La piedad y el amado. Foto de la generación índigo. 2012
¡Fueron amores extraordinarios!
El amante de arrayanes
Se descubrieron por pura casualidad en los albores de las primeras luces; ¡era el día de los
encuentros!
Ella le dijo:
-He venido para cumplir mi
destino-
Llevaba en la mano un ramo de crisantemos y en sus ojos se encontraban los lagos profundos de la tristeza, no obstante resplandecían como lucernas asombradas. Lo miró unos instantes y todo quedó
explicado, el tiempo hizo el resto…
Juntos vivieron tantas pasiones que en sus cuerpos no quedó ningún
rincón fuera de control; lo exploraron todo el uno del otro.
¡Fueron amores extraordinarios!
En un día genital como la lluvia, perfumado de tomillo y
hierba de labrantío, se reveló toda la dimensión de sus pasiones. Estaban
retozando como nunca entre las quebradas del monte, entre pinares y campos
abandonados; allí, en un día para el recuerdo, se confesaron cuestiones
terminales… Mientras unos remolinos voraces surcaban el cielo y sus cuerpos se
entregaban con envites nunca ensayados: ella le dijo por segunda vez:
—¿Sabes?, ¡amo a otro
hombre! —
Fue entonces cuando llegó el trance inesperado.
Él la miró con dulzura y le dijo:
— Yo también… a través de ti...—
Entonces hundió su rejón hasta el
fondo y dejó la semilla en el surco…
Al instante dejó de existir: se
evaporó como rocío entre flores de arrayán…
No hay comentarios:
Publicar un comentario