Aliento
Con mirada penetrante y aflicción en el pecho, Lucía contempló por la ventana los colores del alba. Al otro lado de la calle llegó el frío con la caída de las sombras. Recostado en un pórtico, Jacinto José la observaba con ojos suplicantes, tembloroso e inmóvil.
El aliento de Lucía tejió un velo húmedo sobre el cristal, sobre su niebla escribió con el dedo lo que extensamente ya se habían dicho:
−¡ante la tierra… estamos solos! −
Jacinto José dejó ir entre las manos un susurro terminal y resignado. Libremente sopló en su hueco un quejido inaudible, aliento que dejó vacía su mente e inactiva su médula espinal; lamento informe que Lucía guardó hasta el final de sus días.
Con desvelo conservo la piedra donde se encuentra;
¡es mi dolor, es mi tesoro!
…sonaja que espero entre suspiros…
¡En ocasiones pienso que por la luz de los ojos pudo haberse liberado!
No hay comentarios:
Publicar un comentario