La grieta y el pozo de las vanidades. Collegats. 2011
El corte en lo real
¡Qué podemos hacer ahora!
El pozo de las vanidades
Gregorio Bermejo Tarragona 15/5/011
La grieta
Tras el terremoto de Japón, una grieta
infinita se abre bajo mis pies, en ella dejo caer mis temores y quimeras cada
día. Observo como la grieta no se cierra nunca y en ocasiones puedo ver la luz
del otro lado; es como si la tierra se estuviera partiendo en dos. Por las
mañanas me interroga con tono acusante y lanza un bramido por una rendija
parlante; ¡me temo lo peor y pienso que lo ha visto todo! Ante su terrible
poder le relato aspectos personales que aquí no puedo detallar para proteger mi
dignidad. De todas amaneras pienso que no soy culpable de lo que está
ocurriendo. Repetidamente me pregunta cuestiones que me sonrojan la cara, me
acusa de perversidades innombrables que me comprometen y parece ser que tiene
pruebas evidentes para decir lo que dice.
Antes de la grieta y de sentir sus acusaciones, yo no era consciente de lo que hacía, estaba obnubilado y ciego, pero ahora empiezo a pensar que quizá estoy inculpado en cuestiones graves. Por acción u omisión me siento implicado en infracciones muy sucias. Naturalmente no soy cándido y rechazo todas las imputaciones, niego cada palabra acusatoria y peleo como un gallo sin plumas para defender la ilusión de mi inocencia. No obstante ya empiezo a sentirme cansado y hasta le amenazo con querellarme si no baja su dedo acusador y su tono delator. Ni que decir tiene que las acusaciones no me quitan el sueño, una a una las niego y allí las olvido al instante; pero se que están ahí, las oigo claramente en el fondo, se debaten entre los muros y ascienden en espirales de fuego. Siempre amenazan con salir de su reclusión y delatarme.
Antes de la grieta y de sentir sus acusaciones, yo no era consciente de lo que hacía, estaba obnubilado y ciego, pero ahora empiezo a pensar que quizá estoy inculpado en cuestiones graves. Por acción u omisión me siento implicado en infracciones muy sucias. Naturalmente no soy cándido y rechazo todas las imputaciones, niego cada palabra acusatoria y peleo como un gallo sin plumas para defender la ilusión de mi inocencia. No obstante ya empiezo a sentirme cansado y hasta le amenazo con querellarme si no baja su dedo acusador y su tono delator. Ni que decir tiene que las acusaciones no me quitan el sueño, una a una las niego y allí las olvido al instante; pero se que están ahí, las oigo claramente en el fondo, se debaten entre los muros y ascienden en espirales de fuego. Siempre amenazan con salir de su reclusión y delatarme.
No es un tema muy relevante pero prestad
atención, si lo hace estaremos todos perdidos ya que la grieta ha tomado buena
cuenta de cada una de las vanidades humanas…! Esta es la raíz profunda de la
crisis, la moral, la familia, la religión, la política, la economía, el amor y
el arte se ven aquí acusados y ensombrecidos. La citada grieta amenaza con
derribarlo todo, con un dedo giboso apunta en los cimientos de nuestra
sociedad, ¡ya de por si tambaleantes!
El corte en la tela
También en las cuestiones estéticas y éticas aparece esa hendidura; como el barro se resquebraja el valor moral y la
sensibilidad humana. Ya la anunció Lucio Fontana con un navajazo en la tela, tajada que la dejó herida como el costado de Cristo. El corte también tiene sus réplicas
en la piel superficial del mundo del arte, en sus tejemanejes, ilusionismos y
cambalaches. La grieta es el pudridero del alma humana en todas sus variables.
Sus efectos perversos han sido tan grandes en su composición moral como en la
banca o en la política. Sabemos que el complot ha repercutido en todos los ámbitos
de la vida pública y los negocios han sido cuantiosos; el arte y sus escusas
mediáticas han limpiado dinero a capazos. Toda valoración estética ha sido
mediatizada por el mercado y este ha hecho servir sus leyes como en la venta de
crudo; así de rotundo ha sido…
Por otro lado nos hemos quedado sin
estribos y caemos en la grieta en gravedad libre. Ahora el arte puede ser todo, incluido el
traquetear de una ametralladora sobre una guardería: Mezclamos en un coctelera
todas las actividades, todos los géneros, todos los disparates y esperamos que
de ahí emerja un pensamiento nuevo.
La herida me duele
Para mi el tema es mucho más grave y su
lanzada me duele especialmente ya que mi pensamiento se ha ocultado al otro
lado de la realidad, mejor dicho, al otro lado de la grieta y aunque he
trabajado sin descanso no he hecho los deberes como pedía la ocasión. ¡He sido
un irresponsable al montármelo a mi aire y no ser más incisivo en los temas
colectivos...!
