! En estas estaba cuando se puso a cantar...
- ¿Es una señal de Dios, o una espina del diablo clavada en la tierra? -
Preguntó al silencio del lugar. Se dispuso a mirar atento, a leer los más insignificantes signos, a seguir la pista del tiempo hasta esclarecer la causa de su presencia. Mantuvo la atención durante horas y no llegó a descubrir nada revelador. Sólo unos pájaros que volaban alto, allá arriva formaban un círculo misterioso. Primero volaban desahogados y amplios, al rato, de vez en cuando, alguno de ellos caía libre y desganado, de esta manera obligaba al resto a apretar el círculo que volaba y volaba cada vez más rápido. El sistema acabó imponiendo su disciplina y ninguno de ellos tuvo el valor de romper el orden. El último se perdió en si mismo de forma incomprensible. Fue un acto admirable hasta el final que le reveló la condición del héroe; ¡quizá su propio destino! En estas estaba cuando se puso a cantar...
Sabed que tengo una pistola
con
una bala en la recámara,
que
no pienso utilizar.
Situaciones como ésta le eran
familiares y aunque admiraba lo heroico-trágico, en realidad no se identificaba
con ningún personaje. Para él la realidad era puramente contemplativa y todo lo
que ocurría fuera de sí, eran historias, cuentos chinos, harina de otro costal,
novelas de humo con desarrollos imprevisibles.
Perdido
en la periferia,
me
encuentro en el cruce
de
pensamientos
que
siento ajenos.
Nunca encontró razones para
enfadarse con nadie. Ni siquiera cuando cierto día, mientras distraía los ojos
mirando circulitos brillantes de su invención, le clavaron un palo con púas que
le llenó el cuerpo de dolor y de espanto. La confusión de las sensaciones le anularon los sentidos. Unas eran conocidas; el calor húmedo y nervioso, otras preocupantes, el frío seco y
tranquilo que le invitaba al abandono. Más tarde dejó de pensar que sentía y perdió el conocimiento. Sin
embargo aquel día no le llegó el final, aunque por instantes fue deseado. El caso es que se fue
recuperando lentamente y pudo seguir cantando. Introdujo el cuerpo hasta el cuello en barro negro y
blando y probablemente para formarse el milagro de su sanación, fue ayudado por las
vibraciones del fondo del universo, (...). Después se preocupó por las señales
producidas en su cuerpo, señales que con el
tiempo integró en la piel como tatuajes para el olvido, finalmente borró de su mente todo este doloroso asunto.
De
tanto en tanto
lanzo un grito al silencio,
para
romperlo.
Si...
y... si puedo,
me limpio el pecho de hollín.
- Los ojos que ven mucho mundo
también se cierran.-
De noche soñaba que soñaba. Así, tranquilo, pasó varios años, nunca se cegó por nada ni tuvo deseos de libertad ni de cuestiones que pusieran en peligro su situación. Cierto día, mirando un agujero profundo, sintió emociones relajantes, como las palabras cuando rebotan perdiéndose en su propio significado, o como un silbido abierto sin destino. Disfrutó de aquel momento que en realidad fueron horas, pero el tiempo le transcurrió sin memoria. De todo aquel asunto no recordaba nada, todo le era desconocido. Pero él buscaba incansable, relacionaba factores, escarbaba en el pensamiento, hasta que, rendido, decidió meterse dentro y averiguar desde el otro ángulo, llegar a la raíz del sentimiento. Le inundaron historias intranquilas y de sólo un gesto, retrocedió a su estado en el punto inicial. Para tranquilizarse, entonó otro canto.
De noche soñaba que soñaba. Así, tranquilo, pasó varios años, nunca se cegó por nada ni tuvo deseos de libertad ni de cuestiones que pusieran en peligro su situación. Cierto día, mirando un agujero profundo, sintió emociones relajantes, como las palabras cuando rebotan perdiéndose en su propio significado, o como un silbido abierto sin destino. Disfrutó de aquel momento que en realidad fueron horas, pero el tiempo le transcurrió sin memoria. De todo aquel asunto no recordaba nada, todo le era desconocido. Pero él buscaba incansable, relacionaba factores, escarbaba en el pensamiento, hasta que, rendido, decidió meterse dentro y averiguar desde el otro ángulo, llegar a la raíz del sentimiento. Le inundaron historias intranquilas y de sólo un gesto, retrocedió a su estado en el punto inicial. Para tranquilizarse, entonó otro canto.