Es previsible que un sistema social y espiritual
soportado con estos cimientos se derrumbe, máxime cuando el dinero se hace con
todo el poder y la perversión es moneda de cambio invisible. El arte de la
comedia, del despilfarro y la locura, ha sido cómplice de todas las perversiones y ahora la lanzada, el estoque de la
grieta lo ha herido gravemente. Podemos ver claramente como su cuello se desangra lentamente; el teatro se acabó, los impostores han sido descubiertos y gruñen como cochinos en el arcón de la matanza. Las "cagarrutas divinas" se descomponen y un hedor maloliente invade la cohorte de los políticos, los banqueros y los intelectuales mantenidos.
El corte en lo real
El corte también toca en la membrana sutil
que nos protege de lo real y eso es mucho más grave, más de lo que parece. Pienso que si
quedamos al descubierto y perdemos los espejos ilusorios, si se quema la Icaria
esperada, estaremos todos perdidos. Concluyendo, la tajadura es la metáfora de un
estruendo que no se ha manifestado todavía, no lo ha hecho en todo su esplendor; por
el momento sólo ha sido un pequeño escalofrío, ¡estamos en aviso! La
grieta se encuentra vehemente en ese espacio insaciable que lo absorbe todo; he dicho todo, incluidas las creaciones de la mente y su ambición sin límite. Tras la grieta un corte, y
tras este han venido otros y muchos más, cuchilladas, lanzadas, pullas,
rasguños, heridas, agresiones y sajaduras; la tela de lo real se ha convertido
en un espacio de combate físico y ha dejado de ser un refugio para que la vida
se deslice con espiritual sencillez.
Ya no queda espacio para el sosiego
estético; ¡es el fin de la ilusión!
¡Qué podemos hacer ahora!
Sabemos, los que no sabemos nada, que en
las buenas obras toda la razón se pierde y en su lugar aparece un escalofrío
que nos llena de emociones y entusiasmo. Es una verdad revelada que vislumbra
lo incuestionable; creo que eso es todo y algo más... El arte
habla con la voz del tiempo ya que todo lo acontecido tiene su gravedad en la
expresión sublime, la que hace servir el timbre de la naturaleza y respira las
preocupaciones humanas de todas las épocas. Ella también es testimonio de la
voz del creador que, como pienso, no es otra cosa que la resonancia física de
la materia. Por todo ello, algo hay en lo oculto, en el lecho misterioso de la
grieta, que nos deja desamparados y a la vez acogidos. Nos delata con su vaho turbador, nos acusa,
nos acoge y su enigma es de prioridad ante cualquier otra circunstancia.
Tenemos que pensar que al final de la vida en ella vamos a caer y seremos devorados lentamente y sin piedad. Ahora estamos asustados, el terremoto ha sido grave y quizá no podemos escapar
de su poder seductor. Su aliento nos llama y al asomarnos, al abismarnos, nos precipitamos en un mundo creado
en el origen del ser humano. Quizá toda obra respetable ha de
respirar su aliento y si no lo hace es que está muerta o aburre hasta la
saciedad como pasa ahora en la mayoría de las exposiciones.
Me pregunto si el poder de la hendidura no
es otro que el de revelarnos ese origen, el de dejar al descubierto nuestras
alucinaciones originales y con ello mantenernos en el sueño. Seguidamente me
respondo…; quizá el arte actual pretende sacarnos de la ilusión y colocarnos
ante la nada, ante el espejo de nuestra soledad.
¡Ay, ay, ay! que otra vez se mueve el suelo, se resquebraja la grieta y caigo en ella... ¡Es una pesadilla que no termina nunca!
Vuelve al discurso con más brío, de nuevo empieza con su letanía vibrante; su voz oracular nos puede dejar sordos.
¡Cuidado camaradas! si esa voz consigue sobrepasar el nivel del suelo se extenderá por los campos como niebla iridiscente, dejará al descubierto todas las ocultaciones humanas y su destello será tan poderoso que nos dejará aún más ciegos.
¡Ay, ay, ay! que otra vez se mueve el suelo, se resquebraja la grieta y caigo en ella... ¡Es una pesadilla que no termina nunca!
Vuelve al discurso con más brío, de nuevo empieza con su letanía vibrante; su voz oracular nos puede dejar sordos.
¡Cuidado camaradas! si esa voz consigue sobrepasar el nivel del suelo se extenderá por los campos como niebla iridiscente, dejará al descubierto todas las ocultaciones humanas y su destello será tan poderoso que nos dejará aún más ciegos.
El pozo de las vanidades
Para los incansables en el poder, junto a
la grieta he realizado la obra: El pozo de las vanidades. En él se
atiende toda la gravedad de la acción política; en ella han de caer los votos de los inocentes y los indecisos. Pensé que el tema necesitaba un
espacio especial y se lo he hecho con devoción de monge; ¡es una urna gigante! Tiene veinte metros de profundidad y un
metro de ancho. La boca del pozo es de forma pentagonal, la he pensado así ya
que cinco son los dedos de cada mano, las mías y las de los usureros. Son cinco
garfios que algunos hacen servir para exterminar todo atisbo de esperanza.
Igual que en la mencionada grieta, en este lugar se entregan las voluntades y también los
escándalos humanos; todos caben con desahogo y allí se olvidan. Se dejan caer
con elegancia y con cierto arrumaco inocente, como el que excreta pétalos de
rosas o siembra trigo en los campos. Observo como los confeti de sus vanidades, la brisa de sus tejemanejes, llueven a boleo como
sus escándalos y a buen paso se olvidan, caen suavemente y se esfuman
en la tierra, así de sencillo...