Me
asomo a los ojos con asombro,
me
escucho y, a veces no me comprendo.
Ya
he probado el sabor de mi sangre,
y
huelo cada día las heces,
el destilado de mis excrementos.
Los
sentidos me denuncian
que
soy ajeno a mi mismo,
sin
embargo sin ellos
no
podría formularme.
y
tendría la memoria de las piedras
con disuelto cuerpo de arena.
Nunca puso en cuestión las
palabras de los que saben, ni dudó de lo que estaba escrito, ni se paró a
pensar por qué actuaba como lo hacía. El era feliz en el vacío, en compartir el
universo de la nada. Sólo alguna vez, y no sin remordimiento, se atrevió a
mirar un poquito más arriba del horizonte.
Si
el mundo tiene un final,
nos
revela que hubo un comienzo
quizá,
así, en ese nacer y morir,
se
encadenen generaciones infinitas.
Danza
del desvarío
que
hace nacer
ovillos
de incertidumbre.
Volar siempre era agradable y,
como pasaba a ser sublime, era desde el sueño. Recordó aquella vez que hizo un
recorrido sin norte; se extravió entre largos pasadizos, requiebros complicados, con el orden de los delirios. Bajaba y bajaba, abriendo y cerrando caminos. Al final una reja le
cerró el paso; luego descubrió que estaba abierta. Jugó con ella un rato haciendo sonar los goznes, deleitando los oídos con aquel grillo metálico, dudó
si pasar o no pasar y en la duda se durmió. ¡Otra vez la misma situación! El no era un ser para
decisiones comprometidas; sin pensarlo, retrocedió hasta el comienzo.
Advierto
ante mí
un
poder indestructible.
Su
juego engañoso
quiere
llamarme a la tumba.
Confiado a mí destino
no
pienso perderle la cara.
Siempre pasa lo mismo, la
historia se repite en un ciclo continuo. Es, sin duda, el ciclo del
pensamiento. Este era su universo, en él se encontraba como en casa y las
dimensiones se dilataban o comprimían a capricho. ¡Qué maravilla! Seguidamente, abrió a la vez dos líneas de pensamiento.
La falsedad se esconde El mar se traga a sí mismo,
entre las interpretaciones del
mundo. como un agujero si fin se contrae
al tamaño de una gota.
La energía que mueve el universo
La energía que mueve el universo
no tiene voluntad, sólo se
consume
en su inconmensurable
potencia. ¡Qué
placer reposar en
La aventura de la vida una
de sus playas!
sólo se conoce desde la !Qué
sensación vivir el
aventura misma. instante que se expande al infinito
El mundo de la razón
es mucho menos que un sueño.
Conoció a muchas personas
sabias y admiró sin pasión las frases lapidarias, las concentraciones de saber,
la densidad de significado. Su afición por el tema no se derivaba de una
necesidad de conocimiento, no; su interés se perdía más allá de la resonancia
de la palabra, de su peso en el discurso. El no quería malgastar ni un átomo de
energía en averiguaciones peligrosas.
Absorbo
las palabras
para hacer con ellas,
gárgaras, trinos y gorgoritos.
Es
todo lo que deseo
que hoy salga de mi boca.
-El sueño de la razón
produce monstruos: es una frase pesada y con espolones de historia.-
Pensó como ilustrado y seguidamente la mantuvo en la boca largo rato. Se dedicó a ordenarla en el pensamiento sin intención alguna. Sueño a sueño, razón a razón, monstruo a monstruo, sin dejar abierta la posibilidad de relacionarlos entre ellos.
-¡Sin duda soy un ser con método!-
Durante muchos años ordenó todo lo que sentía, veía y olía. En su cerebro ocultaba la más grande biblioteca del universo. Era mucho mayor su contenido que aquello que veían los ojos. Allí se podían encontrar los conceptos en varios idiomas distribuidos por áreas de conocimiento, pero jamás relacionados entre sí. Cada palabra ocupaba su espacio y se mantenía aislada con la máxima asepsia. Alguien, desde fuera, pensó que era el mayor monumento a la inutilidad. El también lo archivó, como si de una cajita de polvo se tratara. Pensaba que era la única manera de no manipular la historia, de no omitir nada y de no hacer una lectura interesada de los hechos. Su sentido del orden estaba motivado por un problema estético, nada más. Y ahí, justo en ese sentir estaba oculto su mayor drama.