El pozo, la grieta, en realidad son
espacios de confesión que no inculpan a nadie, no hace falta hacerlo, todos
sabemos quienes son, ellos también lo saben. Aquí vienen las almas públicas a
entregar su arrepentimiento con devoción. Son ellas las que se miran al espejo
de su pasado y se acusan solas, ¡los pobres, son buena gente! Es candoroso ver
como los poderosos de la tierra vienen a arrepentirse; aparecen en hileras
interminables para limpiar su dignidad y así poder respirar con sosiego el
resto de sus días. Con aire ígneo se limpian la cara, la dejan inmaculada en un
instante, sus rostros quedan relucientes como niños recién comulgados.
Estos lugares: la grieta, el pozo, tienen
un poder indecible. Son escenarios de resonancias intangibles que describen sin
palabras todo aquello que puede ser explicado. También tienen la virtud de
absorber el sufrimiento y las infamias humanas, para eso los pienso y los hago; ¡queridos!, son de servicio público.
Me sorprende el poder que desprenden, en
realidad son los que me mantienen activo el pensamiento. Los utilizo para consolarme de la
presión que ejerce las primas de riesgo, la bajadas inestables de la bolsa y la desconfianza general que se ha creado. ¡Menudas historias nos están contando!
Confianza en los que se llevan el dinero público, ¿cómo has de confiar en nadie con una moral como la que lucimos por bandera? De hecho, la falta de confianza y los motivos que la han creado son la expresión solemne de la crisis. La moral es una caja de murmullos inaudibles que amenazan con hacerse oír, con delatarnos a todos, solo eso, ¡amenazan, nos asustan y nos dejan desamparados….!
Confianza en los que se llevan el dinero público, ¿cómo has de confiar en nadie con una moral como la que lucimos por bandera? De hecho, la falta de confianza y los motivos que la han creado son la expresión solemne de la crisis. La moral es una caja de murmullos inaudibles que amenazan con hacerse oír, con delatarnos a todos, solo eso, ¡amenazan, nos asustan y nos dejan desamparados….!
El final de la ilusión
En esta grieta abisal, en este pozo sin
fondo, todo se fosiliza al instante, por grave que sea el caso queda atrapado
en un líquido ambarino que puede soportar la eternidad sin contaminar nada. En
el futuro, ya fosilizado y lejano, el ámbar con el aliento de los arrepentidos servirá para
hacer colgantes, abalorios para las damas de clase media y gustos amañados. Ese
será el final de nuestra ilusión…
Esta grieta es la puerta sin retorno, es
la rendija del asombro permanente. Como he dicho en ella entran todas las
vanidades. Pienso, por pensar algo práctico: podríamos hacerlas en serie e
instalarlas en los centros urbanos, en las audiencias y casas de juntas. Habría
que colocar una en cada ciudad de mil habitantes, instalarlas en la plaza
mayor, junto a los acampados. Serían el vertedero de las pasiones, estaciones
terminales sin paliativos, ¡abismos ocupados con las canciones del dolor, la
perversidad y la indignación humana...!
En la Plaça de Catalunya habría que
instalar una de buenas proporciones, también un pozo sin fondo. Las cargas policiales
se han ensañado con los que reclaman que el parlamento no sea la caja de las
invenciones sin fin y la política una canción de plañideras.
En la raja, en la grieta murmuran los del
15 M y porqué no, también “los de la ceja”:
—Que los políticos y banqueros terminen en
la cárcel: ¡vasta ya. —
(Apuntan una y otra vez hasta quedar sin voz)
—¡No hay pan para tanto chorizo…! —
Ellos cantan noche y día y en la grieta
resuena su indignación como tañen mis susurros de derrotado. Lanzan un canto
de guerra apasionada, están sedientos de justicia, quizá de algo más. Por mi parte dejo
caer dulcemente mi voto junto a una plegaria no atendida y espero acontecimientos. Por el momento todo es
una comedia controlada, una pelea simbólica. Es un murmullo insatisfecho que se
hace eco permanente en el fondo de esta sima. ¡Queridos! el rumor social ya se ha hecho corte con
sangre. La herida se ha secado al instante y se ha formado una llaga que no cierra nunca, sus cicatrices serán difíciles de cerrar, todos estamos heridos y enfrentados. ¡Ay gemido de
mi desconsuelo! si no ponemos remedio terminará siendo una tumba colectiva;
otra fosa de los ausentes.
Dados los sucesos, sin duda una de estas
grietas, quizá también abismal, tendría que abrirse justo delante de La
puerta del sol, otra en las Cortes Generales en Madrid y para mayor justicia, muchas
más en el resto de los pueblos de España…
Gregorio Bermejo Tarragona 15/5/011
para mi la grieta, el pozo, también es la conciencia del mal, empieza en un pequeño resquebrajo que se va abriendo en cada acto (conscientemente) mal hecho, efectivamente no somos tan cándidos peró no hay ningún mal en serlo
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