Pensó como ilustrado y seguidamente la mantuvo en la boca largo rato. Se dedicó a ordenarla en el pensamiento sin intención alguna. Sueño a sueño, razón a razón, monstruo a monstruo, sin dejar abierta la posibilidad de relacionarlos entre ellos.
-¡Sin duda soy un ser con método!-
Durante muchos años ordenó todo lo que sentía, veía y olía. En su cerebro ocultaba la más grande biblioteca del universo. Era mucho mayor su contenido que aquello que veían los ojos. Allí se podían encontrar los conceptos en varios idiomas distribuidos por áreas de conocimiento, pero jamás relacionados entre sí. Cada palabra ocupaba su espacio y se mantenía aislada con la máxima asepsia. Alguien, desde fuera, pensó que era el mayor monumento a la inutilidad. El también lo archivó, como si de una cajita de polvo se tratara. Pensaba que era la única manera de no manipular la historia, de no omitir nada y de no hacer una lectura interesada de los hechos. Su sentido del orden estaba motivado por un problema estético, nada más. Y ahí, justo en ese sentir estaba oculto su mayor drama.
Por
no tener no tengo
ni
una cuerda de guitarra
en
la garganta.
Ay,
Ay.
en
la garganta,
en
la garganta.
Por
no tener no tengo
ni
papel para imprimirme.
No dijo jamás una palabra más
alta que otra y siempre tuvo deseos que
no acabó de entender muy bien. Una vez bajó dos escalones de un salto. Pensó
largo rato sobre ello. Se culpaba y excusaba, primero hacia adentro con cierta
devoción, después quiso hacerlo hacia afuera y se le escapó un pequeño eructo
que rápidamente quedó confundido en el aire, perdido, sin llegar a teñir nada. Una nueva
preocupación eliminó la primera y empezó
a pensar en las repercusiones encadenadas que el fenómeno del eructo provocaba
en el universo.
Vivo
en un ciprés
confundido
como yo
y
cargado de nectarinas.
Harinas,
harinas
de otro costal
que
me excitan y
citan
una palabra tartamuda.
Se ocupaba en cavilaciones,
todo su peso lo conducía a través de una sola pata y ésta sobre tres puntos
de apoyo a través de las uñas. Era un sistema perfecto que le relajaba el
cuerpo y le permitía abandonarse en el vacío del pensamiento. Había
perfeccionado tanto el equilibrio vertical excéntrico que así, podía permanecer
quieto durante horas, confundirse con una piedra y dormir un período casi
fósil. Desde ese estado de inspiración elaboró los cantos más bellos.
Entre los
dientes, Quiero borrar la memoria,
llevo
ceñido un rotulador de punta fina cuando
anoto estas palabras, así me vacío el
que me
saca las penas una a una y en su lugar pensamiento y dejo cicatrices imborrables.
deja garabatos incomprensibles.
Lleno secretos de barro;
¡y hago círculos con mimbre!
Lleno secretos de barro;
¡y hago círculos con mimbre!
Era un ser de pocas palabras.
No es que no tuviera nada que decir, no, es que no soportaba el ruido que se
formaba en el pico y que forzosamente tenía que escuchar. Era un circuito
absurdo que evitaba siempre que podía.
-Es mejor hablar por dentro. -
Pensaba. Inventó un procedimiento que le costó muchos esfuerzos y ensayos. Fue durante un invierno. Empezó con una gimnasia gutural que consistía en iniciar el movimiento de la frase y detenerlo en el preciso instante en que empieza la emisión de sonido. Así anduvo ocupado hasta que llegó a dominar perfectamente el sistema y así pudo dejar el discurso totalmente suspendido. Le llamaba: la voluntad de la palabra, justo en el centro. En el suelo, con el dedo dibujó la imagen esquematizada de aquella expresión; notas que él pensó que eran extraordinarias.
-Es mejor hablar por dentro. -
Pensaba. Inventó un procedimiento que le costó muchos esfuerzos y ensayos. Fue durante un invierno. Empezó con una gimnasia gutural que consistía en iniciar el movimiento de la frase y detenerlo en el preciso instante en que empieza la emisión de sonido. Así anduvo ocupado hasta que llegó a dominar perfectamente el sistema y así pudo dejar el discurso totalmente suspendido. Le llamaba: la voluntad de la palabra, justo en el centro. En el suelo, con el dedo dibujó la imagen esquematizada de aquella expresión; notas que él pensó que eran extraordinarias.
Le inquietaban las tertulias
con hombres sabios.
-Siempre se aprende de ellos alguna pequeñez-
Afirmaba. A él le agradaba disfrutar de las pausas, de ese silencio denso que obliga a mirar el techo, a hacer girar los dedos, o a cualquier otra ocupación. En cierta ocasión la tertulia se extendió más de lo usual y, entre verbos, se coló algún adjetivo no deseado, al instante, el lugar quedó hechizado. No le permitieron alejarse ni un segundo del imán formado en el espacio. En realidad todos perdieron los papeles y el discurso se destrozó en fragmentos incomprensibles. Pero algo catalizaba el ambiente y sólo él pudo dar una respuesta que satisfizo a todos...
-Las sombras no tienen razón de ser pero están bien adaptadas al cuerpo.-
No obstante el tema quedó en tablas y se marchó un poco aturdido y con el presentimiento de que una mancha casi imperceptible había maculado su memoria.
-Siempre se aprende de ellos alguna pequeñez-
Afirmaba. A él le agradaba disfrutar de las pausas, de ese silencio denso que obliga a mirar el techo, a hacer girar los dedos, o a cualquier otra ocupación. En cierta ocasión la tertulia se extendió más de lo usual y, entre verbos, se coló algún adjetivo no deseado, al instante, el lugar quedó hechizado. No le permitieron alejarse ni un segundo del imán formado en el espacio. En realidad todos perdieron los papeles y el discurso se destrozó en fragmentos incomprensibles. Pero algo catalizaba el ambiente y sólo él pudo dar una respuesta que satisfizo a todos...
-Las sombras no tienen razón de ser pero están bien adaptadas al cuerpo.-
No obstante el tema quedó en tablas y se marchó un poco aturdido y con el presentimiento de que una mancha casi imperceptible había maculado su memoria.
Tengo
una verdad oculta
entre
naranjas verdes.
De la experiencia del agujero
quiso hacer academia, y con un esfuerzo que sobrepasaba mil veces la voluntad
de su cuerpo, abrió un vía en la roca, un camino jamás pisado por ser alguno. (Hace referencia a la cueva de Castellvell). En cada milímetro que avanzaba, nuevos secretos se revelaban sin resistencia.
Jamás sintió que algo con voluntad propia intentara ocultarle nada. Piedra,
fósil, tierra, raíz... De esta experiencia sacó material para un nuevo canto.
Las
piedras son cuerpos pesados
carentes
de sentimientos.
En otra ocasión, paseando por
una cañada, observó una inmensa roca en forma de trono y disfrutó con sus
juegos internos. Imaginó las proporciones, adaptó los tamaños, y cuando estuvo
a punto de ocuparlo, giró la atención a otro lugar más cercano. Esta vez la
piedra era larga y sin movimiento, vieja y serena, un manto de líquenes le
formaba una piel verde y blanda. Pensó si todo aquello lo había hecho una
voluntad o si es que el azar también tiene gobierno. Hizo un esfuerzo mental que
le llevó al límite. Desde esa posición
volvió a observarla y sintió un gran vacío por dentro. No supo relacionar las
causas ni extraer conclusiones del hecho. Al rato, musitó sin propósito:
Las
piedras son cuerpos pesados
que
no tienen sentimientos
Sobre las piedras no había
quedado todo completo, y ocupó días rompiéndolas para sentir su voz y ver sus
entrañas. La conclusión siempre fue parecida. En algunas ocasiones la mano va
más lejos que el pensamiento. Quizá la observación no es correcta. La piedra
gruesa de la montaña se hace arena en el mar, rueda sin expresión de dolor y lo
ocurrido no necesita justificarse. Por un momento pensó en la sombra y dedujo
sin vacilación:
Las sombras no tienen razón de ser,
aunque están
muy adaptadas al cuerpo.
Llegará el día en que las
cosas no se valorarán por su color, peso, forma, sino por un orden oculto y
superior que él esperaba descubrir. Sabía que esto requería una gran disciplina y
que resultaría un trabajo pesado. También que ese nuevo valor alteraría las
cosas, cambiaría los órdenes morales y transformaría las actuales jerarquías.
Por una vez decidió ir adelante. Siguió ordenando materiales nuevos en los
depósitos de su memoria, siempre lo hacía con propósitos igualitarios. Calificó
de perfectas aquellas cosas que respondían con buenas proporciones a todos los
sentidos y de imperfectas a aquellas que sólo lo hacían a uno o a varios. Las
desproporciones en ese sentido le enervaban, no podía soportarlas. Creó
denominaciones nuevas, cuadros explicativos, redactó ejercicios con prácticas
incorporadas. Creó un apartado nuevo en su biblioteca mental y hasta un método
pedagógico para comprenderlo. Podríamos pensar que se cargó de la paciencia necesaria para llevar
a término lo que Prometeo dejó inacabado.
Sabía por deducciones que aquí
no viene a cuento explicar que su mayor enemigo no se escondía entre los demás,
ni en el cansancio o la pereza, sino camuflado traicioneramente entre sus
propias palabras. Esto lo tenía bien comprobado. Sobre todo, a partir del día
en que intentó defender sus ideas. Empezó el discurso con un carácter
reverencial y firme para dejarlo bien sentado, pero sin saber por qué razón
varió el tono y, en el contexto, se filtraron una o dos palabras. Al final tuvo
vergüenza de todo y sin decir nada se recluyó en el mundo de su invención. Tras
este pensamiento abandonó todo el proyecto. Sólo seguiría laborioso en ordenar
palabras. De todo esto extrajo un nuevo
canto:
Scheec,
Scheec, Scheec, Scheec,
Scheec,
Scheec... todos adentro.
Como se ve, poco a poco y sin
proponérselo fue construyendo su carácter
en un mundo sin tierra, en una fantasía de humo que se transformaba sin
cesar entre las imágenes del pensamiento. Algunas veces salía de su encierro y
hasta se atrevió a hacer afirmaciones que nunca sorprendieron a nadie porque en
realidad no iban más allá de lo que todo el mundo conocía. Sabia por
experiencia que decir cosas con sentido
ofendía a los demás, al igual que trabajar con coraje o cultivarse uno mismo.
Por esto, de forma involuntaria decidió invalidarse en lo posible haciéndose
pasar por idiota, llegando inclusive a olvidarse de todo y a esconder entre las piedras todo aquello que pensaba. Con paciencia abrió un pozo profundo, acercó el pico a la boca y dejó caer estos cantos...
Hay pájaros
migratorios agradecidos,
se llevan y traen buenos recuerdos.
se llevan y traen buenos recuerdos.
No tienen definido el destino, es por ello nadie discute su presencia.
El recuerdo caliente también ayuda a vivir,
almacena ricas reservas y las guarda para mejor ocasión.
A veces puede costar la vida pasar siempre por
la misma senda,
pero es más duro variar de rumbo cada día.
pero es más duro variar de rumbo cada día.
La hierba huele muy bien cuando se seca,
especialmente en un campo ordenado de montones bien hechos.
En la creación de estos cantos
fue recuperando lentamente la memoria, formando un juicio que, por el momento,
no quiso averiguar a dónde le conducía.
En ese desorden pensó:
-Los seres que cambian de lugar no tienen raíces hondas, se las van comiendo en los días de marcha. Son especies que devoran el agua en superficie y tienen la cualidad de sobrevivir en condiciones variadas. El mañana es el sueño de hoy, con él se alimenta el camino. ¡Qué disparate!-
Y se regaló otros dos cantos:
-Los seres que cambian de lugar no tienen raíces hondas, se las van comiendo en los días de marcha. Son especies que devoran el agua en superficie y tienen la cualidad de sobrevivir en condiciones variadas. El mañana es el sueño de hoy, con él se alimenta el camino. ¡Qué disparate!-
Y se regaló otros dos cantos:
Olvídate
de las cenizas
toma
decidido el camino
que
conduce hasta
tu
condición de pájaro.
Después
de la muerte de Dios
puedes
regalarte la absolución;
sólo
has de recordar las cosas que hiciste,
y
en cada una de ellas
se
justifica haber vivido.
Por un momento pensó en su niñez.
-El viento y el fuego tienen en común su poder devastador y traen al recuerdo momentos aterradores. Son muchas las historias que se han situado en ese escenario para llenar de sombras la memoria y ensuciar mi pensamiento. El terror interior nace de la miseria, de la inseguridad en todo, de la presencia furtiva de la muerte. El miedo es un estado que también produce provecho, yo he pagado con creces la factura. Bajo él he vivido como una sustancia en niebla, perfume de crisantemos al que he tomado adicción.-
Meditaba...
-El viento y el fuego tienen en común su poder devastador y traen al recuerdo momentos aterradores. Son muchas las historias que se han situado en ese escenario para llenar de sombras la memoria y ensuciar mi pensamiento. El terror interior nace de la miseria, de la inseguridad en todo, de la presencia furtiva de la muerte. El miedo es un estado que también produce provecho, yo he pagado con creces la factura. Bajo él he vivido como una sustancia en niebla, perfume de crisantemos al que he tomado adicción.-
Meditaba...
La
filosofía débil
me
está arruinando el ser.
El
temor al triunfo
me
retiene en el fracaso.
Aunque la muerte campeaba por
todas partes y los instrumentos de tortura eran presentes hasta en el momento
de nacer, él decía que los pájaros no deben ser exigentes; ya tienen suficiente
con haber conquistado el vuelo. Ese espíritu de conformidad no anulaba su
inquietud, la insatisfacción, ni otros sentimientos. Por huir de estas
situaciones se evadía sin premeditación, era un acto involuntario.
-La evasión no es siempre
improductiva.-
Afirmaba, quizás para justificarse. También creía que, como tantas otras cosas, la evasión estaba adaptada al cuerpo. ¿Sería posible vivir sin ella? Movió los párpados, encogió el cuello, tensó los músculos de las patas, adaptó el plumaje al cuerpo y con el pico garabateó un círculo en el espacio que quedó borrado en el acto, hecho que no le asombró lo más mínimo. Seguidamente se puso a cantar:
Afirmaba, quizás para justificarse. También creía que, como tantas otras cosas, la evasión estaba adaptada al cuerpo. ¿Sería posible vivir sin ella? Movió los párpados, encogió el cuello, tensó los músculos de las patas, adaptó el plumaje al cuerpo y con el pico garabateó un círculo en el espacio que quedó borrado en el acto, hecho que no le asombró lo más mínimo. Seguidamente se puso a cantar:
...Todavía
recuerdo
el
fuerte olor a fritos
y
el perfume de humo en mi cama.
...
En la memoria siento el hambre crónica
como
una deuda impagada.
Sólo
heredo recuerdos pobres,
instantes ruines, plumas miserables,
entre todos no
valen una peseta.
En
mí quedan envasados
al vacío,
ocultos como una conserva inútil...
ocultos como una conserva inútil...
Comió lo que encontró, era de
estómago conformado y en su dieta se incluía todo. Nunca sintió rechazo a nada
y estaba convencido de estar preparado para sobrevivir.
Nunca se abandonó físicamente.
Hacia ejercicios de vuelo diarios, primero los más lentos, dibujando en el aire
formas elípticas, espirales ascendentes y descendentes, trazadas con una
perfección inusual. Por último hacía un envite final con cierto riesgo; subía
hasta límites peligrosos, mucho más que cualquier ave de mayor constitución que la que él tenía. De
hecho, éstas quedaban allá abajo como mosquitos paralizados.
Apuraba las dificultades al
respirar, los músculos agotados, el dolor de cabeza. Desde ese límite
contemplaba un mundo nuevo, sentía el placer reservado a los grandes. En
silencio, entonó otro canto, fragmento de un libro sobre la soledad del astronauta:
El
trono salvaje, celestial,
quedará
eternamente a la espera,
sin
duda es un lugar para sentarse
dignamente.
Seguidamente encogía las alas,
estiraba el cuello y las patas en dirección opuesta y, al igual que un dardo
buscando un objetivo oculto allá abajo, se lanzaba en picado. La velocidad
neutralizaba el pensamiento, los ojos se le nublaban, el viento silbaba entre
sus plumas y los músculos eran estirados hacia arriba como si quisieran
separarse del cuerpo. El plano de tierra se acercaba nervioso, con cabeceos a
derecha e izquierda se acercaba. Así contenía la atención esperando la última décima de
segundo, aguantando el cambio de presión con un dolor de martillo en los oídos.
Por último, a pocos metros del suelo, estiraba las patas, abría en ángulo
correcto las alas y maniobraba con el timón de cola hábilmente; así se lanzaba rasante, en paralelo al plano de tierra. Tocaba
ligeramente matojos con el plumaje, poco a poco iba perdiendo velocidad hasta consumir todo el
impulso de la gravedad y quedar sobre el suelo con cadencia suave y despreocupada.
Entonces cerraba los ojos y se
disponía a descansar. El agotamiento le producía delirios, ensueños reveladores. En ocasiones éstos
fueron de gran provecho. Solía ocupar el cuerpo de otro pájaro y así podía
dirigirlo a capricho de forma voluntaria ya que él quedaba fuera y nunca
perdía el tono, el hilo que lo unía a la conciencia.
Lo último que se recuerda de
esta historia es que tomó el cuerpo de un hombre de constitución fuerte, pequeño, deforme y
expresión afable. Las manos las tenía fuertes y la cabeza velluda y rizada con ojos grandes, verdes y atentos. Iba desnudo sin sentir frió ni ausencia de nada. Se dirigió hacia
una habitación con una sola puerta, de paredes opacas y límites indefinidos. En
su interior descansaba horizontalmente una gran piedra en estado
natural. Giró varias veces en torno a ella, la observó desde todas las
posiciones y, de pronto, comenzó a golpearla con las manos siguiendo un ritmo
paralelo al corazón. Así se mantuvo
durante horas. Al final se tendió sobre ella y se abandonó con total pérdida de
la razón. Desde esta posición iniciaba otro sueño que enlazaba con otro y otro
de forma encadenada. Así, hasta sumar sesenta y tres cantos que ahora son
estampas negras en un libro.
Esta vez no supo regresar y
quedó deshilvanado para siempre en el orden de su pensamiento.
Epílogo
A
comienzos de la década de los ochenta, después de haber realizado "El
gallo de oro", "Urnas para un
continente latino", "El toro y la sardina" y el libro de estampas "Juego y
disparate entre el toro y la sardina", fue cuando surgió la idea de
realizar la historia de un pensador perdido. Como había realizado ya la serie de "El gallo
de oro", motivado por las lecturas de la obra de Juan Rulfo, el animal como protagonista me pareció idóneo para representar las
características que me acosaban en la época. Una década de espanto, nerviosa, incoherente,
competitiva, de mucha acción y pocas ideas, en fin, una década de adrenalina...
De esta manera surgió "Cantos
del pájaro negro", un personaje complejo, con cierta dosis de
existencialismo, barroco en sus propuestas mentales, incoherente y en cierta
manera dado al desvarío; ¡mi imagen en un espejo!
Un pájaro
humanizado, fabulizado, que explica situaciones complejas y mezcla hechos contradictorios sin ningún interés aparente. Utiliza mecanismos complejos, tanto en el uso de la palabra como en la comprensión del funcionamiento del mundo.
Introvertido, curioso, y sobretodo nada practico; descubre que el mundo interior es en realidad el mundo. Se percata de que todos los sucesos se dan en la mente y que ésta cuando actúa en la realidad exterior puede causar cataclismos inesperados.
Introvertido, curioso, y sobretodo nada practico; descubre que el mundo interior es en realidad el mundo. Se percata de que todos los sucesos se dan en la mente y que ésta cuando actúa en la realidad exterior puede causar cataclismos inesperados.
Ecologista,
conformado, parásito, sublime, atleta y vagabundo. El Pájaro negro en un
habitante de los páramos de la palabra, de los territorios de nadie y emparentado con las presencias sin alma. Es un ser efímero que vive en la
metáfora y tras ella se evapora.
En el
final del relato, se presenta como un extraviado que hace
averiguaciones peligrosas y felices; el sueño en el sueño es el que le ilumina y eleva. Son conceptos que le llevan a perder el pulso al
corazón y con él apuntar el último vuelo. Esta será la acción que rompe el hílo que le une a éste mundo y ya deshilvanado, sin remisión, se
extravía en el laberinto de su pensamiento.
Las
estampas ilustran pasajes, situaciones, pensamientos y actitudes mucho mas complejas que los textos. 62
estampas en xilografía, talladas a corte rápido que dejan un recuerdo visual de
los sueños de un pájaro.
Rufino Mesa 1983 -91
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